2005, 400 años de la primera edición de El Quijote de la Mancha
La Obra de Cervantes
F. Sevilla Arroyo / Enciclopedia Universal / Micronet / 1999
La Obra de Cervantes
Miguel de Cervantes cultivó los tres grandes
géneros literarios (poesía, teatro y novela) con el mismo
empeño, aunque con resultados bien distintos. La historia literaria ha
respetado siempre la evaluación adelantada por sus contemporáneos:
fue menospreciado como poeta, cuestionado como dramaturgo y admirado como
novelista.
Poesía.
La producción poética cervantina ocupa
un espacio considerable en el conjunto de su obra, se halla diseminada a lo
largo y ancho de sus escritos y recorre su biografía desde sus inicios
literarios hasta el Persiles. Responde a una vocación proaache,
cultivada ininterrumpidamente, aunque no siempre con la inspiración
necesaria. Su obra poética está integrada por numerosas
composiciones sueltas, normalmente de circunstancias (conmemorativas,
fúnebres, laudatorias o satírico-burlescas), y por un largo poema
con perfiles auto biográficos: el Viaje del Parnaso. Este es el
único poema narrativo extenso de Cervantes. Hecho a imagen y semejanza
del Viaggio di Parnaso (c. 1578), de Cesare Caporali di Perugia,
como declara el propio autor, se inscribe en la tradición
satírico-alegórica menipea, de ascendiente clásico,
medieval y erasmista. Narra autobiográficamente, en ocho
capítulos, un viaje fantástico al monte Parnaso, a bordo de una
galera capitaneada por Mercurio, emprendido por muchos poetas buenos con el fin
de defenderlo contra los poetastros. Reunidos allí con Apolo, salen
victoriosos de la batalla y el protagonista regresa mágicamente a su
morada. La aventura se completa con la "Adjunta al Parnaso", donde Pancracio de
Roncesvalles entrega a Miguel dos cartas de Apolo con las que se cierra la
adenda.
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Teatro.
Comedias y tragedias.
También el teatro fue cultivado por Miguel de
Cervantes con asiduidad y empeño vocacional. Desde sus inicios
literarios, tras volver del cautiverio, hasta sus últimos años, se
dedica a escribir teatro: la cronología de sus piezas abarca desde
comienzos de los 80 hasta 1615, dejando escasos períodos inactivos.
Por orden de antigüedad, abren la serie las dos
piezas sueltas representadas en la primera época. La más antigua,
el Trato de Argel, es una tragicomedia de cautivos ambientada en un
trasfondo histórico y costumbrista, de cuño autobiográfico,
que se ve animado por la doble intriga amorosa de Aurelio-Silvia e Yzuf-Zahara.
Mucho más relevante es la Tragedia de Numancia, acaso la mejor del
género por aquellos años, donde las fuentes históricas
(Apianno, Morales, Valera) sobre el cerco se adoban con motivos literarios
(Farsalia, Laberinto de Fortuna, Araucana) y se enriquecen
ya con vivencias individuales ficticias (madre e hijos, pareja de enamorados,
dos amigos), ya con proyecciones alegóricas como el Duero o
España.
Entremeses.
Son excelentes y Cervantes los aborda en absoluta
libertad, tanto formal como ideológica, desplegando por entero su
genialidad creativa para ofrecernos auténticas joyitas escénicas,
cuya calidad artística nadie les ha regateado. Logra ocho "juguetes
cómicos", protagonizados por los tipos ridículos de siempre
(bobos, rufianes, vizcaínos, estudiantes, soldados, vejetes, etc.) y
basados en las situaciones convencionales, pero enriquecidos y dignificados con
lo más fino de su genio creativo (ironía, vida-literatura,
apariencia-realidad...), de modo que salen potenciados hasta alcanzar cotas
magistrales de trascendencia ilimitada. Entre burlas y veras, con la
permisividad inherente al cuadro bufo, el manco de Lepanto no deja de
poner en solfa los más sólidos aachementos de la mentalidad
áurea.
Hay que destacar de ellos El juez de los
divorcios, El rufián viudo, La guarda cuidadosa, La
cueva de Salamanca, El viejo celoso, El vizcaíno fingido,
La elección de los alcaldes de Daganzo, y el Retablo de las
maravillas, que se alza como la pieza maestra indiscutible de la serie por
su interés tanto estético como ideológico: el mayor de los
puntales de la sociedad barroca, la pureza de sangre, o si se prefiere, la
condición de cristiano viejo, se echa por tierra, y aun se reduce a la
nada, cuando de ella depende la contemplación de un fantástico
retablo, fabricado por el sabio Tontonelo, donde no hay más
espectáculo que el representado por los espectadores, víctimas
estúpidas de sus prejuicios casticistas, aunque no por ello dejan de
anular los límites entre realidad y ficción.
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Entremeses Cervantinos, Teatro Universitario de Guanajuato
Narrativa.
Cervantes está considerado por todos como el
creador de la novela moderna. En este campo logró cuajar sus
títulos más grandiosos: tras la concesión a la moda
pastoril de La Galatea (1585), El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha (1605), las Novelas ejemplares (1613), la Segunda parte del
ingenioso caballero (1615) y, póstumamente, la Historia de los
trabajos de Persiles y Sigismunda (1617). Fue capaz de renovar todos los
géneros narrativos de su tiempo (caballeresca, pastoril, bizantina,
picaresca, cortesana, etc.), y esto lo hizo con su indudable genio creativo,
pues la novela se entendía por entonces a la italiana, como relato breve,
y no estaba contemplada teóricamente en las retóricas. La
fórmula novelesca empleada hay que ir a buscarla a sus propias obras, y
no pasa de unas cuantas claves que han sido inteligentemente sistematizadas por
Riley: verismo poético de los hechos, admiración de los casos,
verosimilitud de los planteamientos, ejemplaridad moral, decoro
lingüístico, etc. Son los mismos principios, por otro lado, que
rigen en el resto de sus creaciones, siempre situadas en esa franja
mágica que queda a caballo entre la vida y la literatura, la verdad y la
ficción, la moral y la libertad...
