El 8 de marzo, la
transnacional petrolera anglo-holandesa Shell anunció nuevos aumentos a
los combustibles tales como nafta y gasolina. Dos días después, el
presidente de Argentina convocó a su pueblo a la protesta.
Contradictorio, Néstor Kirchner criticó severamente a Shell y, al
mismo tiempo, elogio a Repsol y Petrobrás por “solidarias”.
Repsol, solita, controla el 50% del mercado argentino. Shell no produce
crudo solamente lo refina. El petróleo lo compra a 28 dólares por
acuerdo entre el gobierno y las empresas transnacionales; los costos de
producción son de 10 dólares (Fernández-Vega C., en
La
Jornada 17 marzo 2005), de manera que la ganancia es muy atractiva: compran
baratísimo el crudo, invierten muy poco y ganan muchísimo.
De acuerdo a la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, en
14 años de privatización, los consumidores argentinos han
transferido a la industria petrolera privada más de 5 mil millones de
dólares.
En el llamado al boicot se dijo “No comprar ni una
lata de aceite a Shell”. También se anunció que se estudian
similares medidas contra la norteamericana Esso y la uruguaya Sol
Petróleo.
Kirchner, en realidad, no pide mucho solo que las
transnacionales “no deben cobrar más de lo que les
corresponde”. Luego, señaló que "el Gobierno va a tomar
medidas, va a proceder en los hechos más que en las palabras, con medidas
paulatinas” (
www.granma.cu 11 marzo
2005).
De inmediato, organizaciones de desempleados como Tierra y
Vivienda y Barrios de Pie se manifestaron frente a las oficinas de Shell en
Buenos Aires. La población, en general, respondió al llamado.
Muchos automovilistas dejaron de abastecerse en Shell, prefirieron a Repsol y
Petrobrás. Asociaciones de consumidores utilizaron el lema "Use su poder
como usuario, no cargue en Shell".
Algunos medios consideraron que Kirchner dio un
ejemplo constructivo para controlar de manera pacífica e institucional a
las “fuerzas del mercado” transnacional. Creemos que es demasiado
optimismo.
La reacción de Kirchner corresponde a una
situación intolerable creada por las transnacionales en su afán
desmedido de enriquecimiento, es un acto desesperado ante la voracidad de Shell.
Pero no hay manera de “controlar” a esas corporaciones. La
única solución ES la expropiación. Las transnacionales
JAMAS seguirán una política de beneficio social, su objetivo es el
lucro, la obtención de la máxima tasa de ganancia, NUNCA la
solidaridad social. La prueba está en la decisión unilateral de
Shell para aumentar los precios cada vez que quiere. Con esas corporaciones
“los acuerdos de caballeros” NO funcionan.
En los
últimos años, las empresas con más altas ganancias en
Latinoamérica son, precisamente, las transnacionales de la energía
como resultado de las privatizaciones. Los aumentos a los precios es un efecto
esperado que no se puede resolver pidiendo a las corporaciones imperialistas que
se porten bien y no cobren más de lo debido. NO hay transnacionales
buenas y transnacionales malas, sus políticas son las mismas sea Shell,
Repsol o Petrobrás.
El asunto es de Política Energética.
Reiteramos que la industria energética no debe ser sino de propiedad
nacional, es decir, de propiedad social y colectiva, bajo el control del Estado
y operando con base en una Política Energética independiente. Lo
demás, es hacerse ilusiones vanas de corto alcance.
“Usted
es un cliente no un rehén” publicó el gobierno argentino en
su llamado a la población. En menos de una semana, las ventas de Shell
cayeron más del 70%.
El FMI exigió a Kirchner
“respeto a las inversiones extranjeras”. El 17 de marzo, Kirchner
continuo con el llamado al boicot y, en respuesta al FMI, dijo que Argentina
“es un país independiente”.
Los piqueteros, en el
mitin realizado frente a Shell, ondearon la bandera argentina y pintaron en las
paredes “Nacionalización de Shell”. ¡El FTE de
México estamos de acuerdo y los apoyamos! Los compañeros proponen
que los bienes de la transnacional se transfieran a la estatal Enarsa, asociada
con Petróleos de Venezuela (PDVSA).