Volumen 13, Número 242, febrero 15 de 2013 |
Smeítas desacatarán fallo de la Corte
Asumirán
la desobediencia civil. Una comisión acudirá a Washington para
interponer una queja ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Los smeítas esperan el apoyo de IndustriALL Global Union, filial de la
central imperialista CIS (antes CIOSL), y de la AFL-CIO
norteamericana.
Rechazo a resolución de la Corte
Los trabajadores del Sindicato
Mexicano de Electricistas (SME) acordaron en asamblea general extraordinaria
rechazar las liquidaciones que ofrece la Secretaría del Trabajo y
Previsión Social (STPS) y desacatar el fallo de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN), que les negó la posibilidad de ser
contratados por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en calidad de
patrón sustituto (Muñoz P., Martínez F., en La Jornada,
p.17, 6 feb 2013).
También convinieron llamar a la
Secretaría de Gobernación (SG) a reactivar la mesa de
negociaciones para alcanzar una solución al conflicto y adoptar medidas
políticas, jurídicas y económicas tendientes a evitar la
disolución forzosa de su sindicato, porque no renunciarán a su
derecho al trabajo.
No nos han llamado (sic). No hay ninguna
comunicación de la SG. Entonces, lo que haremos será implementar
el plan de actividades que se acordó en nuestra asamblea,
manifestó ayer el secretario general del SME, Martín
Esparza.
Advirtió que si la alternativa que les dejan es cobrar
las liquidaciones, una autoridad federal deberá emitir el fin del
contrato colectivo que tuvo el SME con Luz y Fuerza del Centro (LyFC), empresa
extinta por un decreto presidencial en octubre de 2009. Una vez que se sepa
qué instancia es la que nos está cesando, se le demandará
por despido injustificado (sic), añadió.
Las movilizaciones
pactadas consistirán en una caravana de trabajadores que partirá
del Distrito Federal hacia Washington, Estados Unidos, donde interpondrán
una queja ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Asimismo, otras dos –una hacia el occidente del país y otra hacia
el sureste–, con el propósito de tejer una alianza popular
nacional.
En la asamblea los electricistas señalaron que van a
asumir una desobediencia civil y pacífica. También
garantizarán, por diferentes vías (incluyendo la
negociación), fuentes de ingresos económicos para todos los
trabajadores en resistencia.
Entre las acciones jurídicas destaca
la presentación de una queja ante la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos en contra de la SCJN por violaciones a sus garantías
fundamentales. Contemplan seguir con el litigio de su demanda 1267 en la Junta
Federal de Conciliación y Arbitraje por despido injustificado, y van a
promover ante el Consejo Federal de la Judicatura una queja contra la
Corte.
En lo político, la organización lanzará una
iniciativa para crear un nuevo organismo público descentralizado para la
prestación del servicio, propuesta que se impulsará desde el
Senado. Además, en la mesa de negociaciones se propondrá la
reinstalación de los trabajadores con su contrato colectivo, la inmediata
liberación de sus presos políticos, respeto irrestricto a los
derechos de los jubilados y reclamar al gobierno los fondos de previsión
social, programa habitacional al que pertenecen los
trabajadores.
Mucho rollo, pocas propuestas
En la asamblea, Esparza se mostró
bravucón como de costumbre sin hacer el mínimo análisis
político del terrible caso. ¿Alguna autocrítica? Imposible,
eso no existe ni mentalmente. “¡Ora se chingan, a nosotros nos
garantizan las jubilaciones!”, repitió varias veces.
“¡No vamos a acatar la resolución de la
Corte!”.
También aseveró que “una vez que se
sepa qué instancia es la que nos está cesando, se le
demandará por despido injustificado” (sic).
Lo anterior
tiene tres características: una, no es asunto de bravuconadas porque
así comenzó la provocación que desembocó
catastróficamente en el conflicto, cuando Esparza aseguró
públicamente que paralizaría a LyFC con una huelga, misma que
nunca fue preparada ni mucho menos. Después, con bravuconadas se
negó a toda posible negociación política al declarar que el
decreto de Calderón era inconstitucional y sería echado
atrás. No ocurrió así.
Dos, ésta es la
segunda vez que la Corte valida el decreto calderoniano, la primera
declarándolo constitucional y, la segunda, validando el laudo de la Junta
que da por terminada la relación laboral, consecuencia de la
extinción de LyFC.
Tres, la demanda por despido injustificado ya
se hizo, está en proceso y no tiene ninguna perspectiva
favorable.
Aparte de las bravuconadas, convendría precisar.
¿Es opcional acatar o no la resolución de la Corte? Según sus
propios abogados las decisiones de la Corte son inapelables, ante una cosa
juzgada (dos veces consecutivas) no hay recursos jurídicos
adicionales.
