Volumen 12, Número 228, septiembre 27 de 2012 |
Cuando la industria eléctrica fue rescatada para la
nación, aquel 27 de septiembre de 1960, los electricistas
democráticos de la época señalaron la importancia
económica y social que ese hecho político representaba para el
país.
En breve tiempo se procedió a electrificar a todo el
territorio nacional, para darle acceso a todos los mexicanos, con base en el
concepto de servicio público de energía
eléctrica.
Procedimos a la integración de la industria
eléctrica nacionalizada, logrando la unificación de frecuencia y
la interconexión del Sistema Eléctrico
Nacional.
También fue desarrollada la ingeniería y se
construyeron importantes proyectos eléctricos.
Previamente a la
nacionalización, el sector público generaba el 54% de la capacidad
total y el sector privado el 46%. Con la nacionalización, el 98%
pasó al sector público.
Hoy, sin embargo, estamos peor que
antes de la nacionalización. Otra vez los particulares se encargan de las
funciones constitucionalmente estratégicas. El 52% de la capacidad de
generación eléctrica total a nivel nacional es privada.
La
construcción e ingeniería están privatizadas, el desarrollo
científico y tecnológico es inexistente, las redes nacionales de
transmisión y distribución eléctrica están al
servicio de los particulares. Los recursos naturales, renovables y no renovables
son saqueados por las transnacionales, apoderándose del agua, el viento y
el territorio. El concepto de servicio público está
pervertido.
Esta política es inaceptable para la nación.
Pero hay algo peor. El próximo gobernante recién electo ha
ofertado la entrega de Pemex y de la CFE al capital extranjero. Peña y
sus socios omiten que la industria energética no es del gobierno, ni
siquiera es del Estado, es de la nación.
Pero, unilateral y
compulsivamente, preparan ya las iniciativas legislativas de una nueva
contra-reforma energética. Los proyectos se formulan en los mismos
despachos neoliberales que auspiciaron el inicio de la privatización
furtiva de la electricidad, la petroquímica y el gas natural en 1992,
1995 y 2008.
No obstante que esos procesos privatizadores están
muy avanzados, el imperialismo a través del Banco Mundial pretende
eliminar a la industria energética de México
desnacionalizándola.
Hoy, también, las condiciones para la
resistencia son más difíciles al encontrarse los trabajadores
ausentes en sus propios centros de trabajo. El sindicalismo en el sector
incumple con sus deberes fundamentales, abandonó a la insurgencia obrera
y popular y se debate en el charrismo, entre la corrupción, la violencia
y la apatía.
Pero la industria energética es patrimonio
colectivo de la nación. En este sentido, todos los mexicanos concientes
tenemos el derecho a defender lo nuestro y, en su momento, volver a
re-nacionalizar a todos los recursos naturales e infraestructura básica
de la nación.
Para continuar el análisis y toma de
decisiones, invitamos a los trabajadores y pueblo en general a participar
activamente en el 21 Foro de Energía, organizado por el FTE de
México, en el marco del 52 aniversario de la nacionalización
eléctrica.
¡No a la contra-reforma
energética!
¡Este
puño sí se ve!
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