Volumen 12, Número 236, diciembre 21 de 2012
 


Pláticas Populares sobre Astronomía, Astrofísica y Cosmología.
2012, fin e inicio de un ciclo en la Cuenta Larga de los Mayas.




david bahena, PhD



RESUMEN: Los mayas fueron observadores del cielo, reloxeros de las estrellas, que desarrollaron el conocimiento astronómico y matemático en Mesoamérica. Su obra quedó registrada en inscripciones, monumentos, estelas y códices. Entre sus aportaciones destaca el descubrimiento del cero (0) y su aplicación numérica posicional, la precisión del calendario y el movimiento de Venus, las sistemáticas observaciones astronómicas y mediciones del tiempo, así, como los conceptos de finitud del mundo, y del tiempo cíclico.


1. Introducción

1.1 Civilización maya

Los orígenes de los mayas no se conocen como tampoco las razones de su colapso y desaparición. La civilización maya se desarrolló en el área geográfica que va del río Grijalva, en Tabasco (México), hasta el río Ulúa en Honduras y el río Lempa, en El Salvador.

Para el estudio de las culturas mesoamericanas se consideran tres grandes períodos: el Preclásico (1,200 a.C. a 100 d.C.), Clásico (250 a 900 d.C.) y Posclásico (1000 a 1524 d.C.). No se disponen de suficientes fuentes escritas, el conocimiento lo ha aportado la arqueología. Los textos mayas, esculpidos o pintados, que refieren acontecimientos cronológicos, astronómicos e históricos, están descritos en glifos que aún no han sido descifrados.

En el período Clásico se produjo un arte plástico extraordinario con notable variedad de estilos originales en cada región. Los grupos mayas del área central alcanzaron la cúspide intelectual de Mesoamérica al desarrollar una compleja escritura, una matemática excepcional entre las culturas antiguas del mundo, un extraordinario sistema de cómputo del tiempo, notables conocimientos astronómicos y una historiografía que revela su profunda conciencia histórica.

Entre los múltiples sitios que florecieron en el periodo Clásico destacan; en el centro del área maya, ciudades de la región de El Petén, como Tikal, Uaxactún, Río Azul y Calakmul; en la cuenca del río Usumacinta floreció Palenque, Toniná, Yaxchilán, Piedras Negras y Bonampak; en la cuenca del río Motagua se encuentran Copán y Quiriguá.

En el área sur destacan Kaminaljuyú y Chinkultik y, en el área norte, Edzná, Dzibilchaltún, Ek Balam, Oxkintok, Cobá, Uxmal, Kabah, Sayil y Chichén Itzá.

Durante el período Clásico se produjeron importantes cambios en la organización social propiciados por la división del trabajo y la especialización artesanal. Se consolidó una estratificación social, dividida en clases, encabezada por los sacerdotes y gobernantes; jefes militares y comerciantes del más alto rango que pertenecían también a esta clase noble.

Bajo ellos estaban los administradores y ejecutores, los artesanos especializados, arquitectos y escultores. En los estratos más bajos se situaban aquellos que producían los alimentos y las materias primas, y realizaban los trabajos pesados: agricultores, cargadores, sirvientes, soldados y esclavos.

En el Posclásico, se desarrollaron crisis agrícolas, ruptura del equilibrio ecológico y hambrunas, que acarrearon graves conflictos políticos dentro de los Estados, entre unos y otros. Según especialistas, existen múltiples evidencias arqueológicas, de revueltas campesinas en las grandes ciudades que eliminaron a los linajes gobernantes; y con ello surgió la descomposición de la estructura política dando como resultado la desaparición de las ciudades bajo la selva.

Luego de diversas luchas por el poder, hacia el año 1200 d.C., Chichén Itzá y otras importantes ciudades fueron conquistadas por Mayapán, centro que dominó la región hasta su caída en 1441. Según el libro del Chilam Balam de Chumayel, los itzáes abandonaron Chichén-Itzá y se dirigieron a la isla de Tayazal, en el lago Petén-Itzá, norte de Guatemala. Constantes guerras habían conducido a una decadencia cultural, y entre 1527 y 1546 la región cayó en manos de los españoles. Los mayas se dispersaron por el Caribe, con centro en Cozumel, y el Golfo de México.

