2006, Cien años de la huelga minera de Cananea (México)
Todavía es tiempo
Artículo publicado por Ricardo Flores Magón, con el
seudónimo Anakreón, en El Colmillo Público No. 146 del 24
de junio de 1906 acerca de los hechos acaecidos en el mineral de Cananea en
días anteriores.
No sabemos si los elocuentes hechos de Cananea habrán convencido
al fin a los que, ciegos, no han podido ver el peligro que entraña el
fenomenal incremento del capital americano en nuestra
patria.
Embrutecidos por las mentiras que propalan los periódicos
de la dictadura, no reflexionamos, no nos tomamos el trabajo de pensar
—puesto que el gobierno piensa por nosotros— lo peligroso que es
para una nación débil como la nuestra, situada al alcance de la
mano de otra nación poderosa y ambiciosa, esa prodigiosidad de
franquicias que, puede decirse, pone nuestros intereses y aun la
soberanía nacional a merced de la ambición del coloso
americano.
Don Porfirio Díaz no ha encontrado otra cosa para
hacerse el bombo a que está tan acostumbrado y que tanto necesita para
que se le crea necesario por los bobos, que abrir los brazos a los negociantes
extranjeros que, agradecidos, propalan en el exterior la grandeza de un gobierno
en la que no creen los mexicanos. Bien convencido nuestro dictador de que el
pueblo detesta su largo reinado, busca en el exterior el prestigio de que
aquí carece, y tanto a eso como a los turbios negocios a que se entregan
muchos de sus favoritos con quienes no quiere ni podría reñir,
porque son su único apoyo interior, se debe esa invasión espantosa
del capital americano que ya preludia el futuro desastre de nuestra
nacionalidad.
Nuestro porvenir, de continuar esa política de
servilismo para el yanqui que ha dado tan triste fama a nuestro gobierno entre
el pueblo, y ha despreciado tanto a nuestra nación en el exterior, porque
las adulaciones interesadas que se hacen de Porfirio Díaz en el
extranjero trascienden a mercenarismo, nuestro porvenir es ya bien claro: la
esclavitud y la conquista.
Los hechos de Cananea han venido a hacer la
luz.
Muchos creían inofensiva la invasión del capital
americano, sin sospechar que cada dólar invertido en nuestro país
está apoyado por una bayoneta sajona pronta a derramar sangre mexicana al
primer síntoma de peligro.
En efecto; el capital americano en
nuestra patria constituye un peligro, es una amenaza que tenemos suspendida
sobre nuestras cabezas, y amenaza que ha comenzado a realizarse para nuestra
vergüenza.
Por la prensa independiente están enterados los
mexicanos de lo que ocurrió en Cananea los primeros días de este
mes, pues la prensa gobiernista ha procurado callar, y a lo sumo, como para
calmar la pública inquietud, se ha limitado a referir una parte de los
acontecimientos, pero guardándose los más graves, los que al
gobierno no le conviene que se conozcan porque son condenación más
severa.
El 1° de junio, como se sabe, los mineros mexicanos que
trabajan en los diferentes campos mineros de la Cananea Consolidated Copper Co.
se reunieron en número de cinco mil para solicitar del coronel Greene
(1), dueño de las minas de Cananea, el aumento de los salarios
a cinco pesos diarios y la implantación de la jornada máxima de
ocho horas. El coronel Greene recibió la comisión nombrada entre
los obreros, oyó la justísima demanda que se le hacía, pero
como el gobierno ha dado la consigna a las grandes negociaciones de que no
paguen buenos salarios a los trabajadores, el dueño de las minas no
concedió lo que los mineros pedían, diciéndoles que
tenía que pedir el consentimiento al gobierno para poder
atenderlos.
