2015, año del 400 aniversario de la publicación de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. La fascinante novela sigue cautivando al mundo. Obra cumbre de las letras en castellano debida a la pluma de Miguel de Cervantes (1547-1616). ¡Campanas de la Tierra, por su gloria, tocad!
El Quijote y Sancho, de Salvador Dalí, 1945
En 1615, Miguel de Cervantes y Saavedra publicó la
segunda parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. En 1605 se
había publicado la primera parte (ver energía v.5, n.58-70,
2005).
En 1614, un falso Alonso Fernández de Avellaneda había publicado el apócrifo segundo tomo del Quijote. La mezquindad intelectual del Quijote de Avellaneda reniega de la sin par Dulcinea y presenta al caballero como desenamorado. La respuesta de Cervantes dio lugar a una extraordinaria segunda parte. En 1616, el mismo año en que se fue William Shakespeare, cumbre de las letras inglesas, también se fue Cervantes, gloria de las letras en castellano, habiendo sido cubierta su tumba con sus libros para pasar a la posteridad junto con sus inmortales personajes. El Quijote gusta a todos los que lo han leído. Muchas interpretaciones y comentarios hay, pero la discusión no ha concluido. Las tareas del Quijote parecen titánicas e imposibles. En cierto sentido lo son. La caballería andante, propia del Medievo, ya no podía restablecerse, la humanidad había superado al feudalismo para entrar en una nueva fase histórica que no acababa de llegar y que destruiría al honor y a todos los valores por ser el capitalismo inherentemente inhumano. Escribió Cervantes que narraba el texto de un tal Cide Hamete. Pero el Quijote rebasa su propia historicidad. La fascinación del personaje sigue vigente. Ser Quijote es una aspiración de los libertadores de América pero, desde luego, es muy difícil serlo si bien es posible. Para lograr la quijotez se necesita de la voluntad, pero también de la conciencia. Esta tarea no es de un solo hombre ni puede seguir un camino instintivo guiado por los caprichos de Rocinante. El quijotismo en nuestra época es amor, valentía, decisiones, honor, conciencia colectiva organizada, independencia de clase, circunstancias y dinámica concreta de todo el pueblo. La razón de ser En 1604 el censor había dicho que
aprobaba la edición del Quijote "porque será del gusto y
entretenimiento al pueblo ...". 400 años después, se sigue
escribiendo y rescribiendo con la misma fascinación refiriendo las
acciones nacidas de la locura y las palabras inspiradas por la
lucidez.
El Quijote sigue cabalgando porque hoy hace más falta que lo haga, pues, el mundo está lleno de malandrines, falsos y cobardes que siguen haciendo miles de fechorías. Son las mismas gallinitas de corral, de alicortas que gobiernan y abusan por aquí y por allí. "Válgame dios y cómo confunde la gente la locura con la mentecatería", escribió Miguel de Unamuno (1864-1936, España) en 1930. Y, ¿cómo no? Hoy al lúcido le llaman loco y al loco estadista. Este canalla decide la vida de los demás, a los que oprime, mientras el primero es excluido, denigrado y perseguido. ¿Qué queda, entonces, ante los poderosos, locos que se fingen cuerdos? ¡La dignidad que da el valor, la lealtad y la conciencia! Luego del desventuroso encuentro con los mercaderes que se negaron a reconocer que Dulcinea, a la que nunca habían visto, era la más hermosa de todas, y de haber sido apaleado por un mozo de mulas cuando el caballero había caído al tropezarse Rocinante, Don Quijote dijo a Pedro Alonso, un vecino suyo de escasas comprenderas, quien lo auxilió: "Yo sé quién soy", que implica qué quiero ser. Con esa dignidad hay que caminar por el mundo sin miedo a los peligros, sí, como el Quijote, concientes que en el pecho llevamos una llama. ¿Quiénes somos o qué somos? Somos lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos. Esto se traduce en nuestra propia dinámica vital y se expresa en nuestras obras. No es solo racionalidad, es también enamoramiento, sueños, palabra y acción. Para ser no se necesita calificación ajena estandarizada sino desenajenación, para saber cuál es nuestra razón de ser y serlo. El Retablo de maese Pedro y su mono Estaba muy interesado Don Quijote escuchando el
relato de los regidores rebuznantes, cuando llegó Maese Pedro, el
titiretero, con su mono adivino y su retablo que trata de la libertad de
Melisenda por Gaiferos, a la que tenían cautiva los moros.
