A. Barreda
*
Universidad Nacional
Autónoma de
México
barreda@laneta.apc.org
Muy poca agua
dulce
Lo primero que vale la pena explicar es la
situación general del agua a nivel planetario. ¿Cuánta es la
que tenemos? Para que se den en una idea de cuánta agua hay imaginen que
la Tierra es una naranja, que la sumergen en una cubeta de agua y la dejan
escurrir unos cuantos segundos. Lo que queda pegado a la superficie, esas pocas
gotas, es todo lo que queda de agua. Es decir, hay muy poca. En realidad, dada
la dimensión del planeta Tierra, la capa de agua es muy
delicada.
De ese volumen, el agua dulce es mucho menor. El planeta
dispone de unos 1,400 millones de metros cúbicos de agua. Ese, es el
total, sumando las aguas dulces y las saladas. Mediante un complejo ciclo que ha
durado miles de millones de años, el Sol ha ido salinizando el agua. Esta
ha ido disolviendo las piedras del planeta, recogiendo y disolviendo las sales
y, por ello, el agua se ha ido salinizando. En ese mismo proceso
metabólico las aguas dulces se han ido separando un poco de las aguas
saladas, nada más se tiene un 3% de aguas dulces.
De los 1,400
millones de metros cúbicos, las aguas dulces son nada más 35 o 36
millones de kilómetros cúbicos, quedando en el mar más del
97% del total (97.4%). En interacción con el frío del planeta, de
esos 36 millones, 27.5 se han congelado en los casquetes polares o en los
glaciares de las montañas (agua dulce). El grueso del agua dulce
congelada se encuentra en la Antártida, en el Polo Sur.
8.2
millones de kilómetros cúbicos, o sea el 0.56%, se ha filtrado al
subsuelo y está contenida en los acuíferos del planeta, a
profundidades inaccesibles, porque agua existe no sólo a nivel
superficial sino a grandes profundidades. Son aguas cuyo ciclo son
extremadamente largos, aguas que se mueven en miles de años, cuando
salen.
Entretanto, la energía solar evapora de los mares 577,000
kilómetros cúbicos de agua (ya no millones). Es decir, el 0.037%
es lo que se evapora de los mares y se precipita sobre la superficie del planeta
como lluvia o nieve, alimentando los lagos y los ríos, o que se mueven en
acuíferos superficiales que vuelven brotar en manantiales. O sea, el agua
dulce disponible, es decir, las gotitas que quedan pegadas a la superficie de la
naranja, es nada más el 0.037% del total. Esto es, un medio millón
de kilómetros cúbicos.
De esa cantidad, sólo un
millón 119,000 de kilómetros cúbicos cae sobre la
superficie terrestre. Dos tercios de esa agua no se aprovechan porque se
convierte en inundaciones. De estas precipitaciones, en realidad, se aprovechan
para consumo humano 34,000 kilómetros cúbicos de agua que escurre
por ríos, o por los mantos freáticos no profundos, y que se
acumula en los lagos y en las represas camino en los océanos.
Por
lo llovido a lo largo de los años se acumulan (de esos 34,000
kilómetros cúbicos) unos 100,000 kilómetros cúbicos
en forma de hielo, mientras el calor del Sol retorna anualmente 13,000
kilómetros cúbicos (2.2%) como humedad en el aire y sólo
1,700 kilómetros cúbicos escurre por los ríos. ¡Casi
nada!
Se considera que estos 34,000 kilómetros cúbicos, que
no llegan al 1% de toda el agua dulce del planeta, son la cantidad, finita de
agua que circula con ritmos muy diferentes en los lagos, ríos, humedad de
los suelos y en las células de los organismos vivos. Se trata de agua que
provoca, por lo menos dos ciclos diferentes, uno es el ciclo de
evaporación-precipitación como lluvia y como nieve (en primera
instancia en los sitios terrestres, ríos, lagos, lagos, humedales, etc.),
y otra, evaporación que ocurre en los espacios marinos, de manera que,
las precipitaciones que ocurren en Tierra traen una parte de la
evaporación terrestre y otra de la marina. Esta agua dulce escurre,
entonces, por diversas vías y, a un determinado ritmo, fluye hacia el mar
diluyéndose en el agua
salada.
¿Recurso
renovable?
