Calificado por el propio negocio como pésimo negocio ahora se oferta al capital extranjero la construcción de refinerías, como parte de la reforma energética de Peña Nieto. La propuesta se incluirá en la legislación petrolera secundaria. (FTE). México SA Refinerías: ¡milagro! Nobel de Alquimia. Qué “no es negocio”. Al caño, 173 mil mdd. Por C. Fernández-Vega Artículo tomado de La Jornada, 17 de agosto de 2013. ¡Milagro guadalupano! En cuestión de segundos un grave error que generaría injustificada pérdida de recursos” mutó a “un gran negocio, con oportunidades para todos”, y para ello bastó la presentación en sociedad de una iniciativa de “reforma energética”. Así es, mexicanos creyentes: en un abrir y cerrar de ojos, una actividad “que no es rentable” y sólo provoca quebrantos, convirtióse en aceitada maquinaria generadora de incuantificables ganancias. Por ello, humildemente este espacio propone el Premio Nobel de Alquimia para los esforzados genios privatizadores de la industria petrolera (aún) nacional, por encontrar la piedra filosofal y, por ende, la fórmula para transformar la mierda en oro. Resulta que el subsecretario de Hidrocarburos de la Secretaría de Energía, Enrique Ochoa Reza, anunció que “cualquier empresario, mexicano o extranjero, podrá construir y operar refinerías en México si es aprobada la reforma energética propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto”, es decir, el gobierno federal abre “una gran oportunidad” para amasar y/o incrementar fortunas privadas en una actividad estratégica –aún reservada al Estado– que apenas unos meses atrás no pocos de los ahora promotores de la “apertura” calificaron de “pésimo negocio”, toda vez que “sería un grave error construir refinerías en territorio nacional y una injustificada pérdida de recursos públicos”. Lo mejor del caso es que el citado funcionario, por si alguien tuviera la duda, precisó que la oferta de operar y/o construir refinerías en el país “no está incluida como tal en la propuesta del Ejecutivo federal, y en todo caso corresponderá al Congreso discutir dicha posibilidad en la legislación secundaria” (La Jornada, Susana González G. y Mariana Chávez). Lo anterior, sin olvidar que Ochoa Reza “no descartó que la venta de gasolinas en el país pueda darse a través de una red de distribución distinta a la que existe actualmente y que opera con franquicias que otorga Petróleos Mexicanos”. En castellano simple, pues, el gobierno federal no lo ha propuesto así públicamente –aunque sí en lo oscurito–, pero es un hecho que cabildea para que el capital privado refine, distribuya y comercialice productos derivados del oro negro, cuando menos. Como siempre, el hilado fino está en la ley reglamentaria, en la letra chiquita. Así, México se prepara para reasumirse como república bananera. Antes de que se hiciera el milagro referido, los promotores oficiales y oficiosos de la privatización de la industria petrolera (aún) nacional se desgañitaron para vender la idea de que la construcción de refinerías en el país “no es negocio; sólo una injustificable pérdida de recursos públicos”, al tiempo que justificaban la masiva cuan creciente importación de petrolíferos por “el ahorro” que implicaba su adquisición en refinerías extranjeras, principalmente gringas. Y esa cantaleta se escucha desde hace 30 años, periodo en el que el gobierno federal y sus empresarios (autóctonos y foráneos) no quitaron el dedo del renglón en su intentona privatizadora. Las refinerías del Estado, pues, una mierda; las refinerías privadas, una inagotable veta de utilidades, amén de genial idea. En el recuento, vale mencionar que las más “jóvenes” refinerías mexicanas (del Estado) datan de 1979 (la Héctor R. Lara Sosa en Cadereyta, Nuevo León, y la Antonio Dovalí Jaime en Salina Cruz, Oaxaca). Después, sólo parches, ante el brutal avance en el consumo de petrolíferos. Esas fueron las últimas “refinerías de la Revolución” (parafraseando a JLP). A partir de Miguel de la Madrid, la citada perorata de “no es negocio”. Aquí cabe preguntar ¿para quién no es negocio? Y la respuesta es para el Estado mexicano. Lo anterior se puede documentar con lo registrado en los dos gobiernos panistas y los primeros seis meses del triunfal retorno tricolor (todas las cifras son de Pemex): gasolinazos aparte, de enero de 2001 a junio de 2013, de las arcas nacionales (léase de los bolsillos de los mexicanos) salieron 173 mil 154 millones de dólares (alrededor de 15 por ciento del producto interno bruto a precios actuales) para la importación de petrolíferos. Con ese monto y en igual periodo, fácilmente se habrían construido no menos de tres grandes refinerías del Estado de gran capacidad, erradicando así la importación de carburantes y la tremenda dependencia externa. O si se prefiere, con ese dinero se hubiera duplicado el presupuesto anual para el sector educativo nacional. Pero no, se destinó al pago de las citadas importaciones y engordar las chequeras de trasnacionales petroleras, cuyas refinerías, a todas luces, sí son negocio, y de qué tamaño. Pero, siguiendo con la cantaleta privatizadora, ¿para quién, entonces, no es negocio? Veamos: cuando el mariguanero de la lengua larga y las ideas cortas se instaló en Los Pinos, México (cifras de Pemex, insisto) importó gasolinas, diesel, combustóleo y demás petrolíferos por 3 mil 656 millones de dólares; seis años después, la cifra se elevó a 10 mil 29 millones de billetes verdes. Por este concepto en el sexenio se erogaron 30 mil 254 millones de dólares, un crecimiento sexenal de 175 por ciento, y la frase “construiremos una refinería en el país” ni lejanamente se pronunció. Llegó el inenarrable Felipe Calderón, y en su primer año de estadía en la residencia oficial se importaron petrolíferos por 15 mil 797 millones de dólares: seis años después, el monto ascendió a 29 mil 556.5 millones de billetes verdes, es decir, un incremento de 87 por ciento en el periodo. A partir del 18 de marzo de 2008, este execrable personaje anunció la construcción de una refinería (la Bicentenario, en Tula, Hidalgo), misma que nunca trascendió el discurso. Cinco años después, de tal refinería no se ha colocado ni un tornillo. Con Enrique Peña Nieto la situación no se ha modificado: en el primer semestre de estadía en Los Pinos, México ha importado petrolíferos por 12 mil 603 millones de dólares. De mantenerse ese ritmo, cerrará el año con más de 25 mil millones de billetes verdes destinados a la importación de gasolinas, diesel y conexos. Públicamente no se ha pronunciado sobre las refinerías, pero ya el subsecretario Ochoa Reza ha tenido la atención de informar que sí se construirán, pero por el capital privado. Las rebanadas del pastel Para “no ser negocio”, 173 mil millones de dólares son muchísimos. ¿Y quién llegará a construir refinerías en México? Pues los mismos que se quedaron con esa cifra monumental y que ahora clavarán el colmillo en territorio nacional en una actividad que, aseguran los candidatos al Nobel de Alquimia, “no es negocio”. Twitter: @cafevega D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
Ref: 2013, elektron 13 (265) 1-2, 22 agosto 2013, FTE de México. Esta página es construida por trabajadores del sector energía.
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