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Organización obrera afiliada a la FEDERACIÓN SINDICAL MUNDIAL

Volumen 6, Número 82, diciembre 22 de 2006

2006, Cien años de la huelga minera de Cananea (México)

Cien años de lucha de clases
en México /VII

  • Ciclo de cien años con victorias ejemplares y derrotas lamentables.
  • Siglo de revolución, contrarrevolución, corporativismo y charrismo sindical.
  • El Estado siempre ha enfrentado violentamente al movimiento obrero.
  • El charrismo sindical es parte de la estrategia imperialista contrainsurgente.
  • Las banderas de la democracia sindical e independencia de clase son cruciales.
  • Una de las tareas políticas es reconstruir democráticamente al movimiento obrero.
  • Fue interrumpida pero la Revolución Mexicana NO ha terminado.
Esta es la última parte de las reflexiones que, durante 2006, ha realizado el Frente de Trabajadores de la Energía (FTE) en ocasión de los Cien años de lucha de clases en México. Reiteramos que no se trata de la real y verdadera historia del movimiento obrero mexicano. Son apenas breves historias contadas por trabajadores desde el interior del movimiento obrero.

Hemos aprendido mucho dedicados a estudiarnos a nosotros mismos pero varios aspectos están por escribirse. Nuestra propia experiencia no está suficientemente valorada ni entendida.

Muchos aspectos se desconocen y, algunos, están por contarse. Pero, seguimos luchando incansables. Lo más importante es mantener nuestra capacidad de hacer historia. En circunstancias muy difíciles nos hemos sostenido ya varias décadas manteniendo indeclinables nuestras banderas proletarias. Hoy, cien años después, la acción política obrera sigue siendo esencial.

Democracia sindical, bandera de los trabajadores

Organizar y movilizar a la clase obrera para transformar la sociedad implica problemas teóricos relacionados con el sindicalismo y la lucha obrera. Varias cuestiones siguen en debate. ¿El sindicalismo implica un potencial revolucionario o inhibe la transformación revolucionaria de la sociedad capitalista? Esta sigue siendo una cuestión relevante. Los sindicatos surgieron como instrumentos de resistencia frente al capital. Sin embargo, el poder económico del sindicalismo siempre ha sido limitado, si bien, su potencial político es sumamente importante.

“A veces los obreros triunfan; pero es un éxito efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros”, escribieron Marx y Engels en el Manifiesto. También escribieron que “toda lucha de clases es una lucha política”.

Esto es, los sindicatos tienen tareas adicionales más importantes que cumplir a la sola acción inmediata y laboral. Las tareas políticas de los trabajadores son, esencialmente, dos: 1- extender el movimiento y 2- consolidarlo. Lo primero significa generalizar la lucha en todos los sectores de actividad productiva y, lo segundo, organizar el movimiento obrero para desarrollar la lucha de clases.

Sin embargo, los sindicatos están convertidos en organizaciones conservadoras y de minorías, plagadas de corrupción material e ideológica. Estas características, en México, han llegado a niveles altamente degradantes y, camarillas mafiosas, se han apoderado de prácticamente todos los sindicatos.

El charrismo sindical es una superestructura de contrainsurgencia creada por el imperialismo y apoyada con cuantiosos recursos. Estas mafias no son sindicales, son antisindicales, antiobreras, y tienen un claro objetivo político. Este es, el sometimiento total de los trabajadores mediante el secuestro en sus propias organizaciones para impedirles toda acción. Para ello, los charros han dividido al sindicalismo hasta su pulverización en más de 12 mil sindicatos, el 94% falsos y, de los restantes, el 99.99% están controlados por los charros (ver energia70).

En México existen sindicatos-cárceles y los charros son los carceleros. Pero el charrismo no es autónomo, depende explícitamente de los organismos de contrainsurgencia del imperialismo. El corporativismo sindical se ha pervertido hasta el exceso produciendo una imagen grotesca del sindicalismo mexicano.

