2006, Cien años de la huelga minera de Cananea (México)
Cien años de lucha de clases
en México /VI
Obregón, artífice de Carranza para someter (y reprimir) al movimiento obrero.
Con Luís N. Morones, la CROM y Calles, se oficializó el colaboracionismo de clase.
Después, Cárdenas y Lombardo institucionalizaron el corporativismo sindical.
La pérdida de la independencia de clase, tragedia obrera casi centenaria.
Tareas políticas: conquistar la democracia, recuperar la independencia de clase.
Esta no es la historia oficial, ni completa ni
única; se trata solamente de una historia contada por los trabajadores,
desde el interior del movimiento. Hace falta mucha investigación de los
hechos y, ante todo, una interpretación política obrera. De
Cárdenas se ha escrito bastante y se ha hablado bien de su obra pero hay
eventos poco gratos, especialmente para el movimiento obrero. De Lombardo se
reconocen sus aportaciones, especialmente en los inicios de la
Confederación de Trabajadores de México (CTM), pero no se ha
evaluado críticamente su política de subordinación al
Estado. El cardenismo y el lombardismo institucionalizaron el corporativismo
sindical, hecho pernicioso, y calamitoso, hasta el día de hoy. En el
centro del debate está la independencia de clase, misma que tempranamente
perdió el movimiento obrero mexicano.
Carranza envileció al movimiento obrero
La Revolución Mexicana (1910-19) fue
anticapitalista e interrumpida violentamente con el asesinato carrancista de
Zapata. Es cierto que, algunas de las reivindicaciones propuestas por Ricardo
Flores Magón y Emiliano Zapata, fueron recogidas en la
Constitución de 1917 impulsadas por el ala izquierdosa
representada por Francisco J. Múgica y otros constituyentes. Sin embargo,
la Constitución mexicana jamás ha sido respetada. Desde un
principio, apenas concluido el congreso de Querétaro, Carranza se opuso a
lo dispuesto en el artículo 27 y propuso la primera modificación.
Con el tiempo, las modificaciones y reformas se pueden contar por miles, siendo
en la mayoría de los casos regresivas, contradictorias o
enredosas.
Fueron los ejércitos campesinos de Villa y Zapata
los que afectaron la columna vertebral del Estado porfirista al haber
“quebrado”, literalmente, al ejército de la dictadura. Pero,
el poder de la burguesía terrateniente y latifundista fue abatido en el
campo no en la ciudad. Zapata, en su programa, retomó reivindicaciones
obreras y protestó contra la represión obrera de Carranza. Pero ni
Villa ni Zapata eran proletarios, ni tampoco marxistas. Además, la clase
obrera mexicana de la época era incipiente, con presencia en los niveles
de la artesanía y las manufacturas; el proletariado industrial era casi
inexistente. Lo peor fue que los trabajadores fueron incapaces de entender el
proceso social y político de la más grande irrupción de
masas después de la guerra de Independencia (1810). La simpatía
obrera por Zapata se expresó apenas en el nivel individual.
El golpe
de Victoriano Huerta se había producido sin oposición obrera, la
confusión política era mucha. Sin embargo, el oportunismo
sí prosperó. No obstante que Villa y Zapata habían ocupado
la capital del país, la respuesta consecuente de los obreros no se
produjo. Al contrario, en el año siguiente (1915), Carranza replegado en
Veracruz promovió dos iniciativas políticas serias, a su modo. Una
fue la Ley Agraria del 6 de enero de 1915 y, otra, la firma de un Pacto de
colaboración con la Casa del Obrero Mundial.
En el primer caso, la
iniciativa agraria tuvo el evidente propósito de sustraerle base social a
Villa y Zapata con una propuesta alejada de las aspiraciones campesinas. En el
segundo caso, la propuesta fue perversa y traicionera. Con la formación
de los “Batallones rojos” Carranza, vía Obregón,
auspició el enfrentamiento de los obreros contra los campesinos. Enorme
mancha negra fue la participación de esos “Batallones” en
Celaya donde Villa obtuvo una fuerte derrota.
Ese Pacto de
colaboración envileció a los trabajadores de la época, con
la sola excepción del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
Después, ocurriría lo típico de los gobiernos burgueses:
Carranza traicionó a sus “colaboradores”, los reprimió
violentamente e, incluso, los obligó a disolverse.
