2005, 400 años de El Quijote de la Mancha
La vida de Cervantes
(Alcalá de Henares, 1547- Madrid, 1616).
F. Sevilla
Arroyo / Enciclopedia Universal / Micronet /
1999
Poeta, novelista y dramaturgo español,
considerado como el más grande escritor español de todos los
tiempos, y uno de los mejores escritores universales. Su obra más
conocida, la Historia de El Quijote de la Mancha, ha trascendido todas
las fronteras y todas las culturas.
El retrato más fidedigno que se conoce de
Miguel de Cervantes se debe a su propia pluma, con la que trazó su
"rostro y talle" en el prólogo a las Novelas
ejemplares:
"Éste que veis aquí, de rostro
aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de
alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata,
que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca
pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y
ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia
los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni
pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de
espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor
de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el
Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y
otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre
de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes
Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde
aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la
batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque
parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más
memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver
los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de
la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria".
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Miguel de Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de
1547, en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, de Alcalá
de Henares, donde nació posiblemente el día 29 de septiembre,
día de San Miguel. Era el cuarto hijo de los seis que tuvo el matrimonio
Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. El padre era cirujano-barbero,
profesión de escasos ingresos y baja consideración social. Las
estrecheces económicas, en las que sin duda se crió nuestro autor,
forzaron a su padre a emprender un vagabundeo por Valladolid, Córdoba y
Sevilla en busca de mejor suerte, nunca conseguida, sin que sepamos a ciencia
cierta si su prole lo acompañó en sus viajes o no. Si lo hizo,
Cervantes podría haber aprendido sus primeras letras en un colegio de la
Compañía de Jesús de esas localidades, e incluso haberse
aficionado al teatro -una vocación que no abandonaría
jamás- bajo la tutela del padre Acevedo. Desde 1566 el cirujano-barbero
se estableció definitivamente con su familia en Madrid, iniciando por
esos años el joven autor su carrera literaria: primero, en 1567, con un
soneto dedicado a la reina ("Serenísima reina, en quien se
halla"), con motivo del nacimiento de la infanta Catalina, la segunda hija
de Felipe II. Después, en 1569, con cuatro poemas de corte garcilacista
dedicados a la muerte de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, que le
pidió Juan López de Hoyos, rector del Estudio de la Villa
-tratándolo de "caro y amado discípulo"-, para incluirlos
en la Historia y relación de las exequias reales. Es posible que
Cervantes se iniciara en la literatura bajo la supervisión y en la
amistad del humanista y gramático López de Hoyos. Lo que sí
es seguro es que Cervantes entró al mundo literario de la mano de la
poesía.
Esos tempranos inicios poéticos se vieron
truncados casi en sus comienzos, pues a finales de 1569, encontramos al joven
escritor instalado en Roma como camarero del cardenal Giulio Acquaviva, al que
serviría durante un tiempo para iniciar pronto su carrera militar.
Allí tuvo Cervantes ocasión de familiarizarse con la literatura
italiana del momento, tan influyente en su propia obra.
