Volumen 13, Número 240, enero 15 de 2013 |
México compra más del 50% de alimentos
La dependencia
alimentaria es una lacerante realidad en México. La política
seguida por los sucesivos gobiernos en turno ha destruido la soberanía
alimentaria, cuya pérdida ha sido agravada por el TLCAN. Hoy, más
del 50% de alimentos básicos se importan.
El siguiente
artículo fue publicado por C. Fernández-Vega (en La Jornada, 8 ene
2013), con relación a las importaciones mexicanas de alimentos, la baja
producción en el campo y la nefasta experiencia al respecto de tres
décadas de neoliberalismo.
Lo sorprendente es que a
estas alturas alguien se sorprenda con el hecho de que México es un
importador neto de alimentos, que destaca por ser el principal comprador de
granos de América Latina y el Caribe, que reporta un creciente
déficit en su balanza comercial de productos agroalimentarios, que en el
extranjero adquiera 30 por ciento del maíz que consume, que la
dependencia alimentaria es una lacerante realidad y que, en fin, el país
registra bajos niveles de producción en el destrozado campo
nacional.
Un elemento escalofriante puede ubicar a los sorprendidos: dos
décadas atrás se importaba 10 por ciento de alimentos;
actualmente, más de 50 por ciento. En dos décadas, más de
200 mil millones de dólares erogados para importar alimentos.
¿Qué fue de aquel campo productivo que hoy, por enésima
ocasión y por sexto gobierno consecutivo, dicen que van a rescatar?
Retomo parte de un texto escrito por el autor de estas líneas 10
años atrás: lejano, muy lejano –más por los
resultados que por el tiempo transcurrido– está aquel Sistema
Alimentario Mexicano (SAM) que en 1980 José López Portillo
echó a andar para otorgar apoyos múltiples al consumo de las
mayorías empobrecidas de México, darle solución a la cadena
producción-distribución-consumo nacionales de alimentos, alcanzar
la autosuficiencia y fortalecer la soberanía en este
renglón.
Dos décadas, tres gobiernos neoliberales (los
panistas todavía no asaltaban Los Pinos) y un Tratado de Libre Comercio
de América del Norte fueron más que suficientes para echar al
cesto de la basura tal aspiración, con resultados más que
deplorables: del SAM, el estómago de millones de mexicanos pasó a
depender del Tío SAM. El decidido accionar de la trinca neoliberal
(renovación moral de la sociedad, la solidaridad y bienestar para la
familia) restructuró el campo mexicano hasta convertirlo en una enorme
empresa agroindustrial privada, netamente exportadora de hortalizas y con muy
pocos socios, dejando en el cajón de los malos recuerdos no sólo
la nostálgica soberanía alimentaria, sino a las mayorías
empobrecidas de México (ello antes de Fox y Calderón, quienes
sólo metieron el acelerador a fondo).
Hasta allí la cita,
sólo para añadir que en el año de inicio del TLC
México importó alrededor de mil 800 millones de dólares en
alimentos; casi dos décadas después, al cierre del gobierno
calderonista, ese monto superó 24 mil millones, o lo que es lo mismo mil
300 por ciento de aumento, y contando. El año previo (1993) a la entrada
en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por la
importación de maíz se pagaron casi 70 millones de dólares.
En 2012, sólo por la compra de ese grano, se erogaron más de 3 mil
200 millones de billetes verdes, es decir, un incremento de 4 mil 500 por
ciento.
De acuerdo con la información disponible (Inegi), en el
sexenio de Felipe Calderón se erogaron más de 13 mil millones de
dólares por importación de maíz, 177 por ciento más
respecto del gasto que por igual concepto se realizó en tiempos de
Vicente Fox (4 mil 700 millones) y 251 por ciento por arriba de lo registrado
con Ernesto Zedillo (3 mil 700 millones). En el primer año del TLC
–1994, con Salinas de Gortari aún en Los Pinos– se
importó maíz por 370 millones de billetes verdes, 35 veces menos
que con Calderón. Y todo esto se registra en el transcurso de casi dos
décadas, pero en lugar de corregir la situación, la voluntad
gubernamental ha sido empeorarla. Así, lo que antes se erogaba en un
año para importar maíz, ahora se gasta en menos de seis
semanas.
Otros elementos que podrían sorprender a aquellos que no han
registrado el tamaño del problema son los siguientes: a estas alturas
México importa 75 por ciento del arroz que consume, 30 por ciento del
maíz y 42 por ciento del trigo, por citar sólo algunos casos. De
1990 a 2010 la importación de carne en canal bovino se incrementó
casi 300 por ciento y más de mil por ciento la de aves. En 2010,
comparado con 2009 (información del Inegi), México importó
cinco veces más carne respecto de la que exportó; seis tantos de
leche, lácteos, huevo y miel; 12 veces de cereales; 3.6 veces de
productos de molinería; 30 veces de semillas, frutos oleaginosos y frutos
diversos; nueve veces de grasas animales o vegetales, y tres veces de
preparaciones de carne y animales acuáticos. En síntesis,
más de 50 por ciento de los alimentos que en mayor o menor cantidad
consumen los mexicanos proviene de afuera.
En una investigación
sobre seguridad alimentaria y comercio intrarregional de alimentos, la
Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) advierte que
México importa alrededor de 30 por ciento del maíz que requiere la
población, a pesar de que ese grano representa su principal alimento y
que los cereales, en general, aportan 45 por ciento de calorías de su
dieta. Además, que “el azúcar es uno de los pocos alimentos
en que México tiene superávit, ya que exportó 17 por ciento
de lo que produjo, pero aun así sólo contribuyó con 2.1 por
ciento de las 50.9 toneladas generadas en la región... En carne bovina la
producción regional ascendió a 16.8 millones de toneladas, pero la
de México fue sólo la décima parte, contra 55.7 por ciento
de Brasil y 15 de Argentina, mientras en lácteos la producción
llegó a 78.2 millones de toneladas, de las cuales apenas 2.8 por ciento
correspondieron a México, 41.1 a Brasil, 15.3 a Argentina y 9.4 a
Colombia.
Por si fuera poco, en oleaginosas América Latina produjo
128.6 millones de toneladas, distribuidas así: 54 por ciento de Brasil,
38.2 de Argentina y 3.1 de Paraguay, y de nueva cuenta nuestro país no
figura entre los productores. La Aladi dice que en México, como mercado
doméstico de gran magnitud y baja o menor apertura comercial total, el
comercio agroalimentario no tiene mayor peso en el producto interno bruto, aun
cuando en términos absolutos es muy alto y mayor que en los demás
países de la región. Y puntualiza: “El alza y la volatilidad
de precios en los alimentos registradas el año pasado por la
sequía en Estados Unidos ofrecieron oportunidades para los países
exportadores netos de granos básicos, como Argentina, Brasil y Paraguay,
pero desafíos negativos para los importadores netos de esos productos, en
especial si sus importaciones dependen de Estados Unidos, como ocurre con
México...” (La Jornada, Susana González). Entonces,
¿sorpresa?
Fuente: 2013, elektron 13 (8) 1-2, 8 ene 2013, FTE de
México.
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