El discurso inaugural de Karl
Marx, en la asamblea pública del 28 de septiembre de 1861 realizada en
Saint Martin’s Hall de Long, Acre, Londres, en la cual se fundó a
la primera Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), sigue
siendo una referencia fundamental para la orientación política de
la clase obrera del mundo.
Marx señaló que, “La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber”. Esto implica la unidad a través de la organización adecuada y la necesidad de una dirección política. Asimismo, Marx enfatizó la importancia de la solidaridad proletaria internacional que fácilmente se olvida e indicó que, guiados por este pensamiento, trabajadores de diferentes países se habían reunido en Londres para fundar la AIT. Reiteró la convicción de practicar la política internacional pues esta “forma parte de la lucha general por la emancipación de la clase obrera”. Marx culminó el mitin con el grito de combate del Manifiesto Comunista: ¡Proletarios de todos los países, uníos! En el discurso inaugural Marx planteó las tareas políticas cruciales para el movimiento obrero. De acuerdo a tales consideraciones, el número, que expresa la fuerza social de los trabajadores es un elemento de triunfo. Pero, el número no es suficiente por sí solo, es necesario que se traduzca en fuerza política. La unidad no es idílica sino política y se expresa en la organización adecuada y necesaria, como un medio para llevar adelante la política de los trabajadores. No nada más, es preciso que el movimiento sea guiado por el saber, lo que implica al Programa y a una dirección política de clase. Emancipación de la clase obrera En los Estatutos de la AIT, escritos entre el 21 y 27
de octubre de 1864, en el artículo 7, las consideraciones indican las
razones por las que se fundó la AIT.
Se escribió que, “La emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos” y se describen sus características. Esa emancipación es el gran objetivo al que debe ser subordinado todo movimiento político. Para ello se requiere de la solidaridad internacional, pues la emancipación del trabajo no es un problema nacional ni local. Por tanto, se deben unificar los movimientos aislados. En los Estatutos de la AIT se consideró: “que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos; que la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales y por la abolición de todo privilegio de clase; “que el sometimiento económico del trabajador a los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir de las fuentes de vida, es la base de la servidumbre en todas sus formas, de toda miseria social, degradación intelectual y dependencia política; “que la emancipación económica de la clase obrera es, por lo tanto, el gran fin al que todo movimiento político debe ser subordinado como medio; “que todos los esfuerzos dirigidos a este gran fin han fracasado hasta ahora por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes ramas del trabajo en cada país y de una unión fraternal entre las clases obreras de los diversos países; “que la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema social que comprende a todos los países en los que existe la sociedad moderna y necesita para su solución el concurso teórico y práctico de los países más avanzados; “que el movimiento que acaba de renacer entre los obreros de los países más industrializados de Europa, a la vez que despierta nuevas esperanzas, da una solemne advertencia para no recaer en los viejos errores y combinar inmediatamente los movimientos todavía aislados”. El 1º de noviembre de 1864, el "Manifiesto" y los "Estatutos" fueron aprobados por unanimidad en el Comité provisional, constituido en órgano dirigente de la Asociación”. Tareas políticas En la presente época, el FTE estima que
las tareas políticas de la clase obrera del mundo podrían
resumirse en las siguientes:
Estas tareas históricas siguen vigentes, desde
la primera AIT. Hoy, es necesario precisarlas y llevarlas a la práctica
en las condiciones de cada lugar del mundo. En este sentido es que el FTE de
México hace esfuerzos por cumplir cabalmente tales tareas. Por ello,
proponemos a los trabajadores mexicanos este Programa, mismo que seguimos
sometiendo a la discusión y socialización entre las bases de los
diversos sectores.
El programa obrero El programa de la clase obrera expresa sus aspiraciones y
tareas a realizar en el presente período, son las banderas, las
referencias para la acción. El programa no es definitivo ni la
última palabra, debe llevarse a la práctica y ser evaluado
continuamente.
