Reducir las pérdidas eléctricas no es cuestión de buenos
propósitos, ni argumento para privatizar
Nueva iniciativa privatizadora “ecologista”
Justificando la necesidad de reducir las
“pérdidas eléctricas” se abre en México un
nuevo frente privatizador. El Partido Verde Ecologista (PVEM) plantea al Senado
la privatización de las fuentes renovables de energía basado,
entre otras cosas, en el combate a las pérdidas. A nivel global, la
implantación del mercado eléctrico tiene como principal
“efecto secundario” --también global--, el aumento de las
pérdidas eléctricas, con la consecuente elevación de
tarifas. Muchos países presentan el mismo problema que, según
datos del propio Banco Mundial (BM), ya puede asociarse a la
"desregulación" eléctrica neoliberal.
Cifras del BM lo revelan: aumenta el robo de electricidad a escala mundial
Lo que los impulsores de la "desregulación" eléctrica han
dado en denominar simplemente como "robo de electricidad" y que asocian a un
defecto estructural, propio de la regulación estatal (supuestamente
inexistente en el modelo de libre mercado) es en realidad un problema muy
complejo cuya magnitud y alcance pone en crisis el paradigma del mercado. Las
pérdidas de electricidad (entre las cuales está el robo) son un
grave problema a escala global, como revela un muestreo realizado por Thomas
Smith de la Universidad de Zayed, en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, con
datos del propio Banco Mundial en 102 países entre 1980 y 2000,
publicados hasta 2003.
Pérdidas de Transmisión y Distribución por región 1980-2000
Región |
países |
Pérdida 1980 (%) |
Pérdida 2000 (%) |
Variación (%) |
Europa Oriental |
17 |
7.71 |
7.56 |
-0.15 |
Europa Occidental |
24 |
9.68 |
18.18 |
+8.50 |
Medio Este y Norafrica |
11 |
11.18 |
19.63 |
+8.45 |
África |
11 |
14.60 |
19.95 |
+5.35 |
América del Norte |
3 |
9.67 |
9.38 |
-0.29 |
Sudamérica |
9 |
13.00 |
17.23 |
+4.23 |
América Central y Caribe |
9 |
15.50 |
21.68 |
+6.18 |
Sur de Asia |
5 |
25.20 |
27.50 |
+2.35 |
Sudeste asiático |
7 |
12.14 |
13.22 |
+1.18 |
Este de Asia y Australia |
6 |
8.67 |
7.65 |
-1.02 |
TOTAL |
102 |
11.69 |
16.22 |
+4.54 |
Fuente: Thomas B. Smith, Electricity theft: a comparative
analysis. Elsevier, Energy Policy 32 (2004)
[www.elsevier.com/locate/enpol].
Hacia una actitud del no pago
Las pérdidas eléctricas “no técnicas”
(es decir, cuyo origen no es inherente al proceso “natural” de la
generación, transmisión y distribución de energía
eléctrica) --y más particularmente el robo de
energía, no pueden medirse por lo que solamente se estiman,
clasificándolas según las diversas formas en que se manifiestan.
Entre las pérdidas “no técnicas” se cuentan el
fraude (generalmente, la alteración del medidor o de la propia
instalación para que registre un consumo menor), la conexión
clandestina (en México, conocida como “diablito”, que
ocurre por incapacidad de la empresa suministradora de proporcionar
oportunamente el servicio al usuario, o la de éste para pagar dicho
servicio) y, finalmente, las irregularidades en la
facturación (básicamente la alteración intencional de
lecturas). Un fenómeno distinto es el "no pago" abierto, es decir,
usuarios regulares (cuya instalación cuenta con medidor y se le toma
periódicamente la lectura) que simplemente dejan de pagar su factura, sin
que por diversas razones, se les pueda cortar el servicio (o que se
“reconectan” en cuanto se ejecuta el mismo).
