2005, 60 Aniversario de la Federación Sindical Mundial
Momentos de lucha obrera
La lucha proletaria tiene su esencia en el pensamiento revolucionario clásico.
La historia de la humanidad ha sido, y sigue siendo, la historia de la lucha de clases.
NO basta interpretar al mundo se trata de transformarlo.
La emancipación de la clase obrera solo puede ser obra de la clase obrera misma.
Formular el programa obrero y concretarlo, ser internacionalistas, es nuestra tarea.
¡Proletarios de todos los países, Uníos!
1 Introducción
La historia de la humanidad es la historia de
la lucha de clases. En esta expresión del pensamiento revolucionario
clásico reside un profundo descubrimiento que sintetiza al menos dos
milenios de desarrollo filosófico. En la época moderna,
burguesía y proletariado son las clases sociales, ambas en
contradicción y antagónicas.
A la caída del
socialismo, los filósofos del posmodernismo proclamaron que “la
historia terminó, triunfó el liberalismo”. En consecuencia,
según ellos, no existe más la lucha de clases. La cotidiana
realidad en todo el mundo revela que ese “pensamiento” posmoderno es
falso. La lucha de clases está vigente. Esto es lógico porque no
ha terminado la historia humana y, porque el capitalismo, no es sino una etapa
histórica en el desarrollo de la humanidad.
Muchos intelectuales
y políticos niegan la lucha de clases pero, la contradicción entre
la fuerza natural (el trabajo) y la fuerza social (el capital) ocurre todos los
días, en todos los sectores de la vida económica, social,
política y cultural, y en todas partes del mundo.
Por el momento,
el socialismo casi desapareció del planeta pero el capitalismo sigue
existiendo y, mientras éste exista, también existirá su
contrario histórico, el proletariado. En consecuencia, hay lucha de
clases. Cualquiera puede negarla pero, su ausencia, nadie puede demostrarla ni
teórica ni políticamente.
La lucha proletaria tiene hondas
raíces y un pensamiento poderoso desarrollado, principalmente, por Carlos
Marx, Federico Engels y Vladimir I. Lenin. Esa obra monumental no ha sido
igualada, ni de lejos, por nadie de los posmodernistas.
En casi dos
siglos de lucha, ha habido momentos gloriosos y otros amargos. Pero en el
batallar obrero no hay victorias ni derrotas definitivas.
Actualmente la
clase obrera del mundo vivimos momentos difíciles. La mayoría de
los trabajadores en todos los continentes no están organizados, ni
sindical ni políticamente. El conjunto de proletarios enfrentamos una
ruda ofensiva del capitalismo. En muchas partes es fuerte la resistencia obrera
y popular, en otras, hay renuncia explícita a los objetivos y principios
de clase, no existe lucha.
La lucha obrera dista de ser idílica,
internamente existen intereses contrapuestos y, externamente, hay deliberadas
acciones antiobreras. Pero, a pesar de todo, hay esperanzas que podrán
cristalizar exitosamente en la medida en que la clase obrera del mundo,
enarbolando sus propias banderas, marche unida por la organización y
guiada por el saber.
2 Momentos proletarios
La lucha histórica de los trabajadores ha sido
la lucha por la unidad, surgida de la necesidad, y como un medio para lograr
mejores condiciones de vida y de trabajo. Pero esta lucha rebasa el
ámbito sindical reducido al gremialismo, se trata de construir (lo que
sea necesario) para la transformación social, entre otras cuestiones la
organización, el programa, la política y la conciencia de clase.
Transformar al mundo es la tarea política del movimiento
obrero.
El proletariado surgió con el capitalismo y, socialmente,
se han desarrollado juntos pero, políticamente, la historia es
distinta.
Han transcurrido ya casi 200 años de lucha obrera. Las
primeras organizaciones datan de los años 30s del siglo XIX,
caracterizadas por el gremialismo heredado del feudalismo medieval. La lucha
mutualista pronto mostró sus limitaciones y hubo necesidad de optar por
reformas sociales, siempre incumplidas por los procesos revolucionarios de la
época. Al extenderse el capitalismo por el mundo, surgió la
necesidad de ampliar los vínculos mediante la solidaridad. Pero, el puro
voluntarismo nunca ha podido llegar lejos. Las propias reformas son
insuficientes es pertinente la revolución.
