2007, 40 años sin el Che
UN CALLADO HOMENAJE
Por Froilán González y Adys
Cupull *
Para los que saben
amar, este relato del ingeniero Guillermo Moore de la Serna, uno de los primos
hermanos del Che. Él no compartía sus ideales, pero fue a La
Higuera, en los años en que no era fácil el acceso al lugar, y le
rindió un callado homenaje. Cuando lo entrevistamos era un importante
empresario argentino. Teníamos referencias de su trabajo como asesor en
asuntos de ganadería del dictador nicaragüense Anastasio Somoza,
durante 17 años. En algún momento pensamos que no iba a recibirnos
o evadir el encuentro. La primera vez que conversamos fue en Buenos Aires en
diciembre de 1984, nos recibió en su despacho. Lo vimos enérgico,
amable y culto. Las diferencias ideológicas no fueron obstáculos
para el encuentro. La segunda vez, fue en septiembre de 1994, cuando
regresábamos a la capital Argentina. Entonces, nos invitó a su
hacienda, pero el poco tiempo y la distancia lo impedían. Felizmente en
esa ocasión su hermana Edelmira vino a nuestro encuentro y pudimos
entrevistarla. El Ingeniero Guillermo Moore nos
contó:
Mis recuerdos son
fragmentados, tengo algunos de niño, cuando ellos nos visitaban, recuerdo
la preocupación de mi madre; yo soy hijo de Edelmira de la Serna, hermana
de Celia, la mamá de Ernesto, y ella vivía siempre preocupada por
el entorno familiar de Celia, porque consideraba que le estaba dando una
educación muy liberal y nada religiosa a sus hijos. Cuando mi mamá
enfermó, toda la familia venía a visitarla y, por esa causa, se
reunían en mi casa, recuerdo que se hablaba de todos los problemas
familiares y, desde luego, también de Celia y de la educación que
les daba a sus chicos, incluyendo a Juan Martín, que era el más
chico de todos.
Yo tengo una
gran admiración por mi primo Ernesto, a pesar de que sus ideas no las
comparto. Mis imágenes, les repito, son fragmentarias, porque él
me llevaba seis años de edad. Su espíritu era inquieto y muy
discutidor; no se quedaba con la primera respuesta. Poseía un fino humor
y una inteligencia que descollaban, rompió ciertos moldes de la Argentina
de aquella época.
Ya
tenía asma y fumaba unos cigarrillos contra esa enfermedad, y le
encantaba fumar cuando había reunión de señoras. Se armaba
un tremendo despelote, porque encendía un cigarrillo y se ponía a
fumar. Te puedes imaginar la reacción de ellas, y en aquella
época, hasta que todos se enteraban que él fumaba esos cigarrillos
contra el asma. Recuerdo que mi tío Jorge de la Serna tuvo una gran
influencia en Ernesto, porque Jorge era un gran deportista y le gustaba
pilotear. En los estudios, Ernesto indudablemente era aventajado, de una gran
inteligencia.
Mi padre y mi
madre lo querían muchísimo. Nosotros también, porque
independientemente de las diferencias ideológicas, lo hemos querido
mucho. Cuando mi madre murió, él le envió una carta desde
Guayaquil a mi padre, que en familia te decíamos Pato, en esa carta queda
clara su forma de pensar y como era con la familia. Voy a buscar la carta, es
una fotocopia, porque el original debe tenerlo mi hermana Edelmira, que es la
que guarda y conserva muchas fotos y
documentos.
Después
conocí de una u otra forma de su vida, pero sin regularidad. Supe del
triunfo de la Revolución Cubana y el papel importante que él
había desempeñado. En junio o julio de 1960, viajé a Cuba,
yo trabajaba en una importante empresa de capitales italiano y francés,
radicada en la Argentina. El representante era un francés muy amigo y
compañero de Charles de Gaulle. Yo había decidido viajar a Estados
Unidos a comprarme un avión, porque lo necesitaba para mi trabajo; el
francés se enteró del viaje, me llamó y me dice que ya que
voy a Estados Unidos, por qué no me llegaba a Cuba, que él
sabía que era primo hermano de Ernesto Che Guevara y que quería
que fuera allá para llevarle un
mensaje.
A mí me
interesó, porque volvería a ver a mi primo y, además, para
saber qué carajo estaba pasando en Cuba y vivir esa
experiencia.
Viajé a
los Estados Unidos, me compré el avión y hablé por
teléfono con Ernesto, pidiéndole permiso para volar directamente
en mi avión a La Habana, pero él me dijo: "Mirá, Guillermo,
acá están pasando cosas raras, vienen avionetas desde Estados
Unidos a incendiar cañaverales y te ven venir con un avión de
matrícula americana, te confunden y te bajan mejor vienes en un
avión de línea". Yo acepté como bueno su consejo, y mi
esposa y yo tomamos un vuelo comercial a La
Habana.
