C.
Fernández-Vega, en La Jornada, 21 junio 2013.
Palabras
más o menos, a lo largo de los últimos 30 años (de Miguel
de la Madrid a la fecha) los habitantes de esta República de discursos
han escuchado la misma cantaleta para justificar la venta de garaje
(léase política privatizadora) de los bienes nacionales: por no
contar con presupuesto público suficiente para desarrollar el sector
(aquí ponga el que crea conveniente, porque todos pasaron por esa etapa),
el gobierno de la República promoverá la participación
complementaria (eufemismo por privatización) del capital privado para
detonar el crecimiento, democratizar el capital, mejorar el bienestar de los
mexicanos y liberar recursos públicos para atender las urgencias del
país”.
Tres décadas después, los anaqueles de
la venta de garaje están prácticamente vacíos (sólo
queda el oro negro y uno que otro cable de la Comisión Federal de
Electricidad), y el crecimiento brilla por su ausencia, el bienestar se mantiene
prófugo de la justicia social, la “democratización del
capital” nunca fue tan antidemocrática y las urgencias nacionales
jamás fueron atendidas. La experiencia ha sido escalofriante, pero
insisten: van por el oro negro y lo que queda de la generación
eléctrica. No tienen llenadero.
En un intento por salir del
callejón en el que se metió luego de sus declaraciones al diario
Financial Times (“la reforma energética incluiría los
cambios constitucionales necesarios para dar certeza a los inversionistas
privados”), el inquilino de Los Pinos utilizó la tradicional
creatividad del régimen para intentar justificar el siguiente paso. Dijo
(¡sorpresa!): “Petróleos Mexicanos, por sí mismo, no
tiene los recursos económicos suficientes para detonar y desarrollar
infraestructura para generar más energía”
(¿dónde hemos escuchado esto?), ergo, el siempre desinteresado
capital privado tiene que venir a salvar la situación, es decir, lo mismo
que se argumentó para la banca, carreteras, telecomunicaciones,
fertilizantes y todo lo demás, que es mucho.
Dos cosas quedan
nítidas en esta, la última etapa de la venta de garaje: a) Pemex
sí tiene recursos propios, y muchos (el problema no es de insuficiencia o
carencia, sino del brutal cuan permanente saqueo fiscal que el gobierno federal
aplica a la paraestatal) y b) si en esta aventura el gobierno mexicano procede
tan erráticamente como lo hizo con los demás sectores
estratégicos privatizados, entonces ahora sí México se va
al carajo, se hunde completito. El BBVA estimó que el “impacto
positivo” de la “modernización” del sector petrolero
sería no mayor a medio punto porcentual del PIB. Ustedes dirán si
por esa miseria vale deshacerse de la joya de la corona.
La dependencia
gubernamental del ingreso petrolero comenzó con el cambio de modelo
económico, con la llegada de Miguel de la Madrid y la tecnocracia, es
decir, cuando “liberó” a la gran empresa de pagar impuestos,
en medio del estancamiento económico y la crisis recurrente. La
Auditoría Superior de la Federación lo detalla muy bien: “de
1938 (año de la expropiación cardenista) a 1984, el importe total
anual de los impuestos, derechos y aprovechamientos pagados por Pemex y sus
organismos subsidiarios no tuvo representatividad en relación con el
producto interno bruto. A partir de 1985, con Miguel de la Madrid Hurtado,
comenzó a incrementarse la carga tributaria (a la paraestatal) al igual
que la proporción respecto del PIB, al pasar de 0.1 por ciento ese
último año a 7.2 por ciento en 2010”, con Felipe
Calderón.
Para dar una idea de cómo creció la
dependencia gubernamental del ingreso petrolero, va la siguiente numeralia: en
el sexenio de Ernesto Zedillo tal proporción fue –promedio
anual– de 2.6 por ciento del PIB; con Carlos Salinas de Gortari de 0.63
por ciento, y con Miguel de la Madrid, de 0.12 por ciento. Cuando José
López Portillo administraba la “abundancia” petrolera, tal
indicador no tuvo representatividad en el PIB. Paralelamente, los gobiernos
tecnocráticos fueron “liberando” al sector privado cupular
del pago de impuestos, por medio de la evasión legal y/o los
regímenes especiales. Entonces, Pemex fue utilizado como caja grande para
tapar los agujeros fiscales dejados por el gran capital que hoy viene a
complementar” y “salvar” a la paraestatal.
¿Que
Petróleos Mexicanos “no tiene los recursos económicos
suficientes para detonar y desarrollar infraestructura para generar más
energía”? (EPN dixit). Va un ejemplo: los que mayor raja sacaron
del ingreso petrolero fueron los dos gobiernos panistas. Nunca se acumuló
tanto ingreso proveniente del oro negro como en los tiempos de la docena
trágica, pero tampoco nadie los dispendió como la dupla
Fox-Calderón. Con el primero de estos nefastos personajes en Los Pinos,
Pemex “aportó” a la Secretaría de Hacienda 2 billones
634 mil millones de pesos (todo su rendimiento antes de impuestos y derechos,
más 207 mil millones); en los del segundo, 4 billones 500 mil millones de
pesos (todo su rendimiento, más 400 mil millones). Una catarata de dinero
fue la que produjo Pemex, misma que se malgastó sin consecuencia alguna
para los responsables. Siete billones 134 mil millones de pesos en 12
años, algo así como 550 mil millones de dólares en el
periodo. ¿Y no tiene
suficiente?
Un dato
adicional que documenta si existe o no la posibilidad de obtener recursos de
Pemex: el costo de extracción del crudo mexicano es uno de los más
bajos del mundo: cuando Calderón se instaló en Los Pinos tal costo
era de 4.13 dólares; en 2008 llegó a 6.16 dólares, para
reducirlo a 4.85 dólares en 2009 e incrementarlo a 5.22 dólares en
2010. El margen de ganancia por barril, descontado el costo de
extracción, fue de mil 184 por ciento en 2006; mil 270 por ciento en
2008; mil 83 por ciento en 2009; mil 285 por ciento en 2010; mil 555 por ciento
en 2011, y mil 388 por ciento en 2012. De ese tamaño es el negocio. Queda
claro, pues, que la paraestatal “no tiene recursos” y por qué
“es necesario” capital privado
“complementario”.
Las rebanadas del
pastelEntonces, antes de una “reforma” energética
lo que se necesita es una profunda reforma fiscal, sin comillas, para
diversificar el ingreso gubernamental y para que los grandes corporativos no
dejen a Pemex la carga fiscal que a ellos les toca. Como bien revela
La
Jornada (Víctor Cardoso, con información de Fitch Ratings),
“la situación financiera de Pemex se ha debilitado debido a la
significativa carga fiscal, que en los últimos cinco años se
reflejó en transferencias al gobierno federal de 54 por ciento sobre las
ventas, o 122 por ciento sobre su resultado operativo”. Así, no hay
empresa, pública o privada, que aguante el paso.
Ref: FTE 2013,
elektron 13 (182) 1-2, 2 julio 2013.