En la infinidad de
artículos en pro y contra de la reforma que impulsa el gobierno de Fox no
ha sido abordada, por ignorancia o maniqueísmo, una cuestión
inherente a los complejos sistemas eléctricos modernos, ineludible en
cualquier formulación de reforma: la confiabilidad. Es decir, qué
cambios se deben hacer y cuales no se deben hacer en el sistema
eléctrico, a fin de que no pierda esa cualidad, sino que, por el
contrario, la fortalezca.
El 14 y 15 de agosto de 2003, un apagón
cubrió todo el noreste de Estados Unidos y parte de Canadá,
afectando a 50 millones de personas, y las ciudades de Nueva York, Detroit,
Toronto, Ottawa, entre otras. Además de generar cuantiosas perdidas, se
creó una situación sin precedentes en la historia de la humanidad,
al interrumpirse los sistemas informáticos que controlan innumerables
aspectos de la vida moderna, el movimiento de trenes, los elevadores en los
rascacielos, el cierre de los grandes almacenes, el caos vial, etc. Esta es la
mayor falla en la historia de la energética mundial, al desconectarse 15
mil kilómetros de líneas de alto voltaje, 9 centrales
atómicas, 12 hidroeléctricas, y generadores con una capacidad
total de 61.8 mil Mw (México dispone actualmente de una capacidad
generadora total de 56.3 mil Mw!). Según la explicación oficial,
la falla fue resultado de daños en una línea de transmisión
en la región de Cleveland, y como las redes del sistema eléctrico
de EEUU están unidas por líneas magistrales en una sola
dirección, una falla en una sección puede provocar la
suspensión de toda la cadena: la falla en un segmento ocasionó una
sobrecarga en otros, provocando el efecto de domino en toda una región.
Sólo después de un incidente de esas magnitudes los gobiernos de
EEUU y Canadá reconocieron “la imperiosa necesidad de modernizar el
sistema de abastecimiento de energía en esa región, que ha
caducado irremediablemente”. Asimismo, el ministro de energía de
EEUU, Spencer Abraham, señaló que se suspendería por tres
años la desarticulación de las compañías
verticalmente integradas, mientras que el Senado plantea analizar la
conveniencia de la reforma del sistema eléctrico, orientada precisamente
al fortalecimiento del papel del Estado y a la creación de centros de
mando y control de los flujos de energía eléctrica. Es decir, no
se descarta la reforma hacia la centralización.
En los dos meses
siguientes también sucedieron fallas de relevancia en Inglaterra,
Suecia, Dinamarca, e Italia. Estas fallas se localizaron en países que
realizaron reformas tendientes a la “desregulación” y
“liberalización” de sus mercados eléctricos.
Así, una contingencia, por irrelevante que pueda parecer, en todos los
casos fue suficiente para poner en duda los niveles de confiabilidad de sistemas
eléctricos de distintos países.
Los especialistas
evalúan toda falla en función del volumen de
electroenergía que no se entregó a la red de
distribución. Desde esta óptica, la falla de Nueva York fue
causada por la insuficiencia de flujo calculada en 2 mil millones Kwh. El New
York Times del 18 de agosto informó que en los últimos
años, durante el verano, las redes de suministro eléctrico en la
zona de la falla estuvieron trabajando al limite de su capacidad, y que los
expertos advirtieron de su inminencia. Así, el 14 de agosto, el personal
de la compañía FirstEnergy no sólo no pudo evitar la falla,
sino que no advirtió oportunamente a las compañías
eléctricas contiguas, siendo suficientes 9 segundos para que se
desencadenara el efecto de domino... En Rusia, por ejemplo, las fallas se
detectan en el Centro Único de Mando y Control, y el segmento con
problemas se bloquea automáticamente, evitando el efecto de domino antes
mencionado. Sin embargo, se han dado situaciones análogas durante todos
los años de reformas de mercado, y en el invierno de 2002-03 varias
ciudades registraron apagones a causa de la falta de entrega de un volumen de
electricidad tres veces mayor al registrado en EEUU! Pero lo más
alarmante (y didáctico para los reformadores foxistas) es que estas
“fallas” fueron organizadas partiendo de razones mercantiles en un
sistema que, por su propia naturaleza, no debe regirse por los mismos criterios
que otros flujos de productos.
En informes posteriores a las fallas
registradas no se ha dado una respuesta clara a la pregunta: ¿por
qué al registrarse una diferencia entre la producción y consumo de
electricidad no entró en funcionamiento el sistema automático
contra fallas? Este mecanismo por lo general contempla la incorporación
de capacidades de generación de reserva o la suspensión del
suministro a determinados usuarios. La variación en la demanda de
electricidad es parte del régimen de trabajo de los sistemas
eléctricos, y las capacidades de generación tienen que responder
continuamente a esas variaciones, de ahí que la confiabilidad de los
sistemas eléctricos esté directamente relacionada con la capacidad
de activar mecanismos automáticos en situaciones de variación
extrema. Pero también en la infraestructura previamente creada para
responder a las oscilaciones de la demanda; así como en la capacidad de
las líneas ínter-sistémicas para redistribuir excedentes
del flujo eléctrico y la existencia de centros verticalmente unificados
de mando y control de dichos flujos.
Cabe recordar que en los sistemas
eléctricos, todas las plantas de generación eléctrica
trabajan sincrónicamente, a semejanza de varios motores que se mueven a
la misma velocidad y con base a un mismo eje. Cuando la carga comienza a superar
la capacidad sumatoria de los motores, la velocidad giratoria
sincrónicamente comienza disminuir y, por último, al
desconectarse, sobreviene una falla. La norma establecida en Europa para la
frecuencia del toque eléctrico es de 50 hertz, con un margen de
tolerancia de 0.6Hz. ([1]) Esto quiere
decir que la frecuencia de 50hz se mantiene gracias a la constante velocidad
giratoria de los rotores de los generadores de todas las plantas
eléctricas que trabajan para un mismo “eje”. Así,
cuando la frecuencia es menor a 49.4hz el trabajo sincronizado se rompe y surge
la falla. Por esta razón, para evitar las fallas se suele optar por
desconectar a los consumidores.