Planeación Eléctrica en México
R. Álvarez-Garín
Asociación de Ingenieros Democráticos
covoz@servidor.unam.mx
RESUMEN : Este es un trabajo en el que se plantea una parte de lo que han sido los planes de energía en México, que es un tema de gran importancia en el contexto de la industria eléctrica en México y de la privatización del sector energía.
El tema es fundamental, porque existen decisiones tomadas por el gobierno de México, que se pueden calificar de erráticas o de insostenibles. Para entender el proceso, contamos con parte de la información referida al nivel de la discusión con que el gobierno y los grandes intereses económicos buscan imponer los intereses particulares por sobre los de la Nación.
Es claro que no se puede disociar el interés de las grandes transnacionales, que llegaron aquí al amparo de las modificaciones al artículo 28 constitucional en 1995 buscando invertir en algún momento inclusive en la construcción de plantas nucleares para generar electricidad, según la intención de la reforma del expresidente Zedillo.
Cuando se trata de elaborar los planes nacionales de energía, uno de los elementos a determinar es cuáles recursos tienen una alta probabilidad de explotación y una alta capacidad de energía. Tenemos una gran cantidad de planes y programas energía, unos veinte documentos importantes. En todos los casos se supone que deberíamos de tener un inventario de recursos energéticos y allí, identificadas, las fuentes primarias, el destino que tienen, los resultados que ofrecen y si las perspectivas confirman que disponemos de la tecnología necesaria para utilizarlos como energéticos primarios.
De esto dependen las prioridades inmediatas y de largo plazo que se deberían establecer en un determinado momento. Para establecer la base material de lo que se va a hacer, necesitamos el proyecto nacional de desarrollo, que es la estructura y la perspectiva en materia económica y social, así como también la interacción económica del país con el mundo las relaciones políticas, comerciales, tecnológicas e incluso militares, porque estos elementos son determinantes en el momento de fundamentar estas decisiones. Y desde luego el factor más importante es el aspecto social interno en el que los distintos sectores determinan el marco de planeación.
Sin embargo, en el pasado reciente, el contexto internacional ha sido el tema más importante en la determinación de los planes nacionales. Esto se puede demostrar en la práctica con la figura anexa al final, al revisar la historia de los precios del petróleo, asociada a todos los eventos que obedecen a condiciones políticas que impactan el desarrollo de todas las sociedades.
La primera etapa corresponde a una época de precios muy bajos del petróleo (1947-1973), con precios de 3, 4 y 5 dólares por barril que alcanzan hasta los 35 dólares por barril. Después viene un período (1973-1978) de volatilidad en los precios. Todo mundo está consciente de la escasez del petróleo y de los energéticos en general, por lo que el problema rebasa el interés público y desata intereses muy fuertes, incluso en militares. En 1973 con la guerra del Yom-Kipur y en el 79 con la invasión iraní, posteriormente hasta el 85, podemos ver en la gráfica la enorme subida y bajada que corresponde a la guerra Irán-Irak, dónde prácticamente se destruyen la mayoría de las instalaciones petroleras en Irán. Después del 86 las variaciones están asociadas a la caída del bloque socialista, porque con la desaparición de la Unión Soviética aparecen modificaciones fundamentales en los intereses rusos (en Irak, por ejemplo), que interaccionan fuertemente en la situación energética mundial.
Después se presentaron eventos como la guerra de Kuwait y el Golfo Pérsico y más tarde los atentados del 11 de septiembre y la invasión a Afganistán, hasta llegar a la amenaza de una nueva guerra contra Irak. Todo esto afecta nuestro desarrollo independiente, porque nosotros estamos en el ojo del huracán y hay muchas cosas que se están discutiendo en este marco de geopolítica internacional al que México ha estado sujeto, bajo una gran cantidad de presiones con las que se han tomado decisiones en las peores circunstancias, por lo que debemos precisarlo y volver a analizar esta situación.
