2006, Cien años de la huelga minera de Cananea (México)
Cien años de lucha de clases
en México /VII
- Ciclo de cien años con victorias ejemplares y derrotas lamentables.
- Siglo de revolución, contrarrevolución, corporativismo y charrismo sindical.
- El Estado siempre ha enfrentado violentamente al movimiento obrero.
- El charrismo sindical es parte de la estrategia imperialista contrainsurgente.
- Las banderas de la democracia sindical e independencia de clase son cruciales.
- Una de las tareas políticas es reconstruir democráticamente al movimiento obrero.
- Fue interrumpida pero la Revolución Mexicana NO ha terminado.
Esta es la última parte de las reflexiones que, durante 2006, ha
realizado el Frente de Trabajadores de la Energía (FTE) en ocasión
de los Cien años de lucha de clases en México. Reiteramos que no
se trata de la real y verdadera historia del movimiento obrero mexicano. Son
apenas breves historias contadas por trabajadores desde el interior del
movimiento obrero.
Hemos aprendido mucho dedicados a estudiarnos a nosotros
mismos pero varios aspectos están por escribirse. Nuestra propia
experiencia no está suficientemente valorada ni entendida.
Muchos
aspectos se desconocen y, algunos, están por contarse. Pero, seguimos
luchando incansables. Lo más importante es mantener nuestra capacidad de
hacer historia. En circunstancias muy difíciles nos hemos sostenido ya
varias décadas manteniendo indeclinables nuestras banderas proletarias.
Hoy, cien años después, la acción política obrera
sigue siendo esencial.
Democracia sindical, bandera de los trabajadores
Organizar y movilizar a la clase
obrera para transformar la sociedad implica problemas teóricos
relacionados con el sindicalismo y la lucha obrera. Varias cuestiones siguen en
debate. ¿El sindicalismo implica un potencial revolucionario o inhibe la
transformación revolucionaria de la sociedad capitalista? Esta sigue
siendo una cuestión relevante. Los sindicatos surgieron como instrumentos
de resistencia frente al capital. Sin embargo, el poder económico del
sindicalismo siempre ha sido limitado, si bien, su potencial político es
sumamente importante.
“A veces los obreros triunfan; pero es un
éxito efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el
éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los
obreros”, escribieron Marx y Engels en el Manifiesto.
También escribieron que “toda lucha de clases es una lucha
política”.
Esto es, los sindicatos tienen tareas adicionales
más importantes que cumplir a la sola acción inmediata y laboral.
Las tareas políticas de los trabajadores son, esencialmente, dos: 1-
extender el movimiento y 2- consolidarlo. Lo primero significa generalizar la
lucha en todos los sectores de actividad productiva y, lo segundo, organizar el
movimiento obrero para desarrollar la lucha de clases.
Sin embargo, los
sindicatos están convertidos en organizaciones conservadoras y de
minorías, plagadas de corrupción material e ideológica.
Estas características, en México, han llegado a niveles altamente
degradantes y, camarillas mafiosas, se han apoderado de prácticamente
todos los sindicatos.
El charrismo sindical es una superestructura de
contrainsurgencia creada por el imperialismo y apoyada con cuantiosos recursos.
Estas mafias no son sindicales, son antisindicales, antiobreras, y tienen un
claro objetivo político. Este es, el sometimiento total de los
trabajadores mediante el secuestro en sus propias organizaciones para impedirles
toda acción. Para ello, los charros han dividido al sindicalismo hasta su
pulverización en más de 12 mil sindicatos, el 94% falsos y, de los
restantes, el 99.99% están controlados por los charros (ver
energia70).
En México existen sindicatos-cárceles y los
charros son los carceleros. Pero el charrismo no es autónomo, depende
explícitamente de los organismos de contrainsurgencia del imperialismo.
El corporativismo sindical se ha pervertido hasta el exceso produciendo una
imagen grotesca del sindicalismo mexicano.
Charrismo, brazo del imperialismo
El charrismo sindical es una definición
aplicada a los líderes sindicales venales y falsos. Los charros
sindicales son individuos corruptos, ignorantes, criminales, despiadados y
más. Todo eso es totalmente cierto. Casi absolutamente todos, las
excepciones no llegan a dos o tres, los líderes sindicales han
caído en los anteriores 100 años en procesos de
charrificación. Algunos muy charros, otros charritos, pero muy pocos
hemos roto el esquema tradicional. Quién lo intenta es reprimido por el
gobierno en turno, patrones y charros; si se trata de un líder de
izquierda, ésta misma apoyada por los medios se encarga de
lincharlo.