Este punto es clave. Se dice que el agua dulce,
aunque es poca, es un recurso renovable. Esto es falso. Tal vez en otra
época lo fue pero, en la actualidad, el desarrollo y el tipo de
tecnología que el capitalismo ha impuesto en la totalidad del planeta,
está generando un problema. Un científico checoslovaco ha logrado
demostrar que, realidad, la actual pavimentación del planeta está
impidiendo que se recarguen los acuíferos y que el agua dulce escurra
más rápido al mar.
El punto es que, hay una parte de agua
salada que se convierte en dulce (y una parte de esta que regresa a su estado
original), lo que da una tasa de intercambio que resulta afectada por la
pavimentación, de tal manera que, cada vez mas agua dulce se convierte en
salada y el mar no tiene un mecanismo inteligente para compensar dicha
interferencia, de manera que, el agua dulce es cada vez más escasa.
Entonces, no hay sustento al considerar el agua dulce como un recurso
renovable.
Puede pensarse que la magnitud de la pavimentación no
sea significativa, sin embargo, basta observar esos mapas de la superficie
terrestre iluminada por las noches para darse cuenta de las grandes áreas
que se encuentran pavimentadas. Lo muestran los propios mapas planetarios de
carreteras, así como, de las áreas urbanizadas y de los proyectos
a desarrollarse. Por el momento, la mitad del planeta es campesina y, la otra
mitad, urbana. De los 6,300 millones de habitantes, en África y Asia y
parte de América Latina viven 3 mil millones en áreas rurales. La
meta de los encuentros hábitat patrocinados por la Organización de
Naciones Unidas (ONU), asumidos por todos los gobiernos en sus programas de
desarrollo, es urbanizar más hasta alcanzar la meta de que el 75% de la
población planetaria sea urbana.
O sea, que unos 1,300 millones de
campesinos se vayan a mendigar a las ciudades. Como puede verse la meta del Plan
Puebla Panamá (PPP) es poca cosa, considerando que nada más
querían sacar 21 millones de campesinos mexicanos para colocarlos en las
grandes ciudades. Para México, país con alrededor de 25 millones
de campesinos, implicaría quedarse con algo así como 1
millón de campesinos, dedicados a cuidar jardines y/o grandes latifundios
mientras, los demás, serían lanzados a las grandes ciudades. El
programa es claro: Vicente Fox se ufanó de que se construyeron miles de
viviendas, refiriéndose a las casitas tipo Auschwitz, con las que han
venido tapizando grandes áreas suburbanas. Otra cosa de la que alardeaba,
en privado, era de los volúmenes de ventas de automóviles. El
propio Al Gore (con su documental patrocinado patrocinado por la General Motors)
habla sobre el cambio climático y un parque de 850 millones de
automóviles, y van sobre 2 mil millones de automóviles en el
futuro próximo, considerando que las políticas ambientalistas
sirven para reconfigurar todo el parque vehicular, ya que, la fabricación
del automóvil es actualmente el núcleo de la industria mundial que
es, por supuesto, la principal consumidora de energía.
En
México, Felipe Calderón, presidente ilegítimo,
advirtió que se construirán 6 millones de casitas como meta del
sexenio, al tiempo que prometió tanto o más apoyos a la industria
automotriz, lo cual es un alivio para el capital, puesto que, en Estados Unidos
la industria de la construcción está en plena crisis y va en
retroceso, por lo que el apoyo permitirá el reciclamiento de
políticas que en Estados Unidos van de salida. La baja en las ventas de
las grandes transnacionales automotrices será compensada en países
como México, en cuyas ciudades patéticamente no cabe un solo auto
más.
Saturación de
irracionalidad
Esa es una política global. En realidad,
de los 800 millones de automóviles hay actualmente una
sobreproducción de 200 millones impulsada por nuevos competidores de
Europa central. China ya tiene como cinco firmas. Hay una
sobreacumulación en la industria del automóvil, por lo que, la
idea de impulsar una dinámica de globalización salvaje es una
salida a dicha sobreacumulación, aumentando el despilfarro, el
desperdicio con un alto consumo de autos y de cemento, forzando el proceso que
Marx llamaba de acumulación originaria: terminar de expulsar del campo
campesinos que todavía están vinculados a la tierra, vamos a
proletarizarlos concentrándolos en las ciudades, aumentando todo tipo de
negocios en las ciudades.
