Volumen 16, Número 335, mayo 15 de 2016
 


Charrismo, brazo del imperialismo



MANIFIESTO FTE del 1 MAYO 2016. Hace 100 años estalló la huelga de la Federación Obrera del DF, reprimida por Carranza. Hace 40 años, la Huelga Eléctrica Nacional, de la Tendencia Democrática del SUTERM, fue reprimida militar y políticamente. Durante más de un siglo, los trabajadores mexicanos han sido sometidos por el charrismo sindical, corporativizado con el Estado. El capital, imperialismo, Estado, gobierno en turno y charrismo, son contumaces enemigos de la clase obrera.


La lucha contra el charrismo sindical es el punto prioritario en la agenda obrera. Esta superestructura política y económica es causante de tantas desgracias obreras y para la nación. En nuestro país, el charrismo significa la entrega de los intereses de clase y los de la nación al imperialismo.

El charrismo no es solamente una degeneración sindical, violenta y corrupta. Los charros sindicales son agentes del capital que operan con impunidad al interior de los sindicatos. Son los encargados de la represión obrera a cambio de usurpar su representación sindical y sus derechos laborales y sociales.

La corporativización no surgió de la nada sino como parte de la estrategia del imperialismo para enfrentar a su contrario histórico. Este sistema degradado pronto se convirtió en el valladar que impide a la nación ejercer su soberanía. El sometimiento obrero anula los intereses de clase y enajena a los trabajadores, que asumen una conciencia que no es la suya. El resultado: cada vez peores condiciones de vida y de trabajo, la parálisis obrera, la sobreexplotación y la carencia de perspectivas. Los charros sindicales son los carceleros que mantienen secuestrados a los trabajadores en sus propias organizaciones. Con ello, se sostienen mutuamente el charrismo, el capital, Estado y gobiernos en turno.

Nada de esto es nuevo, pero ahora todo se ha recrudecido. El charrismo sindical significa la pérdida total de independencia de clase. En tales condiciones, los gobiernos en turno realizan todas las acciones posibles contra la clase y la nación. Nunca como ahora, el gobierno de Peña Nieto se ha encargado enfermizamente de despojar a la nación de su patrimonio colectivo y entregarlo al capital de rapiña. Nunca como ahora, los derechos obreros son prácticamente inexistentes al sustituirlos por la represión sistemática.

El desempleo, subempleo y trabajo precario (outsourcing) son cada vez mayores. La minoría de mexicanos son asalariados, el resto está explícitamente excluido del trabajo, del salario y la seguridad social. Peor aún, coexisten trabajadores sujetos al semi esclavismo y miles son expulsados de sus comunidades obligados a emigrar.

La descalificación del trabajo está en ascenso sostenido. No solo crece el ejército de reserva sino el ejército de desecho. No es suficiente estudiar ni especializarse siquiera, lo dominante es la discriminación social al arbitrio de las mafias, empresariales y académicas, aliadas del charrismo.

Entre tanto, también crecen el delito, el crimen y la impunidad. El Estado es partícipe activo y el gobierno en turno co gobierna con los criminales. En México no existe justicia de ningún tipo. De hecho, ni el Estado ni el gobierno tienen esos objetivos, al contrario, su función es ser enemigos del pueblo.

Peña Nieto desnacionalizó y privatizó a las industrias petrolera, del gas, petroquímica, eléctrica y de telecomunicaciones. Esto incluye la destrucción deliberada de Pemex y de la CFE, descapitalizándolas, endeudándolas en exceso e incapacitándolas técnica y financieramente.

Hay una reorganización económica, basada en el regreso a la propiedad privada de los medios básicos de la producción, precisamente, para la acumulación privada de capital. La pérdida del patrimonio colectivo de la nación es tangible. Para los trabajadores, esto se expresa en la pérdida de las conquistas elementales, principalmente, el empleo y la vida. Esto es cotidiano en Pemex, CFE y la petroquímica privatizada, como Mexichem, donde se suceden los crímenes industriales y nadie da la cara. Es apenas el preludio de lo que traerán las transnacionales: el crimen en alta escala.

¿Cómo es esto posible? Por la postración obrera que mantiene el charrismo sindical. La desnacionalización y privatización energética se hicieron con el apoyo de los partidos políticos, empresarios y charros sindicales. Los trabajadores ni siquiera se manifestaron, callaron, permanecieron en silencio. Hace tiempo que fueron incapacitados, su conciencia fue limada hasta aplanarla. Cuando había que reaccionar, no supieron ni quisieron.

Hoy, la situación tiende a agravarse. Los mismos diputados, senadores y charros sindicales acaban de aprobar la ley que concede a Peña Nieto facultades para decretar el estado de sitio en el país y, a los militares el derecho para realizar cateos a discreción en los domicilios de la población e, incluso, en el propio Congreso. Cada vez la política tradicional es más absurda y ridícula.

¿Por qué estas medidas? Muy simple, es el mensaje contra cualquier eventual protesta de los trabajadores y del pueblo ante la debacle que se avecina. Peña Nieto procede en términos "preventivos" y dictatoriales para hacer que su traición a la nación se vuelva irreversible.

El gobierno en turno está ensoberbecido y patológicamente enfermo. Cree que puede delinquir sin dejar huellas. No es así. Ya ahora, la "mentira histórica" oficial en el caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa se está cayendo a pedazos. Lo mismo, la falsa "reforma educativa", punitiva y criminal. Eso está siendo posible por loable lucha de los familiares de los 43 y los maestros de la CNTE.

Esto, sin embargo, no es suficiente. Seguimos marchando dispersos, al nivel de activistas. Nuestra organización está muy lejos de atender nuestros deberes de clase. De hecho, no tenemos organización de clase, ni política ni obrera. Los sindicatos vegetan en el sindicalerismo, cuando mucho, en la mayoría de los casos simplemente no hay dinámica de ningún tipo. En cuanto a organización política, sencillamente, no existe.

Este 1 de mayo es ocasión para hacer un balance de nuestro accionar, de los pocos resultados obtenidos y de las grandes tareas pendientes. No es una sino varias y debemos ejecutarlas simultáneamente. No hay que esperar más, la situación puede empeorar y muy pronto. Ese no es el problema sino la carencia de medios y de política para enfrentarla con éxito.

Las tareas políticas de nuestra época son para los trabajadores concientes. En primer lugar, es necesario que construyamos organización: política, obrera y social. Esta organización debe estar estructurada a nivel nacional y guiada por principios, por la independencia de clase y la lucha programática.

Esta organización no es una más ni un simple aparato. La organización requiere honestidad política. El FTE propone que se abra la discusión, que se valoren las propuestas y actuemos en consecuencia. Hay que decir menos y hacer más. Organizarnos es una necesidad, pero nadie puede ni debe sustituir a los demás. Hay que construir la política colectivamente. Se trata de un proyecto muy serio, que pasa por desafiar y derrotar al charrismo sindical en su conjunto.

¡Proletarios, Uníos!


Ref.: 2016, elektron 16 (121) 1-2, 1 mayo 2016.


Frente de Trabajadores de la Energía,
de México






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