Consecuencia de la lógica del proceso de
acumulación, que tiende a la incesante "mercantilización" de todos
los componentes materiales y simbólicos de la vida social, el capitalismo
concibe a la energía, al agua y, en general, a los recursos naturales,
como una mercancía más.
Para comprender el escenario en
que se desarrolla el capitalismo y la lucha de clases hoy en día, y para
definir las estrategias y acciones de los trabajadores, es pertinente revisar la
situación mundial de la energía y del agua.
La
energía domina las economías del mundo; su producción y
usos están bajo el control de las corporaciones transnacionales, y las
acciones de la política energética mundial se basan en criterios
de la ganancia privada, no en el interés de los pueblos. El tema
concierne no solamente a gobiernos y organismos multilaterales sino,
también, a los trabajadores, a los productores de esa riqueza de la cual
el imperialismo y sus corporaciones se apropian.
Un futuro
energético sucio, inseguro y caro es visualizado por los organismos
financieros del imperialismo y sus agencias especializadas. Su
preocupación está en la “vulnerabilidad” de los
grandes consumidores. Por ello promueven políticas que les garanticen
suministros seguros de energía y agua, así como, acciones
(aparentemente) legales o militares que les permitan el control de todas las
fuentes energéticas e hídricas disponibles.
Otro aspecto
que preocupa son los riesgos asociados al cambio climático global. Esos
riesgos aumentan mientras más se consumen combustibles fósiles.
Pero, el capitalismo no tiene solución a esta contradicción. El
uso de los biocombustibles, que ofertan como alternativa, traería
consecuencias adversas a la humanidad que la condenaría a morir de hambre
a cambio de mantener un modelo social basado en el uso intensivo del
automóvil.
La llamada crisis del agua a nivel mundial se vincula
con los usos, formas de control y apropiación por parte de quienes lucran
con el líquido vital y con la irracional y desenfrenada producción
capitalista, que ha producido el cambio climático, la
deforestación que impide la recarga adecuada de los acuíferos y
las irresponsables descargas que contaminan la mayoría de las aguas
superficiales, buena parte de las subterráneas, e incluso los
océanos.
La situación del agua es crítica.
Según estimaciones recientes de la Organización de Naciones
Unidas, en el planeta hay 1,300 millones de personas que carecen de un acceso
adecuado al agua potable, y 2,500 millones no tienen un sistema de saneamiento
apropiado.
La situación es seria y requiere de una visión
crítica y de conjunto. Para continuar el análisis, el FTE de
México se congratula en realizar el VII Foro Nacional de Energía
para abordar los aspectos de la “Energía, Agua y Lucha
Social”.
¡Salud y
Revolución Social!