Los itzáes asentados en Tayasal se mantuvieron libres 150 años más. Después de una cruenta resistencia, en 1697 fueron sometidos por los españoles. Eso no trajo la paz. Revueltas, sublevaciones y resistencia armada siguieron siendo frecuentes en la región maya.

Después de la conquista, los quichés narraron su historia en múltiples textos, principalmente el Popol Vuh o "Libro del Consejo", escritos en su lengua, pero empleando caracteres latinos. Innumerables códices mayas fueron quemados por los misioneros españoles, al mando del inquisidor Diego de Landa, perdiéndose invaluables fuentes originales.

1.2 Leyenda de la princesa Sac-Nicté

Existe una leyenda (UAdY 2004) sobre las causas y la forma en que los itzáes abandonaron Chichén Itzá. La misma señala la importancia que en ese momento tenían los matrimonios para las alianzas entre los pueblos mayas, y se refiere al matrimonio fallido de la princesa Sac-Nicté (Flor blanca), originaria de Mayapán, con Ulill, señor de Uxmal, por la intervención de Canek (Kaan Ek, serpiente de la estrella ó serpiente negra), señor de Chichén Itzá. Esto originó, según cuenta la leyenda, la lucha entre los pueblos, retirándose los itzáes del norte de la península de Yucatán.

En el Mayab, cuando Chichén-Itzá, Uxmal y Mayapán se encontraban en su plenitud, nacieron en estas ciudades: Sac-Nicté o Blanca Flor, princesa de Mayapán e hija del rey Hunac-Ceel; Ulil, príncipe de Uxmal; y, Canek o Serpiente Negra, príncipe de Chichén Itzá.

Según cuenta la leyenda, cuando Sac-Nicté tenía cinco años le dio de beber a un caminante y de pronto brotó de la jícara una flor. Luego, cuando cumplió dos veces cinco iba caminando por un maizal y una paloma se posó en su hombro, le dio unos granos de maíz, la besó en el pico y luego la soltó para que volara libre. Después, cuando cumplió tres veces cinco años conoció a Canek y se enamoró de él.

Por su parte, cuando Canek cumplió siete años, atrapó a una mariposa y la deshizo con sus manos y esa noche soñó que se convertía en gusano.

Cuando cumplió dos veces siete, encontró un venado en una trampa de cazador y con su cuchillo sacrificó al animal, le extrajo el corazón y lo ofreció a los dioses negros que ayudaban a los brujos. Esa noche soñó que era un tigre sediento. Pero cuando cumplió tres veces siete años, lo nombraron señor de los itzáes, y ese mismo día conoció a Sac-Nicté. Esta noche no durmió, sino que lloró de tristeza hasta el amanecer, porque se había enamorado de la princesa de Mayapán.

Ese fue el momento de la desilusión de Canek, pues sabía que Sac-Nicté estaba comprometida con Ulil, príncipe de Uxmal; y 37 días a partir de la fecha en que Canek tomara posesión del mando se llevaría a cabo la boda. Y así empezaron a llegar los mensajeros de Mayapán y Uxmal, para invitar al señor de los itzáes a la ciudad de Uxmal a festejar la boda y consolidar la alianza.

Una noche, cuando Canek pensaba en su problema, apareció de pronto un viejecillo y le dijo en voz baja: "La Flor Blanca está esperando entre las hojas frescas ¿has de dejar que otro la arranque para él?". Y terminando de decir esto, desapareció sin que nadie supiera lo ocurrido. Pronto, las piedras esculpidas que conmemorarían la boda se hicieron, poniendo las figuras de los futuros esposos, y en la parte de abajo escribieron: "De éstos vendrá la grandeza del Mayab, y en ellos se asentará la paz y la abundancia de la tierra”.

En Uxmal se preparó todo para la fiesta. De Mayapán salió la comitiva guiada por Hunac-Ceel, señor de los cocomes, y su hija Sac-Nicté, quienes fueron recibidos desde el camino de Uxmal a Mayapán por el mismo señor de Uxmal. La fiesta se inició y por tres días llegaron convidados de muchas partes, portadores de bellos regalos, arribaron de Kibilbá, Chacnohuathlán, Copán, Nachancaán, Yaax-Chilan, Zac-quí y otros muchos pueblos cercanos y distantes; pero Canek, el señor de los itzáes, no llegó.