Una visión panorámica de nuestra historia de planeación estratégica en los últimos 30 años también refleja una dependencia de hechos tremendamente importantes. Por ejemplo, luego de la expropiación petrolera, una política nacional en la materia fue clara: terminar con la explotación irracional que habían impuesto las compañías petroleras. "La explotación tendría como objetivo fundamental mantener un volumen de reservas probadas tal, que permitiese contar con un margen de utilización segura de los recursos de por lo menos 20 años" (1) "en virtud de que (PEMEX) no iba a funcionar como una empresa que pudiera agotar las reservas de un país y trasladarse a otro, sino que tenía por objetivo fundamental el autoabastecimiento de México" (2).
Hasta el gobierno de Díaz Ordaz, fue prácticamente imposible cualquier planeación democrática, la única estrategia de planeación consistió en ubicar los sitios donde convenía una zona de desarrollo, establecer cierta inversión, otorgar facilidades fiscales y crear riqueza asociada exclusivamente a ese desarrollo interno. Sin embargo, igual que en EU, sobrevino un grave problema de escasez, las reservas eran muy bajas, llegando a ubicarse hacia 1970 en los 4,500 millones de barriles. En 1971 se importó petróleo crudo para alimentar las refinadoras (672 mil barriles ese año y otros 10.7 millones al siguiente). Para 1970, México disponía de 292 campos petroleros y se habían terminado 2,505 pozos exploradores, 67% de los cuales resultó improductivo.
Con Luis Echeverría, se tomaron decisiones conceptuales muy importantes, porque empezó un programa de exploración cuyo único objetivo era compensar la extracción de años anteriores, pero que no remedió la crisis de abasto de crudo que se vivió hasta 1973, año en que el éxito de los estudios y perforación exploratorios, así como el incremento desmedido en los precios del petróleo, inspiraron un ambicioso plan de exploración y explotación que permitió a México restituir sus reservas al nivel de 20 años y generar excedentes exportables de crudo.
En ese momento es cuando se decide instalar plantar carboeléctricas, apoyando también la construcción de Cerro Prieto. Se había planteado, además, un plan nucleoeléctrico y otro geotérmico.
Comienzan así nuevos proyectos de explotación petrolera, nuevas maneras de concebir la planeación, estableciéndose un programa de desarrollo con perspectivas de exportación petrolera para comprar carbón y geotérmicas. Y también, algo que es muy importante, se definen la petroquímica y las refinerías para solucionar los problemas de reparto. Cambiaron los criterios con la llegada de personajes asociados a los grandes grupos empresarios e industriales, como el propio Díaz Serrano, que crearon dependencias financieras en base a la inversión reservada, respaldada por unas reservas reales prácticamente desconocidas (a partir del regreso de las empresas privadas de exploración prospectiva, contratadas durante la crisis).
Díaz Serrano influyó en un cambio decisivo en la política de explotación petrolera, aduciendo que para superar la crisis económica de México (1977), se debía hacer uso de la riqueza petrolera, consistente en enormes reservas petroleras disponibles. "Había de por medio consideraciones que se relacionaban con el futuro de nuestra economía. Con ellas estaba ligado, de modo muy estrecho, el origen del crédito con que podíamos contar en el exterior para proseguir nuestras exploraciones." (3).
Bajo estos criterios, en los sexenios siguientes se abrieron las puertas del crédito externo. La disyuntiva implícita era crear, con estos recursos excedentes una plataforma de explotación petrolera completa o, por el contrario, concentrarse en extraer el petróleo simplemente para generar divisas. Esta es una conclusión muy importante que está respaldada por documentos que aquí no se han dado a conocer nunca, pero que están referidos por diferentes investigadores, como los del Colegio de México (4).
Fue tan grande la inquietud por el auge petrolero en ese momento (5) que se superó toda la visión de los planes porque fue tan optimista y amplio el panorama que se abría que, a partir de López Portillo se comenzaron a inflar todas las expectativas de desarrollo, mismas que desde Miguel de la Madrid quedaron integradas en los compromisos para el desarrollo del país. El análisis de esos documentos y sus conclusiones más importantes muestran planteamientos incompletos, por decir lo menos.