Charrismo, brazo del imperialismo

El charrismo sindical es una definición aplicada a los líderes sindicales venales y falsos. Los charros sindicales son individuos corruptos, ignorantes, criminales, despiadados y más. Todo eso es totalmente cierto. Casi absolutamente todos, las excepciones no llegan a dos o tres, los líderes sindicales han caído en los anteriores 100 años en procesos de charrificación. Algunos muy charros, otros charritos, pero muy pocos hemos roto el esquema tradicional. Quién lo intenta es reprimido por el gobierno en turno, patrones y charros; si se trata de un líder de izquierda, ésta misma apoyada por los medios se encarga de lincharlo.

Después de cien años hay cosas realmente graves. El charrismo es característico de los “líderes” pero, en la medida en que esta superestructura se ha afianzado, el fenómeno se ha introyectado a las bases sumidas en la apatía. Las bases, incluso universitarias, también se han corrompido. La represión es severa, ciertamente, el miedo es atroz. Sin embargo, en vez de tratar de romper esos esquemas, casi todos los trabajadores prefieren la sumisión. Aún cuando los charros sindicales y patrones cometen toda serie de atropellos, los trabajadores prefieren callar. Impotentes, desinteresados, para “no meterse en problemas”, la mayoría (casi todos) prefieren la corrupción y terminan tolerando a “su” charro, como luego dicen.

Sin embargo, hay algo peor. El charrismo es parte de la estrategia del imperialismo para someter a su contrario histórico. Esto fue definido hace más de cien años, casi con el surgimiento del capitalismo. Desde los años 20s, los líderes sindicalistas anticomunistas de los Estados Unidos se interesaron en México debido a la influencia de los Industrial Workers of the World (IWW) en los campos petroleros de Tampico. Con el financiamiento del gobierno de Wilson, a través de la American Alliance for Labor and Democracy (Alianza Americana del Trabajo y la Democracia), la American Federation Labor (AFL) estableció relaciones cercanas con Luis N. Morones, líder de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) fundada con el patrocinio de Alvaro Obregón.

Luego, a través de la Federación Panamericana del Trabajo se pusieron las bases para la colaboración de la CROM y la AFL. Fue mediante la intervención de la AFL que Washington reconoció en 1923 al gobierno de Obregón. Durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, la CROM proclamó la armonía entre el capital y el trabajo, supuestamente para atraer inversiones y tranquilizar al gobierno de los EU. La CROM practicó abiertamente una política anticomunista resultado de las estrechas relaciones con la AFL y, ésta, siempre apoyó al gobierno de Calles.

Luego del colapso de la CROM, las acciones anticomunistas se reforzaron más aún. El charrismo sindical se apoderó de la CTM en los 40s desarrollando durante décadas una fuerte campaña contra los comunistas hasta eliminarlos a todos de los sindicatos aprovechando los errores en que incurrieron. En los años siguientes a la Revolución, desde 1919, los comunistas habían contribuido notablemente a la organización y desarrollo del movimiento sindical mexicano, sobre todo en los momentos culminantes de la época. Pero, el anticomunismo fue parte de la estrategia imperialista reafirmada previamente a la Segunda Guerra Mundial. A través de la AFL, el movimiento obrero internacional fue invadido de “amarillos”. La CTM, de Fidel Velásquez, siguió los pasos de la Internacional Amarilla de Ámsterdam.

En el contexto del triunfo soviético en la Segunda Guerra surgió la Federación Sindical Mundial (FSM), en 1945, como una organización unitaria. Pronto, en 1949, la AFL norteamericana, así como sus aliados ingleses y franceses, la dividieron formando a la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) que se convirtió de inmediato en el brazo sindical del imperialismo.

La división de la FSM fue una acción organizada por los servicios de inteligencia norteamericanos, que tenían una oficina para asuntos sindicales. Ese aparato fue antecedente de la CIA y operó ampliamente en Latinoamérica, sus oficinas estaban en el propio edificio de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y, con el tiempo, en el Congreso del Trabajo (CT), cúpula del charrismo sindical.