La lucha obrera en
México había empezado mucho antes de la Revolución. Durante
ésta, se formaron varios sindicatos. El movimiento de los trabajadores
logró así una nueva forma organizativa. Sin embargo, no se
desarrolló una dirección clasista. Del mutualismo se pasó
al gremialismo, la lucha sindical se restringió solamente a los aspectos
laborales y reivindicaciones inmediatas. Aunque existieron grupos
políticos, incluso, socialistas, su influencia al interior del movimiento
era mínima. Eso permitió la orientación anarcosindicalista
y, con una práctica política sumamente laxa, la
infiltración de agentes del gobierno.
El carrancismo ejerció
una severa represión contra los trabajadores. Después de la huelga
general de 1916, a través de Obregón, Carranza propuso la
disolución de las organizaciones obreras, como la Casa del Obrero Mundial
y la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal. La propuesta
fue aceptada. Después, vino el miedo y la vergüenza. Las
reivindicaciones obreras se turnaban al gobierno como “humildes
peticiones”.
Obregón y Calles impusieron el colaboracionismo de clase
La táctica
de Obregón fue pionera para el sometimiento obrero mexicano. Sin una
dirección política propia, el movimiento sindical fue usurpado por
oportunistas que, deliberadamente, se convirtieron en colaboracionistas de los
patrones y gobiernos en turno.
En 1915, como resultado de la huelga
telefónica estallada por el SME, el gobierno carrancista
optó por incautar la empresa y entregarla a la
administración de los trabajadores. En asamblea general, los
electricistas del SME nombraron a Luis N. Morones como gerente general. La
administración obrera fue un fracaso pero inauguró una fase que
sería retomada después con los mismos adversos resultados. No
podía ser de otra manera: la “administración obrera”
no es una propuesta obrera porque se trata de una trampa burguesa y es la
desnaturalización de la lucha proletaria.
En 1918 se fundó la
Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), con el patrocinio abierto
del gobierno. Su primer “líder” fue Morones. La
política seguida con Obregón fue “pactar” el apoyo
mutuo. La CROM recibió toda serie de concesiones gubernamentales y
viceversa. La CROM fue apoyada por el Estado como la única representante
de los trabajadores. Con el apoyo explícito del Estado, la CROM era
“reconocida” siempre por los patrones no así por los
trabajadores. Cuando hacía falta, la imposición era por la
vía violenta utilizando incluso a soldados de línea.
Del
gobierno fluían enormes recursos económicos para la CROM
así como apoyos políticos para que, sus connotados miembros,
recibieran diputaciones, senadurías o gubernaturas. Vicente Lombardo, de
la jerarquía cromista, fue gobernador interino de Puebla.
A
Obregón le gustaba que le llamaran el “Lenin mexicano”, frase
que algunos atribuyen al mismo Lombardo. Álvaro Obregón fue el
iniciador del llamado “bonapartismo” en México.
También fue pionero en la aclamación obrera y culto a su
personalidad. En las marchas del 1º. de mayo se inició la costumbre
de “dar gracias” al presidente y éste, a su vez, anunciaba
nuevos “beneficios” a los líderes de los
trabajadores.
Con Plutarco Elías Calles, el colaboracionismo de clase
se oficializó. Calles se decía el candidato de los obreros,
algunas veces hasta “bolchevique”. La CROM, por su parte,
llegó a formar milicias obreras para apuntalar la campaña
política de Calles. Fue durante el gobierno de éste que se
promovió a la CROM para establecer relaciones internacionales con la AFL
de los Estados Unidos.
Morones y Calles lograron amplia identificación
política. El movimiento obrero de la época quedó uncido al
Estado. Cuando éste, al final del gobierno de Calles y luego del
asesinato de Obregón, recién reelecto en 1928, Morones fue
implicado y obligado a renunciar a la secretaría que ocupaba en el
gobierno callista. Cuando el Estado le retiró el apoyo, la CROM carente
de principios y política propias, terminó por colapsarse y,
prácticamente, desapareció.
La experiencia de la CROM, sin
embargo, había marcado políticamente al movimiento obrero. Con la
CROM, o sin ésta, se había forjado una superestructura de
camarillas de líderes obreros que se profesionalizaron. Esa experiencia
se ha prolongado hasta el día de hoy y constituye la peor de las lacras
para los trabajadores mexicanos.
