Debilidad política que aprovecha el imperialismo
El espacio de la izquierda
En los años 40s la izquierda se auto expulsó del movimiento obrero al salirse de los sindicatos.
Hoy la izquierda revolucionaria está poco organizada y políticamente casi ausente.
Ante la debilidad política y orgánica, la socialdemocracia mal ocupa el lugar de la izquierda.
Los partidos de derecha se aprovechan para imponer la guerra sucia y fascistoide.
Una “izquierda”, sin programa ni propuestas, podrá existir por decreto pero hace falta más.
El mexicano sigue siendo un proletariado sin cabeza, la izquierda obrera está en minoría.
Inexistencia política organizada
¿Cuál es su espacio, dónde
está la izquierda? Esta pregunta podría tener varias respuestas
porque, ¿de qué izquierda hablamos? Hace un tiempo, hablar de la
izquierda era hablar de una referencia política, de un conjunto de ideas,
programas y propuestas basadas en un pensamiento desarrollado por pensadores
clásicos y de una experiencia de lucha a veces triunfante otras veces no.
Con la caída del socialismo en Europa oriental, muchos se creyeron el
“cuento” de los filósofos del posmodernismo que decretaron el
fin de la historia y, actualmente, han abdicado del pasado y niegan la historia
previa e, incluso, la actual.
Hoy no se puede hablar de una sola
izquierda sino de muchas, hasta la socialdemocracia (derrotada
políticamente desde 1902) se reclama de izquierda. Esta sería la
izquierda socialdemócrata, electorera e integrada a la dinámica
establecida por el Estado. Algunos partidos que se llaman socialistas son, en
realidad, socialdemócratas pues asumen explícitamente esta
política orientada a una supuesta “buena
administración” sin tocar el fondo de los problemas sociales, ni
mucho menos, la propiedad privada de los medios de producción.
La
izquierda identificada con los partidos comunistas es prácticamente
inexistente. Salvo excepciones, en Cuba o Vietnam, pocos se identifican con esa
importante tradición histórica. Incluso, China y Corea del Norte,
serían casos cuestionables en varios aspectos. Los Partidos comunistas
que sobreviven se han vuelto marginales. En México la situación es
peor porque no existe ningún partido comunista. Existen, sin embargo,
algunas propuestas identificadas con el socialismo que no terminan de
cristalizar en un proyecto unificado.
La “inexistencia”
política de la izquierda, en México y en el mundo, es una triste
realidad. La agresión del imperialismo ha sido muy fuerte. En varias
partes del mundo, pueblos enteros han renunciado a su propia historia.
También ha habido errores de importancia. Asumir estos hechos implica una
buena dosis de crítica y autocrítica porque, las actuales
generaciones en el mundo, no hemos sido capaces de articular una alternativa
coherente.
En México, la imagen deplorable que tiene el
sindicalismo mexicano, y la poca influencia en el movimiento social, se debe en
otras muchas razones a esa “inexistencia” organizada de la
izquierda.
Trágico error histórico
Fue a iniciativa del propio V.I. Lenin que, en
1919, se constituyó al Partido Comunista Mexicano (PCM) a partir de
experiencias socialistas previas en México y en el mundo. La
Revolución de Octubre estaba reciente si bien, la Revolución
Mexicana se había interrumpido violentamente ese mismo año con el
asesinato de Emiliano Zapata.
Cuando se fundó al PCM la clase
obrera mexicana era socialmente muy débil con presencia en la
minería y la manufactura dominada por talleres artesanales. Pero desde
principios del siglo XX se inició la lucha obrera teniendo como casos
destacados las huelgas de Cananea (1906) y Río Blanco (1907). Ricardo
Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano habían proclamado un
programa algunos de cuyos aspectos centrales fueron enarbolados por el
Ejército Liberador del Sur encabezado por Zapata.
La
acción obrera en la gran industria se inició con la
fundación, en 1914, del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). En
1916, el SME realizó una huelga que, a pesar de la violencia del
régimen de Carranza, salió airosa en medio de una huelga general
de la Federación Obrera del Distrito Federal.
No obstante tan
importantes antecedentes obreros, desde el principio, el PCM estuvo muy
atrás de los acontecimientos. El primer “programa” fue
ilustrativo: se proponía la lucha por algunas reivindicaciones laborales
y salariales, “la supresión del alcohol y de las corridas de
toros”. Fue un programa de una extrema pobreza política NUNCA
comparable con las propuestas de Flores Magón ni de Zapata.