Hablar del programa es hablar de los objetivos, las aspiraciones, reivindicaciones e imaginario de los trabajadores para mejorar las condiciones actuales y en el futuro próximo. El programa no puede referirse a algo estático sino dinámico, pues, opera para las transiciones históricas y políticas. El programa define los objetivos de ahora, sería de transición, para el momento actual, pero proyectando una visión de futuro. El Programa de transición se refiere a la lucha por los intereses inmediatos de los trabajadores del mundo pero relacionados con los objetivos históricos como clase social. El Programa no puede referirse solamente a los intereses gremiales sino al conjunto de la sociedad y sectores explotados para que, en alianza estratégica, avancemos hacia la transformación social que implica cambios profundos en lo económico, político, social y cultural. Este Programa no es de una vez y para siempre, debe ser revisado y actualizado periódicamente, mediante propuestas y reformas previas de acuerdo a las condiciones existentes. En este momento, conviene precisar los grandes objetivos de lucha del proletariado, pues reiteramos, el Programa es una referencia básica para la acción, constituye las banderas comunes, y representa la explicación a la pregunta “¿Por qué Luchamos?”. El Programa se complementa con el Plan de Acción que expresa los mecanismos y acciones para concretar al Programa en su fase actual. Los puntos programáticos son los fundamentales. No se trata de un pliego de peticiones ni de una lista interminable, sino de los aspectos generales fundamentales que afectan al conjunto de la clase obrera. Es decir, estos puntos son referencias, guías para la acción. De acuerdo a las condiciones específicas deben tomarse las medidas apropiadas, dentro de la acción unitaria. La versión 2010 de nuestro programa El programa obrero que el
FTE propone para México es la continuación del “¿Por
qué luchamos?” (1971) del exSTERM y de la “Declaración
de Guadalajara” (1976) de la Tendencia Democrática del SUTERM.
Estas propuestas de los electricistas democráticos son, esencialmente,
vigentes. Fueron desarrolladas al calor de las grandes Jornadas Nacionales por
la Democracia Sindical y las enarbolamos en las calles y plazas públicas
del país.
Ambos programas fueron formulados en las condiciones de la época y fueron de corte nacionalista. Se trata de dos programas avanzados que representaron las banderas de la insurgencia obrera. En la época se discutieron activamente otras propuestas adicionales sin que la discusión hubiera concluido. La experiencia y el conocimiento acumulado nos llevaron a desarrollar estas y otras ideas, varias de ellas expresadas en los Estatutos originales del SUTIN (1986). Después, el FTE de México expresó las banderas obreras en sus propios Principios, Programa y Estatutos (2000). En 2005, el FTE presentó su Programa Obrero incorporando una nueva versión actualizada y mejorada en múltiples aspectos. Este programa surgió en el contexto de la lucha de los electricistas del SME contra la pretendida reforma constitucional en materia eléctrica propuesta por el gobierno federal. En esa ocasión, nuestro programa tuvo una expresión concreta en la Ley eléctrica del FTE, reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en Materia de Energía Eléctrica (LREE). Luego, en 2008, ocurrió otro tanto con la Ley Petrolera del FTE propuesta en el marco de la contra-reforma energética del gobierno. Ahora, en 2010, el FTE presenta una nueva versión. Las propuestas centrales de 2005 permanecen y están adicionadas por otros aspectos desarrollados en la lucha reciente. Entre los derechos obreros, proponemos considerar a los trabajadores migrantes, tanto los mexicanos que están allende las fronteras, como los provenientes de otros países. En ambos casos, en su carácter de trabajadores, tienen el derecho a la vida y al trabajo, como a la educación y la salud, mismos que deben ser ejercidos y respetados sin discriminación alguna. En el neoliberalismo, las condiciones laborales se han deteriorado seriamente. La vía es el contratismo, en sus diversas modalidades, es decir, sin derecho a la contratación colectiva, ni a la sindicalización, y en condiciones laborales inferiores. Esta forma de discriminación se agudiza en el caso de las mujeres y los jóvenes. Peor aún, una nueva forma de trabajo semi-esclavo está representada por el llamado outsourcing o subcontratismo, cuyas condiciones laborales son precarias. La lucha contra la discriminación social incluye a los grupos étnicos, a las mujeres y a los niños, contra la explotación laboral y sexual. Esto conlleva la lucha contra el crimen organizado de la burguesía y del Estado. Luchar por las re-nacionalizaciones es de alta importancia. Esto es, nuestro programa establece que la propiedad de los medios de producción corresponde a la nación. En tal virtud, las funciones de los correspondientes procesos de trabajo son constitucionalmente estratégicas, a cargo exclusivo del