La cúpula del SME anunció la formación de una “nueva” central. Sería la número 64. ¿Se puede reorganizar al sindicalismo desecho y descharrificarlo con otra central disímbola repitiendo una política lamentable? Es un intento más pero no para ponerlo “con letras de oro”.
Ya lleva tiempo el anuncio sin que aún haya
culminado. Esta vez, sin embargo, se anunció oficialmente que con la
asistencia de 275 delegados de 20 entidades y 90 organizaciones se
fundará una nueva “central” sindical.
Representantes de los sectores energético, de educación media y superior, de la industria hulera, empleados públicos, campesinos, jubilados y pensionados se reunieron en el auditorio del edificio sede del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), donde reiteraron su llamado a la unidad y a “construir propuestas que permitan a la clase trabajadora incidir en el diseño y aplicación de políticas públicas” (Poy L., en La Jornada, p.34, 23 febrero 2014). Martín Esparza, secretario general del SME, afirmó que ante el embate de las políticas neoliberales contra los trabajadores y la población en general, es necesario emprender “un nuevo esfuerzo de unidad del sindicalismo independiente, de quienes están activos en la lucha, porque está es una respuesta orgánica ante esta política capitalista de despojo de los derechos de los trabajadores”. Y agrego que en la nueva Central de Trabajadores habrá espacio para el análisis, la formación política, para tener un órgano jurídico que permita defender los derechos de los trabajadores, se tendrá una comisión ejecutiva nacional que articule lo que se acuerde en el congreso, y habrá un consejo político, integrado por todos los secretarios generales, que serán “los que estarán discutiendo las políticas de la nueva central”. Ante representantes de sindicatos universitarios, de bachilleres, de cooperativas y uniones obreras, de transportistas, bomberos, electricistas, del sector energético y de la administración pública, integrantes de la dirigencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) aseguraron que en breve iniciará el proceso de consulta a sus bases a nivel nacional para determinar su participación en la nueva central. La nueva Central de Trabajadores también estará abierta a la afiliación individual y colectiva, pues busca construir una organización que permita la protección de los derechos, incluso de quienes no cuentan con un sindicato. Letras de oro En algunos casos se produjeron emociones desbordadas. G.
Almeyra (en La Jornada, 23 febrero 2014) publicó un artículo sobre
“La nueva central obrera y la OPT”. Entre otras cuestiones refiere
que “a escala mundial, la situación del movimiento sindical
jamás ha sido tan mala. El número de afiliados a los sindicatos ha
caído en picada como consecuencia de la desocupación, el trabajo
“en negro”, la precariedad en el trabajo y la misma
desafección de los trabajadores ante las políticas de
sumisión a los intereses del capital de buena parte de los dirigentes
obreros Los sindicatos, que en otras época representaban a cerca de un
tercio de los trabajadores, agrupan hoy en muchos países industrializados
sólo cerca de 10 por ciento de la población económicamente
activa”.
“Además, existen en ellos diversas centrales obreras, todas integradas en el aparato estatal como elemento de contención social y muchas dirigidas por agentes directos de los gobiernos capitalistas. El sindicalismo “de protección”, que afilia a los trabajadores de una empresa a sindicatos patronales gangsteriles o la existencia de falsos sindicatos que no son más que correas de transmisión de sus gobiernos (como en China o en Cuba) completan el panorama. Además, como consecuencia de la crisis mundial y de las políticas gubernamentales en favor de las transnacionales y del capital financiero internacional, los gobiernos capitalistas incluso redujeron su utilización de las centrales sindicales para mediar ante los trabajadores y no les prestan la menor atención a los burócratas sindicales que, en años pasados, pretendían pesar en los aparatos gubernamentales, como está sucediendo en México, Brasil o Argentina”. Todo eso está bien pero, ¿cuál es la situación en México? No se dice nada, sin embargo, se concluye apresuradamente señalando que: “Por esa razón hay que marcar con letras de oro la formación de una central obrera independiente de los capitalistas, del gobierno de éstos y de los organismos de mediación estatales, como los partidos capitalistas y las iglesias. La creación de esta central se inscribe en el mismo proceso de reorganización y autoorganización de los trabajadores que dio origen en el medio rural a las luchas por las autonomías, a la creación de policías comunitarias independientes del Estado y elegidas por asambleas y a las mismas autodefensas en Guerrero y Michoacán y, en el medio urbano, al fortalecimiento creciente de la Organización Política de los Trabajadores (OPT), promovida también por los dirigentes del Sindicato Mexicano de Electricistas”. Más adelante, indica que “dada la actual relación de fuerzas y su composición inicial, la nueva central organizará sólo una parte minoritaria de los trabajadores pero su peso específico y su importancia política serán muy superiores a su cantidad de afiliados en su primer período pues podría ser el enlace entre las protestas rurales y los gérmenes de construcción de poder popular y la vasta pero difusa protesta urbana que no encuentra un cauce independiente y, además, sería un punto de reunión para las luchas que vendrán y una voz con autoridad para lanzar un programa unificador”. El artículo concluye diciendo que “tendrá enorme importancia una central obrera anticapitalista que agrupe a jubilados y pensionados, a desocupados en lucha, a trabajadores sin plaza fija o precarios y que establezca lazos con el sindicalismo rural o con las formas de autorganización de los explotados y oprimidos de todo el país”. Razonamiento lineal Este tipo de razonamiento es muy engañoso. Lo que
ocurre en México no está aislado del resto del mundo. En materia
sindical, existen muchos aspectos comunes. Pero la lucha sindical, y más
aún la obrera, distan de ser lineales. Si bien, hay principios y
lineamientos aplicables en general, también hay estrategias para lograrlo
que no siempre son compartidas por los demás. Cuenta y pesa, mucho y
negativamente, la experiencia y la política gremial y
empírica.
Para proponer algo en México debe analizarse su propia situación. Eso no lo hace Almeyra, simplemente salta del escenario mundial a la propuesta para “marcar con letras de oro” el anuncio de la nueva central sindical. El paso es muy abrupto e incorrecto. Que la nueva central se inscribe en un proceso de “reorganización” de los trabajadores es sumamente discutible. Actualmente, el sindicalismo mexicano está desecho. Hasta 2011 existían 63 centrales y centralitas, aumentando la tradicional dispersión sindical. ¿Una nueva central, la 64, permitirá “reorganizar” al sindicalismo mexicano? No lo creemos. Esa “estrategia” ya ha sido practicada muchas veces y ha fracasado. En México la lucha contra el charrismo sindical es un asunto muy serio que va mucho más allá del simple voluntarismo. El sindicalismo mexicano está fraccionado hasta la pulverización, en más de mil sindicatos y sindicatitos charrificados y más de 12 mil sindicaos “falsos” que son negocios turbios, afiliados a un excesivo número de centrales, todas carentes de dinámica social. Se dice que en la nueva central, siendo minoritaria contará el peso específico. Pero, ¿de quién o quiénes? La mayoría ni siquiera son sindicatos, los que están son de empresa u oficios, no está ningún sindicato industrial. Almeyra dice que la central restablecerá los lazos con el sindicalismo rural. ¿Cuál? En México no existe ningún sindicalismo rural. Ref: 2014, elektron 14 (272) 1-2, 23 febrero 2013, FTE de México. Esta página es construida por trabajadores del sector energía.
La información contenida puede citarse total o parcialmente, mencionando la fuente.
|
|