A veces, como
escribió un poeta, somos como un caballo sin memoria que no recuerda la
última valla que ha saltado. El imperialismo, a través de
numerosas vías, se ha esforzado por obnubilar las mentes, atrofiar las
conciencias, y enajenarnos hasta perder la memoria de nuestra propia
historia.
A la caída del socialismo en Europa oriental, los
filósofos del posmodernismo se apresuraron a decretar que la historia
había terminado, y muchos lo creyeron. Pero, en las propias
entrañas del monstruo, sin derechos, como hace más de 100
años, los trabajadores inmigrantes ratifican lo que ocurre en todas
partes del mundo: la vigencia de la lucha de clases.
Con el desarrollo
del capitalismo, la lucha obrera se extendió por todo el mundo dejando
hondas huellas en la Comuna de París, influenciada por el pensamiento y
la acción de la I Asociación Internacional de los Trabajadores (I
Internacional). Luego, la lucha obrera de Chicago (1886), cruelmente reprimida,
unificaría al proletariado del mundo por reivindicaciones comunes. En
1905, no pudo triunfar la Revolución Rusa, pero sí en 1917, con la
primera revolución socialista de la historia.
A México
llegaron las repercusiones del pensamiento revolucionario clásico. La
prensa obrera de la época dio cuenta del Manifiesto y, las
primeras acciones obreras, reprimidas por los gobiernos en turno, estuvieron
animadas por las ideas del socialismo. Con el inicio del siglo XX, el
periódico Regeneración, de Ricardo Flores Magón,
impulsó la lucha como no había sido antes.
Hace 100
años, con la huelga minera de Cananea, se inició en México
un ciclo que no se ha cerrado. La huelga fue violentamente reprimida pero,
enseguida se produjeron otras que rompieron la “paz” de la dictadura
y estalló la Revolución Mexicana. No fue ésta una
revolución obrera sino campesina, tampoco fue posible la unidad, al
contrario, el gobierno de Carranza vía Obregón se encargó
de enfrentar a campesinos y obreros para, después, reprimir
sangrientamente a ambos.
Sin embargo, por las propuestas
programáticas y acciones del pueblo en armas, la Revolución
Mexicana fue anticapitalista y una expresión de la lucha de
clases.
Con el asesinato de Zapata se interrumpió violentamente la
Revolución. Después, los gobiernos en turno se encargaron de
destruir, desde sus inicios, al movimiento obrero. El mecanismo seguido es el
mismo que hoy se practica: el corporativismo. Este, iniciado en el obregonismo
con la formación de la Confederación Regional Obrera Mexicana
(CROM) le imprimió al movimiento las peores características que
hoy tiene: corrupción, colaboracionismo de clase y gansterismo. La
pérdida de la independencia de clase es el hecho más grave en cien
años de historia. El corporativismo se afianzó con Calles y se
institucionalizó con Cárdenas pervirtiéndose después
hasta convertirse, hoy en día, en el brazo sindical del
imperialismo.
La Confederación de Trabajadores de México
(CTM), surgida en 1936 a partir del Comité Nacional de Defensa Proletaria
(CNDP), fue un gran acontecimiento pero fugaz. Los grandes esfuerzos del
sindicalismo industrial pronto fueron traicionados. Con el arribo de Fidel
Velásquez, se inició una larga fase de desnaturalización
sindical que aún no termina. El charrismo se convirtió no
solamente en una superestructura política y económica sino en una
estrategia clave del imperialismo para derrotar a su contrario
histórico.
Hoy, la imagen del movimiento obrero mexicano visto en
su conjunto, es deplorable, el sindicalismo está destruido por el
charrismo.
Sin embargo, durante 100 años ha habido excepciones que
honran al proletariado mexicano. Es el caso del Sindicato Mexicano de
Electricistas (SME) que, en 1915, se negó a participar con los Batallones
Rojos organizados por Obregón y Carranza para enfrentar a Villa y Zapata.
