Se acerca la hora para el golpe final contra el patrimonio energético de la nación. Gobierno, partidos políticos, empresarios y transnacionales se aprestan a restituir el régimen de propiedad privada en las actividades petroleras y eléctricas. ¿Qué oferta Peña Nieto? A la petrolera más rentable del mundo, cuyos ingresos contribuyen apreciablemente a financiar el desarrollo nacional. Ese patrimonio NO es de Peña Nieto, ni es del gobierno, tampoco es del Estado, es de la nación. (FTE). México SA “Modernización” en puerta. Pemex: altísima rentabilidad. ¿Quién consultó a los dueños? Por. Carlos Fernández-Vega Artículo tomado de La Jornada, 5 diciembre 2013. Llegó el momento, pero para ser la decisión más trascendental en 75 años, muy a la ligera se lo toma el grupúsculo que intenta clavar la puntilla al sector energético nacional. Quiere dar el golpe final sin consultar a los dueños legítimos –los únicos–, con decisiones de cúpula, negociaciones en lo oscurito y, muro de por medio, rodeados de policías. Pretende poner la cereza a tres tristes décadas de tentativas privatizadoras del circuito del oro negro aún mexicano y de lo que queda de la generación eléctrica. De forma por demás vergonzante, el Ejecutivo federal, los pactistas (y sus representantes en el Senado y la Cámara de Diputados), la cúpula empresarial (hinchada de billetes gracias al desmantelamiento del aparato productivo del Estado) y las trasnacionales del ramo (sempiternas succionadoras de la riqueza nacional) gritan a coro que en materia energética decidirán “democráticamente”. Y el gobierno de Estados Unidos, frotándose las manos. Como si se tratara de privatizar una fábrica de dulces, cuando en los hechos es la decisión más importante desde la expropiación cardenista, los involucrados en esta intentona dejan a un lado el sonado fracaso de sus propios experimentos anteriores: el gobierno federal privatizó los fertilizantes y sus nuevos dueños privados no pudieron con el paquete: reventaron Fertimex y hoy México importa prácticamente el ciento por ciento de ellos. La misma “autoridad” privatizó, mediante “reclasificación”, el grueso de la industria petroquímica, y ahora el país importa masivamente los productos de tal sector. Por decisión del “cambio” se concesionaron (privatizaron) grandes áreas para la extracción y comercialización de gas natural, con la promesa de que México se convertiría en exportador neto de este combustible; a estas alturas es importador neto, y en volúmenes crecientes. De igual manera, permitió a particulares la generación de energía eléctrica, y poco a poco el Estado se ha “retirado”, y la voluminosa factura la pagan los mexicanos. Y hay muchos fracasos más, pero ninguno de ellos es mencionado a la hora de justificar el golpe final que tal grupúsculo pretende asestar a la industria energética nacional. Que Pemex no tiene dinero para invertir lo necesario, cantan los jilgueros, pero el más reciente reporte que la paraestatal entregó a la Comisión de Cambios y Valores Securities (SEC) de Estados Unidos (con información al cierre de septiembre de 2013) documenta todo lo contrario: en los nueve primeros meses del año, Petróleos Mexicano obtuvo 566 mil millones de pesos en rendimientos (ganancias) antes de impuestos, algo así como 43 mil 500 millones de dólares. Pero llegó la Secretaría de Hacienda: se quedó con todo ese dinero y exigió 93 mil millones adicionales, por lo que oficialmente la empresa del Estado reportó “pérdidas”. El negocio es suculento, de allí la insistencia en “modernizarlo”. Para dar una idea de qué se trata, poco más de un año atrás, La Jornada publicó lo siguiente: “Pemex se ubicó como una de las empresas petroleras con los costos de exploración y producción más competitivos de la industria a nivel global. Por ejemplo, los costos de producción de Pemex se ubicaron en alrededor de 6.12 dólares por barril, por abajo de (trasnacionales del ramo como) Total (6.57 dólares), Statoil (7.19), Exxon (9.45), Conoco (9.70), British Petroleum (10.08), Eni (10.86), Shell (11), Petrobras (12.89) y Chevron (13.98 dólares por barril). Los costos de exploración y desarrollo se ubicaron en 16.13 dólares por barril, contra 18.71 dólares de la italiana Eni, la estadunidense Chevron, 21.47, y la estatal noruega Statoil, con 27.99 dólares por barril”. Y el barril lo venden a 100 dólares. Para el caso mexicano la diferencia entre el costo de producción y el precio de venta es mayor a mil 500 por ciento. ¿Se entiende de dónde surge la “urgente necesidad” de privatizar? Por aquellas fechas un ex embajador de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow, garantizaba a los mexicanos “bienestar tipo Noruega” si aceptaban “romper el tabú” de impedir la inversión privada en la industria petrolera mexicana, y redondeaba: “por demasiados años México ha hablado de su soberanía respecto de la energía. Tengo que decir que esto es una muestra de inseguridad; más de 50 países han logrado entendimiento para tratar con el sector privado doméstico e internacional con la energía, y México podría hacerlo también. Lo primero que veo es que es un tema que los políticos mencionan de vez en cuando, pero al llegar al poder no quieren empujar la idea porque temen ser llamados entreguistas, malinchistas y todo lo que sabemos”. No lo dijo gratis, desde luego, pues el ex diplomático es cabildero, entre otros, del Cohen Group, que tiene entre sus directivos a ex importantes mandos del aparato militar y de seguridad estadunidense. Mientras los mexicanos dejan de ser malinchistas y se preparan para vivir como noruegos, según la oferta de Davidow y clientes que le pagan, el “cerco” al Senado de la República al parecer reporta su primer efecto: “el inicio de la discusión de la reforma energética se pospuso para mañana, según confirmó el presidente de la comisión de Energía del Senado, el priísta David Penchyna” (La Jornada, Andrea Becerril y Víctor Ballinas). Y para ello también ayudaron algunos integrantes de la bancada perredista: “Alejandro Encinas, secretario de la comisión de Puntos Constitucionales, recalcó que el debate debe ajustarse a los tiempos y ser amplio y generalizado, dada la magnitud de la reforma constitucional que se pretende”. Sin embargo, otros opinan exactamente lo contrario, como Juan Bueno Torio, ex funcionario de Pemex y ahora diputado panista, para quien “la reforma energética ha sido muy discutida, incluso sobrediscutida y los legisladores están listos para tomar una decisión importante para el país. La hemos discutido en 2002, en 2005 muy de fondo, en 2008, obteniendo como producto una reforma que no fue lo suficientemente atractiva para detonar el potencial energético que tenemos en el país”. Otros ex funcionarios de la paraestatal hacen lo mismo que Bueno Torio, pero abiertamente como cabilderos de trasnacionales. ¿Y a usted, a qué hora le preguntaron si quiere o no “reforma”, y sobre todo de qué tipo? Ref: 2013, elektron 13 (466) 1.2, 6 diciembre 2013, FTE de México. Esta página es construida por trabajadores del sector energía.
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