El tercer día, después de seguir esperando a Canek, decidieron dar comienzo a la ceremonia. Más de pronto, el señor de los itzáes al frente de 60 guerreros principales, irrumpió como un relámpago en el altar del templo mayor donde se efectuaba la boda arrebatando a Sac-Nicté de su padre y Ulil, y sin que nadie pudiera hacer nada, huyeron. En la ciudad de Uxmal había confusión, tanto por la fiesta como por el rapto, y cuando Ulil reunió un grupo de guerreros para perseguir a Canek, ya no se pudo hacer nada.

Ulil y Hunaac-Ceel se aliaron contra Canek; pero cuando llegaron a Chichén-Itzá, descubrieron que la ciudad estaba abandonada. Entonces, con furia, la incendiaron, saquearon y destruyeron; mientras, por la selva del sur de la península, Canek en compañía de Sac-Nicté guiaban a los itzáes rumbo a un nuevo destino: la isla de Tayasal, salvándose así los itzáes de la furia de sus antiguos aliados y, desde entonces, quedó la ciudad de Chichén-Itzá abandonada. La Liga de Mayapán dejó de existir.

1.3 La guerra en Mesoamérica

En mesoamérica la guerra fue un fenómeno social de larga historia. Se dispone de información de la práctica y condiciones en que ocurrieron las guerras, en tiempos y lugares determinados. En la región maya una de las fuentes son las escenas pintadas en los murales de Bonampak.

La guerra tuvo mucha importancia. Hassig (2007) señala que “La convivencia pacífica permitió la difusión de las ideas y tecnologías, aunque lentamente. En cambio, la expansión militar aceleró significativamente ese proceso y, además, incrementó el prestigio de los conquistadores”.

Hace algún tiempo se consideraba a la era teotihuacana como una época tranquila y se describía a los mayas como pacíficos. Hoy la explicación ha cambiado en razón de nuevos descubrimientos. Tales son las escenas de batallas pintadas en Bonampak y otros lugares. En el Templo Inferior de los Jaguares, en Chichén Itzá, se representan diversas armas, como, dardos, lanzas, escudos flexibles y de antebrazo.

En el dintel 18 de Yaxchilán, Chiapas, se observan algunas de las armas utilizadas, como las navajas de obsidiana bajo la punta de una lanza de los guerreros mayas. En el dintel 45, un gobernante sujeta por el cabello a un prisionero, quien besa el escudo de su captor como gesto de sumisión.

Stuart (2007) indica que el militarismo y los conflictos militares entre los mayas empiezan a aparecer como elementos destacados en el arte y las inscripciones en el Preclásico Tardío (300 a.C. – 200 d.C.). “Con frecuencia, en los monumentos de este período se muestran cautivos atados, ya sea arrodillados ante un rey o bajo sus pies, como símbolo de sometimiento total. Al parecer, los prisioneros eran miembros de la elite, tal vez otros gobernantes, y llevan inscrito su nombre en el tocado”. Posteriormente, durante el Clásico Tardío, los gobernantes y los cautivos eran elemento central de las representaciones. Así se muestra en la Estela 24 de El Naranjo, en el Monumento 122 de Toniná, en la Estela 1 de Dos Caobas, Chiapas, y en el dintel de La Pasadita, Guatemala.

La guerra entre los mayas no existió como algo único y ningún grupo dominó completamente a los demás. Se considera que hubo incursiones a pequeña escala entre poblaciones vecinas y también conflictos regionales que duraron décadas. Sin embargo, las inscripciones no registran detalles sobre el número de combatientes ni las causas de la guerra de conquista.

En los murales de Bonampak “hay indicios de grandes batallas al representar grupos de soldados que combaten a muerte en alguna zona rural, mostrada como un fondo verde y boscoso”. La existencia de fortificaciones en varios sitios es también un claro indicio de violentos conflictos en gran escala. En Becán y Edzná, Campeche, se han encontrado profundos fosos que corresponden al año 100 a.C., casi mil años antes de las fortificaciones levantadas en Dos Pilas, Guatemala, por una comunidad en asedio.