Abandonó el ambiente pontificio en 1570, para
entrar en el servicio militar, entonces absolutamente voluntario, en el que
desde luego no le sonreiría nunca la fortuna. Se alistó primero en
Nápoles a las órdenes de Álvaro de Sande, para sentar plaza
después, con toda seguridad, en la compañía de Diego de
Urbina, del tercio de don Miguel de Moncada, bajo cuyas órdenes se
embarcaría en la galera Marquesa, junto con su hermano Rodrigo,
para combatir, el 7 de octubre de 1571, en la batalla naval de Lepanto. Aunque
en aquellos días sufría de fiebres, luchó con valor, pues
recibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda, que se la
dejaría inutilizada para siempre. A cambio, quedaría inmortalizado
como El manco de Lepanto y conservaría hasta su muerte el orgullo
de haber participado en la más alta ocasión que vieron los
siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
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Ya recuperado de sus heridas en Mesina, en 1572 se
incorporó a la compañía de don Manuel Ponce de León,
del tercio de don Lope de Figueroa, dispuesto a seguir como soldado, pese a
tener una mano lisiada. Participó en diversas campañas militares
en los años siguientes, pasando gran parte de su tiempo en los aburridos
cuarteles de invierno de Mesina, Sicilia, Palermo y Nápoles. Cansado de
tal modo de vida, unos tres años después Cervantes decide regresar
a España, no sin obtener antes cartas de recomendación del propio
don Juan de Austria, reconociéndole sus méritos militares, con
intención de utilizarlas en la Corte para obtener algún cargo
oficial. Así, en 1575 embarca en Nápoles, junto con su hermano
Rodrigo, en una flotilla de cuatro galeras que parten rumbo a Barcelona, con tan
mala suerte que una tempestad las dispersa y precisamente El Sol, en la
que viajaban Cervantes y su hermano, es apresada, ya frente a las costas
catalanas, por unos corsarios berberiscos al mando del renegado albanés
Arnaut Mamí. Los cautivos son conducidos a Argel y Miguel de Cervantes
cae en manos de Dalí Mamí, apodado El Cojo, quien, a la
vista de las cartas de recomendación del prisionero, firmadas por el gran
capitán mediterráneo Juan de Austria, fija su rescate en 500
escudos de oro, cantidad prácticamente inalcanzable para la familia de su
padre el cirujano.
Así se inicia el periodo más terrible de
su vida: cinco largos años de cautiverio en las mazmorras o baños
argelinos, que dejarían una huella indeleble en la mente del escritor
-normalmente traducida en una continua exaltación de la
libertad-:
La libertad, Sancho, es uno de los más
preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden
igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad,
así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres
(Quijote, II, 58).
a la vez que alimentarían numerosas
páginas de sus obras, desde La Galatea al Persiles, pasando
por El capitán cautivo del primer Quijote, y sin olvidar
El trato de Argel ni Los baños de Argel. Intentó
escaparse en varias ocasiones, sin éxito, y al final fue liberado gracias
al rescate pagado por el fraile trinitario fray Juan Gil, con las monedas
obtenidas de sus recorridos pedigüeños por la geografía
española. El 27 de octubre llega a las costas españolas y
desembarca en Denia (Valencia): su cautiverio ha durado cinco años y un
mes.
Pretendió largo tiempo algún puesto
oficial, especialmente en América, a donde quería viajar. En 1581
fue a Orán, en misión desconocida, y luego a Lisboa, a dar cuentas
al gobierno de Felipe II. Sigue empeñado en un puesto en América,
y así en 1582, dirige una solicitud a Antonio de Eraso, que le es
denegada. Nunca le fueron recompensados sus méritos
militares.
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Dedicado de lleno a las letras, en el mundo literario
del Madrid de finales del siglo XVI, mantiene relaciones amistosas con las
más altas plumas de la época: Laýnez, Figueroa, Padilla,
etc. y se dedica a redactar La Galatea -donde figuran como personajes
buena parte de estos autores-que vería la luz en Alcalá de
Henares, en 1585. Sigue también muy de cerca la evolución del
teatro, acelerada por el nacimiento de los corrales de comedias, y se empapa de
las obras de Argensola, Cueva, Virués, etc., llevando a cabo una
actividad dramática muy fecunda no ajena al éxito:
"compuse en este tiempo hasta veinte comedias o
treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de
pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos, gritas ni
barahúndas" dice en el Prólogo a Ocho
comedias.
De ellas se conservan hoy El trato de Argel,
La Numancia y, si admitimos su paternidad, la recién atribuida
Conquista de Jerusalén. También conocemos un contrato
firmado en 1585 con Gaspar de Porres, referente a dos piezas perdidas: El
trato de Constantinopla y La Confusa.
Se casó en Esquivias con Catalina de Salazar,
en 1585, y poco después siguió con sus viajes y movimientos por el
ancho mundo, que le llevaron a tener esposa de modo sólo nominal, pues
hasta principios del siglo XVII no volverá a verse con ella.
