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Organización obrera afiliada a la FEDERACIÓN SINDICAL MUNDIAL

Volumen 6, Número 74, abril 20 de 2006

Debilidad política que aprovecha el imperialismo

El espacio de la izquierda

En los años 40s la izquierda se auto expulsó del movimiento obrero al salirse de los sindicatos.
Hoy la izquierda revolucionaria está poco organizada y políticamente casi ausente.
Ante la debilidad política y orgánica, la socialdemocracia mal ocupa el lugar de la izquierda.
Los partidos de derecha se aprovechan para imponer la guerra sucia y fascistoide.
Una “izquierda”, sin programa ni propuestas, podrá existir por decreto pero hace falta más.
El mexicano sigue siendo un proletariado sin cabeza, la izquierda obrera está en minoría.

Inexistencia política organizada

¿Cuál es su espacio, dónde está la izquierda? Esta pregunta podría tener varias respuestas porque, ¿de qué izquierda hablamos? Hace un tiempo, hablar de la izquierda era hablar de una referencia política, de un conjunto de ideas, programas y propuestas basadas en un pensamiento desarrollado por pensadores clásicos y de una experiencia de lucha a veces triunfante otras veces no. Con la caída del socialismo en Europa oriental, muchos se creyeron el “cuento” de los filósofos del posmodernismo que decretaron el fin de la historia y, actualmente, han abdicado del pasado y niegan la historia previa e, incluso, la actual.

Hoy no se puede hablar de una sola izquierda sino de muchas, hasta la socialdemocracia (derrotada políticamente desde 1902) se reclama de izquierda. Esta sería la izquierda socialdemócrata, electorera e integrada a la dinámica establecida por el Estado. Algunos partidos que se llaman socialistas son, en realidad, socialdemócratas pues asumen explícitamente esta política orientada a una supuesta “buena administración” sin tocar el fondo de los problemas sociales, ni mucho menos, la propiedad privada de los medios de producción.

La izquierda identificada con los partidos comunistas es prácticamente inexistente. Salvo excepciones, en Cuba o Vietnam, pocos se identifican con esa importante tradición histórica. Incluso, China y Corea del Norte, serían casos cuestionables en varios aspectos. Los Partidos comunistas que sobreviven se han vuelto marginales. En México la situación es peor porque no existe ningún partido comunista. Existen, sin embargo, algunas propuestas identificadas con el socialismo que no terminan de cristalizar en un proyecto unificado.

La “inexistencia” política de la izquierda, en México y en el mundo, es una triste realidad. La agresión del imperialismo ha sido muy fuerte. En varias partes del mundo, pueblos enteros han renunciado a su propia historia. También ha habido errores de importancia. Asumir estos hechos implica una buena dosis de crítica y autocrítica porque, las actuales generaciones en el mundo, no hemos sido capaces de articular una alternativa coherente.

En México, la imagen deplorable que tiene el sindicalismo mexicano, y la poca influencia en el movimiento social, se debe en otras muchas razones a esa “inexistencia” organizada de la izquierda.

Trágico error histórico

Fue a iniciativa del propio V.I. Lenin que, en 1919, se constituyó al Partido Comunista Mexicano (PCM) a partir de experiencias socialistas previas en México y en el mundo. La Revolución de Octubre estaba reciente si bien, la Revolución Mexicana se había interrumpido violentamente ese mismo año con el asesinato de Emiliano Zapata.

Cuando se fundó al PCM la clase obrera mexicana era socialmente muy débil con presencia en la minería y la manufactura dominada por talleres artesanales. Pero desde principios del siglo XX se inició la lucha obrera teniendo como casos destacados las huelgas de Cananea (1906) y Río Blanco (1907). Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano habían proclamado un programa algunos de cuyos aspectos centrales fueron enarbolados por el Ejército Liberador del Sur encabezado por Zapata.

La acción obrera en la gran industria se inició con la fundación, en 1914, del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). En 1916, el SME realizó una huelga que, a pesar de la violencia del régimen de Carranza, salió airosa en medio de una huelga general de la Federación Obrera del Distrito Federal.

No obstante tan importantes antecedentes obreros, desde el principio, el PCM estuvo muy atrás de los acontecimientos. El primer “programa” fue ilustrativo: se proponía la lucha por algunas reivindicaciones laborales y salariales, “la supresión del alcohol y de las corridas de toros”. Fue un programa de una extrema pobreza política NUNCA comparable con las propuestas de Flores Magón ni de Zapata.