La escritura descifrada recientemente revela detalles para la comprensión de la guerra entre los mayas durante generaciones. Palenque y Toniná, al igual que Yaxchilán y Piedras Negras, así como Copán y Quirigúa fueron enemigos durante bastante tiempo. La mayor serie de conflictos tuvo lugar entre Tikal y Calakmul, durante los siglos VII y VIII. Pero en las inscripciones no se cuenta con detalles históricos.

1.4 La rebelión de Canek

En «México, la historia de un pueblo», Alatriste (1980) explica que la caída de la ciudad de Tenochtitlan no marca, como ha sido común interpretar, el fin de la resistencia indígena sino simplemente el fin de una batalla en que la tecnología de los españoles se impuso al desconcierto de los mexicas, que no entendían del todo lo que sucedía. Aun así, a partir de ese momento y pasada la sorpresa y la humillación de la derrota, en todo el territorio de lo que fue Nueva España se gestó la oposición indígena al conquistador; una oposición encarnizada y sistemática, pero nunca organizada.

La resistencia indígena de las zonas mayas fue valiente, incluso, en ocasiones, suicida. Conllevaba no sólo la lucha contra la esclavitud, la marginación y los abusos, sino la salvación de esta manera propia de concebir el universo, la reivindicación de una identidad que, en síntesis, era su único sostén.

Símbolo de esta resistencia fue la rebelión de Jacinto Uc de los Santos Canek, que tuvo lugar a mediados del siglo XVIII. Canek era un indio culto, educado en un convento por frailes españoles, por ello tuvo acceso tanto al pensamiento europeo como el mágico mundo maya de sus antepasados, en el que todavía vivían sus coterráneos. Este deambular entre las dos culturas debió haber producido en el héroe maya una profunda indignación ante la situación a la que habían quedado reducidos sus hermanos de raza y religión, y la tenaz convicción de que sólo la guerra podría liberarlos. La rebelión no duró más de una semana, sin embargo, ha quedado como símbolo de la lucha por la dignidad, de la oposición a la tiranía y al excesivo trabajo a los que los mayas vivieron sometidos.

La rebelión de Canek fue una seria resistencia al colonialismo y ha sido reinterpretada por varios autores. Las fechas varían, algunos indican que tras unas festividades populares, la rebelión estalló el día 19 de noviembre de 1761, en el poblado de Cisteil cerca de Mérida. El 14 de diciembre de 1761 acusado de rebelión y actos sacrílegos, Canek fue ejecutado en la plaza pública, sus compañeros fueron ahorcados, humillados y sometidos al suplicio, el pueblo de Casteil fue arrasado e incendiado por los españoles.

El «Canek», de Abreu-Gómez (2004) es un poema que trata del levantamiento, “ocurrido en Mérida, Yucatán, el 17 de diciembre de 1761”, cuando un grupo de indígenas se sublevó contra la dominación española encabezados por Canek, quien se convirtió en “el héroe de una gran masa del pueblo maya oprimido”. La rebelión se convirtió en un símbolo de lucha.


“Los blancos gritaron:

“- ¡Se han sublevado los indios!


“El pueblo está en guerra. En el horizonte se encienden las ramas del viento. Se oyen en el aire los tunkules, las icoteas y los gritos de los indios en armas. El nombre de Canek era voz y eco en la sombra.


“Canek lo pensó pero no lo dijo. Los indios que estaban cerca de él lo adivinaron. En el momento del ataque, los indios delanteros tenían que esperar que el enemigo hiciera fuego. Entonces los indios de atrás avanzaban caminando sobre sus muertos”.


La historia de Canek podría resumirse en las palabras de Henrique González Casanova: "Es la historia de un héroe que emerge de la injusticia del pasado y se hace presente en la injusticia de hoy, con la razón y la esperanza".


“Cuando terminó su informe, el Gobernador preguntó a uno de sus edecanes:


“- ¿En dónde está ese pueblo rebelde que llaman Canek?


“Delante de los indios, Canek parecía un escudo y una bandera: el pecho cubierto de sangre y el cabello agitado por el viento”.



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