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Las Novelas ejemplares.
Los "doce cuentos" incluidos en el tomo de las
Novelas ejemplares de 1613 recogen una tarea narrativa que arranca muy de
atrás; al menos algunos de ellos, Rinconete y Cortadillo y El
celoso extremeño, estaban ya escritos hacia 1600. Pero el Cervantes
que los agrupa, retoca y completa, cuatro años antes de su muerte, es ya
el autor del Quijote. Seguro de su talla como prosista de creación,
despliega en ellos un muestreo novelesco de lo más variopinto que nos
ofrece -no sin alardes- con aires de primicia desde su prólogo: "yo
soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que
en ella andan impresas todas son traducidas de lenguas estranjeras, y
éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas: mi ingenio las
engendró, y las parió mi pluma". La obra comprende doce
títulos (La Gitanilla, El amante liberal, Rinconete y
Cortadillo, La española inglesa, El licenciado
Vidriera, La fuerza de la sangre, El celoso estremeño,
La ilustre fregona, Las dos doncellas, La señora
Cornelia, El casamiento engañoso y La de los perros
Cipión y Berganza), pero el último de ellos está
engastado en el anterior de forma indisoluble: el Coloquio se inserta como
lectura llevada a cabo por uno de los personajes del Casamiento, de modo
que éste se cierra una vez terminado aquél. Los títulos
incluidos están pensados como muestreo genérico dentro de la
tradición italiana del relato breve. En sus páginas se recrea y se
pasa revista a la práctica totalidad de las modalidades propias de esa
corriente: bizantina, picaresca, gnómica, cortesana, lucianesca, etc.
Aparentemente, son relatos independientes, escritos al margen de la
colección, que suelen clasificarse por sus planteamientos idealistas o
realistas, por sus temas (amor, matrimonio, picaresca) o por su lenguaje
más o menos culto. Las novelitas parecen estar presididas por un marco
implícito que establece múltiples interrelaciones
(simetrías, variaciones o contrastes) entre ellas, ya sean
genéricas, temáticas, ambientales, lingüísticas, etc.
Todas ellas se verán recapituladas en el Coloquio de los perros,
al que llegan ecos de La Gitanilla, del Rinconete, de la
Ilustre, etc., para hacernos volver a considerar la "mesa de trucos" que
supone la colección y su compleja organización
laberíntica.
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El Persiles.
Aunque publicados póstumamente (1617), Los
trabajos de Persiles y Sigismunda bien pudieran ser empresa novelesca
iniciada por Cervantes en la última década del XVI. La novela se
cierra en el lecho de muerte, lo que viene a significar que está acabada
por quien se sabe y autoestima como el primer novelista de su tiempo; sin duda,
Cervantes pretendía desquitarse de la fama de novelista "cómico"
que le había deparado el carácter risible del Quijote y se
adentra en el "género bizantino" dispuesto a colmarlo de gravedad y
trascendencia. Es este un "romance" nítidamente cristiano, tridentino,
basado en la figura central del peregrino que se purifica moralmente en su
continuo deambular viajero; precisamente el modelo más próximo a
la "novela ideal". El resultado es la azarosa peregrinación llevada a
cabo por Persiles y Sigismunda: dos príncipes nórdicos enamorados
que, haciéndose pasar por hermanos bajo los nombres de Periandro y
Auristela, emprenden un viaje desde el Septentrión hasta Roma con el fin
de perfeccionar su fe cristiana antes de contraer matrimonio. Como era de
esperar, el viaje está entretejido de multitud de "trabajos" (raptos,
cautiverios, traiciones, accidentes, reencuentros, etc.), enriquecidos y
complicados hasta el delirio por las historias de los personajes secundarios que
van apareciendo en el trayecto (Policarpo, Sinforosa, Arnaldo, Clodio,
Rosamunda, Antonio, Ricla, Mauricio, Soldino, etc.) y por las jugosas
descripciones de los escenarios -particularmente de los nórdicos-
geográficos.
No obstante, la novela está perfectamente
unificada tanto estructural como semánticamente. Por una parte, el viaje
responde a un itinerario bien preciso que arranca de la Isla Bárbara y
termina en Roma, pasando por Irlanda, Portugal y España; se nos ofrece
distribuido en cuatro libros, claramente agrupables en dos grandes bloques, con
la llegada a Lisboa como eje central: primero, las andanzas por los
países nórdicos (I y II); después, las correrías por
el centro (III y IV). Por otra, el recorrido que conduce a los personajes desde
la Isla Bárbara hasta Roma no es sólo geográfico, sino que
está concebido simbólicamente como peregrinación
purificadora, en lo humano y en lo amoroso, que pasa por distintos eslabones en
la cadena del ser: desde el barbarismo salvaje de los nórdicos, hasta el
pontífice romano; desde la lujuria brutal, hasta el matrimonio cristiano.
En definitiva, todo se integra literariamente en un "camino de
perfección" que no puede terminar sino en Dios: "Nuestras almas
[...] siempre están en continuo movimiento y no pueden parar sino en
Dios, como en su centro". Ello explica la alta estima en que Cervantes tuvo
al Persiles.
El Quijote
La más grande obra de Miguel de Cervantes y de
la literatura hispánica de todos los tiempos.
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Fuentes: Ediciones aache, www.aache.com,
Enciclopedia Universal Micronet,
www.micronet.es
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