2005, 400 años de El Quijote de la Mancha
La mentira se salva por otra
mentira
Fiodor Dostoiesvki *
Un día Don
Quijote, el caballero tan conocido, el más magnánimo caballero que
jamás haya existido, vagabundeando con su fiel escudero Sancho, tuvo un
ataque de perplejidad. Había leído que sus predecesores de los
tiempos antiguos, por ejemplo, Amadís de Gaula, habían tenido a
veces que luchar durante años enteros con cien mil soldados enviados
contra ellos por las potencias infernales o los magos. Ordinariamente, un
caballero que tropieza con semejante ejército de réprobos saca su
espada, invoca en su ayuda el nombre de su dama y se lanza solo en medio de sus
enemigos, a los que extermina, sin dejar uno. Todo esto estaba bien claro; pero
aquel día, Don Quijote permaneció pensativo. ¿Cómo
querían que un caballero, por fuerte y valiente que fuese, exterminase a
cien mil adversarios en un solo combate de veinticuatro horas? Se necesita
tiempo para matar a cada hombre; para matar a cien mil hace falta un tiempo
inmenso. ¿Cómo podía ocurrir todo
aquello?
"Ya he salido de mi perplejidad,
amigo Sancho, dijo al fin Don Quijote; esos ejércitos eran
diabólicos; por lo tanto imaginarios; los hombres que los
componían no eran más que una creación de la magia; sus
cuerpos no se parecían a los nuestros; tenían más
analogía con los de los moluscos, los gusanos o las arañas. De tal
modo, que la espada de los caballeros los cortaba de un solo golpe sin encontrar
más resistencia que la del aire. Y siendo así, podían matar
tres, cuatro y hasta diez de esos guerreros de una sola estocada. Así es
como resultaba fácil deshacerse, en algunas horas, de ejércitos de
ese género".
En esto, el autor de
Don Quijote, gran poeta y profundo observador del corazón humano,
ha comprendido uno de los aspectos más misteriosos de nuestros
espíritus. Ya no se escriben libros como aquel. Veréis en Don
Quijote, en cada página, revelados los más secretos arcanos
del alma humana. Notad que ese Sancho, el escudero, es la personificación
del buen sentido, de la prudencia, de la astucia, y que, sin embargo, se ha
convertido en compañero del hombre más loco del mundo;
¡precisamente él, y ningún otro! A cada instante
engaña a su amo, lo engaña como a un niño pequeño;
pero al mismo tiempo se siente lleno de admiración por la grandeza de su
corazón y cree reales todos sus sueños fantásticos; no duda
ni un minuto el que su amo no llegue a conquistarle una
ínsula.
Es de desear que nuestra
juventud adquiera un serio conocimiento de las grandes obras de la literatura
universal. Yo no sé lo que les enseñan hoy a los jóvenes
como literatura, pero el estudio de Don Quijote, uno de los libros
más geniales y también de los más tristes que haya
producido el genio humano, es muy capaz de educar la inteligencia de un
adolescente. Verá allí, entre otras cosas, que las más
hermosas cualidades del hombre pueden llegar a ser inútiles, excitar la
risa de la Humanidad, si el que las posee no sabe penetrar el sentido verdadero
de las cosas y hallar la "palabra nueva" que debe
pronunciar...
Aparte de eso, yo no he querido
decir más que una cosa; a saber: que el hombre que puso en acción
los sueños más locos, los más fantásticos, llega de
pronto a la duda y a la perplejidad. Toda su fe ha desaparecido, y no porque lo
absurdo de su locura le haya sido revelado, sino porque una circunstancia
secundaria aclara momentáneamente su inteligencia. Este hombre de ideas
de otro mundo experimenta súbitamente la nostalgia de lo real. Si
libros que él venera como verídicos le han engañado una
vez, pueden engañarle siempre; quizá todo lo que contienen es
mentira. ¿Cómo volver a la verdad? Cree volver a ella imaginando un
absurdo mayor que el primero. Los centenares de miles de hombres evocados por
los magos tendrán cuerpos de moluscos, y la espada del buen caballero
trabajará diez veces más deprisa en su faena. Su necesidad de
semejanza quedará satisfecha. Tendrá derecho a creer en el primer
sueño gracias al segundo, mucho más
ridículo.
Interrogaos a vosotros
mismos y ved si cien veces no os ha ocurrido lo mismo. ¿Os habéis
sentido enamorados de una idea, de un proyecto, de una mujer?
¿Habéis tenido una duda? ¿Os habéis cuidado de crearos
una ilusión más engañosa que la primera, que os
habrá permitido continuar estando enamorados y desprenderos de la
duda?
Fiodor Dostoievski (Rusia), La mentira se salva por otra mentira (1879),
Diario de un escritor.
Don Quijote,
ilustración de Salvador Dalí.