Los obreros, por ese motivo, dejaron los trabajos, pero como
los obreros americanos, que ganan el doble que nuestros compatriotas en nuestro
país, habían ya entrado a trabajar, los mexicanos fueron a
invitarlos en nombre de la solidaridad a que se les unieran para paralizar
completamente los trabajos y obligar a la Cananea Consolidated Copper Co. a
elevar los salarios y a adoptar las ocho horas de trabajo.
En actitud
pacífica, aunque viril y resuelta, nuestros compatriotas se dirigieron a
los obreros americanos a que los acompañasen en la huelga, y fueron
recibidos a balazos. La cobarde y brutal agresión de los gringos
encolerizó a nuestros compatriotas, quienes correspondieron a pedradas
los tiros que se les disparaban. Dos gringos, hermanos, llamados Metcalf
(2), murieron a pedradas y como dieciséis mexicanos murieron a
balazos.
Después de este incidente, muchos americanos bien armados
se entretuvieron en disparar sus armas al interior de las casas de los mexicanos
que, indignados por tanta felonía, tomaron las armas que encontraron en
un montepío y se defendieron.
Los gringos son esencialmente
cobardes y pusieron el grito en el cielo. Ellos fueron los que provocaron la ira
de los mexicanos y fueron los primeros en pedir auxilio, pero no a las
autoridades mexicanas, sino a las americanas, que inmediatamente movilizaron
fuerzas armadas para penetrar a territorio mexicano.
Al llegar a la
frontera, rumbo a México, las fuerzas americanas, con la arrogancia
estúpida del sajón, pretendieron penetrar a nuestro territorio,
pero los empleados mexicanos de la aduana de Naco, Sonora, impidieron ese
ultraje a la soberanía nacional. La negativa de los empleados de la
aduana fue contestada a tiros por las fuerzas americanas, entablándose un
combate que pudo ser más serio si más valerosos fueran los
sajones. Los empleados de la aduana hicieron retroceder a las fuerzas
americanas, con un resultado de tres muertos por cada lado.
El gobernador
Izábal demostró falta de serenidad en los casos de peligro, y
también su falta de patriotismo permitiendo que las fuerzas americanas se
internaran a territorio mexicano, donde permanecieron hasta que se calmó
la excitación de los obreros. Esto lo niega El Imparcial, pero es
cierto.
Se ve, pues, que es realmente peligroso el incremento del capital
americano en nuestro país. Ya no se trata de temores más o menos
fundados, sino de una realidad que debería avergonzarnos; cada
dólar invertido en nuestro país está apoyado por una
bayoneta sajona. Bastó que unos cuantos americanos pidiesen auxilio a su
gobierno para que fuerzas americanas pasasen la frontera y hollaran el
territorio nacional. ¿Qué será cuando los intereses
americanos sean más grandes, pues que cada vez están adquiriendo
mayores propiedades en nuestra patria y cada vez están obteniendo
más y más concesiones por parte de nuestro gobierno, concesiones
que, por lo demás, comprometen por sí mismas el porvenir de la
nación?
Razón y mucha hemos tenido los mexicanos de ver con
repugnancia el aumento de la riqueza yanqui en nuestra patria. La dura
lección que sufrimos en 1847 era suficiente para que un gobierno patriota
hubiera evitado que dentro de nuestra debilidad hubiera echado raíces la
fuerza capitalista del yanqui. Juárez y Lerdo, esos dos grandes mexicanos
que fueron dos gobernantes sinceros y honrados, pusieron cuantas dificultades
pudieron al desarrollo de la riqueza yanqui en nuestra patria, porque su amor a
la tierra en que nacieron era más grande que la torpe vanidad de
prestigiarse con los traficantes yanquis con perjuicio de su
patria.
¿Cuántas veces representantes de grandes
negociaciones extranjeras tuvieron que volver a su país con los millones
que habían ido a ofrecer a aquellos honorables ciudadanos en cambio de
una concesión?