No
obstante, el PCM logró una importante presencia en el acontecer nacional,
principalmente obrero, hasta los años 30s. Algunos artistas y escritores,
como Diego Rivera, David Alfaro Siqueros, José Revueltas, Juan de la
Cabada y otros, le dieron prestigio, lo mismo que ferrocarrileros,
electricistas, maestros y mineros participantes de la irrupción de masas
en esa época.
Después de haber participado en la
fundación de la Confederación de Trabajadores de México (la
segunda CTM), en el primer Congreso de ésta se realizó un impropio
manejo “maniobrero” por parte de Valentín Campa y Miguel
Angel Velasco, ambos dirigentes del PCM, que permitió el arribo de Fidel
Velásquez, el jefe del charrismo sindical durante más de 50
años.
Lo primero que hizo Velásquez fue atacar a todos
los comunistas y éstos se “AUTOEXPULSARON” saliéndose
de los sindicatos en uno de los errores históricos más
trágicos pues NUNCA volvieron.
El PCM continuo luchando, a veces
decididamente pero, con poca presencia en el movimiento obrero. Luego, se fue
alejando cada vez más de la lucha revolucionaria hasta terminar siendo
liquidado en plena degeneración “eurocomunista”. En los 80s,
el PCM desapareció para transformarse junto con otros partidos
políticos en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), uno
de los antecesores del actual Partido de la Revolución Democrática
(PRD).
No obstante haber participado en importantes luchas obreras, el
PCM y sus sucesores (PSUM y PRD) siguieron un camino erróneo,
completamente desvinculados del movimiento social. Se dieron casos, incluso, de
alta irresponsabilidad. En el medio obrero se constató, una y otra vez,
que sindicato que caía “en sus manos” era
“reventado”. Hoy, el PRD no tiene influencia en ningún
sindicato, ni quiere ni puede. Hay trabajadores que son militantes del PRD pero
no siguen, al interior del movimiento, la política (inexistente) del
partido ocupado en los asuntos parlamentarios y
burocráticos.
Tradicional pulverización
En los 80s, con base en experiencias
universitarias previas, algunas agrupaciones troskistas se constituyeron
en el Partid Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El troskismo ha tenido
una cierta tradición en el país a partir de que el mismo
León Trotsky vivió en México y, aquí, cobardemente
fue asesinado. Sin embargo, las ideas de Trotsky no siempre han sido bien
entendidas y, durante años, han existido diversas agrupaciones que se
reclaman troskistas. Estas agrupaciones se caracterizan por la existencia
dividida y, de hecho, hay diversas corrientes del trotskismo.
En
algún tiempo los troskistas organizados participaron electoralmente pero
no pudieron sostenerse y el PRT terminó desapareciendo. La presencia del
trotskismo en el movimiento obrero ha sido muy desigual y limitada. Al interior
del movimiento obrero ha sido tradicional la total y absoluta
incomprensión de la dinámica obrera. En varios casos ha existido
una inconsecuencia manifiesta.
Hoy el trotskismo está dividido y
desorganizado. Algunos compañeros participan al interior del movimiento,
otros están muy cerca de la lucha contra la privatización
eléctrica, unos más participan muy cerca de Marcos, otros
se han pasado a las filas del mismo PAN (sic), el partido de
Fox.
Además del trotskismo, ha habido y hay otras organizaciones
en lucha, algunas recientes otras no tanto; algunas se consideran comunistas y/o
marxistas-leninistas. En varios casos, ha habido una tradición de
entrega, dedicación y lucha. Pero, la característica más
lamentable es que, salvo excepciones, todos estos esfuerzos están fuera
del movimiento obrero y su influencia en el movimiento social es muy
limitada.
En 2005 parecía haberse llegado a una conclusión
necesaria y correcta: unificar los esfuerzos en uno solo. Se llegó,
incluso, a constituir el Frente Socialista. Para vergüenza con el mundo
entero, el mismo día que el Frente se formó ese mismo día
se dividió. Ese fue el resultado de la tradicional inconsistencia
política de la izquierda mexicana.
La “mera” izquierda
En las actuales circunstancias, entonces, el PRD se
considera de izquierda y su candidato presidencial es, para algunos, la
“alternativa” de izquierda, socialdemócrata, por supuesto.
Alrededor de Andrés Manuel López Obrador se han unido algunos
intelectuales y universitarios que se reclaman de izquierda. La
“alternativa” es cuestionable pero, electoralmente, no hay
otra.
