Ellos lo amaron, muchos
también lo aman. Estuvieron junto a él desde su niñez, a su
lado, aún los que no compartían sus ideales lo respetaban. Son
millones los que luchan por multiplicar sus virtudes. Hay generaciones de
argentinos, que como él, se opusieron a las injusticias en cualquier
parte del mundo.
Ernesto Guevara de la Serna,
es argentino como el que más y Ciudadano Cubano por Nacimiento, vio la
luz por primera vez en la importante Ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Vino desde allá, de la tierra de José de San Martín, donde
se expanden las altas cumbres nevadas de los Andes, que comparte con Chile y
Bolivia; donde el Aconcagua luce su corona de nieve y se juntan las aguas del
Paraná y el Uruguay para formar el ancho estuario de La Plata. Es de las
tierras de las pampas y del mate, desde donde retumban las voces de
Martín Fierro y don Segundo Sombra, y se irradian al mundo los versos de
Alfonsina Storni y la voz de Carlos Gardel, los tangos de Alfredo Lepera y G.
Barbieri. Es de allá de donde crece el ceibo en cuyo racimo de flores
rojas y brillantes, yace el símbolo de la Nación Argentina. La
amó con el rojo apasionadamente de la vida, con las contradicciones de su
tiempo que describió en cartas a sus padres y en el pensar de un
continente integrado, unido, de la Mayúscula América como
la llamó en sus recorridos desde las tierras del sur hacia el norte.
Así se definió aquel 11 de diciembre de 1964, en la ONU, cuando
dijo:
"He nacido en La Argentina; no es un
secreto para nadie. Soy cubano y también soy argentino y, si no se
ofenden las ilustrísimas señorías de Latinoamérica,
me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de
Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera
necesario estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación
de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a
nadie, sin exigir nada, sin explotar a
nadie..."
Con algunos testimonios
publicados en nuestro libro "Recuerdos de Familia", cargados de profundo
sentimiento filial, en el cual aparecen los relatos de sus familiares, con los
que desarrolló una interesante comunicación a través de las
correspondencias, mientras realizaba los viajes por Nuestra
América.
Los grandes hombres son
universales. Ellos, su pensamiento, su ideal de justicia, su filosofía
pertenecen a la humanidad. En diferentes lugares lo califican como Ciudadano
del Mundo.
Estimó más al
compañero que lucha. Así lo expresó en carta a la
española María del Rosario Guevara, cuando le señaló
que si era capaz de temblar de indignación cada vez que se cometía
una injusticia en el mundo, entonces, era su compañera, que es
más que ser familia.
Sin embargo,
tenía la costumbre de escribir a sus familiares, desde cualquier lugar,
por muy apartado que estuviera, y casi nunca dejó carta sin responder.
Buscaba y encontraba formas disímiles para ello: a través de las
embajadas, de los amigos, o por el correo normal. Cuando era inconveniente
porque peligraba su vida, firmar como Ernesto Guevara,
utilizó ingeniosos
seudónimos.
Su amiga y
compañera de estudios Berta Gilda Infante, se refirió a como la
distancia, para él, no significaba olvido; explicó que en agosto
de 1958 un joven llegado desde Cuba la citó a un café, era Jorge
Ricardo Massetti. Llegaba de la Sierra Maestra, le entregó una carta para
Celia, la madre; y otra para ella, con el pedido especial de que le escribieran
tanto como pudieran. La carta tenía uno de sus seudónimos
Teté Calvache y varias direcciones en La
Habana.
Su afectividad, lejos de
endurecerse, escribió la amiga, se enriquecía, y
pensaba con nostalgia en su tierra, en su madre, y en sus amigos.
Consideraba la comunicación con la familia como un ineludible deber, era
una de sus grandes virtudes.
El
expedicionario del Granma, Alfonso Guillén Zelaya, acerca del Che
recordó:
"...había recibido
una carta de mis padres en la que le solicitaban información sobre
mí, ya que ellos mantenían relaciones de amistad desde su estancia
en México. Al localizarme me echó una descarga tremenda, me
censuró no haberles escrito en todo ese tiempo a mis padres. Me
manifestó que los hijos no podían perder nunca la
comunicación con sus familiares allegados. Aquel regaño, visto a
treinta años después, lo recuerdo como una cosa bonita,
aleccionadora, que dice mucho del amor que sentía el Che por los
suyos".
Continuaremos la
publicación de varios testimonios seleccionados, que describen y relatan
hechos acerca de Ernestito, el joven Ernesto, el doctor Ernesto Guevara de la
Serna; y sobre el medio social y hogareño en el cual se forjó.
Desde Rosario, Misiones, Alta Gracia,
Córdoba, la hacienda Santa Ana de Ireneo Portela, Buenos Aires: lugares
donde creció y fue feliz junto a sus hermanos Roberto, Celia, Ana
María y Juan Martín. Ernesto como lo llamaban
entonces, se situará junto a su familia argentina, tal vez como
aquel 7 de Julio de 1953, en que lo despedían en la Terminal del
Ferrocarril General Belgrano en Buenos Aires; o el mismo día 17 de agosto
de 1961, en Punta del Este, Uruguay, cuando juntos por última vez, se
reunieron, entonces, con el Che, como representante del pueblo cubano en
la Conferencia Interamericana del Consejo Económico y
Social.
Continuará.