La CTM colaboró ampliamente con la CIA y la infiltración a los sindicatos mexicanos se generalizó rápidamente. No nada más, el plan se extendió al resto del continente a través de la Organización Regional Interamericana del Trabajo (ORIT), organismo regional de la CIOSL, cuya sede estuvo mucho tiempo en México. Después, consecuencia de la severa crítica que realizamos los electricistas democráticos en 1976, exhibiendo a esta agencia imperialista, la ORIT se mudó a Panamá, luego a Venezuela y ahora está en Brasil. La ORIT fue, también, centro de operaciones de la CIA en México y en el resto del continente.

De manera que la acción del charrismo corresponde a las decisiones de las agencias de espionaje norteamericanas quienes deciden a quien reconocen y a quien no. Por eso es muy difícil ganar unas elecciones sindicales y, más difícil es sostenerse, ya no digamos hacer un buen papel. Para consolidarse, la absoluta mayoría de charros y charritos prefieren someterse y, a la vez, someter a sus bases. Los charros sindicales se convierten en representantes de los trabajadores ante los patrones y, a la vez, en representantes de los patrones ante los trabajadores. Los mecanismos son muchos e incluyen, desde luego, la corrupción. Los que hemos desafiado a estas superestructuras mafiosas somos unos cuantos.

En esta estrategia imperialista, la primera cuestión se caracteriza por proscribir toda acción política de los sindicatos y, por tanto, toda actividad de la clase obrera como tal. Eso, es lo que caracteriza al sindicalismo mexicano actual. En el mejor de los casos (y muy minoritariamente) los sindicatos pueden practicar cierto sindicarelismo (ni siquiera sindicalismo) limitado a una escasa relación laboral (entendida como simple gestión administrativa) y un discurso superficial y, en ocasiones, pedestre. La segunda acción ha consistido en reprimir, por la vía que sea, todo intento de disidencia al interior de los sindicatos. Hasta quienes, coyunturalmente, se dicen democráticos pero emplean la represión (entre sus cuatro paredes para que nadie se entere). La tercera cuestión es mantener una impunidad total para los charros sindicales apoyados, en todo momento, por las fuerzas políticas y económicas del Estado y gobierno en turno.

Para reforzar al imperialismo, los gobiernos de la posrevolución mexicana procedieron a corporativizar políticamente a los sindicatos. En su momento, los años 20s-40s, las burocracias sindicales le ayudaron al Estado y lo lograron. A pesar de algunos arrepentimientos, el corporativismo sindical en México se ha impuesto compulsivamente hasta la fecha habiéndose perdido la independencia de clase. Por eso es que la lucha contra el charrismo es un asunto de primer orden para el proletariado mexicano.

De manera que el temor de los trabajadores es explicable, si bien, no justificable. Pero, ¿la izquierda (la que sea) ha hecho algo, está haciendo algo? ¡Nada!, está autoexpulsada del movimiento obrero, ni siquiera le interesa. A veces, es mejor que siga fuera, porque la experiencia ha sido desastrosa. Sindicato que cae en manos de esa “izquierda”, es un sindicato que lo revientan. Claro que es trágico que los trabajadores mexicanos sigan desarmados, organizativa, política e ideológicamente. El mexicano, es un proletariado sin cabeza, como escribió José Revueltas, escritor mexicano.

La existencia del partido obrero es una necesidad. Si los intelectuales orgánicos del Estado niegan esa pertinencia es porque están a favor del imperialismo y del charrismo. Las mejores, excepcionales, experiencias exitosas que ha habido en México se han producido, precisamente, cuando ha existido al menos un núcleo organizado políticamente, con formación teórica e ideología clasista. Sin eso, en un ciclo de cien años, llevamos en México por lo menos 70 años de derrota obrera.

Algunos intelectuales han insistido en las debilidades del sindicalismo; otros se han referido a los límites del sindicato. Hay mucho de verdad pero, ¿hay opciones? ¡Sí las hay!, no es sencillo pero las hay.

Conservadurismo sindical

La estrategia sindical del capitalismo ha tenido, y sigue teniendo, serias consecuencias para la clase obrera. Esa estrategia ha llevado a los sindicatos a restringirse al ámbito meramente laboral, parcialmente gremial e interno. En vez de ser solidario, el sindicalismo se volvió egoísta y corporativo porque, ante la enorme debilidad para sostener la resistencia aislada ante el capital, terminan por subordinarse. El colaboracionismo de clase toma carta de naturalidad pervirtiendo los objetivos históricos. Los sindicatos, de ser instrumentos de lucha se vuelven simples organismos de negocios. Este “sindicalismo”, desclasado, corporativo, ajeno a la dinámica social, no representa a ningún movimiento obrero.