Entonces, ese es el problema, la época
del calentamiento global, de la crisis mundial del agua, la crisis de los
incendios como los recientes en Grecia o California, de los huracanes ya
regularmente de magnitud cinco (este año ya rompimos el récord
cuando pegaron prácticamente dos juntos en territorio nacional), la
época del derretimiento de los glaciares (se calcula en 20 años no
quede un solo glaciar en ninguna montaña del mundo), la época de
la saturación de contaminantes (en la tierra, el agua y el aire), la
época donde existen grandes corredores de injusticia ambiental, la
época en que el capital mundial se preocupa de seguir ampliando la
extracción de hidrocarburos (la mitad de los cuales se agotaron en 150
años mientras se propone consumir la otra mitad en solamente 30, que es
de lo que hablan las trasnacionales). En la época de calentamiento global
las corporaciones están hablando de que van a acelerar el consumo de
hidrocarburos, al tiempo que, también, van a seguir perforando
cráteres mineros a cielo abierto devastando bosques, selvas y glaciares,
así como, desplazando 1,300 millones de campesinos a las ciudades
expandiendo las manchas urbanas.
Se trata de una política global.
Por eso el crecimiento de las burbujas inmobiliarias en China, Sudáfrica,
Yugoslavia, España y Estados Unidos, no solo en México. En ese
contexto, las transnacionales están hablando de renovar y ampliar el
parque vehicular, el parque de robots electroinformáticos,
electrodomésticos, las grandes redes de transporte intermodal.
Están hablando de construir proyectos hidroeléctricos cada vez de
mayor escala, de convertir todo la agricultura del planeta al servicio de los
automóviles. Hablan de incrementar la masa de basura (que por cierto
aporta el 10% del calentamiento global a través de la emisión de
metano) que se ha convertido en otra fuente de energía. No están
hablando de cómo reducir la basura, sino de cómo le entran a los
megaproyectos para comercializarla.
Igual con el agua, no están
hablando de resolver la contaminación de ésta sino de
megaproyectos como plantas de tratamiento de aguas que involucran proyectos
costosísimos. Estamos ante una situación en la cual el capitalismo
está saturando el planeta, una irracionalidad tecnológica y
ambiental sin precedentes. En ese contexto, de crisis ambiental total de lo
único que se atreven a llamar la atención es del calentamiento
global porque saben si no hay movimiento, hacia 2015 será irreversible.
Pero no tienen indicadores, por ejemplo, del impacto de cada objeto que colocan
en la Tierra con referencia al agua, no hay un Panel Intergubernamental de la
Crisis del Agua, sólo lo hay uno en cuanto al calentamiento global. Son
ese ejército de científicos que, desde 1988, se reúnen, se
han interesado en evaluar lo que es el calentamiento y han comenzado a emitir
estudios que finalmente, después de casi 20 años de trabajo,
apenas en marzo de este año, se atrevieron a decirle no a Bush porque
estaba mintiendo.
20 años para decir que la tierra se estaba
calentando, para aceptarlo científicamente, cuando en realidad esto ya
era tema desde 1985, tema de la prensa mundial. Eso ni siquiera lo han hecho
respecto del agua, es decir, las cifras que tenemos son indirectas.
¿Cuánta agua hecha a perder cada automóvil? Sabemos que cada
automóvil consume 480 mil litros de agua, ¡calculen! Volkswagen
Puebla fabrica 7 millones de autos, multipliquen para que se den una idea. Luego
está la industria de la cerveza, la refresquera Coca-Cola, los
monocultivos, los eucaliptos, procesos todos que tienen altas tasas de
depredación del agua. Sin embargo, pareciera que nada de esto está
pasando. No se está regulando, no existen normas, no hay un panel
intergubernamental para analizar el
problema.
Crisis del
agua
La crisis del agua se va a seguir profundizando a partir
de varios aspectos. Para resumir y llegar al punto, en primer lugar, el agua se
está volviendo más escasa, la dulce se está volviendo
salada. Segundo, el agua se está volviendo cada vez más
difícilmente accesible, es decir, el agua superficial se está
agotando y sólo se encuentra a nivel profundo. Por ejemplo, hacia
1950-60, Toluca todavía era un gran lago lleno de Ciénegas, era
uno de los lugares con más riqueza de aguas, hoy el agua está a
250 metros de profundidad. El valle de Puebla era similar, nada más que
ahí no se llegaba a lagos, sino que los escurrimientos llenaban las
Ciénegas, que eran riquísimas hace 30 años; las comunidades
campesinas de Puebla vivían de la colecta, había una gran
biodiversidad, con una cultura de más de 4-5 mil años de
convivencia con el agua. En general todas las culturas de la región del
altiplano eran de agua. Hoy se acabó, el agua está a 200 metros de
profundidad.