No obstante, el PCM logró una importante presencia en el acontecer nacional, principalmente obrero, hasta los años 30s. Algunos artistas y escritores, como Diego Rivera, David Alfaro Siqueros, José Revueltas, Juan de la Cabada y otros, le dieron prestigio, lo mismo que ferrocarrileros, electricistas, maestros y mineros participantes de la irrupción de masas en esa época.

Después de haber participado en la fundación de la Confederación de Trabajadores de México (la segunda CTM), en el primer Congreso de ésta se realizó un impropio manejo “maniobrero” por parte de Valentín Campa y Miguel Angel Velasco, ambos dirigentes del PCM, que permitió el arribo de Fidel Velásquez, el jefe del charrismo sindical durante más de 50 años.

Lo primero que hizo Velásquez fue atacar a todos los comunistas y éstos se “AUTOEXPULSARON” saliéndose de los sindicatos en uno de los errores históricos más trágicos pues NUNCA volvieron.

El PCM continuo luchando, a veces decididamente pero, con poca presencia en el movimiento obrero. Luego, se fue alejando cada vez más de la lucha revolucionaria hasta terminar siendo liquidado en plena degeneración “eurocomunista”. En los 80s, el PCM desapareció para transformarse junto con otros partidos políticos en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), uno de los antecesores del actual Partido de la Revolución Democrática (PRD).

No obstante haber participado en importantes luchas obreras, el PCM y sus sucesores (PSUM y PRD) siguieron un camino erróneo, completamente desvinculados del movimiento social. Se dieron casos, incluso, de alta irresponsabilidad. En el medio obrero se constató, una y otra vez, que sindicato que caía “en sus manos” era “reventado”. Hoy, el PRD no tiene influencia en ningún sindicato, ni quiere ni puede. Hay trabajadores que son militantes del PRD pero no siguen, al interior del movimiento, la política (inexistente) del partido ocupado en los asuntos parlamentarios y burocráticos.

Tradicional pulverización

En los 80s, con base en experiencias universitarias previas, algunas agrupaciones troskistas se constituyeron en el Partid Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El troskismo ha tenido una cierta tradición en el país a partir de que el mismo León Trotsky vivió en México y, aquí, cobardemente fue asesinado. Sin embargo, las ideas de Trotsky no siempre han sido bien entendidas y, durante años, han existido diversas agrupaciones que se reclaman troskistas. Estas agrupaciones se caracterizan por la existencia dividida y, de hecho, hay diversas corrientes del trotskismo.

En algún tiempo los troskistas organizados participaron electoralmente pero no pudieron sostenerse y el PRT terminó desapareciendo. La presencia del trotskismo en el movimiento obrero ha sido muy desigual y limitada. Al interior del movimiento obrero ha sido tradicional la total y absoluta incomprensión de la dinámica obrera. En varios casos ha existido una inconsecuencia manifiesta.

Hoy el trotskismo está dividido y desorganizado. Algunos compañeros participan al interior del movimiento, otros están muy cerca de la lucha contra la privatización eléctrica, unos más participan muy cerca de Marcos, otros se han pasado a las filas del mismo PAN (sic), el partido de Fox.

Además del trotskismo, ha habido y hay otras organizaciones en lucha, algunas recientes otras no tanto; algunas se consideran comunistas y/o marxistas-leninistas. En varios casos, ha habido una tradición de entrega, dedicación y lucha. Pero, la característica más lamentable es que, salvo excepciones, todos estos esfuerzos están fuera del movimiento obrero y su influencia en el movimiento social es muy limitada.

En 2005 parecía haberse llegado a una conclusión necesaria y correcta: unificar los esfuerzos en uno solo. Se llegó, incluso, a constituir el Frente Socialista. Para vergüenza con el mundo entero, el mismo día que el Frente se formó ese mismo día se dividió. Ese fue el resultado de la tradicional inconsistencia política de la izquierda mexicana.

La “mera” izquierda

En las actuales circunstancias, entonces, el PRD se considera de izquierda y su candidato presidencial es, para algunos, la “alternativa” de izquierda, socialdemócrata, por supuesto. Alrededor de Andrés Manuel López Obrador se han unido algunos intelectuales y universitarios que se reclaman de izquierda. La “alternativa” es cuestionable pero, electoralmente, no hay otra.