Después de cien años hay cosas realmente graves. El
charrismo es característico de los “líderes” pero, en
la medida en que esta superestructura se ha afianzado, el fenómeno se ha
introyectado a las bases sumidas en la apatía. Las bases, incluso
universitarias, también se han corrompido. La represión es severa,
ciertamente, el miedo es atroz. Sin embargo, en vez de tratar de romper esos
esquemas, casi todos los trabajadores prefieren la sumisión. Aún
cuando los charros sindicales y patrones cometen toda serie de atropellos, los
trabajadores prefieren callar. Impotentes, desinteresados, para “no
meterse en problemas”, la mayoría (casi todos) prefieren la
corrupción y terminan tolerando a “su” charro, como luego
dicen.
Sin embargo, hay algo peor. El charrismo es parte de la estrategia
del imperialismo para someter a su contrario histórico. Esto fue definido
hace más de cien años, casi con el surgimiento del capitalismo.
Desde los años 20s, los líderes sindicalistas anticomunistas de
los Estados Unidos se interesaron en México debido a la influencia de los
Industrial Workers of the World (IWW) en los campos petroleros de Tampico. Con
el financiamiento del gobierno de Wilson, a través de la American
Alliance for Labor and Democracy (Alianza Americana del Trabajo y la
Democracia), la American Federation Labor (AFL) estableció relaciones
cercanas con Luis N. Morones, líder de la Confederación Regional
Obrera Mexicana (CROM) fundada con el patrocinio de Alvaro Obregón.
Luego, a través de la Federación Panamericana del Trabajo se
pusieron las bases para la colaboración de la CROM y la AFL. Fue mediante
la intervención de la AFL que Washington reconoció en 1923 al
gobierno de Obregón. Durante el gobierno de Plutarco Elías Calles,
la CROM proclamó la armonía entre el capital y el trabajo,
supuestamente para atraer inversiones y tranquilizar al gobierno de los EU. La
CROM practicó abiertamente una política anticomunista resultado de
las estrechas relaciones con la AFL y, ésta, siempre apoyó al
gobierno de Calles.
Luego del colapso de la CROM, las acciones anticomunistas
se reforzaron más aún. El charrismo sindical se apoderó de
la CTM en los 40s desarrollando durante décadas una fuerte campaña
contra los comunistas hasta eliminarlos a todos de los sindicatos aprovechando
los errores en que incurrieron. En los años siguientes a la
Revolución, desde 1919, los comunistas habían contribuido
notablemente a la organización y desarrollo del movimiento sindical
mexicano, sobre todo en los momentos culminantes de la época. Pero, el
anticomunismo fue parte de la estrategia imperialista reafirmada previamente a
la Segunda Guerra Mundial. A través de la AFL, el movimiento obrero
internacional fue invadido de “amarillos”. La CTM, de Fidel
Velásquez, siguió los pasos de la Internacional Amarilla de
Ámsterdam.
En el contexto del triunfo soviético en la Segunda
Guerra surgió la Federación Sindical Mundial (FSM), en 1945, como
una organización unitaria. Pronto, en 1949, la AFL norteamericana,
así como sus aliados ingleses y franceses, la dividieron formando a la
Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL)
que se convirtió de inmediato en el brazo sindical del imperialismo.
La división de la FSM fue una acción organizada por los
servicios de inteligencia norteamericanos, que tenían una oficina para
asuntos sindicales. Ese aparato fue antecedente de la CIA y operó
ampliamente en Latinoamérica, sus oficinas estaban en el propio edificio
de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y, con el
tiempo, en el Congreso del Trabajo (CT), cúpula del charrismo sindical.
La CTM colaboró ampliamente con la CIA y la infiltración a los
sindicatos mexicanos se generalizó rápidamente. No nada
más, el plan se extendió al resto del continente a través
de la Organización Regional Interamericana del Trabajo (ORIT), organismo
regional de la CIOSL, cuya sede estuvo mucho tiempo en México.