Cuando Gaiferos rescata a Melisenda una caballería del rey Marsilio va tras él a perseguirlo. Entonces, Don Quijote consideró que era momento de ayudar, se puso de pie y parándose frente al retablo dio un discurso homérico a los perseguidores. Acto seguido blandió su espada y arremetió contra los títeres, cayendo unos aquí otros allá, derribando a unos, destrozando a otros, sin dejar títere con cabeza. "Téngase, señor Don Quijote", decía el titiretero, "que no son moros de verdad sino solo figurillas de barro". Pero Don Quijote no se detenía. "Este es un juego de compadres en que a nadie engaña, se trata solo de pasar el tiempo, hacer que hacemos, así se deleita y regocija la galería", explicaba el Maese (II.26). Eso es lo que El Quijote quería destruir, la perniciosa mentira por todos consentida. Poco antes, el caballero había preguntado al mono adivino, ¿qué le deparaba el destino? El mono no contesta preguntas del futuro, dijo el Maese, solo del pasado y del presente. Luego le preguntó si era verdad lo que había visto en la Cueva de Montesinos. El mono brincó al hombro izquierdo del titiretero y daba la respuesta al oído del Maese que luego este transmitía a los demás. El mono "dijo" que la mitad de lo visto en la Cueva era cierto y el resto no. Así, se toma como verdad lo que todos se dicen al oído, acción fársica que debe ser destruida y que debe acabar en el mundo. Esto es, para ser se precisa de la honestidad. No se puede tomar por verdad lo que es falso ni porque lo digan el titiretero o sus marionetas. El mundo aparente, de la seudoconcreción y la mentira, engaña, entretiene, pero también se vuelve mecanismo de control social. Desencantar a Dulcinea El Quijote fue inspirado por un ideal expresado en el
amor a Dulcinea, a la que nunca ha visto pero la considera la más hermosa
de todas las que han sido y serán. ¡Oh, platera! Dulcinea
acompaña siempre al caballero, este se encomienda a ella y le ofrece
todas sus victorias, es la santa de su devoción. Dulcinea también
le siguió los pasos a Cervantes, ella lo ayudó en las mazmorras de
Argel, lo confortó en los momentos aciagos, nunca lo abandonó y lo
inspiró para que sus pesares se transformaran en la miel de sus letras.
¿Cómo no querer a Dulcinea? Ella es la estrella que guía a
los navegantes, la que fusiona al cielo con la mar, la que motiva a
vivir.
Pero Dulcinea no es fácil de alcanzar ni siquiera de encontrarla. Don Quijote nunca la encontró, quedando en el nivel de un amor imposible, del cual, ella no supo. No podía saberlo por haber sido encantada por el mago Merlín y estar cautiva en la Cueva de Montesinos (II, 23). Es que Dulcinea es la libertad, secuestrada por malandrines, para liberarla hay que empezar por quererla. Hay que amar a Dulcinea y no habrá imposible que se resista. Un ideal así, cuando es verdadero, enloquece, el enamoramiento mismo es un estado de locura y para comprenderlo es necesario estar enamorado, en un encantamiento, una locura en estado de gracia. La invisibilidad y la soledad A alguien que cree en la realidad de lo
imaginado se le llama loco. Pero el imaginario es necesario, y mejor si es
colectivo, porque es adelantar las aspiraciones para realizar lo que se quiere
ser y como debe de ser; es adelantar el futuro y hacer lo necesario para
lograrlo.
Loco se considera al que pretende que los demás se unan a su caravana de sueños. El loco no se queda con sus sueños, los comparte con los demás y espera que los demás se sumen. Pero no es fácil, al loco no se le cree aunque esté cuerdo, antes se le aísla y reprime. Al que sabe, al que ha leído no se le cree, pero al que no sabe se le cree, tiene poder, se le tiene miedo y hasta se le premia. La locura quijotesca es la de un loco cuerdo que combate a otros que, estando locos, se hacen pasar por cuerdos y oprimen a los demás con sus locuras patológicas. Pero la locura verdadera forma parte de la fuerza de la energía. No se está loco porque no se tenga la razón sino porque se está solo y, al estar solo, el loco se vuelve invisible, no cuenta para los demás y menos para los poderosos, por eso es ninguneado y excluido. El que sabe, el que conoce, está loco y solo. Pero una locura cualquiera deja de serlo en cuanto se hace colectiva, en cuanto se vuelve la locura de todo un pueblo y, en otro nivel, de toda la humanidad. Cuando un sueño, una alucinación, se hace colectiva, popular, de todos, deja de ser alucinación o sueño y se convierte en realidad, se supera la locura, la soledad y todos nos hacemos visibles, recuperamos la personalidad y la iniciativa. La locura quijotesca, entonces, es necesaria. Es lo que hace mover al universo y comprenderlo. El batallón sagrado Pero, ¿acaso estamos realmente solos y somos tan
invisibles? No, en el mundo hay muchas almas solitarias que vagan invisibles.
