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Volumen 6, Número 72, febrero 28 de 2006

“La moda de la privatización, como tal, ya pasa. ¡Créanmelo!”(sic)

“Retos neoliberales”

Econometristas neoliberales juegan al mercadito y se acomodan.
Desconocen el proceso de trabajo energético y manipulan el discurso.
La privatización NO es ninguna MODA es una estrategia imperialista.
En México más de un tercio de la infraestructura eléctrica ya es PRIVADA.
La “MODA” aumenta CADA DIA mediante permisos privados inconstitucionales.

Visión econometrista torcida y falsa

José Antonio Rojas Nieto publicó recientemente (La Jornada, 19.2.2006) un artículo con el título “Retos de las empresas públicas de electricidad, en el que señala que recientes “aportes” británicos y estadounidenses perfilan el diseño de normas alternativas de organización de la industria, para nuestras empresa de electricidad “con o sin privatización”.

De entrada escribió “La moda de la privatización, como tal, ya pasa. ¡Créanmelo!” (sic). “Y no sólo en México, en el mundo entero” (sic) ¿De qué “moda” habla? ¿En qué, o quien, se basa? Nada menos que en los “teóricos” norteamericanos e ingleses de la privatización. ¡Vaya! ¿Qué se podría esperar de esos “teóricos” sino una visión neoliberal y privatizadora?

En particular, Rojas se refiere al artículo Beyond regulation de Stephen Littlechild, “profesor” emérito de la Universidad de Birmingham, Inglaterra, de fecha febrero de 2006. En ese artículo, Littlechild indica de entrada que se trata de resultados preliminares pero concluye, en la página 23, que:

• “la competencia se ha desarrollado tanto en Generación como en la venta al menudeo (¿Distribución?), y lo ha hecho de forma más eficaz de lo que muchos temían;

• “más medidas se podrían tomar para facilitar la competencia, no solo reduciendo algunas formas de intervención del gobierno y entidades reguladoras sobre dichos mercados;

• “hay ciertos mecanismos actualmente en uso donde los participantes mismos (del mercado) pueden determinar las ampliaciones de la red transmisión, que han probado ser más económicos que la transmisión regulada;

• “hay también mecanismos por los cuales los participantes del mercado, incluyendo representantes del consumidor, negocian en la práctica convenios con empresas sobre una amplia gama de temas del sector monopólico que convencionalmente se piensa requieren regularse;

• “que esos mecanismos resultan ser mejores para el consumidor y también algo más innovativos que la regulación convencional”.

Littlechild finaliza su “investigación” advirtiendo que todo el esto no significa que no sea necesaria una cierta forma de regulación: “La competencia y el mercado pueden desempeñar un papel cada vez mayor del que tienen actualmente”. En su contribución, Rojas no se animó a tanto y escribió: “Este y otros autores no dejan de pensar que el entorno competitivo es mejor”.

Sin embargo, Rojas asume a los neoliberales. Sus referencias lo convencen y lo “obligan a pensar bien las cosas”. Refiriéndose a los teóricos neoliberales escribió que, “... su renovada visión, más racional, cuidadosa y, sobre todo, menos autoritaria y dogmática, mucho ayuda al diseño de formas alternativas de organización de la industria, como las que buscamos en México para nuestras empresas públicas de electricidad”. (sic).

Competencia, ineficaz pero además innecesaria

Littlechild afirma que los costos de operación del Buró Central de Generación Eléctrica del Reino Unido (CEGB, por sus siglas en ingles) se redujeron unos 18 mil millones de libras, fundamentalmente porque no se tuvieron que construir nuevas plantas como se tenía previsto (más costosas, según él, de carbón y nucleoeléctricas), pero lo más importante es que se pregunta ¿a dónde fueron esos beneficios? ¿casi todo a los productores y prácticamente nada a los consumidores, como afirman otros especialistas?

No -dice Littlechild-, el beneficio fue parejo, argumentando que de todas formas las empresas públicas también hubieran tenido que aumentar las tarifas. ¡Ah! Entonces, con o sin mercado, es lo mismo. Así, ya ni caso tiene discutir si se dan más facilidades al mercado. Total, a confesión de parte, relevo de culpa. Es evidente que, en el econometrista Littlechild, hay evidente CHARLATANERÍA.

Ampliación privada de la red insegura

En su artículo, Littlechild afirma que la Transmisión “para el mercado”, es decir no regulada, puede desarrollarse sin necesidad de la regulación tradicional, sin dar un solo ejemplo donde haya funcionado así. El economista cita el caso Australiano, dónde hasta la Suprema Corte de Justicia de aquel país intervino para emitir una sentencia sobre un tópico técnico como es la capacidad de transmisión de un sistema eléctrico de potencia, que tiene que ver con la confiabilidad total del mismo, y no solo para la región donde el mercado privado tiene sus intereses.