En 1587 le vemos instalado en Sevilla, donde, al fin,
obtiene, por mediación de Diego de Valdivia, el cargo de comisario real
de abastos para la Armada Invencible. Más tarde sería
encargado de recaudar las tasas atrasadas en Granada, habiéndole denegado
una vez más el oficio en Indias que había vuelto a solicitar en
1590. Tan miserables empleos lo arrastrarían a soportar, hasta finales de
siglo, un continuo vagabundeo mercantilista por el sur (Écija, La Rambla,
Castro del Río, Cabra, Úbeda, Estepa, etc.), sin lograr más
que disgustos, excomuniones, denuncias y algún encarcelamiento (Castro
del Río, en 1592, y Sevilla, en 1597), al parecer siempre injustos y
nunca demasiado largos. Como contrapartida, el viajero entrará en
contacto directo con las gentes de a pie, y aun con los bajos fondos,
adquiriendo una experiencia humana magistralmente recreada en sus
obras.
Como dramaturgo, se compromete en 1592 con Rodrigo
Osorio a entregarle seis comedias, que no cobraría si no resultaban de
las mejores, entre las cuales se cuentan varias de las incluidas en el tomo de
1615; como novelista, redacta varias novelas cortas (El cautivo,
Rinconete y Cortadillo, El celoso extremeño, etc.) y, mucho
más importante, esboza nada menos que la primera parte del Quijote
y, quizá, el comienzo del Persiles. Al comienzo del siglo XVII,
Cervantes se despide de Sevilla y sólo sabemos de él que anda
dedicado de lleno a la escritura del Quijote. En 1603 se instaló
en Valladolid, ciudad declarada nuevamente capital de España por Felipe
III.
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A principios de 1605, de forma un tanto precipitada,
ve la luz El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en la imprenta
madrileña de Juan de la Cuesta, a costa de Francisco de Robles, con un
éxito inmediato y varias ediciones piratas, por lo que Juan de la Cuesta
inicia la segunda edición al poco tiempo. Este éxito se
vería empañado por un nuevo encarcelamiento, ordenado
sediciosamente por el alcalde Villarroel, motivado por el asesinato de Gaspar de
Ezpeleta a las puertas de la casa de los Cervantes, en cuyo proceso la familia
fue acusada de llevar vida licenciosa ("Las Cervantas").
Viaja de nuevo, y queda a vivir, en Madrid, en 1606.
Ya en la recta final de su vida, aún vive dos nuevas mudanzas: primero a
la calle Huertas y luego a la de Francos, la asistencia a las academias de moda,
como la del conde de Saldaña, en Atocha, y el ingreso en la Orden Tercera
de San Francisco.
Ya prestigioso novelista y escritor, Miguel de
Cervantes va redactando gran parte de su producción literaria,
aprovechando títulos y proyectos viejos. Tras ocho años de
silencio editorial desde la publicación de la novela que lo
inmortalizaría, publica una verdadera avalancha literaria: Novelas
ejemplares (1613), Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho
entremeses nuevos nunca representados (1615) y Segunda parte del
ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615 también). La lista
se cerraría, póstumamente, con la aparición, gestionada por
su mujer Catalina, de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia
setentrional (1617).
Enfermo gravemente de "hidropesía" (accidente
vascular con posible parálisis) en 1616 se vio morir: el 18 de abril
recibe los últimos sacramentos; el 19 redacta, "puesto ya el pie en el
estribo", su último escrito: la sobrecogedora dedicatoria del
Persiles; el 22, poco más de una semana después que
Shakespeare, el autor del Quijote fallece y es enterrado al día
siguiente, con el sayal franciscano, en el convento de las Trinitarias Descalzas
de la actual calle de Lope de Vega. Sus restos mortales se perdieron, y hoy
permanece en la memoria de todos los que aman la buena literatura y el idioma
castellano en su más puro acento.
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Fuentes: |
Ediciones aache, www.aache.com |
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Enciclopedia Universal Micronet, www.micronet.es |
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