MEDICO DE LOS TRABAJADORES.
Alberto Híjar *
El
médico Jorge Fernández Osorio la pasa mal en sus años
postreros. De tiempo atrás perdió la vista y salvo por algunos
fieles seguidores del Sindicato Mexicano de Electricistas, nadie atiende al
más constante y combativo de los defensores de la salud de los
trabajadores. Personalmente, nadie como él tiene una formación de
toda la vida para prepararse como sanitarista de los trabajadores y los
trabajos. Luego de graduarse como médico en la UNAM en 1948, hizo una
maestría en medicina industrial en el Instituto Ketterling de la
Universidad de Cincinnati para regresar a trabajar en los puestos de
fábrica del Instituto Mexicano del Seguro Social, cuando la
atención de éste exigía estar en cada centro de trabajo
para atender emergencias y accidentes. Fundó la especialidad de Medicina
del Trabajo en la UNAM, articulándola a la investigación de
posgrado y las tareas del IMSS. Esto le valió el puesto de Secretario
Técnico de la Comisión Regional Americana de Prevención de
Riesgos Profesionales entre 1972 y 1977. Para entonces no sólo
amplió su influencia profesional al Comité Interamericano de
Seguridad Social y al Departamento de Asuntos Internacionales del IMSS, sino
orientaba los Contratos Colectivos que le eran consultados para hacer efectivas
las Comisiones de Seguridad e Higiene Industrial. De aquí sus trabajos
con el Ministerio de Salud Pública de La Habana y con la Oficina
Panamericana de la Salud luego del reconocimiento de sus colegas como presidente
de la Sociedad Mexicana de la Medicina del Trabajo. Además de numerosos
artículos y conferencias, ha publicado el libro La lucha de los
trabajadores por su salud editado en 1999 con el apoyo técnico de la
Universidad Obrera de México y el más reciente, de septiembre de
2003, sobre Medicina del trabajo y salud de los trabajadores,
contribución a la enseñanza y práctica de la medicina del
trabajo, sin sello editorial lo cual indica el patrocinio personal y
solidario. “Arma de lucha política de los trabajadores”
considera el doctor Fernández Osorio a la medicina del trabajo.
“Todo el oro del mundo no vale la vida de un trabajador” es la
afirmación del Che puesta por delante de su primer libro donde reivindica
sus experiencias como médico del Departamento de Riesgos Profesionales y
como director de la Unidad de Medicina del Trabajo del IMSS donde debió
confrontar sus propuestas concretadas en el SPAUNAM, STUNAM, SITUAM, el
Sindicato de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo, con el de
Telefonistas, con las secciones 147 y 288 de mineros, con los controladores del
tránsito aéreo y con el SME. Toda una vida de práctica
profundamente transformadora donde él mismo no considera actividades que
no fueron tan constantes como las de los sindicatos enumerados, tal como
ocurrió con al menos una sección sindical, la 83, de un sindicato
estratégico, el de trabajadores de la salud envilecidos por Joel Ayala.
De sus tesis principales hay cuatro destacables.
1. “La salud de los trabajadores debe ser un arma de
organización política”. El alcance de esta tesis vale en
razón de la genealogía de la seguridad social instituida no por
revolución alguna, sino por el Canciller Bismarck como necesidad para
contentar a los trabajadores con el cuidado del Estado y simular que le
importan. De entonces y hasta ahora hay más de un siglo de maniobras de
Estado culminadas en la privatización furtiva y abierta de la salud de
los trabajadores hasta convertirla en gran negocio.
2. “Sólo los trabajadores están históricamente
capacitados para defender su propia salud”. La certeza de que “las
mismas leyes del capitalismo lo determinan así” es porque el
trabajador como mercancía está sujeto a la ley del valor hasta
regatearle el reconocimiento de los accidentes de trabajo o el de las
enfermedades producidas por y en el trabajo que en ocasiones afectan a sus
familias. Nadie protege a las familias de Torreón contaminadas por el
arsénico de Peñoles ni prevé las consecuencias de la Minera
San Xavier en el Cerro de San Pedro de San Luis Potosí donde la
lixiviación como parte del proceso a cielo abierto, inocula cianuro y
otros venenos a los mantos freáticos. Que sólo los trabajadores se
salvan a sí mismos con luchas cruentas, exige contar Sipacapa, la
película sobre el lugar de una minera igual de criminal que la
devastadora de San Luis Potosí. Sipacapa es el lugar central de la
organización de campesinos guatemaltecos que luego de un
referéndum en los pueblos y comunidades votaron la expulsión de la
empresa con una sola excepción, para obligar al gobierno a expulsar a la
empresa. Obviamente, el gobierno alega siempre la protección a las
inversiones extranjeras y a las fuentes de empleo con la debida
simulación ambiental y sanitaria mantenida en el nivel de la
recomendación, la multa pequeña, la invocación de
algún reglamento violado con la complicidad de inspectores y delegados, a
veces a nombre de los propios trabajadores traicionados, mientras crece el
cáncer, las enfermedades de la piel, los abortos y malformaciones. En
algún año de los ochenta, la revista POR ESTO!
publicó en primera plana rostros y cuerpos monstruosos en la zona de
explotación de Peñoles en Torreón.
