Volumen 15, Número 320, septiembre 20 de 2015
 


Solidaridad proletaria en sismos de 85



Caos generalizado en la ciudad de México. Un sismo de 8.1 grados afectó a la capital con fuerte réplica al día siguiente. Daños también en Michoacán. Miles de edificios cayeron. Número indeterminado entre víctimas, heridos y damnificados. Afectación a la infraestructura hospitalaria, comercial, habitacional y transporte público. Inacción gubernamental total, el gobierno reaccionó tres días después. Amplia movilización popular solidaria. Los trabajadores de la energía activos en el acopio y distribución de víveres, rescate de personas, remoción de escombros y restablecimiento del servicio eléctrico.


Respuesta inmediata

Apenas días antes habíamos regresado de Lázaro Cárdenas -Las Truchas, a donde acudimos a solidarizarnos con la huelga metalúrgica en Sicartsa, como lo habíamos hecho en la anterior huelga de 1979. Con los huelguistas de la sección 271 del sindicato minero-metalúrgico, colaboramos en una de las demandas más sentidas: la seguridad e higiene en el trabajo, y participamos en la elaboración de un estudio sobre la medicina del trabajo en la siderurgia.

El 19 de septiembre de 1985, el sistema de transporte del Instituto ya estaba en marcha. A las 7:15 un movimiento telúrico nos había despertado. No sabíamos que había pasado. Pero al voltear hacia la esquina de enfrente, miramos un edifico que se había derrumbado verticalmente. En la otra esquina lo mismo. El hecho era impresionante.

Durante el viaje, escuchamos a Jacobo Zabludowsky, quien transmitía por radio en la calle, desde un teléfono frente a Televisa, cuya antena de transmisión había caído. Jacobo dio cuenta inmediata de lo sucedido. Nos enteramos que un sismo de 8.1 grados en la escala de Richter había afectado a la ciudad de México. Después sabríamos que también afectó a otras partes, pues en la Brecha de Michoacán, dentro del Océano Pacífico, había ocurrido el epicentro del sismo.

Al arribar al Centro Nuclear de Salazar teníamos una primera apreciación de la magnitud del siniestro. De inmediato fue convocada la asamblea general, en horas de trabajo, y decidimos salir en auxilio de los mexicanos afectados. De entrada, acordamos otorgar un día de salario. En ese tiempo no teníamos oficinas en la ciudad, nuestro edificio estaba usurpado. Las autoridades del Instituto accedieron a que una de sus instalaciones, cercana a las oficinas centrales en el DF, funcionaran como centro de acopio.

Allí establecimos un centro de operaciones para recolectar víveres, especialmente, agua. Casi todos los trabajadores de la época activamos a las 100 brigadas que operaban 10 años antes, desde la Tendencia Democrática del SUTERM. Faltaron los de siempre, los grillos no van a la guerra.

Las investigadoras suspendieron sus habituales actividades y procedieron a preparar tortas en grandes cantidades, clasificar la ropa, alimentos y medicinas. En la camioneta del sindicato, las brigadas salieron de inmediato a repartir los víveres, recorriendo multitud de zonas dañadas y campamentos improvisados. El director del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares, Cap. Ing. Rubén Bello, autorizó la utilización de algunos vehículos y una grúa del Instituto.

Los investigadores, ocupados en importantes proyectos, los más relevantes que se recuerden en la historia del Instituto, dejaron sus labores por un tiempo. Tomamos el pico y la pala para darnos a la tarea de rescatar a sobrevivientes, remover los escombros casi con las manos e inspeccionar multitud de casas, edificios y escuelas.

El trabajo fue ininterrumpido, hasta altas horas de la noche, con la dirección de david bahen, en ese momento secretario general del SUTIN.

Solidaridad brazo con brazo

Al siguiente día, muy temprano, reanudamos las labores. Volvimos a recorrer muchos otros lugares. Al menos, llevábamos agua para los damnificados y los rescatistas. Estábamos siendo testigos presénciales de un gran desastre y tragedia en la ciudad. Llevamos agua a Televisa, a colonias populares, al Centro Médico Nacional y otros lugares. Nos encontramos con las costureras, explotadas secularmente, muy empobrecidas y que, ahora, habían perdido todo. Después, las apoyamos para la formación de su sindicato.

Por la tarde estábamos removiendo escombros en la colonia Roma. A las 19:37 horas del 20 de septiembre se produjo una fuerte réplica de magnitud 7.5 grados, con epicentro en el Pacífico, cerca de Ixtapa-Zihuatanejo.

