2006, Cien años de la huelga minera de Cananea (México)
Cananea
“Hasta ahora la revolución se ha tardado tanto que
aunque al fin gane, tendrán que morir muchos hombres
buenos y valientes que de otra forma podrían vivir”
John K. Turner
En su obra, México Bárbaro,
John Kenneth Turner describió las condiciones de vida y de trabajo
durante el porfiriato, producto de su viaje por el país a partir de 1907.
Respecto de la huelga de Cananea, en el capítulo XII “Cuatro
huelgas Mexicanas”, Turner elabora el siguiente reportaje, con la
intención explícita de “informar al pueblo norteamericano
acerca de los hechos ocurridos en México con el fin de que pueda
prepararse para impedir la intervención norteamericana contra una
revolución cuya justicia es
indiscutible”.
“La huelga de Cananea, que se
produjo muy cerca de la línea fronteriza con los Estados Unidos, es acaso
la única de la que los norteamericanos, en general, han tenido
noticias. Como no fui testigo de ella, ni siquiera estuve en el lugar de los
hechos, no puedo hablar como testigo presencial; sin embargo, he conversado con
tantas personas conectadas de uno u otro modo con los sucesos —algunas se
hallaron en el sitio mismo donde silbaban las balas—, que no puedo menos
que pensar en que tenga una idea bastante clara de lo que allí
ocurrió.
“Cananea es una ciudad productora de cobre del
Estado de Sonora, situada a algunos kilómetros al sur de la frontera con
Arizona. La fundó W. C. Greene, quien obtuvo del Gobierno de
México, a muy pequeño o ningún costo, varios millones de
hectáreas a lo largo de la frontera. Greene fue tan afortunado en
cultivar íntimas relaciones amistosas con Ramón Corral y otros
altos funcionarios mexicanos, que las autoridades municipales establecidas en su
propiedad estaban enteramente bajo su dominio, a la vez que las
autoridades de la ciudad mexicana más cercana se mostraban con exceso
amistosas y en realidad bajo sus órdenes. El cónsul norteamericano
en Cananea, llamado Galbraith, era también empleado de Greene, de manera
que tanto el gobierno mexicano como el norteamericano en Cananea y sus
proximidades eran el mismo W. C. Greene.
“Desde la huelga, Greene
cayó en desgracia ante los poderosos de México, y perdió la
mayoría de sus propiedades; la Greene-Cananea Copper Co., es ahora
propiedad de la sociedad mineral Cole-Ryan, subsidiaria del consorcio
Morgan-Guggenheim para la explotación del cobre.
“En las
minas de cobre de Cananea estaban empleados seis mil mineros mexicanos y unos
seiscientos norteamericanos. Greene pagaba a los primeros exactamente la mitad
de lo que pagaba a los segundos, no porque desempeñaran la mitad de
trabajo, sino porque podía conseguirlos por ese precio. Los mexicanos
obtenían buena paga, para ser mexicanos..., $3 al día, la mayor
parte de ellos. Pero, desde luego, no estaban conformes y organizaron un
sindicato con el propósito de obtener de Greene mejores condiciones de
trabajo.
“Han surgido algunas dudas y discusiones sobre el motivo
que precipitó la huelga. Algunas dicen que se debió al anuncio de
un capataz de la mina en el sentido de que la compañía
había decidido sustituir el sistema de salarios por el trabajo por
tareas. Otros afirman que se precipitó Greene al telegrafiar a
Díaz en solicitud de tropas a raíz de una demanda de los mineros
de un salario de $5 diarios.
“Cualquiera que haya sido el motivo
inmediato, los trabajadores del turno de noche fueron los primeros en suspender
las labores el 31 de mayo de 1906. Los huelguistas recorrieron las propiedades
de la empresa e hicieron salir a todos los hombres que trabajaban en los
distintos departamentos. En todos estos obtuvieron buen éxito; pero las
dificultades empezaron en el último lugar que visitaron: el aserradero de
la empresa, donde la manifestación llegó en la madrugada. En ese
lugar, el gerente, de apellido Metcalfe, bañó con una manguera a
los obreros de las primeras filas; los huelguistas contestaron con piedras;
Metcalfe y su hermano salieron con rifles; cayeron algunos huelguistas y en la
batalla que siguió murieron ambos Metcalfe.