En primer lugar, hay deducciones fundamentales totalmente condenables, de las cuales ni quien se acuerde por descabelladas, pero que sin embargo no debemos olvidar, porque fueron decisiones determinantes.
En 1981, por ejemplo, hacia finales del sexenio de JLP, se da a conocer el Programa Nacional de Energía, contabilizando de forma global las reservas probadas y probables, que planteaban un horizonte de abastecimiento asegurado de 70 años, con lo cual era posible pensar en un aumento en la plataforma de explotación.
Años antes, al amparo de la crisis del crudo (a principios del sexenio de LEA), se tomaron otro tipo de decisiones, orientadas a beneficiar, por ejemplo, a los grandes grupos maquiladores internacionales ubicados en la frontera norte, para los cuales se planteó la instalación de hasta 40 plantas nucleares, de unos 500 MW cada una, para generar unos 20 mil MW nucleoeléctricos para el año 2000 (6). Finalmente, el proyecto se abandonó por diversos cuestionamientos (que comenzaron desde la selección de la tecnología). Habiéndose impugnado desde la propia Gerencia de Planeación y Programas de CFE, el proyecto alcanzó únicamente para negociar una segunda unidad para Laguna Verde, cuyo costo final se multiplicó por 10.
Otra decisión fundamental fue el uso del carbón, recurso energético que desde 1930 es parte del patrimonio energético del país, pero que siempre ha sido explotado mediante concesiones particulares, razón por la cual su desarrollo ha estado fuertemente ligado a estos intereses, principalmente del ramo de la siderúrgica y la minerometalúrgica (7). En el plano energético, el carbón ocupaba el último lugar en la planeación estratégica, basada para ese entonces en la utilización masiva del petróleo (en electricidad, las plantas termoeléctricas rebasaban ya a la generación hidroeléctrica) y las ideas de diversificación apenas consideraban al carbón como una alternativa viable.
Así, en medio de la crisis de crudo, CFE lanzó una campaña de exploración que para 1976 derivó en una política para el carbón, basada en unas reservas probadas de 172 millones de toneladas, que respaldarían la instalación de un programa carboeléctrico de gran envergadura (8), para lo cual se revalorizaba este combustible como recurso energético, quedando a cargo del subsector eléctrico planear y ejecutar su desarrollo.
Es decir, vámonos al carbón en base a una cuantificación de reservas elaborada ¡por las propias instituciones encargadas de explotarlo! El Programa de Obras e Inversión del Sector Eléctrico, POISE, de 1979 hacía una prospectiva de 9,600 MW carboeléctricos hacia finales del siglo. El proyecto comenzó en 1978 con la construcción de la planta Rio Escondido, en Coahuila, para generar 1,200 MW, para la cual se creó además una empresa paraestatal, expresamente encargada del suministro exclusivo de carbón no coquizable (9): la Minera Carbonífera de Rio Escondido, MICARE (10), ubicada también en Coahuila.
En 1980 se publicó por primera vez el Programa de Energía, que planteaba las metas hacia 1990 y proyecciones al 2000. Allí se ajustó el desarrollo carboeléctrico a 4,000 MW que representarían un 11% del total, a pesar de que la tendencia a sustituirlo por el gas natural era muy fuerte.
Esta política se consolidó y logró al menos la misma importancia que el plan nucleoeléctrico, al grado de elaborarse un Plan Nacional de Desarrollo Carboeléctrico (PNDC, 1982), elaborado por profesionales y consultores de CFE y MICARE (nacionales y extranjeros) ¡pero sin el aval de ningún organismo gubernamental! en donde se volvió a ajustar la perspectiva en 6,800 MW y un potencial de 21,000 MW (similar a la capacidad total instalada de CFE en esas fechas).
En conclusión, la planificación energética, por su estrecha relación con el resto de la economía nacional y mundial, requiere de una política energética elaborada sobre previsiones confiables, cuando menos en el mediano plazo. No obstante, es históricamente demostrable que la planificación energética en México ha carecido de la más elemental coordinación entre sectores.
NOTAS
Raúl Álvarez-Garín, matemático, exdirigente del Movimiento Estudiantil de 1968.