Después, consecuencia de la severa crítica que realizamos los
electricistas democráticos en 1976, exhibiendo a esta agencia
imperialista, la ORIT se mudó a Panamá, luego a Venezuela y ahora
está en Brasil. La ORIT fue, también, centro de operaciones de la
CIA en México y en el resto del continente.
De manera que la
acción del charrismo corresponde a las decisiones de las agencias de
espionaje norteamericanas quienes deciden a quien reconocen y a quien no. Por
eso es muy difícil ganar unas elecciones sindicales y, más
difícil es sostenerse, ya no digamos hacer un buen papel. Para
consolidarse, la absoluta mayoría de charros y charritos prefieren
someterse y, a la vez, someter a sus bases. Los charros sindicales se convierten
en representantes de los trabajadores ante los patrones y, a la vez, en
representantes de los patrones ante los trabajadores. Los mecanismos son muchos
e incluyen, desde luego, la corrupción. Los que hemos desafiado a estas
superestructuras mafiosas somos unos cuantos.
En esta estrategia
imperialista, la primera cuestión se caracteriza por proscribir toda
acción política de los sindicatos y, por tanto, toda actividad de
la clase obrera como tal. Eso, es lo que caracteriza al sindicalismo mexicano
actual. En el mejor de los casos (y muy minoritariamente) los sindicatos pueden
practicar cierto sindicarelismo (ni siquiera sindicalismo) limitado a una
escasa relación laboral (entendida como simple gestión
administrativa) y un discurso superficial y, en ocasiones, pedestre. La segunda
acción ha consistido en reprimir, por la vía que sea, todo intento
de disidencia al interior de los sindicatos. Hasta quienes, coyunturalmente, se
dicen democráticos pero emplean la represión (entre sus cuatro
paredes para que nadie se entere). La tercera cuestión es mantener una
impunidad total para los charros sindicales apoyados, en todo momento, por las
fuerzas políticas y económicas del Estado y gobierno en
turno.
Para reforzar al imperialismo, los gobiernos de la
posrevolución mexicana procedieron a corporativizar políticamente
a los sindicatos. En su momento, los años 20s-40s, las burocracias
sindicales le ayudaron al Estado y lo lograron. A pesar de algunos
arrepentimientos, el corporativismo sindical en México se ha impuesto
compulsivamente hasta la fecha habiéndose perdido la independencia de
clase. Por eso es que la lucha contra el charrismo es un asunto de primer orden
para el proletariado mexicano.
De manera que el temor de los trabajadores es
explicable, si bien, no justificable. Pero, ¿la izquierda (la que sea) ha
hecho algo, está haciendo algo? ¡Nada!, está autoexpulsada
del movimiento obrero, ni siquiera le interesa. A veces, es mejor que siga
fuera, porque la experiencia ha sido desastrosa. Sindicato que cae en manos de
esa “izquierda”, es un sindicato que lo revientan. Claro que es
trágico que los trabajadores mexicanos sigan desarmados, organizativa,
política e ideológicamente. El mexicano, es un proletariado sin
cabeza, como escribió José Revueltas, escritor mexicano.
La
existencia del partido obrero es una necesidad. Si los intelectuales
orgánicos del Estado niegan esa pertinencia es porque están a
favor del imperialismo y del charrismo. Las mejores, excepcionales, experiencias
exitosas que ha habido en México se han producido, precisamente, cuando
ha existido al menos un núcleo organizado políticamente, con
formación teórica e ideología clasista. Sin eso, en un
ciclo de cien años, llevamos en México por lo menos 70 años
de derrota obrera.
Algunos intelectuales han insistido en las debilidades
del sindicalismo; otros se han referido a los límites del sindicato. Hay
mucho de verdad pero, ¿hay opciones? ¡Sí las hay!, no es
sencillo pero las hay.
Conservadurismo sindical
La estrategia sindical del capitalismo ha tenido, y sigue
teniendo, serias consecuencias para la clase obrera. Esa estrategia ha llevado a
los sindicatos a restringirse al ámbito meramente laboral, parcialmente
gremial e interno. En vez de ser solidario, el sindicalismo se volvió
egoísta y corporativo porque, ante la enorme debilidad para sostener la
resistencia aislada ante el capital, terminan por subordinarse. El
colaboracionismo de clase toma carta de naturalidad pervirtiendo los objetivos
históricos. Los sindicatos, de ser instrumentos de lucha se vuelven
simples organismos de negocios. Este “sindicalismo”, desclasado,
corporativo, ajeno a la dinámica social, no representa a ningún
movimiento obrero.