La devastación es evidente. El río Amatzinac
que escurría hacia Morelos se secó, el río Cuautla
bajó ocho veces de nivel o los manantiales que se están secando en
todas partes. Pero adónde vayan, a cualquier lugar del planeta, es lo
mismo: los glaciares se van a acabar completamente en pocos años. Se
calcula que México, por efecto del calentamiento global, va a tener 10%
menos de agua (según cálculos del IPCC).
En cuanto a la
dificultad de acceso, ésta provoca destrucción adicional de
importantes recursos. El agua ensuciada, el agua enlodada que llega por los
ríos hasta los lagos, crea una crisis adicional de contaminación
del agua. Por ejemplo, el vertido de tóxicos industriales. Un ejemplo es
la presa de Valsequillo, llena de metales y de sustancias cancerígenas,
metales pesados (ya aparecieron los primeros niños con 24 dedos). Pero
esto ocurre en todos los lugares y los ríos de Puebla no son los peores,
ahí están el Lerma-Santiago, el Coatzacoalcos.
Entonces, la
crisis del agua es muy fuerte y, sin embargo, el capital mundial no está
realmente modulando el asunto. Frente esta crisis del agua, frente esta crisis
del clima, frente esta crisis del medio ambiente, hay otras crisis que
también hay que reivindicar en la lista. Una es la de la biodiversidad,
los códigos genéticos, que son patrimonio mundial.
Esta
crisis de pérdida de riquezas es brutal y crece en todos lados. Frente a
estos procesos de producción capitalista, de escasez artificial de agua,
de clima benéfico, que es una escasez que el capitalismo
está produciendo artificialmente, la estrategia en todos lados es la
privatización de los recursos para poder tener el control
monopólico de los mismos. Con la privatización del agua, en el
contexto de crisis ambiental, se pretende convertir en mercancías al
conjunto de los servicios ambientales, no nadamás el agua, sino la
captura de CO2, con la que prácticamente se está comercializando
el oxígeno.
Convergencia de
redes
Hay un conjunto de servicios ambientales más
complejos de los cuales se está hablando por parte de las grandes
empresas transnacionales para realizar su mercantilización. Esas empresas
son las mismas que están llevando acabo una convergencia que ocurre en
todos los planos y niveles.
Las empresas de agua están compitiendo
con las de electricidad. Son las mismas, todas son ya de todo: las de
electricidad de pronto convergen con las de comunicaciones. El cableado
eléctrico ya va a ser útil también para el envío de
mensajes, es una convergencia entre la red eléctrica y la de
comunicaciones. Al interior de los transportes también hay una
convergencia virtual, con intermodalidad.
Pero esto se generaliza, todas
las redes convergen, es decir, las de petróleo se vuelven de agua, las de
agua se vuelven de energía, las de energía de comunicaciones; las
de construcción con las de energía, las de transporte con las de
agrocombustibles. Es decir, hay convergencias en todos los
sentidos.
Estas empresas, que ya manejan de todo, se convierten en
empresas de servicios ambientales y son las que están hablando de la
privatización de dichos servicios. Entonces, el proceso de
destrucción ambiental catastrófica que está generando el
capitalismo es complejo y resulta realmente difícil entender cómo
lo van a regular los capitalistas, considerando la propensión compulsiva
a seguir reproduciendo la situación de
caos.
Conclusión
La
crisis ambiental está empujando a las poblaciones a movilizarse por su
supervivencia ambiental, que es la movilización fundamental del
proletariado hoy en día. El proletariado nunca fue, a lo largo del siglo
veinte, un movimiento en defensa del medio ambiente, es decir, ecologista; hoy,
si no se es ecologista, no se es proletariado.
¡Socialismo o
barbarie! significa hoy afrontar estos problemas brutales de devastación
ambiental, presente en los levantamientos masivos de orden ambiental: la lucha
por el agua, por la tierra, la salud (en relación con la
contaminación). Son demandas de vida, demandas por condiciones de vida y
de salud. Esas son las demandas proletarias actuales y esto nos obliga a
articular las luchas sectoriales, temáticas y territoriales, por ejemplo,
la de los 13 pueblos de
Morelos).
* Dr. Andrés
Barreda, profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de
México.
^**
Versión editada de audio. Transcripción del FTE de
México.
El capitalismo
atenta contra la vida en el planeta en la tierra, la atmósfera y los mares
Deshielo de los
glaciares y la erosión de las tierras