Estado. Esta vez, proponemos la lucha contra las privatizaciones y por las re-nacionalizaciones. Esto es así, en virtud de que las políticas estatales del neoliberalismo han desmantelado a las entidades industriales nacionalizadas. Mediante los procesos de privatización furtiva, el Estado ha cedido a las corporaciones transnacionales, la propiedad de los medios de producción, los recursos naturales y las funciones estratégicas. En consecuencia, proponemos re-nacionalizar a las industrias básicas, conquistadas en grandes luchas por los trabajadores y pueblo de México. La defensa de los recursos naturales es una tarea de los trabajadores y los pueblos. Los recursos naturales se refieren a la tierra, el agua, el aire y la energía, principalmente. Se incluye a los energéticos, sean fuentes renovables o no renovables, a los minerales metálicos y no-metálicos, a todas las fuentes de agua (mares, lagos, lagunas, ríos y manantiales), al viento, los océanos, géiseres e, incluso, la radiación solar. La lucha por la defensa del patrimonio nacional incluye a la biodiversidad, el espacio aéreo y submarino, el espectro radioeléctrico, y el patrimonio artístico y cultural. Estas propuestas constituyen tareas políticas de los trabajadores y están en su interés de clase la defensa de la naturaleza para preservar un medio ambiente saludable en todos los órdenes. La lucha obrera es nacional por su forma pero internacional por su contendido de clase. En este sentido, la práctica de la solidaridad debe hacerse a nivel internacional pero no solamente limitada al discurso o a la ayuda material sino expresada orgánica y políticamente. La participación internacionalista de los trabajadores mexicanos ha sido tradicionalmente muy pobre. Es pertinente avanzar coherentemente y con alta conciencia pues somos parte de la misma clase en todas partes del mundo. Nuestro programa propone la lucha contra la guerra imperialista de agresión. Marx señaló que, “Si la emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión y colaboración, ¿cómo van a poder cumplir esta gran misión con una política exterior que persigue designios criminales, que pone en juego prejuicios nacionales y dilapida en guerras de piratería la sangre y las riquezas del pueblo?”. La clase obrera, entonces, es antimperialista por razones políticas y por necesidad, ante las amenazas para la destrucción del planeta. En todos los casos, con base en nuestros principios, proponemos un programa caracterizado por la independencia de clase, respecto de los patrones, el Estado, gobiernos, partidos políticos antiobreros e imperialismo. En suma, nuestro programa es dinámico, no está concluido ni representa la última versión. Este programa está en desarrollo. Los trabajadores mexicanos nos encontramos en una situación muy penosa, consecuencia de la dictadura del charrismo sindical, superestructura económica y política del imperialismo y del Estado, que mantiene secuestrados a los trabajadores en sus propias organizaciones sindicales. La ofensiva capitalista neoliberal ha impuesto condiciones laborales, sindicales y sociales cada vez más restringidas amenazando con suprimir, o al menos reducir drásticamente, los derechos fundamentales. Cuenta también la inexistencia política de algún partido de clase, no existe ninguno, todos han sido cooptados por la socialdemocracia y la burguesía. En tales circunstancias, la carencia de organizaciones propias y de una dirección política consecuente ha llevado a serias derrotas. Todos los intentos de lucha se caracterizan por sus limitaciones políticas, inmediatez, superficialidad, empirismo, improvisación y corrupción. En México, la lucha sindical le concede demasiada importancia al espontaneísmo, el culto a la personalidad de los charros y a la fe supersticiosa. Lo anterior tiene su explicación en la falta de referencias, conocimiento y experiencia. Los trabajadores, en general, no acabamos de comprender ¿Por qué luchamos?, limitando nuestro accionar a las reivindicaciones inmediatas, egoístas y gremiales, las que, teniendo importancia se tornan muy limitadas y, finalmente, conllevan a amargas situaciones. El programa, y los principios, no son todo. Se necesita del accionar organizado. Pero el movimiento no se puede extender, y menos consolidar, sin referencias fundamentales expresadas en un programa. Por ello, el FTE levanta con vigor nuestras banderas de lucha, avanzando con paso firme, en medio de un ambiente pesimista y contaminado, en el contexto de la lucha de clases, en condiciones muy desfavorables y con una ofensiva embravecida del capital. Nuestro programa proyecta un mensaje optimista, a condición de ejercer una práctica sindical de clase, reorganizando democráticamente al movimiento obrero, inscribiendo nuestra lucha en el plano internacional, con independencia de clase y con una práctica política concreta y ética. (db).
Puño izquierdo, grabado en linóleo, 1978, db
México, mayo 1 de 2010. Fuente: 2010, energía 10 (160) 1-60, 1 de mayo de 2010.