De hecho, la lucha sindical es contra los efectos no
contra las causas. Lenin, en el ¿Qué hacer?, dijo que en,
esas condiciones, los sindicatos no representan ninguna amenaza a la estabilidad
del orden capitalista. La lucha económica trata, limitadamente, de
conseguir condiciones relativamente ventajosas de la venta de la fuerza de
trabajo. Gramci (en Consejos de fábrica y estado de la clase
obrera) señaló que el sindicalismo ha resultado ser una mera
forma de la sociedad capitalista pero no una forma de potencial
superación de tal sociedad. “El sindicalismo organiza a los obreros
no como productores, sino como asalariados”, escribió. Esto es
crucial, porque la fragmentación impide al proletariado constituirse como
clase limitándolo a la subordinación.
En México la
conciencia sindical existe muy limitadamente. La conciencia sindical es
importante, sin embargo, no basta porque es limada hasta cero, o casi
cero, por la acción (política) de los “líderes
charros” quienes le imprimen a los sindicatos una ideología
explícitamente burguesa y antiobrera. El sindicalismo, según
Lenin, implica “la esclavitud ideológica de los obreros por la
burguesía”. Esto supone, entonces, que los sindicatos necesitan de
la acción política para expresar una política de clase
propia.
Pero, si la conciencia sindical es casi inexistente, la conciencia
de clase es nula. Precisamente, limarle el filo revolucionario a la clase
obrera, ha sido el objetivo del capitalismo en México. Los charros
sindicales y el Estado se han encargado de cegar a los trabajadores y reducirlos
política e ideológicamente hasta casi nada.
El charrismo
representa, entonces, la traición a los intereses, inmediatos e
históricos, de la clase obrera. De allí la importancia en rescatar
a los sindicatos por parte de los trabajadores. Sin eso, los sindicatos dejan de
cumplir sus elementales objetivos. No obstante sus limitaciones, los sindicatos
son necesarios como organismos de resistencia ante el capital. Pero, los
sindicatos tienen tareas adicionales más importantes que cumplir. Si los
sindicatos mexicanos no juegan su papel es porque han sido impedidos de hacerlo,
violentamente, por el Estado e imperialismo, a través de las burocracia
charras.
La CIOSL-ORIT
Visto en su conjunto, el sindicalismo mexicano tiene
una imagen deplorable. Hay una real y verdadera destrucción sindical. Los
responsables son los charros sindicales, ejecutores de los planes del
imperialismo instrumentados a través de la CIOSL-ORIT. Durante toda su
historia, la CIOSL-ORIT han estado ligadas a los peores crímenes
auspiciados por las mafias sindicales norteamericanas.
El instrumento de la
AFL-CIO en América Latina ha sido el Instituto Americano para el
Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) creado en 1962 como un organismo
“sin fines de lucro” para dividir a los sindicatos. Con el
señuelo de la educación sindical, el IADSL se dedicó por
décadas a capacitar a miles de trabajadores, de varios países,
becados en el centro de entrenamiento de Fort Royal, Virginia. La
“capacitación” no tenía nada de sindical. La principal
orientación era oponerse al comunismo y colaborar con los patrones.
De hecho, estos organismos fueron establecidos con el apoyo de los
empresarios pues les es de mucha utilidad. Mediante programas sociales
(vivienda, p.e.), enormes recursos económicos y
“asesoría” a los líderes sindicales, los sindicatos
latinoamericanos fueron literalmente infiltrados. Para ello, siempre han contado
con el apoyo del gobierno norteamericano y de las grandes corporaciones
imperialistas (petroleras, de la banca, mineras), las mismas que siempre han
sido antisindicales.
Desde sus inicios, la AFL-CIO siempre ha sido
anticomunista y, durante la época de la Segunda Guerra, fue abiertamente
profascista. Fue la AFL-CIO la que acuñó la frase
“sindicalismo libre y democrático” para oponerse a los
socialistas y al sindicalismo clasista.