Poco antes de la última división de la izquierda socialista, Marcos había anunciado que haría Otra Campaña en la presente coyuntura electoral. Atendiendo solamente los objetivos inmediatos, una parte de la izquierda optó por apoyar la candidatura de López y, otra, por sumarse a la campaña de Marcos. Este había definido sus objetivos como excluyentes al decir que quienes estaban por el proceso electoral no podían estar en su campaña. Esa falsa dicotomía fue motivo suficiente para la división. No es que Marcos haya dividido a la izquierda pero ayudó apoyándose en la inconsistencia política de ésta.

Marcos, que durante 10 años antes había sacralizado a una llamada “sociedad civil” repentinamente la abandonó y, en 2005, al anunciar La Otra Campaña convocó a lo que llamó la “mera izquierda”. Varias de estas agrupaciones habían sido rechazadas explícitamente por Marcos, específicamente en 1994 con motivo de la Convención realizada en Aguascalientes, Chiapas.

“Me cago en todas las vanguardias”, escribió después en un largo comunicado publicado por La Jornada en 2000. Ahora, de acuerdo a su costumbre de dar (y quitar) certificados de buena conducta y títulos políticos, a varias agrupaciones de la izquierda socialista les encargó la organización de su campaña.

El inició fue impactante. Marcos declaró que “haría pedacitos” al PRD y a su candidato anunciando un cierto ajuste de cuentas. Públicamente, AMLO se convirtió en el “enemigo principal” de Marcos quien produjo una sucesión de insultos sin distinguir a las bases perredistas de su burocracia.

Ahora, Marcos se definió como “anticapitalista” y “de izquierda” lo cual está bien pero es algo “muy general”. En varios medios políticos se ha comentado este viraje (sin ninguna autocrítica) saludando la intervención de Marcos (a nombre del EZLN) en política.

¿Propuestas, programa, organización?

Decirse de izquierda y abrogarse el derecho de ser “únicos” es fácil, difícil es construir una política de izquierda. El “Delegado Zero” como ahora se hace llamar Marcos, esbozó en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona un cierto “programa nacional de lucha” sin precisar absolutamente nada. Durante los preparativos había dicho que La Otra Campaña era “solo para escuchar”, sin proponer nada y pidió “desconfiar” de os oradores.

Durante el recorrido de La Otra Campaña, algunos mexicanos han estado presentes en diversos actos. Entre otros destacan los realizados en las Universidades de Guadalajara, Michoacán y Nayarit. En todos los actos, Marcos ha sido el orador principal pero, en ninguno, ha propuesto nada. Su discurso ante auditorios estudiantiles está bien pero ante los sectores sociales es muy limitado.

Varios intelectuales han escrito que el discurso de Marcos es “barroco”, que La Otra es “inédita” y “otra manera de hacer política”. Nos parece que hay un “poquito” de exageración porque, el formato, se ha repetido con anterioridad muchas veces. Peor aún, no proponer nada NO es inédito. Cada quien escoge sus propias contradicciones, ha dicho con justeza el maestro González Casanova. Sin embargo, creemos que es muy limitada una política SIN propuestas si bien está claro que no tener política es una política. Otros intelectuales han dicho que Marcos promueve el abstencionismo. Algo hay de cierto aunque no totalmente porque, el abstencionismo en México, supera a todos incluyendo a Marcos.

Lo que Marcos ha escuchado ya lo hemos oído varias veces durante décadas; el panorama es aterrador. El Zero se ha conmovido por los agravios contra muchos mexicanos pero la situación es peor. Marcos sabe acomodarse al momento y ha emitido expresiones insuficientemente pensadas. “Vamos por los de arriba”, “son chingaderas”, “le vamos a partir la madre al gobierno”, “el pueblo ya decidió levantarse” (sic), “hay que derrocar al gobierno” (sic), “no soy pendejo”, etc. ha dicho. Todo está muy bien, aunque el discurso no es barroco sino prosaico, pero, ¿con qué vamos a luchar? ¿Dónde está el programa, la organización, la política?

Por supuesto, no es ni puede ser tarea solo de Marcos definir estas cuestiones. Pero hay responsabilidad (política) de Marcos al rechazar explícitamente este tipo de planteamientos. Marcos se basa en un discurso débil, se declara anticapitalista pero promueve el movimiento en la ausencia de lucha de clases, la propiedad privada ni la menciona, las transnacionales no existen, la privatización eléctrica es un proyecto a futuro (sic), sigue negando la lucha por el poder político. En breve descripción, existe una seria contradicción entre el discurso de Marcos, su práctica política, su carencia de análisis y su ausencia de propuestas.