3. “Hay que aprovechar todas las instancias que ofrecen las leyes y
reglamentos laborales, así como cualquier espacio, oportunidad o
coyuntura que ofrezca el sistema capitalista para la lucha de los trabajadores
por su salud”. De aquí la condena al radicalismo al fin de cuentas
reaccionario que aboga por desentenderse de toda reclamación legal para
no hacerle el juego al Estado tramposo de por sí. Vale también
condenar posiciones como la de un dirigente de la comunidad que votó a
favor de la devastación de Sipacapa con la extracción del oro a
cielo abierto con el argumento de que si se trata de destruir, así lo
dice en la película, ellos saben como hacerlo y no hay que oponerse
porque los campesinos son ignorantes. Este conformismo avala una noción
de progreso en la que no cabe consideración alguna por el bienestar del
ambiente y los trabajadores, al fin de cuentas sustituibles y, en este sentido,
renovables porque hay una fila de hambrientos en espera de trabajo remunerado
como sea.
Todo esto exige de los sindicatos y en general de las organizaciones de los
trabajadores, una vigilancia máxima de “los signos objetivos
más sutiles, tanto como los síntomas subjetivos que permiten
descubrir las enfermedades profesionales y aplicar los métodos
fisiológicos más indicados para evaluar los perjuicios de origen
profesional”. A nadie más que a representantes electos
democráticamente por los trabajadores, atañe el alerta constante
para atender a tiempo y con imaginación dialéctica el deterioro de
la vida laboral. Abundan los médicos y las enfermeras envilecidas por la
rutina patronal que cuando mucho otorgan unos días de licencia a quienes
están en proceso de muerte. Y cuando no se puede trabajar más,
vienen los mil recursos de abogados y comisiones corruptas para reducir al
mínimo o a la nada los derechos a la salud, tal como ocurre con los
mineros de Pasta de Conchos.
4. De aquí las orientaciones propuestas por el doctor
Fernández Osorio respecto a la clínica y a la medicina legal,
responsables de la higiene industrial descubierta en la Primera Guerra Mundial
para sanear el ambiente lo mejor posible o para atacarlo según el caso.
No se si el doctor hacía mención en sus lecciones a Norman
Bethune, ese esforzado canadiense reconocido por Mao Tse Tung por sus
sacrificios que detuvieron epidemias y salvaron vidas de republicanos
españoles y de comunistas chinos hasta costarle la propia. Por esto la
orientación en la salud pública con la mira puesta en el
carácter colectivo y clasista de los riesgos profesionales y las
enfermedades de trabajo. No basta con pagar un sobresueldo por riesgos sino que
hay que pelear por condiciones de trabajo dignas, todo lo cual es opuesto a la
actual polivalencia y flexibilización por las que nadie tiene seguro su
puesto. Es en esta microfísica de la producción donde se siente el
neoliberalismo globalizado sin que nadie acierte a combatirlo en concreto por la
distracción de las grandes reivindicaciones salariales y de seguridad
social. Hay una globalización furtiva que ha logrado la precariedad
extrema en las nuevas condiciones de producción.
5. Orientación ergonómica y psicosocial son fundamentales
para evitar enfermedades profesionales. La ergonomía es también
una necesidad desarrollada para la guerra, afirma el doctor Fernández
Osorio al seguir la línea de investigación marxista de descubrir
como necesidad militar la máxima eficiencia de las relaciones de
producción y de todos los usos de los medios de producción, todo
lo cual será aplicado en la innovación tecnológica
posterior. Desarrollar el mobiliario garante de la seguridad y comodidad
relativa del atacante, es garantía de eficacia militar luego aplicada,
según Taylor, en el control de tiempos y movimientos. Piénsese en
el interior de un tanque o de una cápsula espacial donde cada tiempo y
movimiento está en armonía con los muebles y los instrumentos.
Chaplin ironizó la explotación extrema resultante en Tiempos
Modernos. Por esto es responsabilidad de los sindicatos vigilar la
psicología de sus agremiados de modo de salirle al paso a las depresiones
y neurastenias propias de los espacios opresivos y la inseguridad resultante
sobre todo ahora en tiempos de flexibilización, polivalencia y control de
calidad que dejan inerme al trabajador.
Esto es sólo un apunte introductorio a la obra
teórico-práctica del doctor Jorge R. Fernández Osorio, el
combatiente mayor por la salud plena de los trabajadores a quienes ha dedicado
lo mejor de sus fructíferos más de ochenta años sin recibir
mejor reconocimiento que el solidario amor compañero de todos los
beneficiados de cerca. Son ellos, unos cuantos, Cutberto al frente, quienes van
de reunión en reunión ofreciendo los dos libros del doctor en
beneficio de un pequeño fondo de resistencia por la vida del querido
médico.
Portada de un libro del Dr. J. Fernández
* Alberto Híjar, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México.