La acción de la AFL-CIO en
Latinoamérica fue proyectada a través de la Federación
Panamericana del Trabajo (PAFL), fundada en 1918 y financiada directamente por
el gobierno norteamericano. Diez años después, desapareció
pero la política siguió. En la posguerra, el gobierno
norteamericano se apoyó en la AFL para sus relaciones con Europa. Para
ello, formaron al Comité de Sindicatos Libres (FTUC). A través de
sus expertos anticomunistas se dedicaron a dividir nada menos que a la poderosa
CGT de Francia logrando formar a la Fuerza Obrera (FO) dentro de la misma CGT.
El sindicalismo libre apoyó con dinero a los colaboradores del nazismo
que habían sido expulsados de la CGT. En 1947 nació la CIA y se
convirtió en un organismo que hizo fluir grandes cantidades de dinero
para ese sindicalismo.
En 1948 se formó a la Confederación
Interamericana del Trabajo (CIT) dependiente de la AFL. Entre 1947-49, la OSS
(precursora de la CIA) se dedicó a dividir al Congreso de Organizaciones
Industriales (CIO) de los Estados Unidos para forzar posteriormente la
fusión con la AFL. Cuando en 1949, la AFL y otras organizaciones
dividieron a la FSM y formaron a la CIOSL, la CIT amplió su radio de
acción y se convirtió en la ORIT, rama regional de la
CIOSL.
Desde su creación, el objetivo de la ORIT ha sido
“combatir la infiltración comunista en el campo laboral
latinoamericano”. Jamás, a estos organismos del imperialismo, les
han interesado los asuntos laborales de ningún tipo, salvo los que les
permiten mantener el control y tráfico de los derechos obreros. De la
huelga jamás hablan, de la política proletaria menos. Los hechos
de la ORIT son siniestros, siempre en apoyo a la política del gobierno
norteamericano. Muchos hechos hablan con elocuencia de esta negra historia. La
ORIT siempre ha aparecido como instrumento del departamento de Estado
norteamericano. Hoy en día, sigue exactamente la misma
política.
El IADSL tuvo entre sus cuadros a un buen número de
cubanos que apoyaban a Fulgencio Batista, incluyendo a líderes de la CTC
de esa época. En 1954, el sindicalismo libre organizó un
“ejército de liberación”, comandado por la CIA para el
derrocamiento de Arbenz en Guatemala. En 1962, los agentes infiltrados en el
sindicalismo “libre” apoyaron la intervención de las tropas
estadounidenses. En 1973, la CIA a través del IADSL provocó la
caída de Salvador Allende en Chile, organizando el golpe de Estado,
siempre auspiciando la táctica de la división sindical y las
actividades “educativas”. La “huelga” de los
dueños de camiones y comerciantes, llamada Comando Nacional para la
Defensa Gremial, tenía como objetivo crear el caos en Chile y fue
organizada por los cuadros “educados” por el IADSL.
La historia
siniestra sigue. Apenas en 2003, a través de la Confederación
de Trabajadores de Venezuela (CTV), la CIOSL-ORIT estuvo involucrada,
directamente, en el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez en
Venezuela. Las propias oficinas de la CIOSL-ORIT estaban en el edificio de la
CTV y, sus “educados” cuadros eran (son) líderes de esta
central.
La infiltración imperialista se extendió por el
sindicalismo latinoamericano y caribeño. En México, la ORIT
logró éxitos plenos al someter a prácticamente todos los
sindicatos. La CTM, CROC, CT y demás centrales oficiales son las
cúpulas del charrismo sindical que han llevado puntualmente a la
práctica la política trazada por el IADSL y la CIA. De manera que
el charrismo no depende de las cuotas sindicales, ni es una mafia
autónoma, es parte de una superestructura infectada por los organismos de
espionaje y contrainsurgencia norteamericanos. El objetivo estratégico es
mantener sometidos a los trabajadores y sostener a los gobiernos que apliquen la
política económica del imperialismo. Esto ocurre hasta el
día de hoy, siendo el charrismo pilar básico del gobierno de la
ultraderecha fascistoide.
El enfrentamiento con el Estado
Frente a ese aterrador panorama, el
movimiento sindical mexicano está paralizado. No podría ser de
otro modo, son décadas de dominio absoluto del charrismo. Ahora bien, en
cien años ha sido evidente que las luchas económicas de los
trabajadores siempre devienen en políticas porque hay una componente
política inevitable. Esto implica el enfrentamiento con el Estado, que
incluye al gobierno en turno, policías, ejército, patrones y
charros sindicales corporativizados con el Estado. En este ciclo de 100
años, el enfrentamiento con el Estado ha estado siempre presente. En
1906, en Cananea, los patrones recurrieron a las fuerzas represivas del Estado,
incluyendo tropas norteamericanas, y el gobierno estuvo del lado de la empresa.