En la época de aquellos grandes hombres que
la imbecilidad no supo apreciar y, sobre todo a Lerdo, el pueblo no supo
defender, se tenía la convicción de que ceder franquicias al
capital americano era tanto como ir cediendo la patria al extranjero. La
invasión de soldados americanos a Cananea da la razón a los
hombres de la época de Juárez y Lerdo.
Como si la
autonomía de la República no existiese y nosotros en lugar de
mexicanos fuéramos súbditos de Roosevelt, los soldados yanquis
pasaron a Cananea, Sonora, a reprimir una huelga, como lo han hecho en Colorado
(3) y como lo harían en cualquiera otra parte del territorio
de los Estados Unidos.
Sigamos fomentando el capital americano, si es que
ya no queremos ser mexicanos; veamos impasibles la invasión yanqui a
nuestro territorio, si es que nos conformamos con ser vasallos de un soberano
extranjero, si en nuestras venas ya no corre aquella sangre con que los
héroes escribieron sus nombres en la historia, si estamos tan degradados
que poco nos importa vivir como ganado que todos pueden atropellar y del cual
todos pueden disponer. Entonces seremos más degradados que las bestias,
porque éstas defienden el cubil donde guardan sus
cachorros.
Creemos que todavía es tiempo de volver sobre nuestros
pasos hasta el lugar en que dejamos el honor por seguir la senda torcida que nos
marcó el despotismo y en la cual ya comenzamos a tropezar con los
más serios obstáculos. Si seguimos por el mismo camino,
después de andar un poco más ya no podremos buscar el bueno, el
camino amplio y limpio que despreciamos por la admiración que nos
causaron las lentejuelas del soldado de Tuxtepec.
Todavía es
tiempo, conciudadanos; todavía es tiempo...
Anakreón
El Colmillo Público,
núm. 146, 24 de junio de 1906, pp. 382-383.
NOTAS:
1 William
Cornell Greene (18??-1911). Empresario norteamericano. En 1896 adquirió
de la familia del ex gobernador de Sonora, Ignacio Pesqueira, la mina El
Ronquillo. Tres años después funda la Cananea Consolidated Copper
Co., más tarde filial de la Anaconda Copper Co. de John D. Rockefeller.
Diversificó su emporio a través de la maderera Madre Land and
Timber Co., la empacadora Greene Cattle Co., así como con el Ferrocarril
Río Grande, Sierra Madre y Pacífico. Tras la huelga en Cananea del
1" de junio de 1906, organizó la expedición de las tropas
dirigidas por el capitán de los rangers de Arizona, Thomas Rynning, que
masacró a los obreros huelguistas. Junto con el abogado Norton Chase y en
coordinación con Enrique C. Creel organizó una campaña de
persecución de los miembros del PLM, con el uso de grupos de choque
provenientes de compañías privadas de detectives, la compra de
testigos y el cohecho de jueces y jurados. Logró encarcelar y deportar
clandestinamente y enjuiciar a una docena de líderes magonistas de la
región, entre otros a Librado Rivera. En 1908, tras un revés
financiero, sufrió un colapso nervioso que a la larga provocaría
su muerte.
2 Refiérese a los hermanos George y William
Metcalf. El primero era gerente del aserradero de la
empresa.
3
Refiérese a la huelga de mineros del carbón de Cripple
Creek, Colorado, efectuada de agosto de 1903 a agosto de 1904. La huelga,
impulsada por la Western Federation of Miners, fue reprimida por las tropas del
general Sherman Bell, bajo las órdenes del gobernador del estado, James
Peabody, y del propietario de la mina, John D. Rockefeller. Fueron asesinados 42
obreros, 112 resultaron heridos y 1 345 fueron encarcelados. Los procesos
judiciales concluyeron en enero de 1905. A raíz de la represión de
esta huelga se fundó la Industrial Workers of the World, central obrera
partidaria del sindicalismo revolucionario.
Huelguistas de
Cananea enviados a la prisión de San Juan de Ulúa