Subordinación y sumisión al Estado
La llegada de Lázaro
Cárdenas al poder se produjo en un contexto de ascenso de la lucha de
masas a nivel mundial. En México, la irrupción se producía
de diversas maneras. Fue en respuesta a las tendencias del fascismo que los
trabajadores tomaron importantes acciones. Una fue la formación del
Comité Nacional de Defensa Proletaria y, otra, la formación de la
CTM.
Con anterioridad, el escenario había sido dominado por la CROM
pero no era la única central. Hacia 1919 se había fundado el
Partido Comunista Mexicano (PCM) y, en los 30s, su presencia obrera era muy
importante. Al formarse la CTM, Lombardo Toledano fue electo secretario general.
Previamente, Lombardo había tratado de reorganizar, sin éxito, una
CROM “depurada”.
Los primeros años de la CTM fueron
gloriosos. Eso fue debido a la presencia de importantes sindicatos industriales
que coexistían con sindicatos de empresa, gremios y oficios. El liderazgo
de Lombardo era indiscutible. Durante 1936-37 se produjeron numerosas huelgas y
la solidaridad de la CTM estuvo siempre presente decretando paros y otras
medidas solidarias.
Pero las tendencias anticomunistas de Lombardo sirvieron
al grupo de Fidel Velásquez. Este había sido impuesto en el primer
comité ejecutivo de la CTM, mediante una maniobra de Valentín
Campa (PCM). En abril de 1937, se realizó la reunión del cuarto
Consejo Nacional de la CTM. Durante la sesión se produjo una
división, cuando diversas agrupaciones influidas por el PCM abandonaron
la asamblea.
A las organizaciones disidentes se les dio un plazo para que
aceptaran “como legítimos” los acuerdos del IV Consejo
so pena de ser suspendidos en sus derechos. La CTM hizo un llamado a esas
organizaciones para que “se sujetaran sin condiciones” a los
acuerdos sindicales, por encima de los compromisos de carácter
partidista. En junio de ese año, el pleno del comité central del
PCM reconoció sus errores y acordó que los acuerdos del IV Consejo
de la CTM fueran acatados.
Poco después, las organizaciones
“indisciplinadas” regresaron a la CTM. Sin embargo, Lombardo
insistía en “disciplinar” a los comunistas. Lo hizo
Velásquez, quien a su arribo procedió a la expulsión de los
comunistas y del propio Lombardo.
De especial importancia fue el apoyo de la
CTM a la huelga de los ferrocarrileros (1936), la huelga electricista del SME
(1936) y a la huelga petrolera (1937) que culminó con la
expropiación. La CTM también estaba interesada en la
organización campesina pero Cárdenas no opinaba lo mismo. En
materia política, la CTM y Lombardo tuvieron una amplia
participación. Las críticas de Lombardo al PCM no se aplicaban
cuando se trataba de apoyar al gobierno en turno. Lombardo, desde el II Consejo
de la CTM, llamó a participar en las lides electorales. Lombardo
decía que no creía en la “utopía”
socialdemócrata de la acción parlamentaria pero que, la
intervención en el gobierno tenía como fin “luchar
juntos” contra los enemigos de la Revolución.
Con ese discurso
borroso, Lombardo consideró que la propuesta de Cárdenas para
formar al Partido de la Revolución Mexicana (PMR) que sucedería al
PNR de Calles, era “constituir” el Frente Popular de manera amplia.
Para la CTM de Lombardo, el PMR “no debe ser un partido exclusivo del
proletariado”. El partido debía integrar a los obreros
“organizados”, campesinos “organizados”, el
Ejército Nacional, y los sectores femeninos, juveniles y de la clase
media. En consecuencia, la CTM le otorgó todo su apoyo al nuevo partido.
El discurso confuso de Lombardo es evidente pero coherente.
Con
relación al Estado, Lombardo consideraba que la CTM “le
prestará” todo su apoyo al “gobierno progresista”.