Hoy, en 2006, sigue ocurriendo lo mismo.
Este enfrentamiento siempre es
auspiciado por el propio Estado y ha ocurrido en desiguales condiciones. En el
enfrentamiento, los charros sindicales siempre han jugado un papel relevante
utilizando desmedidos recursos de todo tipo. El Estado apoya a los charros y
viceversa. El corporativismo sindical, oficializado desde los 30s, es parte de
una estrategia perversa. Los charros son el instrumento utilizado por la
CIOSL-ORIT para ejecutar los planes de la CIA e imperialismo. Precisamente, una
de las características del charrismo es la represión, la violencia
y el crimen para mantener sujetos a los trabajadores. Otra es el intercambio de
favores entre los gobiernos en turno. En esta vía, el charrismo siempre
ha apoyado, en más de siete décadas, TODAS las propuestas
antiobreras de esos gobiernos.
De manera que el enfrentamiento contra el
Estado no es un asunto simple. Sin embargo, en las experiencias tenidas en este
ciclo centenario, muchas veces se ha “ignorado” el hecho, incluyendo
a quienes se dicen de izquierda. Más aún, dentro del movimiento,
en los momentos cruciales, ha habido serias provocaciones que han resultado muy
costosas. La consecuencia ha sido la derrota obrera reiterada.
Por estas y
otras razones es que no basta la simple lucha sindical, se precisa de la lucha
política organizada y conciente. También es crucial la
organización política propia para enfrentar al charrismo sindical.
Lamentablemente, en México, no hay ningún partido obrero aunque,
éste, cada vez es más necesario.
La organización del
proletariado en clase significa organizarse en partido político. Sin
llegar de inmediato a tal pretensión, para la lucha inmediata, la
más elemental, es urgente e imprescindible, una mínima
organización política teniendo presente que cualquier
desafío, el mínimo, a las cúpulas charras lleva ya el
enfrentamiento con el Estado. En cien años de lucha de clases, una de las
experiencias consiste en aprender de nuestra propia historia y preparar
debidamente a las fuerzas para salir airosas de ese enfrentamiento, al menos, de
ser capaces de resistir un golpe. Eso solo puede lograrse con una
organización superior, con una alta conciencia política, y eso no
lo puede hacer el mero sindicalismo, hace falta más.
¡Democracia sindical, independencia de clase!
Las huelgas ferrocarrileras de 1958-59
expresaron una de las aspiraciones cruciales de los trabajadores mexicanos: la
necesidad de la democracia sindical. Iniciadas formalmente con demandas
salariales legítimas, el movimiento evolucionó rápidamente
y los ferrocarrileros lograron rescatar a su sindicato. Demetrio Vallejo
concentró el interés proletario genuino y encabezó una
lucha sindical trascendente.
No obstante que el movimiento fue violentamente
reprimido quedó demostrado que, una lucha obrera, dirigida por un
líder obrero verdadero, puede derrotar al charrismo. Desde luego, no es
suficiente solamente la lucha sindical para consolidar al movimiento. En el
movimiento ferrocarrilero, la presencia de militantes obreros fue importante, el
mismo Demetrio comprendía la necesidad de luchar políticamente
organizados. Pero, la organización requiere de la política y,
desafortunadamente, se cometieron errores políticos cruciales. El propio
Vallejo reconoció autocríticamente las fallas no así otros,
como Valentín Campa y algunos comunistas de la época. Otros
sectores y militantes políticos, como Lombardo, tuvieron una presencia y
opiniones lamentables, según escribió Demetrio estando
todavía en la cárcel (en Las Huelgas ferrocarrileras que
conmovieron a México, 1967).
La lucha ferrocarrilera ha quedado
como un emblema. Cien años de lucha de clases en México fueron
permeados por la presencia de los ferrocarrileros. Primero los mineros y
textileros, luego los ferrocarrileros, dieron ejemplo a las siguientes
generaciones. Los trenes de la Revolución Mexicana fueron conducidos por
ferrocarrileros. En algunos momentos se obtuvieron importantes logros.