Pero la
burguesía siempre ha sabido de las aspiraciones obreras y defiende sus
intereses de clase. Por ello, reducir la lucha obrera a las demandas
elementales, al ámbito del gremialismo egoísta y corporativo,
limando constantemente el filo revolucionario al proletariado, es su cotidiana
tarea. Esta tendencia primitiva y atrasada sigue hasta el día de hoy
apoyada por supuestos teóricos y falsos líderes sindicales.
2.1 El pensamiento revolucionario clásico
La burguesía siempre se ha negado a reconocer los derechos
obreros, en primer lugar, el derecho de los trabajadores a organizarse de manera
independiente. La clase patronal siempre ha ejercido la represión en
múltiples formas, sea violenta o mediante la confusión
ideológica. Desde un principio, ha habido pensadores al servicio de la
burguesía que siempre han tratado de desorientar al proletariado, muchas
veces con éxito.
Pero muy pronto, también, surgieron
titanes que dedicaron su vida al estudio de la situación de la clase
obrera y la organización del movimiento. Carlos Marx y Federico Engels
estudiaron la dinámica del capitalismo, tanto que descubrieron su
finitud histórica y propusieron la forma de terminar con esa
opresión social. El Capital es una obra cumbre del pensamiento
marxista. Con ese armamento teórico, el proletariado superó muchas
limitaciones para hacer del movimiento sindical, limitado a la lucha
economicista e inmediatista, un verdadero movimiento obrero en lucha por la
transformación social.
La teoría, y la acción, de
Marx y Engels tuvieron una amplia influencia en las primeras luchas obreras.
Desde 1848, ambos abanderaron al mundo obrero con el Manifiesto del Partido
Comunista. Después, en 1864, fue fundada la Primera
Asociación Internacional de los Trabajadores, presidida por Marx y
Engels, con 2 grandes objetivos: 1) Formular el necesario programa
político de la clase obrera y, 2) Practicar la solidaridad internacional.
La Primera Internacional, constituida como frente político
y popular, fue disuelta en 1876 por el Congreso de Filadelfia, a consecuencia de
disputas ideológicas internas. Pero, en 1871, se vivió la primera
experiencia histórica del poder obrero. Los 72 días de la
Comuna de Paris fueron heroicos. Pueblo y trabajadores defendieron en las
barricadas el cielo que habían tomado por salto. Allí estuvo Marx,
haciendo la historia directamente en las propias trincheras proletarias. La
Comuna fue ahogada en sangre, decenas de miles de comuneros fueron masacrados y
otros tantos exiliados. Pero, no obstante tan brutal represión, la
Comuna de Paris ha pasado a la historia como uno de los grandes momentos
obreros.
Los 4 primeros Congresos de la Internacional Comunista
fueron de notable trascendencia. En 1866, el Congreso de Ginebra de la Primera
Internacional acordó luchar por la jornada de trabajo de 8 horas, con 8
horas para el descanso y 8 horas para la educación y la cultura. Esta
demanda pronto se generalizaría en todo el mundo y, hasta hoy, sigue
vigente.
2.2 Extensión y consolidación del movimiento
El movimiento obrero empezó a extenderse por el mundo. El
1º de mayo de 1886, en Chicago, Estados Unidos, los trabajadores estallaron
huelgas que fueron violentamente reprimidas. La experiencia también
dejó hondas huellas.
En 1889, se fundó en Paris, la
Internacional Socialista de los Trabajadores o Segunda
Internacional. A propuesta de Engels, se acordó que el 1º de
mayo de todos los años se organizara una jornada internacional de lucha
proletaria misma que empezó en 1890 no obstante la represión
ocurrida en varias partes del mundo. En México, la primera vez que se
conmemoró el 1º de mayo fue en 1913, en abierto desafío a la
dictadura militar de Victoriano Huerta que respondió con la
represión.