Llegamos, nos
alojamos en el Hotel Nacional, Ernesto me pidió que conociera un poco a
Cuba, que fuera al campo y viera algunas vaquerías. Me encontré
con mi tía Celia, que estaba de visita en La Habana, ella y mi esposa,
Susana Puiggani, tenían unas buenas relaciones; la recuerdo con una
enorme fuerza, con mucho entusiasmo y pasión que le ponía a las
cosas, con gran vitalidad por la vida. Ella mostraba mucho entusiasmo por las
cosas que estaban pasando en Cuba. Mi tía era muy vital y de una gran
inteligencia, excepcionalmente inteligente, muy
despierta.
Ernesto
tenía una casa en Miramar, me invitó a ella y conocí a
Aleida March, su esposa; él se divertía confrontando mis ideas con
las de sus compañeros, que seguramente eran comunistas ortodoxos como
él, después yo le comenté que le traía un mensaje de
este francés, que más o menos, en los siguientes términos,
decía que ante la posición de Estados Unidos, era evidente que se
estaba presentando una ruptura, que se estaba produciendo un distanciamiento y
que nuestra empresa podía ayudar a llenar ese espacio económico,
que Cuba estaba en una disyuntiva, que la Revolución para subsistir
tenía que apoyarse en Rusia, porque si no le pasaba una aplanadora. Pero
que había una alternativa y ésa era Europa, que ya empezaba a
salir del colapso de la Segunda Guerra Mundial y que ellos, es decir, el
francés y el italiano, estaban dispuestos a ayudar en esa
alternativa.
Ernesto
escuchó con atención lo que yo le decía y su respuesta fue:
"Todavía Europa es muy dependiente de los Estados Unidos, en
última instancia, ellos harán lo que digan los Estados Unidos. En
estos momentos la Revolución Cubana no tiene muchas opciones". Me puso
varios ejemplos en ese
sentido.
Me dedicó su
libro Guerra de guerrillas y nos despedimos. Pasados unos años, fui a
Managua, porque dirigía un programa de asistencia técnica en
Nicaragua y conocí a Anastasio Somoza, con quien comencé a
trabajar, asesorándolo en problemas de ganadería, por lo que
establecimos una gran amistad. Un día visitábamos una de sus
haciendas, comenzó a llover, había mucha lluvia, era una gran
tormenta, el jeep no podía avanzar y nos detuvimos en un tramo de la
carretera. En ese lugar, yo le
dije:
"General, ¿usted
sabe de quién soy
pariente?"
Se quedó
mirándome y me
respondió:
"No, no lo
sé".
"Mi apellido es De la
Serna"
El general
dijo:
"Eso ya lo
sé".
"Mi mamá y la
mamá del Che eran
hermanas".
Se quedó
callado, no dijo nada, pero al poco rato me
pregunta:
"Entonces ¿vos sos
primo hermano del Che
Guevara?"
"Sí, soy primo
hermano del Che
Guevara".
"Jodido.... qué
bueno que lo conozco ahora, porque si hubiera sabido eso antes, no te dejo
entrar a Nicaragua. Él ha querido voltearme muchas veces, evidentemente
tu primo es un hombre valiente y de mucho valor, pero acá no va a
entrar".
A partir de
ahí nuestra amistad aumentó. A los dos días, Tacho invita a
una comida en su casa del Retiro al coronel que era el comandante americano para
la zona del canal de Panamá, también me invita a mí y me
sienta al lado del
coronel.
Al final, le
pregunta: "Coronel, ¿usted sabe al lado de quién ha
comido?"
Éste me
miró detenidamente y respondió:
"No".
Somoza le dijo: "Él
es primo hermano del Che Guevara. ¿No lo
sabía?"
"No".
El
general comenzó a reírse y le dijo: "Coronel, qué mal andan
sus servicios de
información".
Ya
después vino lo que todos sabemos, el Che se fue a Bolivia y lo mataron.
Eso, evidentemente afectó a toda la familia. Yo visité ese
país en ocasión de un evento internacional, me atendieron muy
bien, había un gobierno militar, entonces mis anfitriones me preguntaron
si había un lugar en especial que deseara conocer o visitar, y les dije
que había uno. Me preguntaron que cuál y yo respondí: "La
Higuera".
Ellos me llevaron y les
voy a mostrar las fotos. Ése fue un callado homenaje a mi
primo.
Continuará.
*
Adys Cupull y Froilán González, miembros de la Unión de
Periodistas e Historiadores,
y de la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
"Froilan y Adys"
<froilan@cubarte.cult.cu>
El Che Guevara
con sus padres en La Habana