Poco antes de la última división de la izquierda
socialista, Marcos había anunciado que haría Otra Campaña
en la presente coyuntura electoral. Atendiendo solamente los objetivos
inmediatos, una parte de la izquierda optó por apoyar la candidatura de
López y, otra, por sumarse a la campaña de Marcos. Este
había definido sus objetivos como excluyentes al decir que quienes
estaban por el proceso electoral no podían estar en su campaña.
Esa falsa dicotomía fue motivo suficiente para la división. No es
que Marcos haya dividido a la izquierda pero ayudó apoyándose en
la inconsistencia política de ésta.
Marcos, que durante 10
años antes había sacralizado a una llamada “sociedad
civil” repentinamente la abandonó y, en 2005, al anunciar La Otra
Campaña convocó a lo que llamó la “mera
izquierda”. Varias de estas agrupaciones habían sido rechazadas
explícitamente por Marcos, específicamente en 1994 con motivo de
la Convención realizada en Aguascalientes, Chiapas.
“Me
cago en todas las vanguardias”, escribió después en un largo
comunicado publicado por La Jornada en 2000. Ahora, de acuerdo a su
costumbre de dar (y quitar) certificados de buena conducta y títulos
políticos, a varias agrupaciones de la izquierda socialista les
encargó la organización de su campaña.
El
inició fue impactante. Marcos declaró que “haría
pedacitos” al PRD y a su candidato anunciando un cierto ajuste de cuentas.
Públicamente, AMLO se convirtió en el “enemigo
principal” de Marcos quien produjo una sucesión de insultos sin
distinguir a las bases perredistas de su burocracia.
Ahora, Marcos se
definió como “anticapitalista” y “de izquierda”
lo cual está bien pero es algo “muy general”. En varios
medios políticos se ha comentado este viraje (sin ninguna
autocrítica) saludando la intervención de Marcos (a nombre del
EZLN) en política.
¿Propuestas, programa, organización?
Decirse de izquierda y abrogarse el
derecho de ser “únicos” es fácil, difícil es
construir una política de izquierda. El “Delegado Zero” como
ahora se hace llamar Marcos, esbozó en la Sexta Declaración de la
Selva Lacandona un cierto “programa nacional de lucha” sin precisar
absolutamente nada. Durante los preparativos había dicho que La Otra
Campaña era “solo para escuchar”, sin proponer nada y
pidió “desconfiar” de os oradores.
Durante el
recorrido de La Otra Campaña, algunos mexicanos han estado presentes en
diversos actos. Entre otros destacan los realizados en las Universidades de
Guadalajara, Michoacán y Nayarit. En todos los actos, Marcos ha sido el
orador principal pero, en ninguno, ha propuesto nada. Su discurso ante
auditorios estudiantiles está bien pero ante los sectores sociales es muy
limitado.
Varios intelectuales han escrito que el discurso de Marcos es
“barroco”, que La Otra es “inédita” y “otra
manera de hacer política”. Nos parece que hay un
“poquito” de exageración porque, el formato, se ha repetido
con anterioridad muchas veces. Peor aún, no proponer nada NO es
inédito. Cada quien escoge sus propias contradicciones, ha dicho con
justeza el maestro González Casanova. Sin embargo, creemos que es muy
limitada una política SIN propuestas si bien está claro que no
tener política es una política. Otros intelectuales han dicho que
Marcos promueve el abstencionismo. Algo hay de cierto aunque no totalmente
porque, el abstencionismo en México, supera a todos incluyendo a
Marcos.
Lo que Marcos ha escuchado ya lo hemos oído varias veces
durante décadas; el panorama es aterrador. El Zero se ha conmovido por
los agravios contra muchos mexicanos pero la situación es peor. Marcos
sabe acomodarse al momento y ha emitido expresiones insuficientemente pensadas.
“Vamos por los de arriba”, “son chingaderas”, “le
vamos a partir la madre al gobierno”, “el pueblo ya decidió
levantarse” (sic), “hay que derrocar al gobierno” (sic),
“no soy pendejo”, etc. ha dicho. Todo está muy bien, aunque
el discurso no es barroco sino prosaico, pero, ¿con qué vamos a
luchar? ¿Dónde está el programa, la organización, la
política?
Por supuesto, no es ni puede ser tarea solo de Marcos
definir estas cuestiones. Pero hay responsabilidad (política) de Marcos
al rechazar explícitamente este tipo de planteamientos. Marcos se basa en
un discurso débil, se declara anticapitalista pero promueve el
movimiento en la ausencia de lucha de clases, la propiedad privada ni la
menciona, las transnacionales no existen, la privatización
eléctrica es un proyecto a futuro (sic), sigue negando la lucha por el
poder político. En breve descripción, existe una seria
contradicción entre el discurso de Marcos, su práctica
política, su carencia de análisis y su ausencia de
propuestas.