“Durante la
manifestación, el jefe del escuadrón de detectives de Greene,
llamado Rowan, repartió rifles y municiones entre los jefes de
departamento, y tan pronto como empezó la lucha en el aserradero, la
policía de la empresa subió en automóviles y
recorrió el pueblo disparando a la derecha e izquierda. Los mineros,
desarmados, se dispersaron pero se disparó sobre ellos cuando
corrían. Uno de los dirigentes acudió al jefe de la policía
en demanda de armas para que los mineros pudieran protegerse; pero fue
bárbaramente golpeado por éste, quien puso todas sus fuerzas al
servicio de la compañía. Durante las primeras horas que siguieron
a los disturbios, fueron encarcelados algunos hombres de Greene; sin embargo,
pronto los pusieron en libertad mientras que cientos de mineros quedaron presos.
Al convencerse de que no se les haría justicia, el grueso de los
huelguistas se concentró en un lugar dentro de las propiedades de la
compañía, desde donde, atrincherados y con las armas que pudieron
encontrar, los obreros desafiaron a la policía de
Greene.
“Desde la oficina telegráfica de Greene se enviaron
informes en el sentido de que los mexicanos habían comenzando una guerra
de castas y estaban asesinando a los norteamericanos de Cananea, incluso a las
mujeres y los niños. El cónsul Galbraith hizo llegar a Washington
descripciones tan exaltadas que despertaron la alarma del Departamento de
Guerra; tales noticias fueron tan mentirosas que Galbraith fue destituido tan
pronto como se conocieron los hechos reales.
“El agente de la
Secretaría de Fomento de México, por otra parte, informó de
los hechos tal como éstos fueron pero por influencias de la empresa fue
despedido inmediatamente de su encargo.
“El coronel Greene
escapó a toda prisa en su vagón privado hacia Arizona, donde
pidió voluntarios que quisieran ir a Cananea a salvar a las mujeres y
niños norteamericanos y ofreció 100 dólares a cada uno,
tuviese o no que pelear. Esta acción no tenía ningún
pretexto válido, puesto que los huelguistas no sólo nunca
asumieron actitud agresiva en los acontecimientos violentos ele Cananea, sino
que de ningún modo se trató de una demostración
antiextranjera. Fue una huelga obrera, pura y simple, una huelga en que la
única demanda consistió en un aumento de salarios a $5
diarios.
“Mientras las falsas noticias de Greene despachadas desde
Cananea causaban sensación en los Estados Unidos, los policías
privados de la empresa cazaban en las calles a los mexicanos. Se advirtió
a los norteamericanos que permanecieran en sus casas para que los asesinos
pudieran disparar sobre cualquiera a la vista, como en realidad lo hicieron. La
lista de los muertos por los hombres de Greene, publicada en esa época,
ofreció un total de 27, entre los cuales hubo varios que no eran mineros.
Entre éstos, según se dice, se encontraba un niño de 6
años y un anciano de más de 90 que cuidaba una vaca cuando lo
alcanzó una bala.
“Mediante su falsa presentación de
los hechos, Greene pudo lograr una fuerza de 300 norteamericanos, compuesta de
guardias, mineros, ganaderos, vaqueros y otros procedentes de Bisbee,
Douglas y otras ciudades. El gobernador Izábal, de Sonora, siempre
entregado a Greene, recibió a este grupo de hombres en Naco y los condujo
a través de la frontera. El jefe mexicano de la aduana se opuso a
la intervención de esa gente, y juró que los invasores sólo
pasarían por encima de su cadáver. Con su rifle presto, este
hombre se enfrentó al gobernador del Estado y a los 300 extranjeros, y se
negó a ceder hasta que Izábal le mostró una orden firmada
por el Gral. Díaz, que permitía la
invasión.
“Así fue como, en 2 de junio de 1906, 300
ciudadanos norteamericanos, algunos de ellos empleados del Gobierno, violaron
las leyes de los Estados Unidos, las mismas leyes que sirvieron para acusar a
Flores Magón y a sus amigos sólo de conspirar para
violarlas. Sin embargo, ninguno de aquellos norteamericanos, ni siquiera Greene,
el hombre que conocía la situación y era el único culpable,
fue procesado. Además, el capitán de guardias Rhynning, quien
aceptó el nombramiento del gobernador Izábal para mandar esta
fuerza de norteamericanos, en vez de ser depuesto por ello, fue ascendido
más tarde. Al tiempo de escribir esto, Rhynning ocupa el productivo
encargo de alcaide de la penitenciaría territorial de Florence,
Arizona.
“Apenas se puede acusar a los subordinados que
componían aquel grupo de 300 hombres, puesto que Green los
engañó por completo. Creyeron que invadían México
para salvar mujeres y niños norteamericanos. Al llegar a Cananea en la
tarde del segundo día, descubrieron que habían sido burlados y al
día siguiente regresaron sin haber tomado parte en las matanzas de los
primeros días de junio.