El camino trazado por Marcos tiene mucho de CULTO al ESPONTANEISMO, una práctica basada en el empirismo y los métodos artesanales de trabajo político, así como la persistencia de la debilidad basada en la marginalidad, siempre ausentes del movimiento obrero. En los hechos, se sigue algo parecido a la AUTOEXPULSION de los sindicatos, como en los 40s.

Ausencia política de la izquierda

El escritor José Revueltas, quien conoció la situación desde el interior del PCM antes de ser expulsado, hizo una seria crítica al partido en su conocido “Ensayo para un proletariado sin cabeza”. En el propio título de su libro resumió Revueltas la tragedia que todavía continúa.

En México, no hay NINGUN movimiento que pueda triunfar sin siquiera saber ¿Porqué Luchamos? Ese ¿Porqué Luchamos? debe expresarse, necesariamente, en un programa. Allí han de estar nuestras banderas de lucha para el momento actual, ningún programa es de una vez y para siempre. Pero hace falta, también, la organización que haga posible concretar cualquier propuesta. Desde luego, lo más importante, hace falta ante todo tener POLÍTICA con visión de totalidad concreta. Esta política ni se puede improvisar ni menos inventar, está basada en la experiencia previa, el conocimiento teórico y político acumulado, los principios de clase y la conciencia necesaria para asumir los grandes retos.

El movimiento a veces triunfa pero lo importante es la extensión y consolidación del movimiento. La Otra Campaña ha aprovechado la coyuntura electoral para moverse por el interior del país pero ha desaprovechado la oportunidad para CONSTRUIR, colectivamente, en todos los sentidos y lugares, manteniendo un estado de debilidad política.

En la medida en que la izquierda mexicana está débil, desorganizada y sin política, es que otras organizaciones mal ocupan su lugar. Peor aún, en esa misma medida, se impone el contrario. En el presente proceso electoral presidencial, la ausencia política organizada de la izquierda le permite al PRI y al PAN llevar a cabo una política sucia y claramente fascistoide para cerrarle el paso no solo a la socialdemocracia sino a cualquier opción democrática, sea o no de izquierda, sea o no socialista.

La izquierda obrera levanta la bandera

En un contexto totalmente desfavorable, y en minoría, también existe una izquierda obrera activa en el interior del propio movimiento. Se trata de una existencia histórica conciente pero muy difícil. En los momentos culminantes de la lucha de clases en México siempre ha habido militantes obreros de izquierda y, algunas veces, han sido dirigentes, otras veces han sido víctimas y han caído luchando. Actualmente, hay presencia obrera de izquierda en la lucha contra la privatización energética, contra el neoliberalismo y contra el charrismo sindical. El FTE de México es un encomiable ejemplo.

La izquierda obrera, sin embargo, no le interesa a nadie porque, siguiendo el falso discurso débil del posmodernismo, muchos proclaman que ya no hay lucha de clases y que el proletariado solamente debe trabajar, sin protestar, jamás participar en la política. Además, como en México (casi) todos los sindicatos están dominados por el charrismo los trabajadores no tienen ninguna importancia.

A los partidos políticos tradicionales (PRI, PAN, PRD) los trabajadores les interesan en su calidad de votantes pero no como clase. En el caso del PRI y el PAN, los sindicatos les interesan en tanto están controlados por el charrismo. El PRD, por su parte, nunca ha tenido política obrera.

Hay, también, quienes consideran a los trabajadores como sus sirvientes, les gusta que se les conecte la luz, se electrifiquen comunidades, se echen a andar plantas regaladas por extranjeros solidarios y se les pongan los reflectores para las fotos. Pero, cuando esos mismos trabajadores quieren intervenir en política se les excluye, en ocasiones ni se les deja hablar, se les compara con caballos o se les somete a la “condición de incondicionalidad” consistente en estar de acuerdo, al menos, en 100% o no hay certificado.

No obstante, la izquierda obrera vive, estamos presentes en la movilización, la batalla de ideas, la elaboración de la política, y la construcción de la organización, enarbolando las banderas expresadas en nuestro propio programa obrero.

¡Venceremos!

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Electricistas mexicanos, luchadores sociales en combate proletario FOTO: fte
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