El camino trazado por Marcos tiene mucho de CULTO al
ESPONTANEISMO, una práctica basada en el empirismo y los métodos
artesanales de trabajo político, así como la persistencia de la
debilidad basada en la marginalidad, siempre ausentes del movimiento obrero. En
los hechos, se sigue algo parecido a la AUTOEXPULSION de los sindicatos, como en
los 40s.
Ausencia política de la izquierda
El escritor José Revueltas, quien conoció
la situación desde el interior del PCM antes de ser expulsado, hizo una
seria crítica al partido en su conocido “Ensayo para un
proletariado sin cabeza”. En el propio título de su libro
resumió Revueltas la tragedia que todavía
continúa.
En México, no hay NINGUN movimiento que pueda
triunfar sin siquiera saber ¿Porqué Luchamos? Ese
¿Porqué Luchamos? debe expresarse, necesariamente, en un programa.
Allí han de estar nuestras banderas de lucha para el momento actual,
ningún programa es de una vez y para siempre. Pero hace falta,
también, la organización que haga posible concretar cualquier
propuesta. Desde luego, lo más importante, hace falta ante todo tener
POLÍTICA con visión de totalidad concreta. Esta política ni
se puede improvisar ni menos inventar, está basada en la experiencia
previa, el conocimiento teórico y político acumulado, los
principios de clase y la conciencia necesaria para asumir los grandes
retos.
El movimiento a veces triunfa pero lo importante es la
extensión y consolidación del movimiento. La Otra Campaña
ha aprovechado la coyuntura electoral para moverse por el interior del
país pero ha desaprovechado la oportunidad para CONSTRUIR,
colectivamente, en todos los sentidos y lugares, manteniendo un estado de
debilidad política.
En la medida en que la izquierda mexicana
está débil, desorganizada y sin política, es que otras
organizaciones mal ocupan su lugar. Peor aún, en esa misma medida, se
impone el contrario. En el presente proceso electoral presidencial, la ausencia
política organizada de la izquierda le permite al PRI y al PAN llevar a
cabo una política sucia y claramente fascistoide para cerrarle el paso no
solo a la socialdemocracia sino a cualquier opción democrática,
sea o no de izquierda, sea o no socialista.
La izquierda obrera levanta la bandera
En un contexto totalmente desfavorable, y en
minoría, también existe una izquierda obrera activa en el
interior del propio movimiento. Se trata de una existencia histórica
conciente pero muy difícil. En los momentos culminantes de la lucha de
clases en México siempre ha habido militantes obreros de izquierda y,
algunas veces, han sido dirigentes, otras veces han sido víctimas y han
caído luchando. Actualmente, hay presencia obrera de izquierda en la
lucha contra la privatización energética, contra el neoliberalismo
y contra el charrismo sindical. El FTE de México es un encomiable
ejemplo.
La izquierda obrera, sin embargo, no le interesa a nadie
porque, siguiendo el falso discurso débil del posmodernismo, muchos
proclaman que ya no hay lucha de clases y que el proletariado solamente debe
trabajar, sin protestar, jamás participar en la política.
Además, como en México (casi) todos los sindicatos están
dominados por el charrismo los trabajadores no tienen ninguna
importancia.
A los partidos políticos tradicionales (PRI, PAN,
PRD) los trabajadores les interesan en su calidad de votantes pero no como
clase. En el caso del PRI y el PAN, los sindicatos les interesan en tanto
están controlados por el charrismo. El PRD, por su parte, nunca ha
tenido política obrera.
Hay, también, quienes consideran a
los trabajadores como sus sirvientes, les gusta que se les conecte la luz, se
electrifiquen comunidades, se echen a andar plantas regaladas por extranjeros
solidarios y se les pongan los reflectores para las fotos. Pero, cuando esos
mismos trabajadores quieren intervenir en política se les excluye, en
ocasiones ni se les deja hablar, se les compara con caballos o se les somete a
la “condición de incondicionalidad” consistente en estar de
acuerdo, al menos, en 100% o no hay certificado.
No obstante, la
izquierda obrera vive, estamos presentes en la movilización, la batalla
de ideas, la elaboración de la política, y la construcción
de la organización, enarbolando las banderas expresadas en nuestro propio
programa obrero.
¡Venceremos!
Electricistas
mexicanos, luchadores sociales en combate proletario FOTO:
fte