Hacia fines del siglo XIX, el movimiento de los
trabajadores siguió dos caminos diferentes marcados por posturas
ideológicas. En la primera opción, los sindicatos eran parte de
estructuras partidarias. Tal fue el caso del Congreso Sindical (TUC) de
Inglaterra ligado hasta hoy al Partido Laborista, mismo que practica una
política plenamente antiobrera. En la segunda, los sindicatos se
propusieron como apolíticos, dedicados solo a la lucha gremial o
sindical. El caso más representativo fue la American Federation of Labour
(AFL) de Estados Unidos. Hoy en día, esa tendencia ha arraigado con
fuerza auspiciada por el imperialismo. El caso más patético
está en México.
El derecho a organizarse en sindicatos fue
reconocido después de más de medio siglo de lucha. En 1884, se
conquistó ese derecho en Francia, en 1889 en Italia, en 1890 en Estados
Unidos. Esos años fueron de intensas luchas obreras en varias partes del
mundo. De esa época datan las primeras organizaciones (Uruguay 1875,
India 1877, Perú 1884, Sudáfrica 1887, Cuba 1890, Argentina 1890,
Japón 1897).
En 1885, empezaron a surgir las grandes
organizaciones obreras. Ese año, en Francia, fue fundada la
Confederación General del Trabajo (CGT). La AFL de Estados Unidos fue
fundada en 1889. Después, en 1903, se constituyó el Secretariado
Internacional de Sindicatos (ITS) estructurado en 17 ramas de actividad
profesional u oficios, que en 1913 se transformó en Federación
Internacional de Sindicatos (IFTU). Los Secretariados y la Federación
estuvieron influenciados por corrientes socialistas reformistas y funcionaron
sobre bases corporativas. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial
(1914), esa Federación estaba organizada en 19 países de
América y Europa.
2.3 La Gran Revolución de Octubre
El nuevo siglo llegó con nuevas organizaciones obreras. En
México, se recuerda la huelga minera de Pachuca en 1789 pero 1906 fue el
año de grandes huelgas y, en 1914, en plena Revolución Mexicana,
se fundó al sindicato más importante de la época, el
Sindicato Mexicano de Electricistas. En otros países también
surgió el movimiento: China (1906), Chile (1909), Bolivia (1912), El
Salvador (1914).
En 1905, los revolucionarios rusos intentaron sin
éxito organizar la Revolución. Un nuevo camino se abría en
el pensamiento proletario de la época. Al mismo tiempo, los intentos por
desviar al movimiento sindical crecieron. Ese año, la Conferencia
Sindical Internacional de la IFTU acordó una resolución para
limitar la acción del movimiento únicamente a demandas laborales e
industriales. Explícitamente se suprimió la acción
política renunciando a la independencia de clase. La CGT de Francia
pretendió que se reconsiderara la propuesta pero fue en vano, la
mayoría la respaldó. Con ello, el movimiento volvió a
dividirse.
Los días previos a la Primera Guerra Mundial
(1914-1918) fueron difíciles. No obstante que la Segunda Internacional,
en su Congreso de Stuttgart, llamó a la acción para evitar la
guerra y, si ésta estallaba, a movilizar a las masas para derrocar al
capitalismo, los líderes sindicales se sumaron en apoyo a sus respectivos
gobiernos nacionales, salvo honrosas excepciones como Carlos Liebneck y Rosa
Luxemburg. La guerra estalló con saldo desfavorable para los trabajadores
y los pueblos.
Pero al término de la guerra, el movimiento obrero
tomó un rumbo nuevo y victorioso. Tras largos años de
preparación y estudio el pueblo ruso, bajo la dirección de V.I.
Lenin y del Partido Bolchevique, tomó el poder en medio de una enorme
insurrección de los trabajadores y masas populares. En octubre de 1917,
se produjo la Primera Revolución Socialista de la historia, encabezada,
precisamente, por los bolcheviques. Empezó la era de las grandes
revoluciones y luchas de liberación nacional.
