Volumen 11, Número 204, diciembre 13 de 2011 |
MANIFIESTOS VILLISTAS
Manifiesto de Francisco Villa al Pueblo de México (1914-09-22)
Chihuahua, Chih., 22 de
septiembre de 1914
Al Pueblo Mexicano:
Al derrocamiento del gobierno democrático del señor Madero, obra
grandiosa del movimiento revolucionario de 1910, el pueblo mexicano se
lanzó de nuevo a la conquista de sus libertades, demostrando a la
nación y al mundo entero que han terminado para siempre en nuestro
país los gobiernos impuestos por la fuerza y que sólo
aceptará y respetará a los emanados de la voluntad
popular.
La palabra CONSTITUCIONALISMO grabada sobre los colores
de nuestra bandera, encierra todo el programa político de la
Revolución, dentro del cual serán resueltas sobre bases legales y
por ende estables, las reformas encaminadas al mejoramiento social y
económico de nuestro pueblo.
Aunque el plan de Guadalupe, lanzado por el C.
Venustiano Carranza, ofrecía solamente el restablecimiento del Gobierno
Constitucional, fue aceptado sin embargo por los jefes revolucionarios, porque
confiaban en que el Primer Jefe de la Revolución era partidario de
establecer no sólo un gobierno democrático sino las reformas
económico-sociales indispensables para asegurar el mejoramiento de las
clases desheredadas.
Desgraciadamente, los actos del señor Carranza, y
sus declaraciones, engendraron en el ánimo de muchos revolucionarios el
temor de no ver realizados los compromisos que la revolución había
contraído con el pueblo.
La División del Norte, que había sido
objeto de las intrigas políticas del señor Carranza, temiendo
más que cualquiera otra que fueran defraudados los ideales
revolucionarios, propuso, de acuerdo con el Cuerpo del Ejército del
Noroeste, en las conferencias de Torreón, el establecimiento de una
Convención sobre bases democráticas, para obligar al Primer Jefe a
cumplir con el programa revolucionario, garantizando el establecimiento de un
gobierno democrático y las reformas necesarias en beneficio del
pueblo.
El señor Carranza se rehusó a aceptar la
Convención sobre las bases propuestas en el pacto de Torreón y
resolvió que al entrar a la capital de la República el
Ejército Constitucionalista, convocaría a una Junta a los
generales y a los gobernadores de los Estados para estudiar los problemas
políticos y sociales de la Revolución.
Si la División del Norte había perdido la
confianza en el Primer Jefe, no podía tenerla tampoco en una Junta cuyos
miembros eran de hecho designados por él, supuesto que él era
quien tenía facultades para conferir el grado de General y para nombrar a
los gobernadores, por lo que tendría siempre una mayoría
asegurada.
Al tomar posesión el señor Carranza de la
ciudad de México, debido al triunfo de las armas revolucionarias, en el
que la opinión pública ahora y la historia mañana, han
puesto y pondrán en el lugar que corresponde a la División del
Norte, empezaron a revelarse, de una manera fuera de toda duda, las intenciones
del señor Carranza de permanecer en el Poder un tiempo indefinido y
gobernar con un absolutismo que ningún gobierno había tenido en
nuestra historia.
El Primer Jefe rehusó aceptar el título de
Presidente Interino que, conforme al mismo Plan de Guadalupe, le
correspondía, y que lo colocaba bajo restricciones constitucionales,
conservando únicamente el de Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo. Varió la
fórmula de la protesta constitucional. No formó su gabinete de
acuerdo con la Constitución, dejando a los encargados de su
administración con el carácter de Oficiales Mayores. Asumió
en su persona los tres Poderes constitucionales, suprimiendo las autoridades
judiciales y dejando la vida y los intereses de los mexicanos al arbitrio de
Jefes militares, sin restricción legal alguna. Decretó reformas
constitucionales de la exclusiva competencia de las Cámaras, como la
supresión del Territorio de Quintana Roo. Ha autorizado la
violación de garantías otorgadas por la Constitución, entre
otras, la libertad de conciencia permitiendo a muchos gobernadores que,
exagerando el justo resentimiento del Partido Constitucionalista, contra los
miembros del clero católico que tomaron parte en el cuartelazo y en el
sostenimiento de la dictadura, supriman el culto, impongan penas por
prácticas religiosas autorizadas por las leyes y lastimen profundamente
el sentimiento religioso del pueblo con actos reprobados por la
civilización y el Derecho de gentes. Por último, a la
anarquía que y a existe en la capital de la República y en la
mayor parte de los gobiernos de los Estados, por los desaciertos
políticos y la falta de energía del señor Carranza, se
agregará muy pronto la miseria pública, ocasionada por la
intranquilidad y falta de seguridades en las ciudades y en los campos, y la
depreciación cada vez más grande del papel moneda, cuya
última emisión de $ 130,000,000 decretada por él sin
garantía ninguna, hará su valor a un grado ínfimo y
elevará a un precio fuera del alcance de las clases pobres los
artículos de primera necesidad.
Frente a una situación que amenaza comprometer el
triunfo de la Revolución, alcanzado con tanto sacrificio, arrojando al
país a la anarquía y a la miseria, la División del Norte
envió a la ciudad de México una delegación para presentar
al Primer Jefe un programa de gobierno interino que es, en resumen, el
restablecimiento inmediato del orden constitucional por medio del sufragio
electoral y la implantación de reformas agrarias; programa firmado por el
General Obregón en representación del Cuerpo del Ejército
del Noroeste y por mí en la División del Norte.