En casos similares existen experiencias. Si la Corte
avaló el laudo de la Junta y pidió a ésta ponerlo firme,
eso hará. La Junta procederá oficialmente y el SAE se
obligará (sic) a acatar tal laudo. Durante un tiempo se anunciará
el pago de las indemnizaciones a través de los bancos. Pasado ese lapso,
el SAE depositará los cheques en la Junta y allí
permanecerán hasta que prescriba el derecho.
Esto es, se puede
declarar el desacato a la resolución de la Corte pero esta acción
no es opcional para ninguna de las Partes implicadas en el asunto, ni tampoco es
de acción unilateral. Si una Parte no acepta, la Junta de cualquier modo
procede, así lo indica la legislación laboral vigente en su parte
procesal.
Persiste la alteración de la normalidad sindical
Si se trata de
“desobediencia civil y pacífica” se puede hacer pero no tiene
impacto laboralmente. Ese fue el error inicial, no haber conducido correctamente
el conflicto hacia una solución laboral, se optó por el
enfrentamiento precipitado e improvisado con el Estado, sin haber valorado sino
despreciado la relación política de fuerzas existente.
El
conflicto ni siquiera era laboral sino sindical interno. Pero en vez de
“limpiar” una elección interna se prefirió arrasar con
los descontentos. Empezó el intercambio de lodo y el conflicto
salió del marco interno poniéndolo en manos del gobierno. Este
aceptó el enfrentamiento provocado y lo llevó a fondo, era la
coyuntura que esperaba.
Muñoz carece de perfil político, ni
siquiera trayectoria sindical tuvo, su formación fue en el grupo
“Verde” a cargo de Esparza, de quien se limitó a ser
compañero de juerga. Pero, Esparza y Lozano sacralizaron a Muñoz
como “líder” de una disidencia borrosa. Muñoz se
limitó a ponerse de rodillas hasta la fecha.
Lamentablemente, la
alteración de la normalidad sindical jamás se quiso corregir y,
hoy en día, persiste. El escenario es trágico.
La
“inflación” de Muñoz no es el único desacierto.
Otro más grave ocurre al haberse entregado a los brazos de la AFL-CIO
norteamericana y de la CSI (antes CIOSL-ORIT). Estos aparatos del imperialismo
destruyeron al sindicalismo mexicano desde hace décadas y, con el
engaño de la solidaridad, los mantienen arrullados. Allí no
hay ninguna solidaridad, se trata de la mayor perversión contra los
trabajadores mexicanos, sometidos a sus propios
verdugos.
Fuera del timing político
Una queja ante la Comisión
Interamericana de los Derechos Humanos se puede hacer pero con perspectivas
sumamente limitadas y tardadas. Con la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos sería un simple trámite sin
trascendencia.
Jurídicamente, Esparza ha señalado a los
medios que hay todavía otra demanda, la no. 1267 “por despido
injustificado”. Efectivamente, esa demanda existe pero está
totalmente cuesta arriba. Durante el proceso el sindicato demandó a
Alfredo Elías Ayub, en ese entonces, director de la CFE. Esta
contestó que Elías no había despedido a nadie porque nunca
tuvo relación laboral con los quejosos. La respuesta fue obvia. Lo que
debió hacerse fue formular la sustitución patronal a cargo de la
CFE pero no la hicieron, cuando la pidieron “verbalmente ante los
medios” fue demasiado tarde.
Ahora, Esparza pide que la Corte
notifique a la Junta y “amenaza” con que, “una vez que se sepa
qué instancia es la que nos está cesando, se le demandará
por despido injustificado” (sic). La situación es patética,
la Junta en sus laudos no dice que despide a nadie porque la Junta no es
patrón. El actual laudo indica algo peor: da por terminadas las
relaciones laborales de todos, así como del contrato colectivo pactado
entre el SME y LyFC. ¿A quien demandarían (por despido
injustificado) los de Buen, a la Junta? Ese juicio estaría perdido a
priori.
Hay salida política, dijeron en la asamblea Montes de Oca
y Almazán, sin precisar ninguna propuesta. Sí, una salida es
necesariamente política pero en esos casos siempre hay un timing
político, que ya pasó. Por lo demás, no basta “pedir
que nos solucionen” porque no se trata solo de pedir y porque el
enfrentamiento con el Estado sigue, si Esparza y Montes no se acuerdan, los
contendientes de enfrente lo tienen presente.
Respecto a la
“iniciativa para crear un nuevo organismo público descentralizado
para la prestación del servicio, propuesta que se impulsará desde
el Senado”, seguramente el senador Bartlett podría proponerla pero
las condiciones políticas, dentro y fuera de las Cámaras, indican
que son desfavorables. Bartlett se muestra solidario pero profundamente
erróneo y desactualizado. No hay argumentos
técnico-económicos convincentes ni coherentes siquiera.
Lo
que se ve es patético, es el resultado de una sucesión de errores
políticos catastróficos, de punta a cabo. La responsabilidad es
múltiple, desde la cúpula a la tropa que ha permitido la
ignominia.