El triunfo de la
Revolución de Octubre no fue resultado de la improvisación ni de
la simple lucha sindical. La victoria fue precedida por relevantes discusiones
teóricas y políticas que mantenían vivo al marxismo en los
grandes debates de principios del siglo XX. Muchos pensadores contribuyeron al
triunfo de la Revolución destacando la obra de Lenin. Sus estudios sobre
el Imperialismo, el Estado y la Revolución son invaluable referencia para
el proletariado del mundo. El ¿Qué Hacer? de Lenin, como el
Manifiesto de Marx, son referencias obreras clásicas.
La
Revolución de Octubre ejerció una enorme influencia en el
movimiento de los trabajadores, no solo con relación a sus propias
reivindicaciones sino a nivel social y político. El socialismo
dejó se ser una aspiración ética para convertirse en una
realidad práctica. El movimiento social, sindical y político se
extendió por Europa, Asia, Africa y América Latina.
2.4 Colaboracionismo de clase
Las secuelas del Congreso de Stuttgart fueron nefastas, el movimiento
se dividió entre los partidarios de la lucha de clases y quienes
preferían el “acuerdo social”, la reforma, la
colaboración de clases. No obstante que desde 1902, la socialdemocracia
había sido derrotada políticamente y los mencheviques
habían quedado en minoría, esas tendencias colaboracionistas
siempre han sido apoyadas por la burguesía e imperialismo para evitar el
desarrollo del movimiento obrero. El “diálogo social” que
proclaman muchos burócratas sindicales europeos es la actual
versión de esa política anti-obrera.
Con tal moda
colaboracionista y como resultado del “acuerdo de paz” derivado de
la Primera Guerra, en 1919 se fundó la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), con un carácter tripartito cuya representación
incluye a los gobiernos, empresarios y trabajadores. Ese esquema es el mismo que
hoy promueven sectores oportunistas atrasados. La OIT se convirtió en una
entelequia de los patrones y sus gobiernos, donde la representación
obrera siempre ha estado usurpada por burócratas ajenos al
proletariado.
Ese mismo año se intentó reconstruir a la
Internacional Socialista, luego conocida como la Internacional de
Ámsterdam, o Internacional Amarilla. El Congreso Sindical Internacional
realizado, precisamente, en Ámsterdam acordó refundar a la
Federación Internacional de Sindicatos. Esa Internacional también
fue llamada oportunista y siguió con una política entreguista a la
burguesía y sus gobiernos.
Dos anécdotas pintan a la
Internacional Amarilla tal cual. Una, cuando la Confederación de
Trabajadores de México (CTM) se afilió se dijo que era “para
inyectarle un espíritu antiimperialista”. El cuento es de risa y ha
sido criticado con razón por algunos sindicalistas. Aún cuando, la
CTM fue fundada en el contexto de una gran movilización de las masas
mexicanas, y tenía entre sus objetivos iniciales la lucha por el
socialismo y como lema “Por una sociedad sin clases”, la CTM
duró muy poco como organización obrera auténtica. Muy
pronto fue intervenida por el imperialismo para desnaturalizar y DESTRUIR al
movimiento obrero en México hasta el día de hoy. La otra, fue la
característica anticomunista de esa Internacional que,
explícitamente, repudiaba al bolchevismo.
La clase obrera
también ha “topado” con la iglesia y su burocracia
inquisidora. En 1920 se creo, en La Haya, la Federación Internacional de
Sindicatos Cristianos, en abierto rechazo a la lucha de clases, a la que
unilateralmente consideran contraria al pensamiento cristiano.
El
movimiento obrero soviético había sido excluido después de
la Revolución de Octubre como parte de la política de
agresión y bloqueo del imperialismo a la Revolución. Pero los
trabajadores soviéticos, al principio, supieron defender al socialismo,
Lenin aún vivía. En 1920, se constituyó en Moscú el
Consejo Sindical Internacional, mismo que al siguiente año (1921) se
convirtió en la Internacional Sindical Roja para distinguirse de
los amarillos, en México conocidos como charros
sindicales.