De hecho, la lucha sindical es contra los efectos no contra las causas. Lenin, en el ¿Qué hacer?, dijo que en, esas condiciones, los sindicatos no representan ninguna amenaza a la estabilidad del orden capitalista. La lucha económica trata, limitadamente, de conseguir condiciones relativamente ventajosas de la venta de la fuerza de trabajo. Gramci (en Consejos de fábrica y estado de la clase obrera) señaló que el sindicalismo ha resultado ser una mera forma de la sociedad capitalista pero no una forma de potencial superación de tal sociedad. “El sindicalismo organiza a los obreros no como productores, sino como asalariados”, escribió. Esto es crucial, porque la fragmentación impide al proletariado constituirse como clase limitándolo a la subordinación.

En México la conciencia sindical existe muy limitadamente. La conciencia sindical es importante, sin embargo, no basta porque es limada hasta cero, o casi cero, por la acción (política) de los “líderes charros” quienes le imprimen a los sindicatos una ideología explícitamente burguesa y antiobrera. El sindicalismo, según Lenin, implica “la esclavitud ideológica de los obreros por la burguesía”. Esto supone, entonces, que los sindicatos necesitan de la acción política para expresar una política de clase propia.

Pero, si la conciencia sindical es casi inexistente, la conciencia de clase es nula. Precisamente, limarle el filo revolucionario a la clase obrera, ha sido el objetivo del capitalismo en México. Los charros sindicales y el Estado se han encargado de cegar a los trabajadores y reducirlos política e ideológicamente hasta casi nada.

El charrismo representa, entonces, la traición a los intereses, inmediatos e históricos, de la clase obrera. De allí la importancia en rescatar a los sindicatos por parte de los trabajadores. Sin eso, los sindicatos dejan de cumplir sus elementales objetivos. No obstante sus limitaciones, los sindicatos son necesarios como organismos de resistencia ante el capital. Pero, los sindicatos tienen tareas adicionales más importantes que cumplir. Si los sindicatos mexicanos no juegan su papel es porque han sido impedidos de hacerlo, violentamente, por el Estado e imperialismo, a través de las burocracia charras.

La CIOSL-ORIT

Visto en su conjunto, el sindicalismo mexicano tiene una imagen deplorable. Hay una real y verdadera destrucción sindical. Los responsables son los charros sindicales, ejecutores de los planes del imperialismo instrumentados a través de la CIOSL-ORIT. Durante toda su historia, la CIOSL-ORIT han estado ligadas a los peores crímenes auspiciados por las mafias sindicales norteamericanas.

El instrumento de la AFL-CIO en América Latina ha sido el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) creado en 1962 como un organismo “sin fines de lucro” para dividir a los sindicatos. Con el señuelo de la educación sindical, el IADSL se dedicó por décadas a capacitar a miles de trabajadores, de varios países, becados en el centro de entrenamiento de Fort Royal, Virginia. La “capacitación” no tenía nada de sindical. La principal orientación era oponerse al comunismo y colaborar con los patrones.

De hecho, estos organismos fueron establecidos con el apoyo de los empresarios pues les es de mucha utilidad. Mediante programas sociales (vivienda, p.e.), enormes recursos económicos y “asesoría” a los líderes sindicales, los sindicatos latinoamericanos fueron literalmente infiltrados. Para ello, siempre han contado con el apoyo del gobierno norteamericano y de las grandes corporaciones imperialistas (petroleras, de la banca, mineras), las mismas que siempre han sido antisindicales.

Desde sus inicios, la AFL-CIO siempre ha sido anticomunista y, durante la época de la Segunda Guerra, fue abiertamente profascista. Fue la AFL-CIO la que acuñó la frase “sindicalismo libre y democrático” para oponerse a los socialistas y al sindicalismo clasista.