El señor Carranza rehusó a convocar
inmediatamente a elecciones, determinando que la Junta por él convocada
para el 1o. de octubre sería la que habría de fijar el tiempo y la
forma de su celebración. Esto significaba que en último resultado
el señor Carranza sería el que fijara el tiempo y la forma de esas
elecciones.
Efectivamente, como la Junta se constituiría de
todos los generales con mando y todos los gobernadores, de antemano se
podía asegurar que a la hora de las votaciones en el seno de la Junta, la
mayoría de sus miembros sería de la misma opinión del
señor Carranza, toda vez que concurriendo dichas personas con su
carácter militar y no como representantes de ningún grupo de
ciudadanos, dependería jerárquicamente del Primer Jefe del
Ejército y quedarían sometidos a su influencia moral.
Esto no obstante, y a pesar de la creencia fundada de
que la Junta sería sólo un pretexto para que el Primer Jefe
continuara indefinidamente en el Poder, los Jefes del Grupo del Ejército
del Noroeste y la División del Norte dando un testimonio de su
espíritu de conciliación aceptaron mandar sus delegados, poniendo
sólo por condición que en la Junta se tratarían de
preferencia estas tres cuestiones: confirmación en favor del C.
Venustiano Carranza de su cargo de Presidente Interino de la República,
el cual le corresponde según lo proclama en el Plan de Guadalupe; el
restablecimiento del orden constitucional mediante la elección de un
gobierno popular en el plazo más breve posible, y , por último la
adopción de medidas suficientemente eficaces para garantizar la
resolución del problema agrario en un sentido prácticamente
favorable para las clases populares.
Cuando ya iban en camino para la ciudad de México
el señor general Obregón, Jefe del Cuerpo del Ejército del
Noroeste, y algunos delegados de la División del Norte, un incidente
imprevisto detuvo su marcha. El Primer Jefe, violentado por noticias alarmantes
e infundadas por la prensa amarilla, suspendió el tráfico con los
lugares ocupados por la División del Norte dando a conocer de esta manera
su resolución de iniciar las hostilidades contra los que ejercían
presión sobre él para obligarlo a cumplir con los compromisos de
la Revolución, que llevó al pueblo a la lucha armada, no era para
imponer la voluntad de alguien, sino para que el mismo pueblo impusiera la
suya.
Ante la consideración de que todo esfuerzo
posible sería inútil para obligar al Primer Jefe a entregar
oportunamente el Poder al que la voluntad popular designara, y comprendiendo que
la salvación de la Patria y de los intereses del pueblo encarnados en los
principios revolucionarios dependen de la inmediata resolución de sus
grandes problemas, la División del Norte ha resuelto desconocer como
Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del poder
Ejecutivo, al C. Venustiano Carranza.
Este desconocimiento no encierra un acto de
ambición de mi parte, ni de ninguno de los generales de la
División del Norte, y solemnemente declaro con la debida
autorización, que ni ellos ni y o aceptaremos los cargos de Presidente
Interino ni Constitucional de la República, así como tampoco los
de Vicepresidentes y Gobernadores, y que de acuerdo con los demás
generales, jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista que quieran
coadyuvar con nosotros lucharemos por establecer un Gobierno Civil que garantice
todos los derechos y todas las libertades de los ciudadanos.
En esta virtud invito a todos los ciudadanos
mexicanos:
PRIMERO. - A desconocer al C. Venustiano Carranza como
Primer Jefe Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.
SEGUNDO. - A unirse a la División del Norte
contribuyendo en la forma más eficaz que les sea posible, para exigir la
separación del C. Venustiano Carranza de la Jefatura del Ejército
Constitucionalista y del Poder Ejecutivo.
Inmediatamente que se hay a conseguido esta
separación, los generales con mando de tropa designarán una
persona civil que con el carácter de Presidente Interino de la
República, convoque desde luego a elecciones para restablecer el orden
constitucional e inicie las reformas económico-sociales que la
Revolución exige.
Con el fin de que la agitación electoral no se
repita apenas verificada la elección, atento al precepto constitucional
vigente y de que el Presidente electo pueda llevar a la práctica el
programa de la Revolución, el Presidente Provisional someterá a la
aprobación de las Cámaras, la reforma de que el período
presidencial de seis años se empiece a contar desde la fecha que el
electo tome posesión.
La División del Norte ofrece establecer el orden
y la tranquilidad en los lugares que vaya ocupando y respetar la vida y los
intereses de sus habitantes pacíficos, y a sean nacionales o
extranjeros.
CONCIUDADANOS:
Es muy doloroso para mí exigir del pueblo
mexicano un nuevo sacrificio para que la Revolución pueda definitivamente
realizar sus caros ideales, pero tengo la seguridad de que todo ciudadano
honrado comprenderá que sin este último esfuerzo del pueblo, se
derrumbaría toda la obra revolucionaria, porque habríamos
derrocado una dictadura para substituirla por otra.
El mexicano que no contribuya a dar vida a este
grandioso movimiento libertario llevará sobre su conciencia el
remordimiento de no haber sabido amar a su Patria.
El General Francisco Villa (Rubrica) Chihuahua,
Septiembre 22 de 1914
Fuente:
http://es.wikisource.org/wiki/Manifiesto_de_Francisco_Villa_al_Pueblo_de_M%C3%A9xico_(1914-09-22)
General Francisco Villa
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