2005, 100 años de la Teoría de la Relatividad Especial
¿Porqué el socialismo?
Albert Einstein
¿Debe quién no es un experto en cuestiones económicas y
sociales opinar sobre el socialismo? Por una serie de razones creo que si.
Permítasenos primero considerar la cuestión desde el punto de
vista del conocimiento científico. Puede parecer que no hay diferencias
metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía:
los científicos en ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad
general para un grupo circunscrito de fenómenos para hacer la
interconexión de estos fenómenos tan claramente comprensible como
sea posible. Pero en realidad estas diferencias metodológicas existen. El
descubrimiento de leyes generales en el campo de la economía es
difícil por que la observación de fenómenos
económicos es afectada a menudo por muchos factores que son
difícilmente evaluables por separado. Además, la experiencia que
se ha acumulado desde el principio del llamado período civilizado de la
historia humana --como es bien sabido-- ha sido influida y limitada en gran
parte por causas que no son de ninguna manera exclusivamente económicas
en su origen. Por ejemplo, la mayoría de los grandes estados de la
historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos conquistadores se
establecieron, legal y económicamente, como la clase privilegiada del
país conquistado. Se aseguraron para sí mismos el monopolio de la
propiedad de la tierra y designaron un sacerdocio de entre sus propias filas.
Los sacerdotes, con el control de la educación, hicieron de la
división de la sociedad en clases una institución permanente y
crearon un sistema de valores por el cual la gente estaba a partir de entonces,
en gran medida de forma inconsciente, dirigida en su comportamiento
social.
Pero la tradición histórica es, como se dice, de ayer; en
ninguna parte hemos superado realmente lo que Thorstein Veblen llamó "la
fase depredadora" del desarrollo humano. Los hechos económicos
observables pertenecen a esa fase e incluso las leyes que podemos derivar de
ellos no son aplicables a otras fases. Puesto que el verdadero propósito
del socialismo es precisamente superar y avanzar más allá de la
fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia económica en su estado
actual puede arrojar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro.
En segundo lugar, el socialismo está guiado hacia un fin
ético-social. La ciencia, sin embargo, no puede establecer fines e,
incluso menos, inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer los
medios con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por si mismos son
concebidos por personas con altos ideales éticos y --si estos fines no
son endebles, sino vitales y vigorosos-- son adoptados y llevados adelante por
muchos seres humanos quienes, de forma semi-inconsciente, determinan la
evolución lenta de la sociedad.
Por estas razones, no debemos sobrestimar la ciencia y los métodos
científicos cuando se trata de problemas humanos; y no debemos asumir que
los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse en las
cuestiones que afectan a la organización de la sociedad. Muchas voces han
afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana está pasando por una
crisis, que su estabilidad ha sido gravemente dañada. Es
característico de tal situación que los individuos se sienten
indiferentes o incluso hostiles hacia el grupo, pequeño o grande, al que
pertenecen. Como ilustración, déjenme recordar aquí una
experiencia personal. Discutí recientemente con un hombre inteligente y
bien dispuesto la amenaza de otra guerra, que en mi opinión
pondría en peligro seriamente la existencia de la humanidad, y
subrayé que solamente una organización supranacional
ofrecería protección frente a ese peligro. Frente a eso mi
visitante, muy calmado y tranquilo, me dijo: "¿porqué se opone usted
tan profundamente a la desaparición de la raza humana?"
Estoy seguro que hace tan sólo un siglo nadie habría hecho
tan ligeramente una declaración de esta clase. Es la declaración
de un hombre que se ha esforzado inútilmente en lograr un equilibrio
interior y que tiene más o menos perdida la esperanza de conseguirlo. Es
la expresión de la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha gente
está sufriendo en la actualidad. ¿Cuál es la causa? ¿Hay
una salida?
Es fácil plantear estas preguntas, pero difícil contestarlas
con seguridad. Debo intentarlo, sin embargo, lo mejor que pueda, aunque soy muy
consciente del hecho de que nuestros sentimientos y esfuerzos son a menudo
contradictorios y obscuros y que no pueden expresarse en fórmulas
fáciles y simples.
El hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser
solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén
más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para
desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el
reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus
placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de
vida. Solamente la existencia de éstos diferentes, y frecuentemente
contradictorios objetivos por el carácter especial del hombre, y su
combinación específica determina el grado con el cual un individuo
puede alcanzar un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la
sociedad. Es muy posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones
esté, en lo fundamental, fijada hereditariamente. Pero la personalidad
que finalmente emerge está determinada en gran parte por el ambiente en
el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la
sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su
valoración de los tipos particulares de comportamiento. El concepto
abstracto "sociedad" significa para el ser humano individual la suma total de
sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas
las personas de generaciones anteriores. El individuo puede pensar, sentirse,
esforzarse, y trabajar por si mismo; pero él depende tanto de la sociedad
-en su existencia física, intelectual, y emocional- que es imposible
concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad. Es la "sociedad" la
que provee al hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje,
formas de pensamiento, y la mayoría del contenido de su pensamiento; su
vida es posible por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones en el
pasado y en el presente que se ocultan detrás de la pequeña
palabra "sociedad".
Es evidente, por lo tanto, que la dependencia del individuo de la sociedad
es un hecho que no puede ser suprimido -- exactamente como en el caso de las
hormigas y de las abejas. Sin embargo, mientras que la vida de las hormigas y de
las abejas está fijada con rigidez en el más pequeño
detalle, los instintos hereditarios, el patrón social y las correlaciones
de los seres humanos son muy susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad de
hacer combinaciones, el regalo de la comunicación oral ha hecho posible
progresos entre los seres humanos que son dictados por necesidades
biológicas. Tales progresos se manifiestan en tradiciones, instituciones,
y organizaciones; en la literatura; en las realizaciones científicas e
ingenieriles; en las obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el
hombre puede influir en su vida y que puede jugar un papel en este proceso el
pensamiento consciente y los deseos.
El hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una
constitución biológica que debemos considerar fija e inalterable,
incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la especie
humana. Además, durante su vida, adquiere una constitución
cultural que adopta de la sociedad con la comunicación y a través
de muchas otras clases de influencia. Es esta constitución cultural la
que, con el paso del tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy
importante la relación entre el individuo y la sociedad como la
antropología moderna nos ha enseñado, con la investigación
comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de
seres humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones culturales
que prevalecen y de los tipos de organización que predominan en la
sociedad. Es en esto en lo que los que se están esforzando en mejorar la
suerte del hombre pueden basar sus esperanzas: los seres humanos no están
condenados, por su constitución biológica, a aniquilarse o a estar
a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos.
Si nos preguntamos cómo la estructura de la sociedad y de la actitud
cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan
satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente conscientes del hecho
de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar. Como mencioné
antes, la naturaleza biológica del hombre es, para todos los efectos
prácticos, inmodificable. Además, los progresos
tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han
creado condiciones que están aquí para quedarse. En poblaciones
relativamente densas asentadas con bienes que son imprescindibles para su
existencia continuada, una división del trabajo extrema y un aparato
altamente productivo son absolutamente necesarios. Los tiempos -- que, mirando
hacia atrás, parecen tan idílicos -- en los que individuos o
grupos relativamente pequeños podían ser totalmente
autosuficientes se han ido para siempre. Es sólo una leve
exageración decir que la humanidad ahora constituye incluso una comunidad
planetaria de producción y consumo.
Ahora he alcanzado el punto donde puedo indicar brevemente lo que para
mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Se refiere a la
relación del individuo con la sociedad. El individuo es más
consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la
dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una
fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso
su existencia económica. Por otra parte, su posición en la
sociedad es tal que sus pulsiones egoístas se están acentuando
constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por naturaleza
más débiles, se deterioran progresivamente. Todos los seres
humanos, cualquiera que sea su posición en la sociedad, están
sufriendo este proceso de deterioro. Los presos a sabiendas de su propio
egoísmo, se sienten inseguros, solos, y privados del disfrute ingenuo,
simple, y sencillo de la vida. El hombre sólo puede encontrar sentido a
su vida, corta y arriesgada como es, dedicándose a la sociedad.
La
anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy
es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una
comunidad enorme de productores que se están esforzando incesantemente
privándose de los frutos de su trabajo colectivo -- no por la fuerza,
sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este
respecto, es importante señalar que los medios de producción --es
decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de
consumo tanto como capital adicional-- puede legalmente ser, y en su mayor parte
es, propiedad privada de particulares.
En aras de la simplicidad, en la
discusión que sigue llamaré "trabajadores" a todos los que no
compartan la propiedad de los medios de producción -- aunque esto no
corresponda al uso habitual del término. Los propietarios de los medios
de producción están en posición de comprar la fuerza de
trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador
produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto
esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el
trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el
contrato de trabajo es "libre", lo que el trabajador recibe está
determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus
necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de
trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por
trabajar. Es importante entender que incluso en teoría el salario del
trabajador no está determinado por el valor de su producto.
El
capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la
competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo
tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la
formación de unidades de producción más grandes a expensas
de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una
oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar
con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma
democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos
legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en
gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes,
para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la
legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no
protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la
población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los
capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente,
las fuentes principales de información (prensa, radio, educación).
Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de
los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener
conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos
políticos.
La situación que prevalece en una
economía basada en la propiedad privada del capital está
así caracterizada en lo principal: primero, los medios de la
producción (capital) son poseídos de forma privada y los
propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en segundo lugar, el
contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe una sociedad capitalista
pura en este sentido. En particular, debe notarse que los trabajadores, a
través de luchas políticas largas y amargas, han tenido
éxito en asegurar una forma algo mejorada de "contrato de trabajo libre"
para ciertas categorías de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la
economía actual no se diferencia mucho de capitalismo "puro". La
producción está orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No
está garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar
puedan encontrar empleo; existe casi siempre un "ejército de parados". El
trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde
que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la
producción de los bienes de consumo está restringida, y la
consecuencia es una gran privación. El progreso tecnológico
produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del
trabajo para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la
competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la
acumulación y en la utilización del capital que conduce a
depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un
desperdicio enorme de trabajo, y a ése amputar la conciencia social de
los individuos que mencioné antes.
Considero esta
mutilación de los individuos el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema
educativo entero sufre de este mal. Se inculca una actitud competitiva exagerada
al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como
preparación para su carrera futura.
Estoy convencido de que hay
solamente un camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una
economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado
hacia metas sociales. En una economía así, los medios de
producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma
planificada. Una economía planificada que ajuste la producción a
las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre
todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada
hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además
de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en
él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros-hombres en
lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en
nuestra sociedad actual.
Sin embargo, es necesario recordar que una
economía planificada no es todavía socialismo. Una economía
planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del
individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos
problemas sociopolíticos extremadamente difíciles:
¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura
del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a
ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los
derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático
al poder de la burocracia?
Fuente: Monthly
Review, Nueva York, mayo de 1949.
“Hay una fuerza
motriz más poderosa que el
vapor,
la electricidad y la
energía atómica: la voluntad”
Albert Einstein