En la versión 2015 de nuestro programa
conservamos las disposiciones vigentes e incorporamos otras ideas desarrolladas
en el último período, tomando en cuenta las luchas en las que
hemos participado.
En los últimos tiempos, no ha cambiado mucho la situación de la clase obrera en México, más bien, se ha agravado, consecuencia de la crisis capitalista y de la opresión imperialista que se prolonga ya más de un siglo. El charrismo sindical sigue siendo la cárcel que mantiene secuestrados a los trabajadores mexicanos en sus propias organizaciones sindicales, las que están pulverizadas en miles de sindicatos y sindicatitos, la mayoría falsos, y los restantes sujetos a férreos esquemas de control corporativizado con el Estado y gobiernos en turno. Esta situación ha llegado a niveles inauditos, expresados en una parálisis casi total, los sindicatos tradicionales están totalmente desclasados, sin realizar ninguna acción, al haber renunciado a sus deberes elementales de clase. La apatía está generalizada y ampliada por medio de la represión, la corrupción y la violencia, así como la inexistencia de la organización de clase que organice y dirija el descontento social. Entre tanto, la ofensiva del capital cada vez se recrudece más. Esto representa la pérdida de conquistas logradas a lo largo de muchos años en epopéyicas jornadas de lucha. Es el caso de las industrias petrolera, petroquímica, eléctrica y de telecomunicaciones, las que fueron logradas por la lucha obrera, especialmente, durante la expropiación petrolera de 1938 y la nacionalización eléctrica de 1960. Los sucesivos gobiernos en turno han hecho del neoliberalismo su profesión de fe supersticiosa y dogmática. Las salidas a la crisis se han traducido en un aumento de la tasa y masa de ganancia privada, y el deterioro persistente de los niveles de vida para la población en general. Adicionalmente, la violencia se ha generalizado, lo mismo que la inseguridad y el crimen. La lucha electoral ha devenido en una simulación y fraude, jamás ha sido una alternativa. Así como no existe el derecho de huelga en México, tampoco existe el respeto al voto. Las formas burguesas de la democracia están asíncronas con la realidad y aspiraciones de los trabajadores. Esta situación ocurre porque en México ha habido, hay, luchas obreras pero no de la clase, al grado que hay sindicalismo pero no movimiento sindical, existen obreros pero no movimiento obrero. El movimiento sindical está representado por unas cuantas cúpulas mafiosas que ni siquiera se plantean las cuestiones económicas, base material de la lucha de clases. El movimiento obrero no existe porque jamás se ha propuesto ninguna lucha de conjunto, salvo brillantes pero efímeras ocasiones. La enajenación de la conciencia burguesa permea la conciencia de los trabajadores, los confunde, desmoviliza y aparta de la lucha social. Por ello, el FTE considera que debe estudiarse con dedicación al marxismo-leninismo y sacar las conclusiones adecuadas para el momento. El propósito es conquistar la independencia de clase, hacerlo organizada y conscientemente, hasta lograr los niveles de la conciencia de clase. Esto implica la rediscusión sobre el partido político proletario. No es suficiente la teoría, hace falta la práctica y, para ello, es fundamental la organización y la dinámica. Nuestra lucha es por el socialismo, también somos antimperialistas, con una forma nacional específica. En tal sentido, luchamos contra la propiedad privada de los medios fundamentales de la producción y recursos naturales, de la tierra, mar, subsuelo, espacio aéreo, marino y radioeléctrico, reclamando la propiedad colectiva de los mismos. Las nacionalizaciones que proponemos son hechos políticos no administrativos, que incluyen la propiedad colectiva de la nación viviente, la integración de los procesos de trabajo, una política independiente de desarrollo y el control obrero de la producción e investigación. El internacionalismo proletario no es una consigna sino una política. En todo el mundo, los problemas de los trabajadores son los mismos pero no hemos superado el aislacionismo ni las fronteras. El capital nos mantiene dispersos e incomunicados. Desafiar al imperialismo, con el uso de las tecnologías más avanzadas es una necesidad, desarrollando una política unificada que resuene solidariamente en todos los rincones del planeta (db). México, 1º de mayo de 2015. ¡Proletarios de todos los países, Uníos! Esta página es construida por trabajadores del sector energía.
La información contenida puede citarse total o parcialmente, mencionando la fuente.
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