Por otra parte,
como el estudio citado advierte, el "robo" de energía es un indicador de
gobernabilidad por lo que muchos países no revelan sus datos reales (y
menos al Banco Mundial). Sin embargo, este fenómeno se multiplica
rápidamente alrededor del mundo y se manifiesta por la
proliferación --nada clandestina-- de intrincadas
“telarañas” de cables que cuelgan de los postes de luz,
mediante las cuales miles de "usuarios ilegales" se conectan a la red de
distribución, afectando no solo la economía de las empresas
eléctricas, sino la calidad del servicio a los usuarios "regulares" por
las constantes caídas de voltaje que provocan, incluso, la
interrupción del servicio y en ocasiones repercute en daño a los
transformadores de distribución.
La mayoría de las
transnacionales que operaban empresas de distribución, sobre todo en el
tercer mundo, vieron en este problema la oportunidad de favorecer una
“cultura” de no pago entre los usuarios que serviría
para poner en crisis a las empresas públicas y obligar a cambios
profundos en los sistemas de distribución, como los que requiere el
modelo de mercado eléctrico. En México, por ejemplo, mucha gente
sabe que basta violar algún poste de alumbrado público para
hacerse de una fuente de energía "gratis". Del mismo modo, se puede dejar
de pagar a sabiendas de que no se ejercerá acción legal en contra,
a menos que sea una acción organizada que cuestione el fondo del
problema, es decir, las elevadas tarifas y los bajos salarios.
¿Represión, única vía de solución?
La respuesta oficial al fenómeno varía. En México,
por ejemplo, la paraestatal Luz y Fuerza del Centro (LyFC) lanzó una
campaña "Al diablo con los diablitos" (o "No te robes mi luz") cuya
ineficacia es evidente, puesto que las pérdidas se elevaron otro 3% desde
que se implantó el programa PREP 25-15 (programa de LyFC destinado a
reducir las pérdidas del 25 al 15%). Ni el costoso blindaje de partes de
la red de distribución (unos 1,200 kilómetros) o de los medidores
(de los cuales se sustituyeron más de medio millón causando, por
cierto, graves problemas de facturación y molestias a los consumidores)
pudieron frenar el robo. LyFC se ubica junto con otros 28 países
(según el estudio de Smith) entre los peores indicadores de
pérdidas a nivel mundial.
Luis de Pablo Serna, director de LyFC,
declaró a finales del año pasado que, en la zona metropolitana de
la Ciudad de México, la magnitud de las pérdidas asociadas al robo
de energía (mediante conexiones clandestinas) representó (de
septiembre 2003 a septiembre de 2004) casi el 7% del total, atribuyéndolo
a infinidad de asentamientos irregulares, servicios "autoconectados" y al
comercio informal. Pero, de manera sorpresiva, de Pablo reconoció como
segunda razón en importancia el "incremento extraordinario de los precios
en tarifas domésticas a partir del 2002, que propició el aumento
no previsto en la comisión de ilícitos para alterar la
medición de los consumos".
Ahí está el problema ante el
cual, en otras partes del mundo, ciertos gobiernos han tomado ya medidas
represivas muy graves, incluso acciones policíacas y militares --casa por
casa-- para combatir el robo de electricidad. Por ejemplo, el citado estudio
señala que el gobierno de Pakistán "empleó 35 mil efectivos
del ejército para recuperar adeudos y combatir el robo a la empresa Water
and Power Development Authority". El caso no es único. En México
el gobierno también ha procedido judicialmente en contra de dirigentes
sociales que buscaban negociar la reducción de tarifas tanto para
usuarios de escasos recursos como para los que viven en zonas de clima extremo.
Es previsible la radicalización de estas medidas, incluso por
recomendación de los organismos financieros.
Del papel rector del Estado a la caricatura reguladora neoliberal
Los municipios del Estado de México que rodean a la capital, no
solo albergan innumerables asentamientos ilegales --que conforman un
“cordón de pobreza” como el de todas las grandes urbes en los
llamados países “en vías de desarrollo”-- sino que,
además, han proliferado indiscriminadamente verdaderas “ciudades
periféricas” construidas por grandes empresas urbanizadoras
privadas apoyadas irresponsablemente por los organismos encargados de
“regular” el desarrollo de viviendas de interés social.