La acción de la AFL-CIO en Latinoamérica fue proyectada a través de la Federación Panamericana del Trabajo (PAFL), fundada en 1918 y financiada directamente por el gobierno norteamericano. Diez años después, desapareció pero la política siguió. En la posguerra, el gobierno norteamericano se apoyó en la AFL para sus relaciones con Europa. Para ello, formaron al Comité de Sindicatos Libres (FTUC). A través de sus expertos anticomunistas se dedicaron a dividir nada menos que a la poderosa CGT de Francia logrando formar a la Fuerza Obrera (FO) dentro de la misma CGT. El sindicalismo libre apoyó con dinero a los colaboradores del nazismo que habían sido expulsados de la CGT. En 1947 nació la CIA y se convirtió en un organismo que hizo fluir grandes cantidades de dinero para ese sindicalismo.

En 1948 se formó a la Confederación Interamericana del Trabajo (CIT) dependiente de la AFL. Entre 1947-49, la OSS (precursora de la CIA) se dedicó a dividir al Congreso de Organizaciones Industriales (CIO) de los Estados Unidos para forzar posteriormente la fusión con la AFL. Cuando en 1949, la AFL y otras organizaciones dividieron a la FSM y formaron a la CIOSL, la CIT amplió su radio de acción y se convirtió en la ORIT, rama regional de la CIOSL.

Desde su creación, el objetivo de la ORIT ha sido “combatir la infiltración comunista en el campo laboral latinoamericano”. Jamás, a estos organismos del imperialismo, les han interesado los asuntos laborales de ningún tipo, salvo los que les permiten mantener el control y tráfico de los derechos obreros. De la huelga jamás hablan, de la política proletaria menos. Los hechos de la ORIT son siniestros, siempre en apoyo a la política del gobierno norteamericano. Muchos hechos hablan con elocuencia de esta negra historia. La ORIT siempre ha aparecido como instrumento del departamento de Estado norteamericano. Hoy en día, sigue exactamente la misma política.

El IADSL tuvo entre sus cuadros a un buen número de cubanos que apoyaban a Fulgencio Batista, incluyendo a líderes de la CTC de esa época. En 1954, el sindicalismo libre organizó un “ejército de liberación”, comandado por la CIA para el derrocamiento de Arbenz en Guatemala. En 1962, los agentes infiltrados en el sindicalismo “libre” apoyaron la intervención de las tropas estadounidenses. En 1973, la CIA a través del IADSL provocó la caída de Salvador Allende en Chile, organizando el golpe de Estado, siempre auspiciando la táctica de la división sindical y las actividades “educativas”. La “huelga” de los dueños de camiones y comerciantes, llamada Comando Nacional para la Defensa Gremial, tenía como objetivo crear el caos en Chile y fue organizada por los cuadros “educados” por el IADSL.

La historia siniestra sigue. Apenas en 2003, a través de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), la CIOSL-ORIT estuvo involucrada, directamente, en el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez en Venezuela. Las propias oficinas de la CIOSL-ORIT estaban en el edificio de la CTV y, sus “educados” cuadros eran (son) líderes de esta central.

La infiltración imperialista se extendió por el sindicalismo latinoamericano y caribeño. En México, la ORIT logró éxitos plenos al someter a prácticamente todos los sindicatos. La CTM, CROC, CT y demás centrales oficiales son las cúpulas del charrismo sindical que han llevado puntualmente a la práctica la política trazada por el IADSL y la CIA. De manera que el charrismo no depende de las cuotas sindicales, ni es una mafia autónoma, es parte de una superestructura infectada por los organismos de espionaje y contrainsurgencia norteamericanos. El objetivo estratégico es mantener sometidos a los trabajadores y sostener a los gobiernos que apliquen la política económica del imperialismo. Esto ocurre hasta el día de hoy, siendo el charrismo pilar básico del gobierno de la ultraderecha fascistoide.