“Pero sucedió lo contrario
con los soldados rurales mexicanos que llegaron a Cananea esa misma
noche. Estaban bajo las órdenes de Izábal, Greene y Corral
y se dedicaron a matar como les ordenaron. Había un
batallón de caballería al mando del coronel Barrón; mil de
infantería a las órdenes del Gral. Luis Torres, quien se
trasladó con sus fuerzas a toda prisa desde el río Yaqui para
someterse a los propósitos de Greene; unos 200 rurales; el cuerpo
de policías privados de Greene y un batallón de la
acordada.
“Todos ellos participaron en la matanza. Los
mineros encarcelados fueron colgados; otros fueron llevados al cementerio, donde
los obligaron a cavar sus fosas y allí mismo fueron fusilados;
condujeron a centenares hacia Hermosillo, donde fueron consignados al
Ejército Mexicano; otros pasaron a la colonia penal de las Islas
Marías y, en fin, muchos más fueron sentenciados a largas
condenas. Al llegar a Cananea las fuerzas de Torres, los huelguistas que se
habían atrincherado en los montes, se rindieron sin intentar resistencia.
Sin embargo, antes se efectuó un parlamento en el que los dirigentes
obtuvieron seguridades de que no se dispararía sobre los obreros; pero a
pesar de que convencieron a éstos de que no debían resistir a las
autoridades, Manuel M. Diéguez, Esteban B. Calderón y Manuel
Ibarra, miembros del comité ejecutivo del sindicato, fueron sentenciados
a pasar cuatro años en la cárcel, donde aún permanecen, si
todavía no han muerto.
“Entre los encarcelados bajo
órdenes de ser fusilados, se encontró L. Gutiérrez de Lara,
quien no había cometido otro crimen que el de hablar en un mitin de los
mineros. La orden para su fusilamiento y el de otros fue expedida directamente
desde la ciudad de México, por recomendación del gobernador
Izábal. De Lara tenía amigos influyentes en la capital de la
República y éstos se enteraron del caso gracias a la actitud
amistosa del operador de telégrafos y del jefe de correos en Cananea, y
pudieron conseguir a tiempo la suspensión de la
sentencia.
“El evento terminó en que los huelguistas,
completamente desintegrados por la violencia homicida del Gobierno, no fueron
capaces de reagrupar sus fuerzas. Se rompió la huelga y los mineros
supervivientes volvieron al trabajo poco después en condiciones menos
satisfactorias que antes.
“Tal es el destino que el zar de
México tiene asignado a los obreros que se atreven a pedir una parte
mayor del producto de su trabajo. Queda todavía por decir lo siguiente:
el Corl. Greene se negó a acceder a la petición obrera de aumento
de salarios, basado en una buena excusa:
“—El Presidente
Díaz —dijo Green— me ha ordenado que no aumente los salarios
y yo no me atrevo a desobedecerlo.
“Es la excusa que ofrecen los
empresarios a los trabajadores en todo México. Sin duda, el Presidente
Díaz ha expedido semejante orden, y, los que emplean obreros
mexicanos, los patrones norteamericanos, incluso se aprovechan de ella con gran
satisfacción. Los capitalistas norteamericanos apoyan a Díaz con
mucho mayor acuerdo que al Presidente Taft. Los capitalistas norteamericanos
apoyan a Díaz porque esperan que mantenga siempre barata la mano de obra
mexicana, y que la oferta de ésta los ayude a romper la espina dorsal de
las organizaciones obreras de los Estados Unidos, ya sea mediante la
transferencia de parte de su capital a México o mediante la
importación de trabajadores mexicanos a los Estados
Unidos”.
|
Frente de Trabajadores de la
Energía, de México |
Compañeros (as) trabajadores (as):
Nos congratulamos en invitarlos (as) al V FORO NACIONAL DE ENERGIA, organizado por
el FTE de México, con el tema
Cien años de lucha de clases en México
Siete breves historias contadas por
trabajadores desde el interior del movimiento. Estos momentos son: 1- Huelga de
Cananea 1906, 2- Revolución Mexicana 1910-19, 3- Huelga del SME 1916, 4-
Huelga del SME 1936, 5- Huelga petrolera del STPRM 1937, 6- Huelgas
ferrocarrileras del STFRM 1958-59, 7- Huelga de la Tendencia Democrática
del SUTERM 1976.
El V Foro
será realizado el miércoles 13 de diciembre de 2006, a partir de
las 16:30 hs., en el Auditorio “Francisco Breña
Alvírez” del Sindicato Mexicano de Electricistas ubicado en la
calle Antonio Caso 45, colonia Tabacalera de la Ciudad de
México.
¡Salud y Revolución Social!
La huelga de Cananea (detalle),
mural de David Alfaro Siquieros, pintor mexicano.