La siguiente es la primera parte
de una colaboración enviada a energía por el
compañero Atanasio Campos desde Copenhague, Dinamarca, que el FTE de
México publica para el conocimiento de los trabajadores de la
energía.
La oscuridad de las
reformas eléctricas
Atanasio Campos Miramontes
Los sistemas eléctricos
nacionales son inherentemente complejos. Cualquier modelo de reforma que no
esté debidamente fundamentado corre el riesgo de ser peor instrumentado,
con implicaciones directas para el desarrollo del propio sector, la
economía, y las condiciones de vida de la población. Esto es de
crucial relevancia para el futuro del sistema eléctrico en nuestro
país, que vive un proceso de “privatización
silenciosa”.
La privatización silenciosa en marcha conduce
inevitablemente a la fragmentación del sistema. Los sistemas
eléctricos fragmentados pueden funcionar perfectamente en condiciones
cuando la población y el sector productivo de un país o
región se caracteriza por su alta dispersión. También puede
ser el caso de pequeñas poblaciones o de unidades productivas de escala
menor.
Uno de los cambios estructurales que sufrió el mundo
durante el siglo XX fue precisamente la urbanización y
concentración de la población, la industria y los servicios. Lo
anterior no solo atañe a los países desarrollados. México
vivió ese proceso a pasos agigantados, y hoy cuenta con una de las
manchas urbanas más grandes de la tierra. Ante una megalópolis
como la Zona Metropolitana del Valle de México, las escalas
tecnológicas se imponen a los sistemas de organización de un
servicio tan imprescindible para la civilización moderna como lo es la
energía eléctrica.
El suministro de electricidad a la
economía de un país con cien millones de habitantes, con grandes
concentraciones urbanas, enormes parques industriales y complejos sistemas de
comunicaciones, con base a un sistema en el que participan diversos productores
(generadores) de energía eléctrica, sin el correspondiente
control vertical y la coordinación centralizada, las fallas y
accidentes en el sistema eléctrico devienen inevitables.
En
realidad, la centralización de la generación, transmisión y
distribución de la energía eléctrica tienden a prevalecer
por determinación tecnológica. Más aun cuando se trata de
un proceso de flujo continuo que, a diferencia de otros flujos de productos, no
admite el almacenamiento para eventualidades criticas. Al respecto, J. K.
Galbrait, en su famosa obra La Nueva Sociedad Industrial, afirma que la
técnica moderna es el verdadero enemigo del mercado, y no los
comunistas.
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Las reformas, comúnmente denominadas de
“liberalización y desregulación del mercado de
energía”, se han orientado por la rentabilidad. Sin embargo,
el sector eléctrico, para funcionar y desarrollarse, requiere colosales
inversiones que sólo pueden recuperarse a plazos de 10 o hasta 20
años. Los inversionistas privados aspiran a reducir al máximo los
plazos de recuperación de la inversión inicial, antes que renovar
las plantas y ampliar capacidades. Obviamente, la vía más
rápida y segura es el aumento de los precios.
Así, al
contrario de lo que se promete, el considerable incremento de las tarifas al
consumo de electricidad ha sido el efecto inmediato de las reformas. Por esta
razón, tanto los pregoneros de las reformas, como los corolarios de las
propuestas de apertura de los sistemas eléctricos, plantean
insistentemente la necesidad de revisar las tarifas de consumo eléctrico:
incrementándolas, primero para cubrir los costos de producción y,
más adelante, para aproximarlas al nivel de los precios internacionales
de electricidad, a fin de hacer atractivo el sector para los inversionistas
extranjeros. De esta manera, un sector básico de la economía y de
toda la vida de un país se somete al tratamiento corriente de un simple
negocio, y deja de ser una de las palancas de su desarrollo industrial,
económico y social.
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En su forma tradicional de organización los sistemas
eléctricos se conforman de los segmentos básicos de
generación, transmisión, distribución y
comercialización. Según sus ideólogos, las reformas
pretenden crear un ambiente de competencia entre las empresas,
principalmente de los segmentos de generación y comercialización,
a fin de hacer más eficiente al sector.
Pero, para que realmente
pueda darse una auténtica concurrencia que tienda a la estabilización de
los precios (a la baja sería mucho pedir), es imprescindible partir de
condiciones tales, como una sobreoferta de electricidad o, cuando menos, que la
demanda esté siendo cubierta holgadamente. Además, no simplemente
un excedente sumario de electricidad, sino que esa sobreoferta se exprese
también en su distribución territorial inherentemente desigual.
Aun cuando hipotéticamente las plantas generadoras tuvieran
iguales condiciones para competir en el mercado, es prácticamente
imposible garantizarles iguales condiciones de transporte de la electricidad
generada, ya que la capacidad de recepción y transmisión de la red
es diferente en cada región, siendo muy limitada en algunos lugares. Las
plantas generadoras ubicadas a cientos de kilómetros de los centros
consumidores tienen que incorporar al precio de la electricidad los costos de la
transmisión y de las pérdidas de un porcentaje de energía,
proporcional a la distancia de transporte de la misma, a través de las
líneas de alto voltaje.
Precisamente las diferenciadas
condiciones de producción de electricidad (agua, carbón, gas,
ciclo combinado, combustible nuclear, sol, viento, etc.), así como el
diferenciado acceso al mercado, hacen que los más altos costos de
producción y transmisión tiendan a determinar el precio medio por
unidad de electricidad, surgiendo la posibilidad de la renta
eléctrica. Esta renta puede utilizarse como palanca de desarrollo
económico y social por parte del Estado, o bien entregarse a los interese
privados, tal como se ha hecho en varios países, y como se pretende ahora
en México
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Si se analiza, así sea someramente, el funcionamiento de los
sistemas eléctricos sometidos a reformas “liberalizadoras”,
se concluye que lejos de alcanzar los nobles propósitos planteados
(capitalización, modernización tecnológica, eficiencia y
reducción de las tarifas, a fin de fortalecer la competitividad de la
economía), se ha llegado a situaciones, no sólo de franco
retroceso, sino hasta de evidente desastre. Eso demuestran las experiencias de
California, Brasil y Rusia, que emprendieron las reformas tratando de ajustarse
al modelo que, en buena medida, ahora se intenta implantar en nuestro
país.
Caravana Jacinto Canek a su llega a Mérida, Yucatán,
el 9 de mayo de 2005 FOTO: fte