El mismo sindicato, junto con otros destacamentos avanzados, llamó en
1936 a enfrentar al fascismo, convocando al CNDP y a la formación de la
CTM de la cual salió al poco tiempo. Otra excepción notable fue el
sindicato petrolero formado luego de heroicas luchas contra las empresas
extranjeras. Al formarse como sindicato nacional de industria en 1935 y
proyectar la firma de un contrato colectivo único, estalló la
huelga en 1937 desembocando el conflicto en la expropiación petrolera de
1938 y las jornadas epopéyicas que siguieron para construir la industria
petrolera nacional.
Después, se iniciaría un ciclo de
derrota obrera que se ha prolongado 70 años. Fueron los ferrocarrileros,
que durante décadas habían participado en varios movimientos,
quienes estallaron importantes huelgas en 1958-59 enarbolando la bandera crucial
del movimiento obrero mexicano: la democracia sindical. Las huelgas fueron
reprimidas en violento enfrentamiento con el Estado.
La lucha por la
democracia sindical fue desarrollada por los electricistas, desde los
años 40s. La Federación Nacional de Trabajadores de la Industria y
Comunicaciones Eléctricas (FNTICE) y del SME, unidos en la
Confederación Nacional de Electricistas de la República Mexicana
(CNERM), fueron quienes propusieron la nacionalización eléctrica
lograda en 1960. Luego, se llevaría acabo la reorganización
sindical y del trabajo. 3 banderas históricas fueron enarboladas en
grandes jornadas de lucha por los electricistas del Sindicato de Trabajadores
Electricistas de la República Mexicana (STERM): 1- integración de
la industria eléctrica, 2-unidad sindical democrática, 3-
contratación colectiva de trabajo única. La Tendencia
Democrática del Sindicato Unico de Trabajadores de la República
Mexicana (SUTERM) proyectó en 1976 una huelga eléctrica nacional
que fue reprimida militar y políticamente en medio de provocaciones y
traiciones. Con el golpe, se interrumpió la nacionalización de la
industria eléctrica y la unidad sindical.
La lucha siguió
y, en 1999, con motivo de las iniciativas del gobierno para modificar la
Constitución y permitir explícitamente la privatización
eléctrica, el SME reinició la lucha que sigue hasta el día
de hoy. No obstante que, momentáneamente, hemos perdido ya la tercera
parte equivalente de la Patria, más temprano que tarde vamos a revertir
la situación a favor de la nación y pueblo de
México.
En el curso de la lucha reciente, los electricistas y
petroleros del Frente de Trabajadores de la Energía (FTE) de
México, organización obrera afiliada a la Federación
Sindical Mundial (FSM), hemos sido participantes activos levantando 2 banderas:
1- la lucha contra la privatización energética (petróleo,
gas y electricidad) y 2- la democracia sindical. Dos propuestas concretas
enarbolamos: el Programa Obrero, con hondas raíces proletarias y,
un proyecto de Ley eléctrica para la
Re-nacionalización.
Ahora, realizamos este V Foro de
Energía en ocasión de los Cien años de Lucha de
Clases en México. Presentamos, en el marco del 92 aniversario del
Sindicato Mexicano de Electricistas, siete historias de momentos culminantes de
nuestro movimiento. Esta no es la historia oficial, ni siquiera está
completa, no es la interpretación de intelectuales ni la última
palabra de la vida. Son breves historias con un valor propio: son contadas por
trabajadores desde el interior del movimiento.
Hemos iniciado el estudio
de nuestras propias luchas apoyándonos en elaboraciones, e
imágenes previas, algunas conocidas y otras no tanto. Parte del relato lo
hemos vivido, organizado e, incluso, dirigido en los últimos 40
años. Contamos estos hechos porque la historia no la deben escribir los
“vencedores” sino los hacedores y porque debemos recordar a nuestra
propia historia para no repetir los mismos errores.
¡Vivan las
luchas de los obreros mexicanos! La Revolución no ha terminado, la lucha
de clases no ha terminado. Seguiremos adelante luchando siempre incansables.
¡Hasta la victoria siempre!
¡Proletarios de
todos los países, uníos!