El enfrentamiento con el Estado

Frente a ese aterrador panorama, el movimiento sindical mexicano está paralizado. No podría ser de otro modo, son décadas de dominio absoluto del charrismo. Ahora bien, en cien años ha sido evidente que las luchas económicas de los trabajadores siempre devienen en políticas porque hay una componente política inevitable. Esto implica el enfrentamiento con el Estado, que incluye al gobierno en turno, policías, ejército, patrones y charros sindicales corporativizados con el Estado. En este ciclo de 100 años, el enfrentamiento con el Estado ha estado siempre presente. En 1906, en Cananea, los patrones recurrieron a las fuerzas represivas del Estado, incluyendo tropas norteamericanas, y el gobierno estuvo del lado de la empresa. Hoy, en 2006, sigue ocurriendo lo mismo.

Este enfrentamiento siempre es auspiciado por el propio Estado y ha ocurrido en desiguales condiciones. En el enfrentamiento, los charros sindicales siempre han jugado un papel relevante utilizando desmedidos recursos de todo tipo. El Estado apoya a los charros y viceversa. El corporativismo sindical, oficializado desde los 30s, es parte de una estrategia perversa. Los charros son el instrumento utilizado por la CIOSL-ORIT para ejecutar los planes de la CIA e imperialismo. Precisamente, una de las características del charrismo es la represión, la violencia y el crimen para mantener sujetos a los trabajadores. Otra es el intercambio de favores entre los gobiernos en turno. En esta vía, el charrismo siempre ha apoyado, en más de siete décadas, TODAS las propuestas antiobreras de esos gobiernos.

De manera que el enfrentamiento contra el Estado no es un asunto simple. Sin embargo, en las experiencias tenidas en este ciclo centenario, muchas veces se ha “ignorado” el hecho, incluyendo a quienes se dicen de izquierda. Más aún, dentro del movimiento, en los momentos cruciales, ha habido serias provocaciones que han resultado muy costosas. La consecuencia ha sido la derrota obrera reiterada.

Por estas y otras razones es que no basta la simple lucha sindical, se precisa de la lucha política organizada y conciente. También es crucial la organización política propia para enfrentar al charrismo sindical. Lamentablemente, en México, no hay ningún partido obrero aunque, éste, cada vez es más necesario.

La organización del proletariado en clase significa organizarse en partido político. Sin llegar de inmediato a tal pretensión, para la lucha inmediata, la más elemental, es urgente e imprescindible, una mínima organización política teniendo presente que cualquier desafío, el mínimo, a las cúpulas charras lleva ya el enfrentamiento con el Estado. En cien años de lucha de clases, una de las experiencias consiste en aprender de nuestra propia historia y preparar debidamente a las fuerzas para salir airosas de ese enfrentamiento, al menos, de ser capaces de resistir un golpe. Eso solo puede lograrse con una organización superior, con una alta conciencia política, y eso no lo puede hacer el mero sindicalismo, hace falta más.

¡Democracia sindical, independencia de clase!

Las huelgas ferrocarrileras de 1958-59 expresaron una de las aspiraciones cruciales de los trabajadores mexicanos: la necesidad de la democracia sindical. Iniciadas formalmente con demandas salariales legítimas, el movimiento evolucionó rápidamente y los ferrocarrileros lograron rescatar a su sindicato. Demetrio Vallejo concentró el interés proletario genuino y encabezó una lucha sindical trascendente.

No obstante que el movimiento fue violentamente reprimido quedó demostrado que, una lucha obrera, dirigida por un líder obrero verdadero, puede derrotar al charrismo. Desde luego, no es suficiente solamente la lucha sindical para consolidar al movimiento. En el movimiento ferrocarrilero, la presencia de militantes obreros fue importante, el mismo Demetrio comprendía la necesidad de luchar políticamente organizados. Pero, la organización requiere de la política y, desafortunadamente, se cometieron errores políticos cruciales. El propio Vallejo reconoció autocríticamente las fallas no así otros, como Valentín Campa y algunos comunistas de la época. Otros sectores y militantes políticos, como Lombardo, tuvieron una presencia y opiniones lamentables, según escribió Demetrio estando todavía en la cárcel (en Las Huelgas ferrocarrileras que conmovieron a México, 1967).