A esos momentos el movimiento sindical mundial estaba
claramente dividido por razones políticas e ideológicas. Una parte
había perdido deliberadamente su independencia de clase y se
apartó de la lucha social consecuente, la otra parte, se definió
con un carácter clasista. El momento era de definición y estaba
determinado, precisamente, por la lucha de clases.
El contexto social y
económico estaba dominado por grandes crisis económicas y
sociales, como la de 1929, y por retrocesos políticos de importancia como
el triunfo del fascismo con el ascenso de Adolfo Hitler en Alemania y Benito
Mussolini en Italia, así como la derrota de la República en
España.
El colaboracionismo de clases que pregona la
socialdemocracia, principalmente europea, tuvo su expresión más
deleznable con el fascismo. En 1928, B. Musssolini “declaró”
al capital y al trabajo como “hermanos de la familia fascista”. El
(mal) camino seguido por esas tendencias (anti) sindicales se ha prolongado
hasta hoy para vergüenza del mundo obrero.
2.5 Proletariado sin cabeza
En 1924, la Internacional Sindical Roja o Tercera Internacional
le propuso la unidad a la Internacional Amarilla de Ámsterdam, con base
en una representación proporcional y un congreso de unidad. La propuesta
fue rechazada por los amarillos y en respuesta declararon su disposición
a aceptar la afiliación “individual” de los sindicatos
soviéticos pero negándose a reconocer la existencia de otras
organizaciones obreras distintas. Esa fórmula anti-unitaria se practica
hasta el día de hoy.
Como una fórmula intermedia se creo el
Comité Sindical Anglo-Soviético de corta duración.
Mientras, en otras partes del mundo se crearon sindicatos sin afiliarse a
ninguna organización internacional. Después, esa fórmula se
hizo oficial por las tendencias al atraso y el imperialismo la hizo suya, para
apartar a los trabajadores de la lucha unificada a nivel mundial. Esa tendencia
hoy en día es mayoritaria sobre todo en América
Latina.
Precisamente, en esta región se creo en 1938 la Central de
Trabajadores de América Latina (CTAL), fundada en México y
presidida por V. Lombardo Toledano, exsecretario general de la CTM de la cual
había sido expulsado por los charros sindicales, hoy convertidos
en una superestructura mafiosa, criminal y corrupta al servicio del
imperialismo.
Al crearse la CTAL, la Confederación Sindical
Latinoamericana (CSLA), fundada en 1932 como filial regional de la Internacional
Sindical Roja, desapareció. La propia Internacional Roja había
sido disuelta en 1936, Lenin ya no estaba, el leninismo tampoco. La
Federación Sindical Internacional que se había trasladado a
Berlín tuvo que salir como consecuencia de la disolución de los
sindicatos alemanes y se estableció en Londres. En Moscú se creo
el Consejo Central de Sindicatos Soviéticos. En 1937, éste
intentó acuerdos, sin éxito, con la IFTU. Los prolegómenos
de la Segunda Guerra Mundial hacían estragos entre el
sindicalismo.
3 Transición
En México, los “comunistas”
del Partido Comunista Mexicano, encabezados por V. Campa, acordaron salirse de
los sindicatos, se auto-expulsaron del movimiento obrero en los años 30s
y jamás regresaron. Desde entonces, el sindicalismo mexicano fue,
literalmente, secuestrado por el charrismo sindical. Más tarde, el
partido sería disuelto por decisión del aparato
burocrático. José Revueltas, comunista y escritor mexicano,
escribió a propósito de tan amargas experiencias Un Ensayo para un
Proletariado sin Cabeza en seria crítica a los errores de los
“comunistas” mexicanos. Sin embargo, el fenómeno no era, no
fue ni es, solamente de México.
En tales circunstancias, de
abandono de principios clasistas y desorganización obrera, el
imperialismo había logrado condiciones para el ataque contra el
socialismo y la revolución, contra el proletariado y los pueblos del
mundo en lucha. El fascismo estaba en ascenso. La confrontación
llegó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.