DOS NACIMIENTOS FUNDAMENTALES
Alberto Híjar *
En
medio del páramo lleno de espejismos y ventiscas, alguien encuentra el
camino de Mariátegui y el Che. El arquitecto Reynaldo Estevez los plantea
como “Arquitectos de una nueva sociedad y un mundo nuevo” y anota su
dirección del Taller 1 para advertir que el autogobierno de Arquitectura
vive. Todo esto exige discutir la vigencia de “Los dos guías
intelectuales de la Gran Patria indoafrolatinoamericana”, tan grande como
el cuadro de Augusto Ramírez donde el cadáver del Che aparece
rodeado de impertérritos indios, negros, mestizos, la madre mulata pecho
al aire con su hijo pegado.
La clave está en el célebre
título-consigna de José Carlos Mariátegui:
“peruanicemos al Perú” (1928). La publicación en
Amauta, la revista fundada en 1926 para criticar las consecuencias de la
reforma universitaria resultante de la huelga de 1919 y del Congreso de
Estudiantes del Cuzco de 1920 presidido por Víctor Raúl Haya de la
Torre, dirigente del APRA, esa ambiciosa y exitosa organización
política nacionalista y antiimperialista de relumbrón influyente
en el movimiento obrero donde la Confederación General de Trabajadores
del Perú y la revista Labor cumplían con otra
consigna-título de Mariátegui: “Defensa del marxismo”.
Disminuido físicamente por la enfermedad y en plena dictadura alimentada
por el nacionalismo de Estado demagógico y racista, Mariátegui no
pudo asistir a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos Aires
en junio de 1929. Topan ahí los delegados del partido socialista del
Perú con la Tercera Internacional y el seguidismo promovido por Vitorio
Godovila, el delegado chileno defensor a ultranza de las orientaciones
soviéticas de impulso a los frentes amplios y frentes populares mediante
alianzas con una ilusoria burguesía nacionalista promotora de la
industrialización donde se engendra el proletariado. A la par
había que orientar el incipiente movimiento obrero hacía el
antiimperialismo socialista por la defensa de los bienes y recursos nacionales
en el sentido de la propiedad administrada por el Estado. Nadie parecía
recordar la caracterización del Estado como Estado-nación garante
de la acumulación capitalista, lo cual exigía y exige poner en
crisis la cuestión nacional, el lugar en ella de las comunidades
originarias que en Los Andes son mayoría. Sin folclorismos y con claro
deslinde del indigenismo de Estado demagógico, la posición de los
socialistas peruanos resultó intolerable para los creyentes aferrados a
la doctrina de los manuales de catecismo marxistoide. Peruanizar al Perú
significaba, significa, la exigencia de cumplirle a Marx en aquello de pensar
por cuenta propia para hacer del marxismo no un dogma interpretado por
funcionarios de Estado alguno sino un recurso fundamental de
transformación con consecuencias emancipatorias abiertas. Si esto choca
con el conservadurismo de Estado y partidos en el poder, peor para ellos. Con la
colaboración de Hugo Pesce, Mariátegui escribió para la
reunión de Buenos Aires “El problema de las razas en América
Latina” que acompañó la ponencia sobre “Punto de vista
antiimperialista”, para dar a entender la necesidad histórica de
contar con el campesinado indígena, no fetichizar a los movimientos
obreros, apuntar a las manipulaciones del nacionalismo de Estado falsamente
antiimperialista y en fin, peruanizar al Perú, americanizar a
América, nada de lo cual niega sino concreta las lecciones aprendidas por
Mariátegui en Italia, las de Gramsci en especial.
El de
Mariátegui es marxismo distinto al académico por lo que Alberto
Flores Galindo inicia su reflexión sobre la polémica con la
Tercera Internacional (1980), apuntando la falta de entendimiento con la URSS,
el acoso del gobierno de Leguía al descubrir la conspiración
comunista del 5 de junio de 1927 y la construcción del partido
revolucionario deslindado de la demagogia antiimperialista y nacionalista del
APRA, la Alianza Popular Revolucionaria Americana fundada en México en
1924 según placa realmente existente revalidada por Alan García en
el anfiteatro Bolívar de la Universidad vasconceliana, espiritualista y
racista. Vanconcelos y Haya de la Torre fueron almas gemelas. La excelente
investigación del historiador muerto a los cuarenta años, su
despedida fechada el 14 de diciembre de 1989 en Lima con el título de
“Reencontremos la dimensión utópica” y el cumplimiento
de esta consigna por sus compañeros y discípulos, finaliza el
libro póstumo de elocuente nombre: Los rostros de la plebe (ed.