La lucha ferrocarrilera ha quedado como un emblema. Cien años de lucha de clases en México fueron permeados por la presencia de los ferrocarrileros. Primero los mineros y textileros, luego los ferrocarrileros, dieron ejemplo a las siguientes generaciones. Los trenes de la Revolución Mexicana fueron conducidos por ferrocarrileros. En algunos momentos se obtuvieron importantes logros. Después, los ferrocarrileros fueron violentamente reprimidos. La represión tuvo un motivo preciso, ocultado por el gobierno pero inocultable para los trabajadores; los ferrocarrileros enarbolaron las banderas cruciales de los trabajadores mexicanos: la democracia sindical y la independencia de clase. Sin estas, no es posible ningún cambio de fondo en el país. La democracia sindical no basta, por supuesto, pero es necesaria para un México verdaderamente independiente, libre y solidario.

¡Programa obrero, deconstrucción sindical!

El ciclo centenario de lucha de clases estuvo precedido por Julio Chávez y, el preludio del ciclo por Ricardo Flores Magón. La Revolución Mexicana verdadera es la de Francisco Villa y Emiliano Zapata. En este ciclo centenario, las acciones proletarias más gloriosas las hicieron los electricistas del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y petroleros del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) en los primeros 40 años del siglo XX, encabezados por Francisco Breña Alvírez y Ernesto Soto Innes, respectivamente. Fue indiscutible la presencia de la CTM, en sus inicios, presidida por Vicente Lombargo Toledano.

Ejemplar fue la acción de Demetrio Vallejo en 1958-59. En el periodo posrevolucionario, luego que la CTM fue usurpada por el charrismo, el movimiento obrero más importante de las últimas cuatro décadas lo llevaron a cabo los electricistas del interior del país, primero de la Federación Nacional de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas (FNTICE), luego Sindicato de Trabajadores Electricistas de la república Mexicana (STERM), Sindicato Unico de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) y Tendencia Democrática (TD) del SUTERM. En el curso del movimiento hubo una relevante evolución política y una destacada participación, al interior de le Tendencia, de trabajadores socialistas políticamente organizados.

Los electricistas de la FNTICE y del SME fueron los precursores de la nacionalización de la industria eléctrica. La formación del STERM en 1960 fue una de las conclusiones más trascendentes de la nacionalización eléctrica. Luego, la formación del SUTERM, que logramos en 1972, representa un hecho histórico muy importante. Los electricistas democráticos, encabezados por Rafael Galván, fueron quienes hicieron las aportaciones programáticas más importantes expresadas en la Declaración de Guadalajara. Los electricistas, primero, procedieron a la unificación de multitud de sindicatos de empresa, forjando al STERM luego SUTERM, con base en el concepto de organización proletaria moderna basada en grandes sindicatos nacionales de industria.

Otra conclusión relevante de los electricistas fue la necesaria integración de la industria eléctrica nacionalizada, habiéndose logrado la interconexión casi total del sistema eléctrico nacional, la unificación de frecuencia, las últimas modificaciones avanzadas al artículo 27 constitucional en materia nuclear y la primera Ley del servicio público de energía eléctrica.

La propuesta de la Huelga Eléctrica Nacional de la Tendencia Democrática (1976) ha sido el ensayo más importante de una acción proletaria unificada a nivel nacional en uno de los sectores estratégicos. La huelga fue reprimida militar y políticamente, miles de electricistas fuimos despedidos, algunos hasta la fecha. Con esa violenta acción del Estado, el charrismo se apoderó del sindicato, la nacionalización se interrumpió y también la unidad sindical. Pero, el ejemplo de la Tendencia Democrática sigue vivo, sus banderas están vigentes. Cayó la Tendencia Democrática pero la dignidad obrera, sigue en pie de lucha.

La lucha de clases, hoy

Hoy, cien años después de las históricas huelgas de Cananea (1906) y Río Blanco (1907), la lucha de clases continúa. En medio de seria confusión ideológica, postración organizativa y oportunismo político, lo que se vive en México es una gran crisis social resultado de la lucha de clases. Esta, aparece a veces como borrosa. Intelectuales y políticos reiteran día a día que la lucha de clases terminó, la niegan queriendo omitirla. Pero la lucha de clases allí está, la fuerza natural (representada por el trabajo) y la fuerza social (representada por el capital) están presentes cotidianamente, en todos los lugares y en todos los niveles. Esto ocurre en todas partes del mundo, en Estados Unidos y en México.