En
esas “ciudades” se calcula que al menos unas 300 mil
casas-habitación están conectadas ilegalmente a la red de
distribución de LyFC, "autoconectadas" con la complicidad de las mismas
"urbanizadoras" privadas, aprovechándose de la inconstitucional reforma
al Reglamento de la Ley del Servicio Público de Energía
Eléctrica en Materia de Aportaciones.
A esto hay que añadir
miles de diablitos que alimentan clandestinamente electricidad al
"comercio informal" (callejero), actividad cuya proliferación
también debemos "agradecer" a las políticas dizque
“regulatorias” de la modernidad neoliberal.
En este complejo
escenario, no es raro que cualquier campaña de regularización
falle, puesto que las causas y la magnitud del problema rebasan toda
previsión. De un lado no se tienen los recursos suficientes para
suministrar oportunamente el servicio derivado de un crecimiento no planificado
por el propio Estado. Electrificar las cerca de 750 mil viviendas que el
gobierno federal se ha propuesto edificar al año, tiene un costo que las
empresas públicas no pueden absorber. Por otro lado, no se cuenta con
personal suficiente ni para realizar el corte efectivo de conexiones ilegales
(que aparecen nuevamente al día siguiente) o para encausar legalmente
cuando menos a los infractores mayores. ¿O qué, se trata de seguir
castigando la pobreza? Así parece, la privatización
eléctrica solamente favorece a los grandes empresarios privados y
extranjeros.
¿Privatizar las fuentes renovables para minimizar las pérdidas?
En este contexto, Verónica Velasco Rodríguez, senadora
del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) presentó, el pasado
martes 8 de febrero de 2005, otra iniciativa para "reformar los artículos
27 y 28 de la Constitución Política, con el objeto de
permitir
la participación de los particulares en la generación de
electricidad,
siempre y cuando y solamente sea a través de
energías renovables" [http://www.senado.gob.mx].
Según
ella, "con esta iniciativa también se pretende liberar recursos [...]
para que las compañías eléctricas propiedad de todos los
mexicanos puedan invertir en programas que minimicen las pérdidas de
energía, que para la CFE oscilan en alrededor del 10.5% y para LyFC
alrededor del 28%, en donde
más del 15% corresponde a pérdidas
no técnicas, es decir, pérdidas asociadas a ilícitos como
el robo de electricidad".
Pero no solo el PVEM tiene
“ocurrencias”. Organizaciones “no gubernamentales”, como
Greenpeace, han dado a conocer una petición en el sentido de privatizar
las fuentes de energía alternas [“
6 elementos fundamentales para
una verdadera reforma eléctrica”],
como si no se entendiera que este tipo de fuentes, por sus
características y el tipo de energía que son capaces de ofrecer,
solamente podrán desarrollarse a través de la propiedad social,
que en el caso de México solo las empresas públicas pueden
ejercer.
De “p(é)rdida”, privatizar el proceso de trabajo
Por si fuera poco, un tercer elemento que se presenta en el caso de
México, particularmente de LyFC, es la tendenciosa campaña que
pretende asociar las pérdidas eléctricas a la obsolescencia de
los sistemas comerciales para el control del registro de los consumos de
energía eléctrica y la facturación (palabras de Luis de
Pablo, responsable de LyFC, ante la prensa nacional), para lo cual se presiona
al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME, titular del contrato en LyFC) para
aceptar la entrada de la transnacional Unión Fenosa, que implanta (desde
hace 9 años) unos sistemas informáticos con los que,
supuestamente, se reducirán las pérdidas de electricidad.
Lo
que este funcionario omite decir es que la mayoría de los
burocráticos trámites que implica el proceso comercial de LyFC, p.
e. la contratación de un servicio nuevo, obedece a una normatividad
establecida legalmente cuya simplificación no ha sido emprendida ni por
él ni por ninguna otra administración precedente de LyFC.
