Los trabajadores debemos enarbolar nuestra propia Política Energética Obrera
Energía, derecho social
Los recursos energéticos solo deben ser de propiedad colectiva social.
La producción, utilización y uso de la energía es un derecho social de la humanidad.
El proceso de trabajo energético debe estar integrado y bajo control obrero.
Introducción
La energía es fundamental para el desarrollo económico y social del
mundo; también es fuente de conflictos políticos. La
posesión, dominio y uso de la energía y el agua exacerban la lucha
de clases.
Para los trabajadores, la tierra, las aguas, los bosques, los
recursos naturales de las plataformas terrestre y marina, son propiedad
colectiva social de cada pueblo y nación. Este derecho es inalienable e
imprescriptible.
En el centro del debate está el derecho de
propiedad. Es tesis histórica de los trabajadores que la industria
energética no debe ser sino de propiedad social, jamás privada.
Los procesos de trabajo se organizan para satisfacer necesidades humanas. Pero
el capitalismo promueve, por la vía de las privatizaciones, el cambio en
el régimen de propiedad y la desintegración industrial del sector
energético privilegiando solamente el proceso de valor para aumentar la
ganancia privada.
Pero los pueblos están en pie de lucha,
especialmente en América Latina, en defensa de la industria
energética, los recursos naturales y los usos de la energía para
el desarrollo. La lucha contra las privatizaciones de las industrias
eléctrica, petrolera y de gas, distinguen a la movilización obrera
y campesina en México, Bolivia, Costa Rica, Ecuador y Perú, entre
otros países. ¡Nacionalización sin indemnización! es
el reclamo en contra de las corporaciones transnacionales y sus
gobiernos.
Privatización, propuesta imperialista
La privatización de la
energía y del agua, y en general de todos los recursos naturales, es una
propuesta del imperialismo para aplicarse en todo y en todas partes. Las
privatizaciones son la fórmula del neoliberalismo para someter al mundo,
económica, política y militarmente.
En 1993, a partir de un
análisis de la situación mundial, el Banco Mundial propuso un
conjunto de recomendaciones destinadas a ser aplicadas principalmente en los
llamados países en vías de desarrollo [1]. Como resultado de
procesos sociales previos, en varios de estos países, se habían
constituido importantes empresas públicas calificadas de
“monopolios” por el imperialismo. En consecuencia, éste
recomendó las llamadas “reformas” que implican la
transferencia de la propiedad y de las funciones estratégicas, del Estado
al sector privado transnacional.
Deliberadamente, las reformas omiten el
concepto de servicio público, razón de la industria estatal. Dicho
concepto ha sido enajenado por las transnacionales eliminándolo en la
práctica.
Nefastas experiencias privatizadoras
La aplicación de las recomendaciones de los
organismos financieros internacionales ha sido altamente negativa. Aumento de
tarifas, deterioro en la calidad de los servicios, uso ineficiente de
combustibles y apagones han sido una amarga realidad en Estados Unidos,
Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Argentina y Chile, entre otros. Los objetivos de
las reformas, regulatorias y financieras, propuestas por el Banco Mundial no se
han cumplido ni podrán cumplirse.
Alta corrupción, saqueo
de los recursos energéticos (petróleo crudo, gas natural, agua,
viento, vapor terrestre), usurpación de la propiedad, expropiación
de territorio, invasión continental y marina, cuantiosos fraudes,
manipulación de la oferta y la demanda, y crisis de abastecimiento, son
algunas de las características de la privatización
energética. En ningún caso se ha favorecido el desarrollo social,
ni ha mejorado el empleo, ni mucho menos. Lo que ha habido es pérdida
creciente de soberanía nacional, explotación irracional de los
recursos naturales y enriquecimiento en gran escala de las transnacionales
eléctricas, petroleras y gaseras.
Dominio ilegítimo de las transnacionales
Para la privatización neoliberal del
sector energético, las corporaciones han creado multitud de empresas y
filiales, a veces con denominaciones legaloides y falsas, así como nuevos
grupos financieros dependientes de las matrices. En todos los casos, las
corporaciones proceden al margen de la legalidad constitucional de los
países afectados. Las privatizaciones son actos inconstitucionales e
incluso fraudulentos.