Después, los ferrocarrileros fueron violentamente reprimidos. La
represión tuvo un motivo preciso, ocultado por el gobierno pero
inocultable para los trabajadores; los ferrocarrileros enarbolaron las banderas
cruciales de los trabajadores mexicanos: la democracia sindical y la
independencia de clase. Sin estas, no es posible ningún cambio de fondo
en el país. La democracia sindical no basta, por supuesto, pero es
necesaria para un México verdaderamente independiente, libre y
solidario.
¡Programa obrero, deconstrucción sindical!
El ciclo centenario de lucha de
clases estuvo precedido por Julio Chávez y, el preludio del ciclo por
Ricardo Flores Magón. La Revolución Mexicana verdadera es la de
Francisco Villa y Emiliano Zapata. En este ciclo centenario, las acciones
proletarias más gloriosas las hicieron los electricistas del Sindicato
Mexicano de Electricistas (SME) y petroleros del Sindicato de Trabajadores
Petroleros de la República Mexicana (STPRM) en los primeros 40
años del siglo XX, encabezados por Francisco Breña Alvírez
y Ernesto Soto Innes, respectivamente. Fue indiscutible la presencia de la CTM,
en sus inicios, presidida por Vicente Lombargo Toledano.
Ejemplar fue la
acción de Demetrio Vallejo en 1958-59. En el periodo posrevolucionario,
luego que la CTM fue usurpada por el charrismo, el movimiento obrero más
importante de las últimas cuatro décadas lo llevaron a cabo los
electricistas del interior del país, primero de la Federación
Nacional de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas
(FNTICE), luego Sindicato de Trabajadores Electricistas de la república
Mexicana (STERM), Sindicato Unico de Trabajadores Electricistas de la
República Mexicana (SUTERM) y Tendencia Democrática (TD) del
SUTERM. En el curso del movimiento hubo una relevante evolución
política y una destacada participación, al interior de le
Tendencia, de trabajadores socialistas políticamente organizados.
Los
electricistas de la FNTICE y del SME fueron los precursores de la
nacionalización de la industria eléctrica. La formación del
STERM en 1960 fue una de las conclusiones más trascendentes de la
nacionalización eléctrica. Luego, la formación del SUTERM,
que logramos en 1972, representa un hecho histórico muy importante. Los
electricistas democráticos, encabezados por Rafael Galván, fueron
quienes hicieron las aportaciones programáticas más importantes
expresadas en la Declaración de Guadalajara. Los electricistas,
primero, procedieron a la unificación de multitud de sindicatos de
empresa, forjando al STERM luego SUTERM, con base en el concepto de
organización proletaria moderna basada en grandes sindicatos nacionales
de industria.
Otra conclusión relevante de los electricistas fue la
necesaria integración de la industria eléctrica nacionalizada,
habiéndose logrado la interconexión casi total del sistema
eléctrico nacional, la unificación de frecuencia, las
últimas modificaciones avanzadas al artículo 27 constitucional en
materia nuclear y la primera Ley del servicio público de energía
eléctrica.
La propuesta de la Huelga Eléctrica Nacional de la
Tendencia Democrática (1976) ha sido el ensayo más importante de
una acción proletaria unificada a nivel nacional en uno de los sectores
estratégicos. La huelga fue reprimida militar y políticamente,
miles de electricistas fuimos despedidos, algunos hasta la fecha. Con esa
violenta acción del Estado, el charrismo se apoderó del sindicato,
la nacionalización se interrumpió y también la unidad
sindical. Pero, el ejemplo de la Tendencia Democrática sigue vivo, sus
banderas están vigentes. Cayó la Tendencia Democrática pero
la dignidad obrera, sigue en pie de lucha.
La lucha de clases, hoy
Hoy, cien años después de las históricas
huelgas de Cananea (1906) y Río Blanco (1907), la lucha de clases
continúa. En medio de seria confusión ideológica,
postración organizativa y oportunismo político, lo que se vive en
México es una gran crisis social resultado de la lucha de clases. Esta,
aparece a veces como borrosa. Intelectuales y políticos reiteran
día a día que la lucha de clases terminó, la niegan
queriendo omitirla. Pero la lucha de clases allí está, la fuerza
natural (representada por el trabajo) y la fuerza social (representada por el
capital) están presentes cotidianamente, en todos los lugares y en todos
los niveles. Esto ocurre en todas partes del mundo, en Estados Unidos y en
México.