Lombardo hablaba de conservar la “autonomía” y
“libertad de acción” de la CTM pero, jamás, dijo nada
respecto a la independencia de clase, que implica un concepto radicalmente
diferente. Más aún, en su informe de 1936-37 escribió que
el proletariado “no solo deberá mantener esa alianza” sino
que había que luchar porque el gobierno “sea un fiel representante
de los intereses del pueblo y un leal ejecutor de la Revolución en
marcha”. Esto decía, mientras no desaparezca la fisonomía
semifeudal de México y su carácter de colonia, y mientras el
fascismo constituya un obstáculo para la transformación del
sistema capitalista.
No obstante meritoria labor a nivel nacional e
internacional, la retórica lombardista y el lenguaje florido que usaba
ocultaban una política dependiente del Estado.
Cárdenas institucionalizó al corporativismo
El cardenismo
significó, políticamente hablando, la consolidación del
Estado surgido de la tendencia carrancista de la Revolución Mexicana. En
aquella ocasión, al ser desbaratado el ejército porfirista, el
Estado quedó afectado severamente. Carranza, seguido de Obregón y
Calles recompusieron la estructura burocrática del Estado. Incluso,
incorporaron corporativamente a los trabajadores “organizados”
vía las camarillas de líderes. Cárdenas lo que
promovió fue el consenso político “organizado”
para un nuevo Estado.
Cárdenas se apoyó en las masas para
actos tan importantes como la expropiación petrolera. Pero su
política reformista implicó, también, la
subordinación de esas masas al Estado y al gobierno en turno. La
adhesión del movimiento obrero “organizado”, en este caso la
CTM, le permitió a Cárdenas institucionalizar el corporativismo.
Cárdenas necesitaba el apoyo de las masas y la CTM, que al surgir
había conquistado cierta independencia política, otorgó el
apoyo a un costo excesivo. Cárdenas impuso las condiciones de la
dominación institucional de los trabajadores por parte del Estado.
El
botín del aparato estatal, a través de puestos a varios niveles,
fue abierto ampliamente por Cárdenas. Esto había empezado desde la
campaña presidencial, en las “consultas” a los trabajadores
para elegir candidatos a diputados. Al formarse el PMR, quedó establecido
en el Pacto Constitutivo que, las organizaciones de los diversos sectores NO
admitirían a ninguna de las otras. De esta manera, la separación
entre obreros y campesinos se hizo explícita. El sector obrero estuvo
dominado por la CTM y los sindicatos industriales, incluido el SME. Siendo
mayoritaria, la CTM decidía la política del sector. Desde
entonces, también, se separó a los maestros y trabajadores de la
burocracia.
Las funciones políticas se limitaron solo a las
electorales. La estructura creada era corporativa. Se trata de corporativismo
político orientado al control de las masas.
Este corporativismo tuvo
una influencia decisiva en la CTM. Después de Lombardo, Fidel
Velásquez se apoyó en el atraso de sus fuerzas, él mismo
era iletrado. Pero el diseño cardenista del corporativismo hizo florecer
a Velásquez pues las decisiones se tomaban por la cúpulas de las
“organizaciones” SIN ninguna intervención de las bases. Se
inició así el control férreo de los trabajadores por parte
de las camarillas que, hasta el día de hoy, mantienen secuestrados a los
trabajadores mexicanos en sus propias organizaciones
sindicales.
Cárdenas le expropió la independencia de clase al
movimiento obrero de México. La fórmula que siguió fue
incorporarlo al aparato del Estado, asociando al movimiento obrero al poder
político, pero sin ejercerlo, solamente para apoyar a los gobiernos en
turno. Lombardo Toledano fue el gran conductor del proyecto expropiador de
Cárdenas.
El movimiento obrero organizado, frase atribuida a
Lombardo, vino a sustituir al verdadero movimiento de la clase obrera mexicana.
La palabreja es muy vulnerable al análisis teórico y
político. Por movimiento obrero organizado se terminó denominando
al movimiento obrero oficial, ahora conocido como charrismo sindical. Ese
movimiento “organizado” ni es movimiento porque carece de
dinámica social ni es organizado porque se refiere solamente a las
cúpulas. Ese movimiento es una estructura burocrática que
desnaturalizó al movimiento y lo desorganizó llevándolo a
la parálisis total y absoluta.