La disolución forzosa
Para mantener la cohesión interna Esparza maneja
dos cuestiones, una, no renunciar al derecho al trabajo y, dos, evitar por todos
los medios la disolución forzada del sindicato.
Ambas cuestiones
tiene un fuerte impacto. Respecto a la primera, ésta es una consigna muy
general e inobjetable. Eso es lo que debieron pensar antes de 2009 y no jugarse
a “su madre”, como le llaman los smeítas a LyFC, en un volado
una noche de palenque. Estallado el conflicto (y desde hace 52 años) la
salida correcta era la integración industrial y la unidad sindical en el
sector pero el SME siempre se negó con pretextos fatuos.
Hoy
mismo, la única salida (desesperada pero correcta) es precisamente la
integración (negociada) en el sector eléctrico (aunque ya
esté desnacionalizado). ¿Estarían dispuestos? No parece,
simplemente no quieren. De no ser así, los caminos que se sigan no tienen
corazón.
Acerca de la segunda cuestión, Esparza pone en la
prioridad de los smeítas la desaparición sindical, cuestión
que afecta a los sentimientos no la razón.
El SME, como sindicato,
no está en discusión de nadie ni existe ninguna disolución
en puerta. Sí está presente una gran pérdida pero el
sindicato seguiría existiendo porque agrupa (como miembros activos) a los
jubilados. Mientras haya jubilados habrá SME.
No hay entonces,
ninguna desaparición inmediata, lo que desaparecerá será el
puesto que ocupa Esparza porque debe haber elecciones, otra vez, previo
restablecimiento de la normalidad sindical. Actualmente ningún jubilado
puede ocupar la secretaría general; primero se deben reformar los
estatutos para que así suceda.
Cuando se habla de evitar por todos
los medios la disolución del sindicato se incurre en una perversa
manipulación basada en errores políticos flagrantes.
Al
interior del SME, las sucesivas representaciones sostuvieron una política
basada en el atraso. Esto significó mantenerse siempre al margen de la
industria eléctrica y, por lo mismo, nunca se desarrolló ninguna
política eléctrica independiente.
Hoy en día, se
apuesta todo a que el gobierno “les cree” una empresa, su empresa,
omitiendo que en todo el país existe desde 1960 una industria. Ya se
vivió la experiencia nefasta de LyFC creada perversamente por Salinas de
Gortari, en condiciones de quiebra financiera, con una planta industrial
envejecida y sin generación, obligada a comprar en bloque la electricidad
que revendía.
Como si nada pasara, se sigue insistiendo en ese
esquema. No extraña si recordamos que, en los mejores momentos, durante
el cardenismo, la UNICA propuesta que se le ocurrió al SME fue proponer
la creación de una cooperativa eléctrica,
cuestión sencillamente risible, revelando que carecía de la
más peregrina idea en la materia.
Con esas “ideas”,
los smeítas consideraron siempre que era posible el “socialismo en
un solo sindicato” y “había que “sacarle a LyFC todo lo
que se pueda”.
También creen que el SME es la forma
organizativa superior a todas, imperecedera e inmortal. No es solamente aferrase
a las siglas sino a un concepto obsoleto de sindicato pues el SME corresponde al
viejo sindicato de empresa, superado históricamente que, por estar
siempre en la periferia se negó a transformarse, precisamente, en un
sindicato nacional de industria. Allí están los hechos, siempre se
negó a la unidad sindical en el sector.
Otra vez el tiempo se
vuelve inexorable. En el sector eléctrico, el sindicatito de empresa
está superado, el propio desarrollo industrial lo liquidó,
así no hay manera de dar respuesta exitosa a nada. No se trata de
desaparecer, como si se cancelara la existencia, sino de transformarse. El SME
hace tiempo que renunció a la transformación; hoy el tiempo cobra
errores y soberbia.
Siempre, nos dijeron que estaban de acuerdo en la
unidad porque para el SME la unidad “es un objetivo
histórico” y como tal, lo pospusieron indefinidamente.
Hoy
en medio de la debacle el SME se sigue negando a cumplir sus deberes de clase,
cree que la CFE es el enemigo a vencer, el SUTERM simplemente no existe, el SME
es todo y sobrevivirá al capitalismo, dicen, no importando que el
sindicato (cualquiera) sea una forma surgida dentro del capitalismo, importante
pero muy limitada, apenas para la resistencia economicista cotidiana y muy por
abajo de las aspiraciones obreras.
En cualquier lucha siempre es
importante cuidar, dentro del movimiento, el futuro de éste. Para ello,
preservar la organización es fundamental, pero sobre bases
programáticas no arqueológicas. La organización obrera no
es solamente sindical y los sindicatos no son entelequias que deban conservarse
por negarse a transformarse.
Fuente: 2013, elektron 13 (39) 1-4, 9
feb 2014.
Smeítas frente a la Corte FOTO: C. Ramos
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