La lucha contra la privatización eléctrica, encabezada por el SME (desde 1999) y apoyada por amplios sectores del pueblo, es la más viva expresión de la lucha de clases. En la apariencia, se expresa la oposición a las reformas constitucionales de los artículos 27 y 28, se defiende el patrimonio y la soberanía nacional. Pero, en la esencia, hay una definición con relación a la propiedad de los medios de producción, la lucha es antiimperialista.

Los políticos oficiales privilegian la lucha electoral y, tras ellos, la mayoría de mexicanos buscan un cambio a las crecientes condiciones de miseria, atropellos y violencia. Esos políticos solamente pretenden el cambio de régimen político. Pero la lucha es legítima aunque limitada. La disposición de los ciudadanos revela una reacción todavía no organizada socialmente consecuencia de la lucha de clases.

El capital se ha apoderado en México no solo del gobierno sino de la tierra, los recursos naturales y la infraestructura física. Este patrimonio no es propiedad del gobierno, ni siquiera del Estado, sino de la nación. La ultraderecha ha usurpado el poder político, son los mismos sucesores de Carranza y demás terratenientes. Las condiciones de explotación de la mayoría de los mexicanos siguen siendo, hoy en día, extremas tanto para los trabajadores salariados como no asalariados. Hay nuevas modalidades de explotación capitalista pero, las causas que dieron lugar a la Revolución, siguen siendo las mismas. Por eso decimos que la Revolución Mexicana no ha terminado.

Si las acciones electorales han cobrado cierta simpatía es por la debilidad organizativa, política e ideológica de la clase obrera mexicana. En tales circunstancias, en nombre de la izquierda, formaciones políticas endebles, inconsecuentes e, incluso, corruptas, dicen representar al movimiento. Esta es, sin embargo, solamente una vertiente. Otros destacamentos también son parte de la lucha del pueblo de México y, la disputa, no es solo por el gobierno sino por la transformación social.

En este camino, la presencia del FTE de México tiene una alta importancia. La lucha del FTE es de fase activa y constructiva a nivel nacional e internacional. No tenemos alta jerarquía pero si gran significación política por nuestras aportaciones programáticas, política congruente y práctica de honestidad a toda prueba, desde el interior del movimiento. Somos continuadores de la lucha de Flores Magón, de Zapata, de la Tendencia Democrática, y planteamos la construcción de un movimiento obrero solidario y clasista.

Tarea política: Reorganizar (reconstruir) al movimiento obrero de México

En circunstancias adversas frente al neoliberalismo, los trabajadores mexicanos debemos enarbolar nuestras históricas banderas de lucha. Hoy, está vigente la tarea política de reorganizar democráticamente al movimiento obrero mexicano en 20 sindicatos nacionales de industria, en otros tantos sectores de la producción, base de la Central Unica de Trabajadores de México.

Tenemos que recorrer el camino paso a paso porque nuestro camino tiene corazón, es un camino de victoria. El sindicalismo que México requiere es un sindicalismo revolucionario, clasista, que no se quede en el reducido espacio laboral. Es preciso, desarrollar la lucha en el espacio del saber, recuperar nuestra personalidad e iniciativa en los procesos de trabajo formulando y concretando alternativas de poder obrero organizados en consejos obreros.

Nuestro movimiento necesita, como oxígeno para la vida, de la democracia obrera y la independencia de clase. Necesitamos la democracia como un medio para llevar adelante nuestro Programa obrero. Necesitamos de la independencia de clase para construir un verdadero movimiento obrero y una sociedad solidaria expresada en la dinámica concreta.

El FTE de México se congratula de haber dedicado el año 2006 al estudio, la reflexión y el análisis de 100 años de lucha de clases en México. Seguiremos adelante, siempre fieles a nuestra bandera obrera, a nuestro proyecto clasista y a nuestro grito de guerra, el grito de combate con que el Manifiesto sella su página final.

¡Proletarios de todos los países, Uníos!


Detención de Demetrio Vallejo y varios ferrocarrileros más, 1959.


Marcha de la Tendencia Democrática en Guadalajara, 1975.

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