El 23 de julio de 2007, a las
10.53 horas, cerca de 350 mil usuarios de la empresa eléctrica
Fecsa-Endesa, en la ciudad de Barcelona, España, fueron afectados por un
apagón histórico: una evaluación inicial de los
daños permitió estimar que al menos unos 110 mil quedarían
sin luz por lo menos otro día. Antes, en pleno invierno del 2001, se
produjo un grave apagón que duró algunas horas (ver
energía 14); luego,
en el verano de 2003, se quemó una subestación en el barrio de
Sant Andreu, afectando principalmente las afueras de Barcelona.
En sendas
ocasiones, las autoridades locales y los directivos de la eléctrica
anunciaron un programa de reforzamiento de la red. No obstante, este accidente
revela que la situación operacional de la red sigue crítica, toda
vez que la falla se propagó con fuerza desde los circuitos de
Transmisión (Alta Tensión, donde aparentemente comenzó la
falla) a los de Distribución (Baja Tensión, que siguieron
alimentando la falla hasta la destrucción física de
transformadores y cables).
En esta ocasión, un 70% de los
semáforos de la capital catalana se apagaron por al menos hora y media;
tres de los principales hospitales suspendieron las cirugías programadas
y los tranvías pararon, así como los Ferrocarriles y tres
líneas de metro (1, 3 y la 5), estas últimas durante un cuarto de
hora luego que había convoyes varados al interior de los
túneles.
Se calcula que unos 200 repetidores de telefonía
móvil (celular), perdieron alimentación, generando problemas en
las conexiones, que no dejaron de funcionar totalmente debido a otra tendencia
de la llamada “apertura”, consistente en conceder
autorización a empresas de telecomunicaciones (Telefónica en este
caso) para instalar y operar más de un centenar de generadores propios,
les permitió mantenerse operando. Esto, que parecería una ventaja,
fue precisamente lo que pudo propagar la falla a los circuitos de
Distribución, toda vez que dichos generadores la pudieron seguir
alimentando, por el lado de Baja Tensión (anulando la protección
de la red de Transmisión y Subtransmisión, que ya la habían
librado por Alta Tensión).
Según la información
disponible [http://www.lavanguardia.es], el apagón se produjo por la
caída de un cable de 110 kV sobre otro de 220 kV, éste
último propiedad de la empresa administradora de la Red Nacional de
Transmisión, Red Eléctrica Española (REE). Dicha
avería provocó el incendio de la subestación de Collblanc,
en el barrio de L'Hospitalet, así como pérdida de potencial en
otras 3 (Sants, Les Corts y Urgeldaños) y daños de
consideración en la subestación Maragall. Pero hubo además
graves daños en empalmes importantes de la red de distribución, lo
que refuerza la hipótesis de que la falla en Distribución se
mantuvo alimentada.
Luego de 60 horas sin Luz, el servicio comenzó
a recuperarse, concluida la reparación provisional de los bancos de
transformadores de la subestación Maragall (la definitiva no
ocurrirá antes de febrero próximo, a decir de las autoridades).
Mientras el servicio funcionó intermitente, apoyado en una docena de
generadores portátiles, instalados exprofeso para restablecer el servicio
temporalmente.
No obstante diversos expertos coinciden en afirmar que
dichas reparaciones no resolverán definitivamente el estado
crítico de la red, posición que parecen compartir las autoridades
locales, las cuales exigen al gobierno central mayor responsabilidad para
garantizar el abasto eléctrico en Cataluña.
El "accidente"
ocurrió en medio del proceso de liberalización del mercado
eléctrico español al menudeo y atiza el enfrentamiento entre los
gobiernos regional y central (coaliciones de izquierda ambos, para regocijo de
los populares), desatado a raíz de la fallida OPA (Oferta Pública
de Adquisición) hecha por Gas Natural sobre Endesa, en 2005, como parte
de la feroz concentración que vive el mercado energético
español.
Otro tema conflictivo, reavivado por el apagón,
se refiere a la indemnización que debe otorgarse a los afectados: cada
vez un mayor número de usuarios piensa que las sanciones a las empresas
privadas deberían ser más severas, junto con las indemnizaciones,
considerando las enormes ganancias (1,255 millones de euros solo en el primer
semestre de este año) que obtienen al lucrar con lo que hasta hace poco
se consideró un servicio público, a cargo del Estado.
En
México también se corre el riesgo de fallas en
Distribución. La Ciudad de México por ejemplo, ha sido invadida
por decenas de pequeños generadores privados (a base de diesel) que se
conectan a la red, solapados en cantidad de permisos ilegales
¾e injustificados por su grave impacto ambiental
¾, otorgados por la Comisión Reguladora de
Energía. Sin embargo la antigüedad de la red de distribución
de la ciudad no está preparada para aceptar y manejar la entrada de dicha
generación privada, manteniendo a la vez la protección de los
circuitos por el lado de Baja Tensión. Se pretende que dicha red se
modernice para el efecto, a cargo de las empresas públicas y sus
finanzas, para beneficiar a unos cuantos. Mientras, se somete a los usuarios a
un riesgo innecesario en el suministro.