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Salvador Allende o la revolución más imposible El maestro Alfonso Sastre, dramaturgo español, escribió este artículo relacionado a una entrevista que realizó a Salvador Allende en 1971, con ocasión de la invitación a Chile de un grupo de escritores y artistas europeos. El siguiente es un breve fragmento. Fuente: www.lajiribilla.cu “Aquella entrevista, preparada en el marco de un vis à vis amistoso y prolongado, la revista Triunfo para la que la hice no me la publicó, pero yo la recuerdo bastante bien. Allende mostró en ella un optimismo desbordante sobre el éxito del proceso revolucionario que se había puesto en marcha, por medio de las urnas, en Chile. La clave del éxito se hallaba —como luego nos confirmó el Ministro de las Fuerzas Armadas, durante una cena privada en su Ministerio— en que el Ejército chileno no podía ser entendido con pautas españolas: ruido de sables, golpismo, cuarteladas, 18 de julio de 1936... No, no; el ejército chileno era inequívocamente constitucionalista, y ello era suficiente para garantizar el proceso, dado que el programa de la Unidad Popular se proponía así mismo respetar escrupulosamente la constitución chilena, que, como todas las constituciones, era «muy democrática» (hecha bajo el mandato de la democracia cristiana) y mostraba en su articulado, como todas, un gran despliegue de elevados propósitos y de garantías. Constituciones que resultaban ser siempre, «papel mojado», como le oí decir en una ocasión a Arnaldo Orfila, el que fue gran editor. Pero en Chile iba a ser muy diferente, según el propósito de Allende y lo demás líderes de la Unidad Popular”. “La respuesta de la realidad fue demasiado cruel. La última imagen de Salvador Allende, con un casco de acero en la cabeza y un fusil en la mano —¿aquel que le había regalado Fidel Castro, y que más que un regalo yo lo entendí como una advertencia y un consejo? — echó definitivamente por tierra toda ilusión de un proceso revolucionario desarmado y pacífico. Para que un proceso así fuera posible, la democracia tendría que ser verdad, y no un sistema armado hasta los dientes y que no tolera que el mundo pueda cambiar de base, como proclamaba aquel gran himno que es La Internacional. “¿Entonces? ¿El socialismo es imposible tanto sin armas como con ellas? Creo que sobre estos temas quienes deseamos un cambio esencial en el mundo hemos de reflexionar desde una base que hoy aparece no solo como contradictoria sino como irreconciliable: Nada se consigue si las revoluciones no se presentan armadas; esto parece cierto; pero también: nada se consigue, en definitiva, si se cede a la violencia la palabra, sobre todo por la sencilla razón de que las armas revolucionarias no suelen pasar de ser algunas pistolas y algunas bombas, mientras que los Estados Capitalistas están armados y no solo con todo tipo de artilugios de destrucción tanto personal como masiva, tanto convencional como atómica, química y biológica, además de todo su terrible aparato mediático”.
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