La lucha contra la privatización eléctrica,
encabezada por el SME (desde 1999) y apoyada por amplios sectores del pueblo, es
la más viva expresión de la lucha de clases. En la apariencia, se
expresa la oposición a las reformas constitucionales de los
artículos 27 y 28, se defiende el patrimonio y la soberanía
nacional. Pero, en la esencia, hay una definición con relación a
la propiedad de los medios de producción, la lucha es
antiimperialista.
Los políticos oficiales privilegian la lucha
electoral y, tras ellos, la mayoría de mexicanos buscan un cambio a las
crecientes condiciones de miseria, atropellos y violencia. Esos políticos
solamente pretenden el cambio de régimen político. Pero la lucha
es legítima aunque limitada. La disposición de los ciudadanos
revela una reacción todavía no organizada socialmente consecuencia
de la lucha de clases.
El capital se ha apoderado en México no solo
del gobierno sino de la tierra, los recursos naturales y la infraestructura
física. Este patrimonio no es propiedad del gobierno, ni siquiera del
Estado, sino de la nación. La ultraderecha ha usurpado el poder
político, son los mismos sucesores de Carranza y demás
terratenientes. Las condiciones de explotación de la mayoría de
los mexicanos siguen siendo, hoy en día, extremas tanto para los
trabajadores salariados como no asalariados. Hay nuevas modalidades de
explotación capitalista pero, las causas que dieron lugar a la
Revolución, siguen siendo las mismas. Por eso decimos que la
Revolución Mexicana no ha terminado.
Si las acciones electorales han
cobrado cierta simpatía es por la debilidad organizativa, política
e ideológica de la clase obrera mexicana. En tales circunstancias, en
nombre de la izquierda, formaciones políticas endebles, inconsecuentes e,
incluso, corruptas, dicen representar al movimiento. Esta es, sin embargo,
solamente una vertiente. Otros destacamentos también son parte de la
lucha del pueblo de México y, la disputa, no es solo por el gobierno sino
por la transformación social.
En este camino, la presencia del FTE de
México tiene una alta importancia. La lucha del FTE es de fase activa y
constructiva a nivel nacional e internacional. No tenemos alta jerarquía
pero si gran significación política por nuestras aportaciones
programáticas, política congruente y práctica de honestidad
a toda prueba, desde el interior del movimiento. Somos continuadores de la lucha
de Flores Magón, de Zapata, de la Tendencia Democrática, y
planteamos la construcción de un movimiento obrero solidario y clasista.
Tarea política: Reorganizar (reconstruir) al movimiento obrero de México
En circunstancias adversas
frente al neoliberalismo, los trabajadores mexicanos debemos enarbolar nuestras
históricas banderas de lucha. Hoy, está vigente la tarea
política de reorganizar democráticamente al movimiento obrero
mexicano en 20 sindicatos nacionales de industria, en otros tantos sectores de
la producción, base de la Central Unica de Trabajadores de
México.
Tenemos que recorrer el camino paso a paso porque nuestro
camino tiene corazón, es un camino de victoria. El sindicalismo que
México requiere es un sindicalismo revolucionario, clasista, que no se
quede en el reducido espacio laboral. Es preciso, desarrollar la lucha en el
espacio del saber, recuperar nuestra personalidad e iniciativa en los
procesos de trabajo formulando y concretando alternativas de poder obrero
organizados en consejos obreros.
Nuestro movimiento necesita, como
oxígeno para la vida, de la democracia obrera y la independencia de
clase. Necesitamos la democracia como un medio para llevar adelante nuestro
Programa obrero. Necesitamos de la independencia de clase para construir un
verdadero movimiento obrero y una sociedad solidaria expresada en la
dinámica concreta.
El FTE de México se congratula de haber
dedicado el año 2006 al estudio, la reflexión y el análisis
de 100 años de lucha de clases en México. Seguiremos adelante,
siempre fieles a nuestra bandera obrera, a nuestro proyecto clasista y a nuestro
grito de guerra, el grito de combate con que el Manifiesto sella su
página final.
¡Proletarios de todos los países, Uníos!
Detención de Demetrio Vallejo y varios ferrocarrileros más, 1959.
Marcha de la Tendencia Democrática en Guadalajara, 1975.