Van a nuestro lado, marchan inconcientes, oscuras por eso no se ven. Es el
batallón sagrado que nos acompaña, por ahora enajenado, pero en
cuanto se desenajene será de almas brillantes que se fusionarán
como estrella refulgente, se harán visibles y amanecerá de nuevo
el mundo luego de una noche aciaga.
Hoy, ese batallón tiene limitadas aspiraciones, es superficial, se conforma con muy poco, no es conciente de su ser por lo mismo tampoco de sus objetivos, asume una conciencia ajena que lo destruye en vida. Ese batallón empírico va cargando sobre sus hombros una cabeza hueca, casi vacía, asumiendo una conciencia que no es la suya. Por ese camino, parecen cerrase a la esperanza todas las puertas del futuro. Pero esas conciencias adormiladas despertarán, la pesadilla terminará, no será algo espontáneo ni fácil, pero será. Entonces, vamos a necesitar de la locura quijotesca y para ello hay que saber qué tipo de locura debe ser. Ese batallón sagrado, en el caso de la clase obrera, tiene su locura basada en la teoría del pensamiento revolucionario clásico, que está en unos cuantos locos, pero será diferente con una conciencia colectiva organizada, con banderas programáticas y organización estructurada. Entonces, el batallón no detendrá su marcha, será un batallón de clase y reconstruirá al mundo. El salario de Sancho El batallón sagrado no puede basar su accionar
solamente en lo inmediato y aparente.
"Asno eres, y asno has de ser", le dijo el Quijote; Sancho llorando contestó: –Señor mío, yo confieso que para ser del todo asno no me falta más que la cola; si vuestra merced quiere ponérmela, yo la daré por bien puesta, y le serviré como jumento todos los días que me quedan de vida (II, 28). —La fatigada fiesta de correr peligros sin moneda ya me pesa en los huesos. Exijo mi salario de locura y la suma del tiempo de servicio. —Amigo Sancho, vete a la mierda, que no aprecio favores mercenarios y puedo tener doscientos escuderos sólo ambiciosos del renombre eterno. —Señor, ¿dejaros? Nunca. Ya me derrito en lloro arrepentido. Sigo con vosotros, sigo hasta el ultísimo peligro sin otra paga que vuestro afecto. Abracémonos, pues, de almas lavadas, que mi destino es ser a vuestro lado el caldo grueso junto al vino fino. [Carlos Dummond de Andrade (1902-87, Brasil) en Don Quijote. XII. Pleito y contentamiento (1973)] La libertad Iban Don Quijote y Sancho por la llanura y dijo el
caballero:
- La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los Cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos; que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear el ánimo libre (II, 58). Otra vez, antes que Sancho fuera gobernador de la ínsula barataria, el Quijote estimó pertinente aconsejarle cómo se había de haber en su oficio (II.43). Al término el escudero dijo: - Señor, bien veo que todo cuanto vuestra merced me ha dicho son cosas buenas, santas y provechosas, pero ¿de qué han de servir, si de ninguna me acuerdo? -¡Ah, pecador de mí -respondió don Quijote-, y qué mal parece en los gobernadores el no saber leer ni escribir! Gran falta es la que llevas contigo, y así, querría que aprendieses a firmar siquiera. El momento más triste del Quijote y Sancho Un día que Don Quijote
había salido en Barcelona a pasear por la playa, armado de sus armas, fue
retado por el Caballero de la Blanca Luna, que no era otro sino Sansón
Carrasco. Este afirmó que su dama era más hermosa que Dulcinea,
arrogancia que Don Quijote no podía tolerar por lo que acepta batirse en
combate "ya que no ha habido ni puede haber belleza que con la suya comparar se
pueda" (II, 64).
Rocinante y El Quijote cayeron por el suelo. Sansón fue luego sobre él, y, poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo: -Vencido sois caballero, y aún muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío. Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma dijo: - Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la Tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta caballero la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra. La condición, en caso de ser derrotado, era que Don Quijote abandonara la caballería andante por el plazo de un año y regresara a su aldea. Eso no era óbice para que Don Quijote declarara que la verdad está por encima de los triunfos o los fracasos. Sancho estaba muy triste, no podía creer lo que veía y se niega a admitir el fracaso de Don Quijote, reconociendo su completa quijotización. Quijotiz y Pancino Camino a la aldea El Quijote le dijo a Sancho que
había pensado convertirse en pastor, dedicado al campo. A Sancho le
entusiasmó la idea. Ahora serían Quijotiz y Pancino
(II.67).
