El Quixote de la
Mancha Miguel de
Cervantes
CAPÍTULO
XLIII Donde se cuenta la agradable historia
del mozo de mulas, con otros estraños acaecimientos en la venta
sucedidos
-Marinero soy de amor,
y en su piélago profundo
navego sin esperanza
de llegar a puerto alguno.
Siguiendo voy a una estrella
que desde lejos descubro,
más bella y resplandeciente
que cuantas vio Palinuro.
Yo no sé adónde me guía,
y así, navego confuso,
el alma a mirarla atenta,
cuidadosa y con descuido.
Recatos impertinentes,
honestidad contra el uso,
son nubes que me la encubren
cuando más verla procuro.
¡Oh clara y luciente
estrella, en cuya lumbre me
apuro!; al punto que te me
encubras, será de mi muerte el punto. |