Critica, Barcelona, 2001), recoge las investigaciones sobre el bandolerismo
libertario, los movimientos de resistencia indígena, la dialéctica
entre la violencia y el autoritarismo, los avatares de Mariátegui y el
anticipo de la reflexión que ya no hizo Alberto Flores sobre José
María Arguedas como prueba de uso deliberado de lo mejor de las ciencias
sociales, marxismo incluido, para peruanizar al Perú, americanizar
América, construir el lugar emancipatorio de América en el mundo.
Otro día habrá que escribir de En busca del inca, la
inculpación falsa con Sendero Luminoso y el lugar histórico y
social de las formaciones campesinas.
Ahora resulta, según
José Stainsleger, que la mamá del Che, Celia de la Serna,
confesó que el Che no nació el 14 de junio de 1928 sino de mayo,
pero como es mal visto el embarazo sin matrimonio de por medio, inventaron la
fecha de junio. Es lo de menos. Lo de más es la publicación de los
Apuntes para la crítica de la economía política
(2006) donde está la reflexión sobre el Manual de
economía política soviético, los apuntes para un
esquema alterno sin el cuento de que la URSS iba derechito al comunismo, que la
agricultura masificada, tecnificada y con propiedad del Estado sobre los medios
de producción, era la garantía pareja a la
industrialización planificada para transitar al socialismo y de
ahí al comunismo. Los comentarios del Che párrafo a párrafo
transcrito en el libro, dan cuenta de una cuidadosísima lectura
sintomática de la ideología irreconciliable con los problemas
concretos de la planificación socialista, de su reducción
cuantitativa con el cálculo económico aprendido del capitalismo
tanto como el stajanovismo y su afán productivista en todo semejante al
taylorismo con sus tiempos, movimientos y estímulos a la productividad
sin más. Hay que esclarecer la dialéctica entre el estímulo
material, la producción en general y el trabajo voluntario.
Hay
dos Lenin, escribe el Che a Fidel: uno es el de El Estado y la
Revolución, inconcluso para ir a hacer la revolución y dejar
de escribir sobre ella y otro Lenin es el enfrentado a la construcción
del socialismo mediante la Nueva Política Económica (NEP). Parece
necesario plantear dos Ches: el guerrillero internacionalista y el Presidente
del Banco Nacional luego Ministro de Industrias. Las actas publicadas de las
reuniones internas de dirección del MININD, evidencian discusiones de
alto nivel al igual que la correspondencia con distinguidos economistas siempre
a partir de la necesidad del socialismo en los países subdesarrollados.
Las síntesis biográficas de Marx, Engels, Lenin y Mao son una
muestra de apropiación para pensar por cuenta propia y deslindar la
construcción del socialismo de la ignorancia de los problemas del
subdesarrollo, del capitalismo monopolista de Estado tan fácil de
confundir con el socialismo, de las trampas cooperativistas, de los
límites de la autogestión en relación con la
planificación, del cálculo económico ocultador de la
urgente formación de la conciencia proletaria. Ocean Press-Ocean Sur, al
fin ofrece un plan editorial con inclusiones nuevas tan importantes como la
pobremente reseñada y la de títulos tan atrayentes como el de
Armando Hart, el histórico exministro de Cultura de Cuba: “Marx,
Engels y la condición humana”.
Ese es el punto, la
condición humana degradada como nunca antes con todo y las aceptaciones
de las infamias como fatalidad en esta era llamada por los posmodernistas del
postdeber. En bien de algo más que las resistencias pragmáticas
sin más, bienvenida la conmemoración de los natalicios en
Moquegua, Perú el 14 de junio de 1894 y el oficialmente registrado en
Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928 a las tres y cinco de la madrugada.
Todo está por cambiar y en Mariátegui y el Che
están las claves.
* Alberto Híjar, profesor de la
Universidad Nacional Autónoma de México.