Volumen 12, Número 235, diciembre 21 de 2012 |
A más de 500 años de la violencia cultural, política,
social, ecológica y espiritual producto de la invasión
ibérica a territorio de anahuak, las repercusiones sociales y
psicológicas vividas por nuestros antepasados se siguen sintiendo hoy
día en la población que conforma nuestro actual territorio,
efectos ahora generados por “nuestra sangre” a través de
aquellos que se auto eligen como “gobernantes” por medio de la
dominación para preservar condiciones similares y adueñarse de
nuestra amada tierra. Con esta hegemonía hemos padecido toda clase de
terrorismo y políticas dirigidas a la eliminación de toda libertad
social, ideológica y de culto a través del sometimiento, la
discriminación y la explotación de personas, entornos y
ecosistemas, alimentando un régimen de injusticia e inequidad que
privilegia sus propios valores para alcanzar su ambición: La
globalización mundial.
Sin embargo, la resistencia iniciada por
nuestros abuelos y abuelas ha sido conservada por generaciones que han reclamado
una vida digna para el ejercicio de todos los derechos humanos universales,
incluyendo el respeto por todas las formas de vida y por extensión del
buen uso de cualquier recurso y sistema natural de que está conformado
nuestro planeta.
En este contexto, el tlamachtikalli atlakamani
surgió de la necesidad de sus fundadores por sumarse a esta gran
resistencia sociocultural con el propósito de construir un espacio de
encuentro para la preservación y promoción de la riqueza cultural
de los pueblos originarios de anahuak, y contribuir así en la
reeducación de valores que dignifiquen nuestra identidad antigua.
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