El momento fue muy conmovedor. Había mucha sensibilidad y cuando el suelo se empezó a mover, sobrevino la falta de luz eléctrica, aumentando la zozobra. En un ambiente semi oscuro, a los trabajadores y vecinos solo se nos ocurrió tomarnos de los brazos y tranquilizarnos mutuamente.

Al terminar la jornada, por la avenida Insurgentes Sur venía un torrente de hombres y mujeres de todas las edades. El tráfico vehicular estaba totalmente alterado. ¿A dónde van? ¡Pa´allá!, decían, Y, ¿ustedes? ¡Pa´allá!, contestaban otros, casi con la mirada perdida.

La toma del Zócalo

Al siguiente día redoblamos las acciones. Miles de mexicanos se concentraron en el Zócalo, era su voluntad de todos ir allá, sin pedirle permiso a nadie, al centro político de todos. Nuestras brigadas seguían muy activas aún con las carencias del caso. La situación de emergencia nos rebasaba, pero participábamos con gusto.

A ese momento el pueblo se había desbordado. Rescatistas como los topos de Tlatelolco, estudiantes universitarios de la UNAM, que suspendió las clases una semana, nucleares del SUTIN, electricistas del SME que hacían intensos esfuerzos por reanudar pronto el servicio eléctrico y lo lograron; también utilizaron la maquinaria pesada de Luz y Fuerza del Centro para ayudar a remover escombros. Todos muy activos y decididos.

De Ocoyoacac, salieron tres camionetas de redilas cargadas con frutas y legumbres, tamales y tlacoyótls, pollos y cerdos vivos, con dirección al Zócalo. Con los compañeros del Frente Amplio Democrático de Ocoyoacac habíamos participado, en 1983, en una importante lucha por la defensa del ejido, cuyas tierras pretendían ser expropiadas por el gobierno mexiquense de Alfredo del Mazo para privatizarlas. Con la movilización del pueblo, y la dirección política de bahen, lo impedimos.

El pueblo rebasó al gobierno

Tres días habían pasado y el gobierno de la República, encabezado por Miguel de la Madrid, seguía callado, anonadado ente el desastre. Ni siquiera fue capaz de entregar la solidaridad en especie que llegaba de otros países. El ejército, en vez de aplicar el Plan DN III para casos de desastres naturales, se limitó a acordonar algunos edificios, supuestamente, para evitar robos. Según testimonios de nuestras brigadas, fueron soldados los que le entraron al pillaje. Los vimos y nos indignó en extremo.

A pesar de ello, el pueblo estaba en las calles. Del interior del país llegaba la solidaridad. En medio de la catástrofe nos percatamos de la pobreza en que vivían muchos mexicanos, en viviendas precarias y a veces casi hacinados. También apreciamos personalmente la enorme corrupción en materia de vivienda.

La ingeniería civil y la arquitectura, literalmente, se cayeron. No solo por deficientes reglamentos sino por malas construcciones. Apenas, sostenidos por "hilitos", es decir, varillas delgadísimas, fue que multitud de edificios se vinieron abajo como en caída libre. Algunos estimaban que la magnitud el sismo había sido mayor. No fue así, con una magnitud superior los objetos hubieran volado por el aire. El movimiento oscilatorio y, a la vez, trepidatorio del sismo, en un medio arcilloso que fue lacustre, en una zona sísmica y con malas construcciones, hizo que los daños fueran enormes, ¿para qué más?

Necesidad de opciones preventivas

En plena movilización, nos pusimos a analizar las causas y maneras de poder detectar la ocurrencia de un sismo. Sabíamos que los sismos han ocurrido, siguen ocurriendo y volverán a ocurrir, consecuencia del movimiento de las placas tectónicas de la corteza terrestre y que eso está impulsado porque la deriva magnética de la Tierra hace que su núcleo esté desplazado del centro, a manera de una yema de huevo. Pero no sabíamos cuándo y dónde podrían ocurrir los sismos. Hasta ahora nadie lo sabe.

Nos pusimos a estudiar, con el grupo respectivo que había en el Instituto, las emisiones del Radón 222, un gas radiativo que es parte de la serie de decaimiento del Uranio 235 y 238. El Uranio está distribuido en toda la corteza terrestre, si bien, de manera escasa. Su influencia en el suelo, agua, materiales de construcción y clima podría dar algunos indicios para determinar la ocurrencia de un sismo, a partir de las concentraciones del Radón.