"Nos andaremos por los montes, por las selvas y los prados, cantando aquí, endechando allá, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos o de los caudalosos ríos", dijo El Quijote (II, 67). Todo oficio es bueno, el trabajo humaniza al hombre, aunque a veces lo degrada. Más el mundo necesita al Quijote y a Sancho no para la vida pastoril y bucólica sino para las grandes batallas, libertadoras de la humanidad. Pero a veces puede más la mentira y el engaño, solo así pudo vencer Sansón Carrasco al caballero. Atrás quedaban las grandes hazañas. Los molinos de viento El Quijote había descubierto en el campo unos
molinos de viento y decidió enfrentarlos, combate contra las aspas y cae
herido (I, 8).
No Sancho, no son molinos son gigantes. Y los hay malos, están apoderados del mundo por la fuerza, máquinas locas descontroladas. Hoy, son parte de la tecnología de guerra, genética y ambiental, y de la falsa inteligencia artificial que pretende sustituir a mercenarios por robots asesinos y destruir tempranamente a la humanidad. Por eso los enfrentó el caballero. Siempre debe haber un brazo poderoso que los enfrente. No eran de viento los molinos, Sancho, sino de tiempo. Ha sido desigual la pelea, tan difícil. Las aspas giraban hacia arriba, indiferentes, y yo minúsculo abajo, en su sombra. Eran de tiempo, Sancho, grandes conos erguidos y en la cima un remolino indescifrable. Hubiera podido ganar la batalla pero equivoqué las armas y ahora me hundo. Déjame ver tu cara que perderé también, y arriba busca sólo el sol, porque no hay molinos de viento, Sancho. [Cira Andrés (1954-, Cuba) en Delirio del Quijote (2001)]. Hay que mirar arriba, hay que elevar las miras, las estrellas escriben, deletrean, aunque las entendemos poco. El tiempo quijotesco Caballero y escudero llegaron a su aldea. Don Quijote
cayó enfermo. Luego de seis días en cama despertó. Yo
estaba loco pero ya estoy cuerdo, dijo. Era Don Quijote pero soy Alonso Quijano,
el bueno. Y se sintió próximo a la muerte.
- ¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más, que vuestra merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana (II, 74). Sancho quijotizado había perdido la razón; Alonso Quijano, cuerdo, cerró los ojos para entrar en otro sueño, prolongado e inmortal. Rey de los hidalgos, señor de los tristes, que de fuerza alientas y de ensueños vistes, Coronado yelmo de ilusión; que nadie ha podido vencer todavía, por la adarga al brazo, toda fantasía, y la lanza en ristre, toda corazón. [Rubén Darío (1867-1916, Nicaragua), en la Letanía a Nuestro Señor Don Quijote (1905)]. El sueño de la locura La quijotez es vivir el sueño de la locura,
con plena disposición a la lucha y con adecuado proceder.
Tiempos ha de acometer y tiempos de retirar, dijo una vez Sancho. No me vencieron los molinos, sino el tiempo, dijo el Quijote. No supe utilizar las armas adecuadas, agregó. Pero no hay victorias ni derrotas definitivas ni tampoco se ha acabado la historia. El Quijote sigue cabalgando porque es necesario. Hoy más aún en un mundo divido por clases sociales, dominado por la satrapía, la corrupción, la mentira e injusticia de todo tipo. Por eso, quien tiene honor debe aspirar a ser Quijote. Hoy, sin embargo, la lucha no es solo de un hombre (o mujer) sino de muchos. Don Quijote representa una fuerte crítica novelada al ambiente y ser social de su época, pero no podía vencer en lo inmediato porque el capital, sin valores ni justicia, empezaba a dominar arraigando en todos los rincones del planeta. Hoy no es suficiente un solo caballero andante, hace falta un quijotismo colectivo, conciente de lo que es y quiere ser, es decir, con objetivos de clase, estrategia no aleatoria y siguiendo caminos no lineales que tengan corazón. ¿Qué es lo que hace quijotes a los hombres? La concurrencia de circunstancias múltiples, objetivas y subjetivas, expresadas en la necesidad de ser y con la conciencia de serlo. Hoy nos pueden vencer, mañana también, pero un día ¡Venceremos! León Felipe (1884-1968, España/México) escribió su poema Vencidos (1920) En este resume la amargura de quienes han sido derrotados en sus más elevados anhelos vitales; también deja vislumbrar la esperanza aún en sus más bajas horas de desaliento. ¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura y llévame a tu lugar; hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar! Ponme a la grupa contigo, caballero del honor, ponme a la grupa contigo, y llévame a ser contigo pastor. Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar... El FTE de México se congratula de celebrar al Quijote, de Miguel de Cervantes y Saavedra, en el 400 aniversario de la publicación de la segunda parte de la obra inmortal (db, phd). Ref.: 2015, elektron 15 (360) 1-6, 30 diciembre 2015, FTE de México.
El Quijote, de Francisco Capdevila, grabado en serigrafía
Esta página es construida por trabajadores del sector energía.
La información contenida puede citarse total o parcialmente, mencionando la fuente.
|
|