Por
otro lado, es obvio que ningún sistema informático puede combatir
las causas profundas del complejo fenómeno de las pérdidas
eléctricas. Lo que puede hacerse es analizar los factores y presentar
alternativas viables. En LyFC esto puede hacerse con los sistemas de
información existentes, puesto que se dispone de las herramientas
necesarias y del personal adecuado para mejorar la información
disponible. Pero, más bien parece que se trata de eliminar la
participación de trabajadores sindicalizados en un proceso
estratégico que determina, nada más y nada menos, la viabilidad
financiera de la empresa.
Así, la correcta defensa del SME en contra
de la privatización de la industria eléctrica plantea un nuevo
frente en el que, por desgracia, no faltan dizque dirigentes sindicales que
apoyen la intromisión en LyFC de Unión FENOSA, una de las empresas
extranjeras que más han privatizado furtivamente la generación en
nuestro país. Para modernizar y mejorar el control y la operación
de las empresas públicas de México no es necesario recurrir al
exterior ni puede justificarse en la reducción de las pérdidas de
energía.
Alternativas
Ningún sistema eléctrico está libre de
pérdidas, sin embargo, la “desregulación”
(privatización en la mayoría de los casos) del sector
eléctrico en los países pobres (como México) induce el robo
de electricidad, en primer lugar porque eleva las tarifas mediante la compra de
generación privada (basada fundamentalmente en gas natural). En ese
sentido, el robo de electricidad es un problema social y no simplemente
técnico o judicial.
Indudablemente, hay soluciones técnicas
que pueden practicarse (no solo con el “blindaje” indiscriminado de
la red de distribución o con el desarrollo de sistemas complementarios de
control y administración) pero, antes, habrá que analizarlas para
racionalizar la inversión (no tiene caso seguir invirtiendo pesos para
recuperar centavos).
Se requiere, por ejemplo, asociar físicamente la
red de distribución con el consumo por zona (medir la energía
suministrada por alimentador y compararla con la energía facturada),
cuando menos para empatar eficientemente las políticas de desarrollo y
mantenimiento de la infraestructura. Ello permitiría, además,
ubicar las zonas dónde las pérdidas tienen mayor impacto y
diseñar políticas específicas.
La modernización
del proceso comercial implica además desarrollar nuevas funciones (o
aquellas que hoy no se realizan) y que permitirán un mayor acercamiento
de los trabajadores que laboran en contacto directo con los usuarios, para
orientarlos y aconsejarles las mejores prácticas sobre ahorro y
aprovechamiento de la energía, así como para detectar situaciones
anómalas, tanto en el servicio como en la red, para prevenir fallas. Para
ello hay que automatizar las funciones actuales más repetitivas o
delicadas que permita la tecnología actual (un caso concreto es la toma
automática de lecturas). Todo esto requiere una nueva y decidida
respuesta sindical.
Obviamente los neoliberales confían en que
trabajadores y usuarios no ofreceremos una respuesta organizada y planean otras
soluciones “modernas” como el cambio indiscriminado de medidores que
permitan emplear tarjetas “prepagadas” (como las telefónicas)
con ajuste de horario para desestimular el consumo en “horas pico”.
La atención al público sería mediante sistemas
telefónicos con mensajes pregrabados, etc., que obviamente
acarrearán nuevos problemas, similares a los que ocurren actualmente con
el servicio que ofrece Telmex o las empresas operadoras de telefonía
celular.
Mejorar la atención al público no solo implica una
respuesta individualizada, sino resolver la problemática colectiva,
atendiendo la participación social de los usuarios del servicio
respondiendo no solo a sus quejas y denuncias, sino a sus sugerencias y
necesidades específicas. Hoy, más que nunca, se requiere la
respuesta organizada de trabajadores y usuarios.
¡Por una política energética social!
¡Alto al aumento a las tarifas eléctricas!
¡No a la privatización de la
Industria Eléctrica Nacionalizada!