Lombardo fue proclive a ese estilo de
liderazgo y Cárdenas aumentó las dosis al “pactar” con
los líderes excluyendo explícitamente a las masas. El modelo fue
aplicado por los sucesivos gobiernos en turno quienes siempre han pactado con la
burocracia y, si hay oposición, viene de inmediato la represión en
cualquiera de su modalidades, desde el despido del trabajo hasta el despido del
planeta.
Cualquier intento por cuestionar, no digamos eliminar, al
corporativismo sindical es un desafío que se puede pagar con la vida. El
corporativismo sindical ha llegado a tales niveles que la propuesta de la
democracia sindical es un atentado contra la dominación corporativa.
El charrismo sindical está integrado al Estado y depende de
éste pero no nada más. El charrismo es parte de una estrategia del
imperialismo implementada desde la segunda Guerra Mundial para someter a su
contrario histórico en todo el mundo. En México, Cárdenas y
Lombardo favorecieron las condiciones para el éxito de esa
política.
Las medidas tomadas por Cárdenas se han estimado por
muchos como ejemplares y, algunas, tienen un valor indiscutible. Sin embargo,
muchas distan de ser idílicas. Algunos han hablado del carácter
socializante del cardenismo. La apreciación es confusa. En 1937,
Cárdenas expropió a los Ferrocarriles Nacionales con indiscutible
acierto. Luego, puso la administración en manos de los trabajadores.
Muchos lo celebran pero los resultados fueron frustrantes, la
administración obrera fue un fracaso. No podría ser de otra
manera. La industria estaba en ruinas, altamente endeudada y con multitud de
problemas, especialmente financieros. Los trabajadores tuvieron que cargar con
semejante responsabilidad. La situación se hizo peor: el sindicato
representaba, al mismo tiempo, los intereses de los trabajadores y los de la
empresa, era sindicato y patrón al mismo tiempo. Esa, fue una
degeneración política evidente y el fracaso era previsible: en el
capitalismo, la administración obrera NO es una propuesta verdaderamente
obrera.
¿Por qué se le ocurrió esa propuesta a
Cárdenas? Por confusión “socializante” e
irresponsabilidad de estadista. ¿Por qué aceptaron los
ferrocarrileros? Por incomprensión política y teórica, fue
un error. Desafortunadamente, este no ha sido el único caso.
Tareas políticas de hoy
En 2006, luego de cien años de lucha de clases en
México, los trabajadores tenemos las mismas tareas políticas
formuladas en 1864 por la Primera Asociación Internacional de los
Trabajadores (I Internacional). Hoy, podríamos expresar esta
política en los siguientes términos: 1- formular y desarrollar el
programa de la clase obrera, 2- construir y desarrollar la organización
proletaria, 3- practicar y desarrollar la solidaridad proletaria
internacional.
De enorme importancia es el programa mismo que debe expresar
las referencias políticas, nuestras banderas, el ¿Porqué
luchamos? Este programa no se improvisa.
Con base en la experiencia de cien
años y hondas raíces en la lucha proletaria mexicana, dos aspectos
cruciales de nuestro Programa obrero (ver energía62)
son:
1 Democracia obrera
La democracia sindical es crucial para el movimiento obrero mexicano.
La democracia obrera no se reduce al derecho al voto. Incluye a éste como
medio para la toma de decisiones. También incluye la rendición de
cuentas y la revocación de mandato. Pero la democracia obrera es el medio
para llevar adelante el programa, en lucha por los intereses inmediatos e
históricos de la clase obrera.
2 Independencia de clase
La lucha por la democracia carece de sentido sin el
ejercicio de la independencia de clase, respecto de los patrones, Estado,
gobiernos, imperialismo y partidos políticos no obreros. La independencia
de clase implica el ejercicio de una política propia, formulada,
desarrollada, concretada y evaluada colectivamente por los propios trabajadores,
desde los puntos de vista teórico, político y
práctico.
La CTM en los años
30s surgió como un gran acontecimiento pero pronto se
desnaturalizó. Primero, se subordinó al Estado y gobierno en turno
institucionalizando el corporativismo auspiciado por Cárdenas; luego, se
charrificó totalmente.
Los sindicatos industriales
fueron la base y sostén de la CTM solidaria de los 30s. Después,
prácticamente todos los sindicatos fueron corrompidos, infiltrados y
charrificados.