Volumen 13, Número 241, enero 30 de 2013 |
Las mismas mentiras contra Pemex
Todos los gobiernos privatizadores en
turno dijeron, declararon y juraron que no privatizarían nada de lo que
entregaron. Todos contribuyeron para eliminar al sector estatal de la
economía. Hoy, Peña Nieto y colaboradores repiten el mismo
discurso, su objetivo es privatizar a Pemex y a la CFE
(FTE).
Pemex: joya en venta de
garaje. Petróleo: fábula de
la lechera. He aquí otro cuento de
modernidad.
Artículo de C. Fernández-Vega
publicado en su columna México S.A. (en La Jornada, 29 de enero de
2013).
Allá, por mayo de 1990, el gobierno salinista y los
jilgueros que lo acompañaban alegremente gritaban a coro que la
única finalidad de reprivatizar el sistema bancario nacional era
facilitar un crédito más barato y expedito a todos los mexicanos,
lo que resultaría de la democratización del capital y la
modernización del sistema financiero, en el cual, desde luego, no
participaría el capital foráneo. ¿Qué sucedió?
Apenas dos años después de finalizado dicho proceso, la moderna y
democrática banca reprivatizada en manos de nacionales reventó
(1994), producto, entre otras cosas de la voracidad de sus nuevos propietarios y
el extremadamente elevado costo del crédito.
A inicios de 1995, el
gobierno zedillista y los (mismos) jilgueros que lo acompañaban
alegremente gritaban a coro que la única finalidad de la
participación de inversionistas extranjeros en la banca nacional era la
recapitalización temporal de las instituciones financieras
–especialmente las más pequeñas–, para
(¡sorpresa!) facilitar un crédito más barato y expedito a
todos los mexicanos, superar los problemas de coyuntura que reportaba la banca y
(aunque no lo crean) contar con un sistema financiero más moderno.
¿Qué sucedió? El impúdico rescate de los especuladores
bursátiles metido a banqueros por medio del Fobaproa, la
extranjerización prácticamente total del sistema financiero, la
impunidad absoluta de los responsables y un crédito extremadamente
costoso.
Y se puede seguir con muchas historias privatizadoras similares,
registradas en prácticamente todos los sectores de la economía
mexicana, que sólo confirman que uno de los principales peligros a la
hora de entregar los bienes de la nación a manos privadas lo constituye
el propio gobierno federal y su impúdica tecnocracia que ha saqueado al
país, pero el par de pasajes que se comenta líneas arriba viene a
cuento porque ahora el gobierno peñanietista y los (mismos) jilgueros que
lo acompañan alegremente anuncian (¡qué creen!) que en
materia petrolera la única finalidad es (¡adivinaron!) modernizar
Pemex.
Todo lo que durante décadas construyó el Estado
mexicano, con recursos del erario, fue rápidamente modernizado por unos
cuantos gobiernos a favor del sector privado (no todo, desde luego,
únicamente el alineado con el régimen), y a la vuelta del tiempo
el resultado de la venta de garaje es más que deplorable, al tiempo que
los Frankenstein marca Forbes creados por la tecnocracia se salieron del huacal,
y a estas alturas no saben cómo meterlos en orden, si es que en realidad
esa es su intención.
Por la vía de la modernización
todos los bienes del Estado se privatizaron, sin beneficio alguno para la
nación: banca, carreteras, ingenios azucareros, medios de
comunicación, minas, ferrocarriles, líneas aéreas,
siderúrgicas, telecomunicaciones, aeropuertos, más lo que se les
ocurra, y en el festín, y no por gracia de los convocados, lo
único que medianamente quedó en pie fue el petróleo, el
mismo que hoy, luego de muchos intentos fallidos, pretenden terminar de
modernizar, con la participación activa de otra entidad moderna, la
izquierda institucional.
Ahora brinca a la palestra Emilio Lozoya,
director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), para anunciar
alegremente que la paraestatal no se va a privatizar, sino a modernizar, y que
aunque ustedes duden, la única finalidad es que los mexicanos tengan
más energía, a menor costo y más limpia. La reforma de
Pemex abaratará el costo que pagan los mexicanos por su consumo de
gasolina y energéticos en general, según dijo. ¡Ole!, por
creativo.
Casi cinco años después del anuncio original (18
de marzo de 2008) no han colocado un tornillo ni pegado un ladrillo en la
refinería de saliva (la Bicentenario, en Tula, Hidalgo). Vamos, ni
siquiera hay presupuesto para hacer un cartelón que anuncie quién
sabe cuándo, ni cómo, pero aquí se construirá la
citada terminal, pero ya ofrecen que con la modernización de Pemex los
mexicanos tendrán más energía, a menor costo, y más
limpia, incluidas la gasolinas y el diésel que ahora masivamente se
importan por carecer, precisamente, de infraestructura de refinación,
porque en 34 años no ninguna se ha construido (la más joven data
de 1979).
Entonces, dado el historial y los resultados, ¿qué
pueden esperar los mexicanos de otra modernización (y no en cualquier
sector) que no busca privatizar nada? Se trata de la maltrecha, pero al fin
sobreviviente, última joya de la corona, el petróleo, que va que
vuela para modernizarse al estilo de la banca, los ferrocarriles, las carreteras
y demás que nunca, pero nunca –versión oficial–
pretendieron privatizar, y mucho menos extranjerizar. Eso por un lado; por el
otro, ¿quiénes tienen capacidad financiera para participar en esta
etapa de democratización del capital en Petróleos Mexicanos? Pues
sólo hay dos sopas: los Forbes autóctonos o las trasnacionales de
la energía (no se descartan asociaciones estratégicas); es decir,
Pemex se democratizará a favor de los mismos que se quedaron con el
rosario de malbaratadas empresas del Estado mexicanos, las mismas que a los
barones han permitido acumular las nada democráticas fortunas de
ensueño que poseen.
Una vez democratizado Petróleos
Mexicanos, el erario se quedará sin la gruesa rebanada anual que la
paraestatal obligadamente aporta al fisco y al presupuesto de egresos de la
federación, toda vez que como parte de su modernización el trato
impositivo sería igual, en el mejor de los casos, al de una empresa
privada. Aun así, Lozoya asegura que, en realidad, no se trata de que
Pemex pague menos impuestos, sino que sea más grande, genere más
empleos y más oportunidades para crear valor en México y crear
cadenas de valor donde haya un alto contenido nacional. Otro ¡Ole!, por su
creativa aportación. Es cuestión de revisar los balances fiscales
de los grandes consorcios y la generosidad que en la materia les brinda la
autoridad, para que los mexicanos estén más que confiados en que
sí pagará impuestos el capital privado instalado en la
paraestatal.
Las rebanadas del pastel
Desde tiempos de
Miguel de la Madrid se prometió que con la política privatizadora
México rápidamente se incorporaría al primer mundo. Todos
sabemos y padecemos el resultado, pero el creativo Emilio Lozoya ofrece: la
modernización de Pemex es un impulso al crecimiento económico y
una generación de empleos muy importante. ¿Quieres que te lo cuente
otra vez?
Fuente: 2013, elektron 13 (30) 1-2, 30 de enero de 2013,
FTE de México.
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