También revisamos la sismicidad, criterio número dos, después de la fuente de agua, para el estudio del sitio, diseño y construcción de una central nucleoeléctrica de potencia. Estos criterios son muy rigurosos, no se aplican a una ciudad sino a una instalación nuclear. Obviamente, la ingeniería de la ciudad de México estaba muy por debajo de cualquier garantía de calidad. Edificios y viviendas estaban pobremente construidos, con cimientos muy endebles, dominados por la corrupción de empresarios, gobiernos, constructoras y contratistas.

Si no se podían predecir los sismos ni tampoco corregir de inmediato la ingeniería, discutimos que, al menos, podría haber medidas preventivas. Luego de estudiar las características de las ondas sísmicas Love y Rayleigh, y su transmisión en terreno plástico o rocoso, se podría determinar el tiempo de llegada a la ciudad de México desde algún punto en la Placa de Cocos, frente a Acapulco. Allí se podrían instalar sensores en estaciones que transmitieran una señal electromagnética, la cual, activara una alarma sonora en la ciudad, avisando de la proximidad del sismo, para desalojar oportunamente las casas, escuelas y edificios, y así evitar tragedias.

Por supuesto, se rieron de nosotros. Al fin, se instalaron costosas alarmas por el GDF. Décadas después solo había vergüenzas. Cuando se activaban, las alarmas no sonaban. Cuando sonaban, no había sismo. Hubo simulacros improvisados.

Mucha solidaridad, poca política

La movilización popular fue impresionante y nosotros fuimos parte activa. Por razones políticas acordamos no publicitar nuestras acciones, como muestra de respeto a las víctimas y de solidaridad incondicional y desinteresada.

Fue uno de los grandes y últimos momentos del SUTIN. Después de 1988, casi nada. Del SME, mejor ni hablar. Con el despido político de david, el sindicato colapsó y fue puesto en manos de charros ahora fósiles. Muchos documentos se escribieron en la época, que fueron robados (también fotos) y, literalmente, quemados por esos charritos.

En cuanto a la izquierda, se exhibió nuevamente su pobreza política, representada por el PSUM y otros. Hoy el panorama está peor. Políticamente, el SUTIN no existe, el SME tampoco, y la "izquierda" electorera está en su peor nivel. Varios intelectualosos de la época se limitaron a mirar, como hoy. Pasado el tiempo, han sido premiados, glorificando en general al pueblo y criticando al gobierno, años después.

En su momento, la principal limitación fue organizativa y política. Coincidió con el inicio del neoliberalismo en México. Los sismos motivaron la irrupción de las masas, impulsadas por la necesidad, los sentimientos y la espontaneidad. Pesó mucho la inexistencia de organización social y política. Las circunstancias eran propicias para tirar al gobierno, entre otras razones, por inútil. No se podía, había motivos, pero no teníamos con qué. No se hizo y después, la nación empezó a padecer otro terremoto muy severo. Empezaron las privatizaciones, la entrega de los recursos, patrimonio y territorio de la nación al imperialismo. El gobierno del PRI se desgastó, le prestó el lugar al PAN para luego volver, en su peor expresión colonialista y criminal.

Van ya 30 años y las carencias son enormes, empezando por la falta de organización, política e independencia de clase, no obstante la feroz ofensiva del gobierno y capital depredador.


Ref.: 2015, elektron 15 (259) 1-8, 19 septiembre 2015, FTE de México.


Derrumbe del edificio Nuevo León, en Tlatelolco. FOTO: J. Villaseca


Derrumbe del Hotel Regis en Avenida Juárez. FOTO: S. Dorantes


Brigadistas voluntarios al rescate de sobrevivientes. FOTO: Milenio


Edificio afectado en Artículo 123 y Eje central. FOTO: Milenio


La ingeniería de la construcción civil por los suelos. FOTO: M. Escalera


Múltiples derrumbes en el Centro Médico Nacional. FOTO: B. Shalkijk


Multitud de conjuntos habitacionales fueron dañados. FOTO: P. Meyer


Edificios enteros cayeron debido al terremoto. FOTO: bbc.com


Movilización popular para el rescate de sobrevivientes. FOTO: Cuartoscuro


Remoción de escombros en el Hospital de Pediatría. FOTO: Cuartoscuro






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