Argentina, continúa Littlechild, ofrece otra clase de enfoque, “mixto” según él, en donde los usuarios de una cierta región pagan el costo de la expansión pero, peor aún, ésta se decide por voto público. El “profesor” critica a los críticos del método demostrando que un cierto proyecto rechazado a mediados de los 90, que reforzaría el suministro a la ciudad de Buenos Aires, tal y como proponía el órgano regulador era demasiado costoso. Lo que Littlechild omite mencionar es que, a principios de 1999, un apagón dejó diez barrios de Buenos Aires sin electricidad, por un lapso de dos semanas.

Aplicando su tendenciosa econometría, preguntamos al “profesor” Littlechild, ¿Cuál fue el costo de la electricidad no suministrada y porqué la transnacional Endesa no indemnizó a los usuarios?

El caso no fue único. Ese mismo año hubo racionamiento en Chile y en España, así como un apagón de un mes en Nueva Zelanda, hechos que demuestran que el asunto no es cosa de econometristas, sino de economía política.

Innovación vs. democratización

En cuanto a la necesidad de desarrollar mecanismos para mejora del servicio no hace falta convertir la industria eléctrica en un mercado. Si algo ha demostrado la iniciativa privada es demasiada capacidad “innovativa” para vender cuentos. Lo que debe hacerse es abrir a la participación social y de los trabajadores el control de la industria eléctrica.

Planear el desarrollo de la industria, mejorar el uso racional de los recursos energéticos, optimizar el servicio y la atención y, sobre todo, establecer tarifas equitativas, que sirvan para sustentar el desarrollo de la propia industria para que esta sirva, a su vez, al desarrollo social. Eso solo puede hacerlo cada pueblo en función de su propias formas de democracia, de su capacidad de lucha organizada y propuestas alternativas propias.

Planeación “de Mercado” vs. Modelo centralizado

En México, la electricidad se planea a partir de la capacidad de energía disponible para atender la demanda, y en función del aumento de ésta, aumentar la Capacidad Instalada, que es un valor nominal máximo, para disponer siempre de la Capacidad Efectiva suficiente, que es el valor instantáneo real de la potencia entregada cuya medida en un periodo de tiempo se define como Generación, que es la medida de la energía consumida.

Las dos primeras son medidas de flujo y se especifican en watts (W, o más comúnmente en kilo watts, kW, o mega watts MW), mientras la última es un valor "estático" establecido en watts/hora, como medida de la cantidad de energía gastada, de los watts consumidos en el lapso de una hora (Wh, kWh o MWh). Esta es la energía facturable.

Por otro lado, las plantas generadoras --en función de su tecnología y el combustible que emplean-- pueden generar constantemente por ciertos periodos, digamos hasta un 80% del tiempo, mientras otras lo hacen solo un 60% (requieren mayor mantenimiento, tienen costos de operación más altos, etc.). Por esto, a cada planta se asigna un Factor de Capacidad que caracteriza su disponibilidad. Este factor es afectado también por el envejecimiento del equipo.

Cada uno de estos parámetros (Capacidad Instalada, Capacidad Efectiva y Generación) representan un precio, que generalmente se relaciona con la generación ($/MWh), de manera que sirva para determinar el costo (al usuario final). Ahora bien, el costo final tiene una parte fija y otra variable, que es con lo que juegan los economistas neoliberales al mercadito.

Alternativas de organización de la industria

La industria eléctrica tiene escenarios de planeación muy largos, comparados con otras. Una planeación eficiente requiere del conocimiento de muchos parámetros, incluso económicos, en periodos igualmente largos. Por ello en el modelo integrado se piensa en el mediano y largo plazos.

La planeación para el mercado eléctrico, en cambio, se concentra en el corto plazo, en tasas de retorno atractivas (altas, inmediatas) respecto de otras áreas de inversión.

De manera que, al final, se enfrentan dos modelos totalmente opuestos: uno, en que se gasta con visión de futuro y, otro, en el que invierte como negocio ¿a cual le apuesta Rojas Nieto? ¿Cuáles son esas “formas alternativas de organización de la industria” que el intuye en un discurso de Littlechild saturado de visión empresarial-neoliberal?


Para las transnacionales, la “moda” es apoderarse de lo ajeno. En México, TODAS las nuevas centrales generadoras de energía eléctrica son PRIVADAS. Las transnacionales operan con base en permisos inconstitucionales. CFE ya NO GENERA NADA de la nueva energía. ¡Esa es su “moda”! En todos los planes, programas y prospectivas del sector eléctrico se proyecta AUMENTAR la privatización. ¿Serán neoliberales fuera de “moda”? La Comisión Reguladora de Energía ha otorgado 400 permisos ilegales en materia eléctrica y otros tantos en materia de gas natural; y, cada día aumentando los permisos. ¿Esos burócratas, están fuera de moda? ¿Debemos creerles a los teóricos de la privatización? ¿Ya no hay que luchar contra la privatización FURTIVA, para así estar “a la moda”, la moda de la traición?
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