Las corporaciones imperialistas dominan el llamado
“mercado energético”. No obstante los escandalosos fraudes,
cometidos en la crisis de California, Enron mantiene su presencia en Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá,
Puerto Rico y Venezuela. No nadamás, las españolas Endesa,
Iberdrola y Unión FENOSA son partícipes de la privatización
en Argentina, Brasil, Chile, Perú, República Dominicana y
México. Incluso, grandes empresas públicas convertidas en
transnacionales usurpan el derecho de nuestros pueblos; tal es el caso de
Electricité de France, y Gaz de France, en México y otras partes
[2].
En materia de hidrocarburos, las grandes transnacionales se han
apoderado de los recursos energéticos, incluyendo la explotación,
distribución y comercialización de petróleo y de gas
natural. British Energy, Shell, Royal Deutch, Totalfina, Exxon, Chevron-Texaco,
Repsol e, incluso, Petrobras se enriquecen exorbitadamente saqueando a los
pueblos, siempre al margen de la ley. La lista incluye a Mitsubishi, Sempra
Energy, Tractebel y muchas más.
Escenario de crisis energética severa
La situación energética
mundial es de persistente crisis. La demanda energética mundial sigue al
alza y los descubrimientos de nuevas reservas disminuyen. Esto no solo motiva la
especulación y manipulación de los precios, sino la escasez y la
apropiación privada de los recursos disponibles por cualquier vía,
incluyendo la invasión de transnacionales y la ocupación militar.
Según la Agencia Internacional de la Energía [3], en 2002
la demanda mundial de petróleo era de 77 millones de barriles diarios,
cifra que casi se duplicaría en los próximos años para
llegar a 121.3 millones de barriles diarios en 2030. Más de la mitad de
la demanda corresponde a unos cuantos países desarrollados siendo el
sector transporte el de mayor dinamismo. Esto, en detrimento de la
mayoría de países no desarrollados en los cuales están las
mayores reservas de hidrocarburos. De los 10 principales países con
importantes reservas probadas de petróleo, exceptuando a Estados Unidos,
9 están en Medio Oriente, Africa y América Latina.
En
materia de gas, los pronósticos indican una duplicación en la
demanda de gas natural hacia el año 2030 [4]. Se estima que la mayor
demanda será por el sector eléctrico. Las principales reservas
están en Asia y países de la exURSS.
Son, precisamente, el
combustóleo y el gas natural, los energéticos dominantes en los
escenarios de generación eléctrica [5]. El mayor consumo
eléctrico mundial se registra en los sectores industrial y de servicios.
Los 10 altos mercados son Estados Unidos, China, Japón, Rusia,
Canadá, Alemania, India, Francia, Inglaterra y Brasil. Actualmente, la
generación eléctrica mundial es a base de carbón pero se
proyecta la sustitución acelerada por el gas natural como segundo
energético dominante. Esta política está propuesta para
aplicarse en países desarrollados y no
desarrollados.
También se proyecta incrementar el uso de otras
fuentes energéticas especialmente la hidroelectricidad, el viento y la
geotermia. La primera representa un importante recurso en ciertas partes
mientras que las otras son marginales. En cuanto a la energía nuclear,
pocos países están interesados. Tratándose de las emisiones
atmosféricas de dióxido de carbono (CO2), los
países desarrollados esperan aumentarlas considerablemente.
En el
mundo crecen las necesidades energéticas de todo tipo principalmente en
los pocos países desarrollados, y en los sectores industrial y comercial.
La dependencia de los energéticos convencionales es muy alta y es
previsible una severa crisis energética, por dificultades de
abastecimiento, en un futuro no muy lejano. La energía es la base de la
economía y el mundo no está preparado para utilizar nuevas
opciones energéticas mismas que no están aún disponibles. A
las corporaciones imperialistas les interesa, únicamente, el aumento
inmediato de la tasa de ganancia privada porque no es su objetivo resolver
ningún problema social.
Entretanto, más de mil millones de
seres humanos viven en el planeta en condiciones de extrema pobreza, sin derecho
a la energía, ni al agua y ni siquiera a la vida.
Resistencia de los trabajadores y los pueblos
La resistencia obrera y popular en defensa de los
recursos e industrias energéticas, así como de la soberanía
e independencia de los pueblos, tiene en Latinoamérica su principal
bastión. Sin escuchar a sus habitantes, sin atender razones de
ningún tipo, los gobiernos neoliberales se han dedicado únicamente
a cumplir las directrices del imperialismo instrumentando las
“reformas” en contra de la historia, el sentimiento y la
opinión de sus naciones. Esos gobiernos traicionan a sus
pueblos.
