Volumen 11, Número 205, diciembre 13 de 2011 |
La Comuna de Morelos
Persecución carrancista
Después de ocupar la capital del país,
los ejércitos de Villa y Zapata regresaron a sus regiones. Carranza y
Obregón, apoyados por los “batallones rojos” de los obreros
de la Casa del Obrero Mundial, se dedicaron a perseguir a Villa y lo derrotaron
en sucesivas batallas, hasta aniquilar a la poderosa División del
Norte.
Hecho lo anterior, ambos jefes constitucionalistas se volcaron
contra sus aliados obreros y procedieron a la represión violenta,
especialmente con motivo de la huelga general de 1916 en el Distrito Federal. La
Casa terminó por disolverse a instancias de Obregón. La
política obrera de conciliación de clases fracasó
estrepitosamente; posteriormente, volvería a reaparecer
institucionalizada.
Luego de derrotar a Villa y a los obreros, Carranza y
Pablo González se volcaron contra Zapata. El Ejército Libertador
del Sur, a veces presentaba combate, otras veces lo eludía. Sin embargo,
las tropas asesinas de González atacaron Cuernavaca y la tomaron en medio
de una cruel matanza y saqueo, anulando todas las leyes promulgadas por los
zapatistas. Zapata se replegó a las montañas, luego regresó
y recuperó a Cuautla, Tlaltizapán y
Cuernavaca.
Aplicación práctica del Plan de Ayala
Durante 1915, los zapatistas se
dieron a la tarea de aplicar el Plan de Ayala para liquidar los latifundios y
sus centros económicos como eran los ingenios. Aplicaron la
tradición comunal, creando una Comuna de campesinos y obreros
agrícolas, y emitieron un conjunto de leyes que le dieron forma
anticapitalista a la política seguida, mediante un conjunto de
nacionalizaciones que incluían a la tierra, las aguas, los bosques, los
ingenios y destilerías.
Los zapatistas llevaron a cabo las
medidas organizativas, sociales, económicas y militares a escala local.
Pero la perspectiva era nacional, esas medidas representaban las aspiraciones de
todos los campesinos de la nación; sin embargo, no pudieron
generalizarlas. El punto culminante de la Revolución, encabezada por
Villa y Zapata, había pasado y su contrario histórico,
representado por Carranza y Obregón, avanzaba para apoderarse del aparato
estatal, empezando por reconstituir al viejo ejército de la dictadura
porfirista.
Leyes zapatistas
La Convención Revolucionaria se había
trasladado a Cuernavaca y Manuel Palafox, secretario de agricultura, fue un
activo impulsor del Plan de Ayala para expresarlo en forma de leyes.
La
promulgación de la Ley agraria del 26 de octubre de 1915 expresaba los
anhelos del pueblo levantado en armas para destruir por siempre el monopolio de
la tierra. Esa ley indicaba en el artículo 1º: “Se restituye a
las comunidades e individuos los terrenos, montes y aguas de que fueron
despojados”.
En el proyecto de Ley general del trabajo, se
decía en su primer artículo: “La nación reconoce el
derecho natural que todo hombre tiene para aprovecharse del producto
íntegro de su trabajo”. En el artículo 6º se indicaba:
“La jornada máxima de trabajo ejercida por cuenta ajena,
será la de ocho horas en las industrias de la República”,
siendo obligatorio el descanso dominical.
Considerando que el
ejército permanente “ha sido siempre un instrumento de asesinato
manejado por los gobiernos para exprimir y explotar al pueblo indefenso y que el
gobierno de la Revolución sería culpable si no destruyese esa
columna formidable de la tiranía; decreta: ARTICULO PRIMERO. La fuerza,
como el derecho, reside esencialmente en la colectividad social, en consecuencia
el pueblo armado sustituye al ejército
permanente”.
Derechos y obligaciones de los pueblos
A fines de 1915, Carranza
anunció una campaña para “terminar definitivamente”
con el zapatismo. En 1916, Zapata reorganizó sus fuerzas en forma de
guerrillas, habiendo llegado a plantear la reorganización
“política”.
La organización del gobierno de los
pueblos fue un aspecto fundamental, mediante decreto emitido desde el cuartel
general zapatista en Tlaltizapán. En la ley de derechos y obligaciones de
los pueblos y fuerzas armadas del Ejército Libertador del Sur, se
estableció la forma de participación de la población en el
gobierno de los pueblos. A través de asambleas populares se
discutían y tomaban decisiones sobre todos los asuntos políticos.
Las asambleas elegían delegados que intervenían a nivel municipal
y distrital (varios municipios).
Los pueblos tenían derecho a
elegir sus gobiernos, nombrar a sus propios tribunales y policía,
así como impedir los abusos de jefes, oficiales y
soldados.
Saludo a la Revolución de Octubre
Aún en el aislamiento del
zapatismo, auspiciado por Carranza mediante la represión, en 1918 Zapata
le envío una Carta al General Jenaro Amezcua, quien se encontraba en Cuba
para difundir por el mundo a la Revolución. En esa Carta, Zapata traza un
paralelismo entre la Revolución Mexicana y la de Octubre, y plantea la
alianza de obreros y campesinos.
En la Carta, fechada en
Tlaltizapán, se decía: “No es de extrañar que ... el
proletariado mundial aplauda y admire la Revolución rusa, del mismo modo
que otorgará toda su adhesión, simpatía y su apoyo a esta
Revolución Mexicana, al darse cabal cuenta de sus fines”.
Y,
señalaba también: “Es preciso no olvidar que en virtud y por
efecto de la solidaridad del proletariado, la emancipación del obrero no
puede lograrse si no se realiza a la vez la liberación del
campesino”.
“De no ser así, la burguesía
podría poner estas dos fuerzas, la una frente a la otra, y aprovecharse,
por ejemplo, de la ignorancia de los campesinos para combatir y refrenar los
justos impulsos de los trabajadores citadinos; del mismo modo que, si el caso se
ofrece, podrá utilizar a los obreros poco conscientes y lanzarlos contra
sus hermanos del campo”, como la habían hecho en México
Madero y Carranza.
Interrupción violenta de la revolución
Al inicio de 1919, todas las
ciudades morelenses estaban ocupadas por las tropas de González. Zapata,
en las montañas, proseguía su campaña política. El
17 de marzo de ese año, Zapata envió una Carta abierta a Carranza,
criticando a éste por la pobreza de su proyecto
político.
Zapata, dirigiéndose al pueblo mexicano, le
decía a Carranza que, desde el principio le llamó maliciosamente
“constitucionalista” a su movimiento solo para encumbrarse, que los
antiguos latifundios habían sido reemplazados por modernos
terratenientes, mientras los pueblos seguían siendo despojados. Critica
que en materia obrera, y mediante la corrupción de los líderes,
había liquidado a los sindicatos.
Mentira que existiera el libre
sufragio, pues todos los gobernadores y diputados habían sido impuestos
por el mismo Carranza. No hay nada más inconstitucional que su gobierno,
le decía Zapata a Carranza. Concluye señalando que la soldadezca
(constitucionalista) se había convertido en azote de las poblaciones, que
en materia económica había llevado al país a la ruina, y su
permanencia en el gobierno era un estorbo.
Carente de argumentos
políticos, Carranza procedió a su modo, utilizando nuevamente a
las tropas asesinas de González. El 10 de abril de 1919, fue asesinado de
Zapata. Se interrumpió violentamente al movimiento pero la
Revolución no ha terminado.
¡Vivan Flores
Magón Villa y Zapata!
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