Los trabajadores, campesinos y pueblo en general rechazan las
privatizaciones de las industrias petrolera, de gas y de energía
eléctrica. En varias partes, las privatizaciones pudieron ser impuestas
por la ausencia de resistencia y lucha organizada. Pero, en otros casos, la
movilización ha detenido esos procesos privatizadores. Sin embargo,
mientras la resistencia se mantiene en el nivel de la oposición formal,
los gobiernos siguen adelante con procesos de privatización
simulada o furtiva entregando la propiedad, el territorio y las
funciones estratégicas a las transnacionales. Miles de nuevas empresas
privadas se apoderan día a día de la generación
eléctrica, el transporte, la distribución y el almacenamiento del
gas natural, la exploración de reservas energéticas, la
perforación de pozos petroleros, la ingeniería y el desarrollo de
proyectos.
Al mismo tiempo, los gobiernos neoliberales entregan
deliberadamente los recursos naturales energéticos por la vía de
las cuantiosas y crecientes exportaciones de petróleo crudo. Esa
política es desfavorable porque las naciones productoras se deshacen de
la materia prima básica, generalmente a precios bajos, para que el
imperialismo las recicle vendiendo excesivamente caros los múltiples
productos derivados del procesamiento del petróleo. En varias partes,
además, los recursos excedentes obtenidos por las exportaciones
petroleras nunca se destinan al desarrollo social sino íntegramente al
pago de los intereses de la deuda externa y, en varios casos, a la
corrupción administrativa y sindical.
Los pueblos en lucha como
México, Bolivia, Perú, Venezuela, Costa Rica, Puerto Rico y otros,
están dando una lección al mundo que amerita la solidaridad de
todos los países, para profundizar esa lucha. Oponerse a la
privatización energética es el punto inicial. Pero es preciso ir
más allá, hacia el rescate de la industria energética de
cada nación para que dejen de ser fuentes de ganancia privada
ilícita y se conviertan en fuentes para el desarrollo social. Las
transnacionales deben ser expropiadas, el derecho y soberanía de cada
nación sobre sus recursos naturales y patrimonio social colectivo deben
ser restablecidos.
Derecho a la energía
El Frente de Trabajadores de la Energía
(FTE) de México considera que la energía
(generación, aplicación y uso) es un derecho social de la
humanidad. Hacer realidad este derecho supone el rescate de la industria y
recursos energéticos en cada nación, y una orientación
social diferente a los propósitos de lucro de las transnacionales.
El accionar organizado de los trabajadores implica tres banderas: 1- El
derecho de propiedad colectiva social, expresado en la nacionalización de
la industria energética, derecho elevado a la categoría de ley
constitucional, 2- Una Política Energética Independiente,
orientada a la satisfacción de las necesidades sociales de nuestros
pueblos, y 3- La integración del proceso de trabajo energético,
constituido por el conjunto de sus funciones estratégicas, mismas que
deben ser realizadas bajo el control obrero de la producción y vigiladas
por la organización social.
La lucha contra la
privatización energética es nacional por su forma pero requiere el
accionar organizado y conciente a nivel internacional, al lado de la
Federación Sindical Mundial, única organización obrera
comprometida con el interés general de los trabajadores y los
pueblos.
Referencias
[1] “
El papel del Banco Mundial en el Sector Eléctrico.
Políticas para una reforma efectiva institucional, regulatoria y
financiera” [ISBN 0-8213-2318-0], 1993, con base en los trabajos
del Departamento de Industria y Energía del propio BM, y sus autores
principales son Robert J. Saunders, John Besant-Jones,
Anthony Churchill y Meter Cordukes.
[2]
energía, www.fte-energia.org,
Frente de Trabajadores de la Energía, de México, 2005.
[3] IEA, World Energy Outlook 2004, International
Energy Agency, OECD/IEA 2004.
[4] IEA, World Energy Outlook 2004, International
Energy Agency, OECD/IEA 2004.
[5] IEA, World Energy Statistics, International Energy Agency 2002.
Central Obrera Bolivia en lucha por la nacionalización de los hidrocarburos
¡Nacionalización sin indemnización!: FTE de México