Volumen 11, Número 204, diciembre 13 de 2011 |
ESCRITOS
MAGONISTAS19 de noviembre de
1910Está para caer el fruto bien
maduro de la revolución intestina; el fruto amargo para todos los
engreídos con una situación que produce honores, riquezas,
distinciones a los que fundan sus goces en el dolor y la esclavitud de la
humanidad; pero fruto dulce y amable para todos los que por cualquier motivo han
sentido sobre su dignidad las pezuñas de las bestias que en una noche de
treinta y cuatro años han robado, han violado, han matado, han
engañado, han traicionado, ocultando sus crímenes bajo el manto de
la ley, esquivando el castigo tras la investidura
oficial.¿Quiénes temen a la
revolución? Los mismos que la han provocado; los que con su
opresión o su explotación sobre las masas populares han hecho que
la desesperación se apodere de las víctimas de sus infamias; los
que con la injusticia y la rapiña han sublevado las conciencias y han
hecho palidecer de indignación a los hombres honrados de la
tierra.La revolución va a estallar de
un momento a otro. Los que por tantos años hemos estado atentos a todos
los incidentes de la vida social y política del pueblo mexicano, no
podemos engañarnos. Los síntomas del formidable cataclismo no
dejan lugar a duda de que algo está por surgir y algo por derrumbarse, de
que algo va a levantarse y algo está por caer. Por fin, después de
treinta y cuatro años de vergüenza, va a levantar cabeza el pueblo
mexicano, y por fin, después de esta larga noche, va a quedar convertido
en ruinas el negro edificio cuya pesadumbre nos
ahoga.Es oportuno volver a decir lo que tanto
hemos dicho: hay que hacer que este movimiento, causado por la
desesperación, no sea el movimiento ciego del que hace un esfuerzo para
librarse del peso de un enorme fardo, movimiento en que el instinto domina casi
por completo a la razón. Debemos procurar los libertarios que este
movimiento tome la orientación que señala la ciencia. De no
hacerlo así, la revolución que se levanta no serviría
más que para sustituir un presidente por otro presidente, o lo que es lo
mismo un amo por otro amo. Debemos tener presente que lo que se necesita es que
el pueblo tenga pan, tenga albergue, tenga tierra que cultivar; debemos tener
presente que ningún gobierno, por honrado que sea, puede decretar la
abolición de la miseria. Es el pueblo mismo, son los hambrientos, son los
desheredados los que tienen que abolir la miseria, tomando, en primer lugar,
posesión de la tierra que, por derecho natural, no puede ser acaparada
por unos cuantos, sino que es la propiedad de todo ser humano. No es posible
predecir hasta donde podrá llegar la obra reivindicadora de la
próxima revolución; pero si llevamos los luchadores de buena fe el
propósito de avanzar lo más posible por ese camino; si al
empuñar el Winchester vamos decididos, no al encumbramiento de otro amo,
sino a la reivindicación de los derechos del proletariado; si llevamos al
campo de la lucha armada el empeño de conquistar la libertad
económica, que es la condición sin la cual no hay libertad
ninguna; si llevamos ese propósito encauzaremos el próximo
movimiento popular, por un camino digno de esta época; pero si por el
afán de triunfar fácilmente; si por querer abreviar la contienda
quitamos de nuestras tendencias el radicalismo que las hace incompatibles con
las tendencias de los partidos netamente burgueses y conservadores, entonces,
habremos hecho obra de bandidos y de asesinos, porque la sangre derramada no
servirá más que para dar mayor fuerza a la burguesía, esto
es, a la casta poseedora de la riqueza, que después del triunfo
pondrá nuevamente la cadena al proletariado con cuya sangre, con cuyo
sacrificio, con cuyo martirio ganó el
poder.Preciso es, pues, proletarios; preciso
es, pues, desheredados, que no os confundáis. Los partidos conservadores
y burgueses os hablan de libertad, de justicia, de ley, de gobierno honrado, y
os dicen que, cambiando el pueblo los hombres que están en el poder por
otros, tendréis libertad, tendréis justicia, tendréis ley,
tendréis gobierno honrado. No os dejéis embaucar. Lo que
necesitáis es que se os asegure el bienestar de vuestras familias y el
pan de cada día; el bienestar de las familias no podrá
dároslo ningún gobierno. Sois vosotros los que tenéis que
conquistar esas ventajas, tomando desde luego posesión de la tierra, que
es la fuente primordial de la riqueza, y la tierra no os la podrá dar
ningún gobierno, ¡entendedlo bien!, porque la ley defiende el
“derecho” de los detentadores de la riqueza; tenéis que
tomarlo vosotros a despecho de la ley, a despecho del gobierno, a despecho del
pretendido derecho de propiedad; tendréis que tomarlo vosotros en nombre
de la justicia natural, en nombre del derecho que todo ser humano tiene a vivir
y a desarrollar su cuerpo y su
inteligencia.Cuando vosotros estéis en
posesión de la tierra, tendréis libertad, tendréis
justicia, porque la libertad y la justicia no se decretan: son el resultado de
la independencia económica, esto es, de la facultad que tiene un
individuo de vivir sin depender de un amo, esto es, de aprovechar para sí
y para los suyos el producto íntegro de su
trabajo.Así pues, tomad la tierra. La
ley dice que no la toméis, que es de propiedad particular: pero la ley
que tal cosa dice fue escrita por los que os tienen en la esclavitud, y tan no
responde a una necesidad general, que necesita el apoyo de la fuerza. Si la ley
fuera el resultado del consentimiento de todos, no se necesitaría el
apoyo del polizonte, del carcelero, del juez, del verdugo, del soldado y del
funcionario. La ley fue impuesta, y contra las imposiciones arbitrarias,
apoyadas por la fuerza, debemos los hombres dignos responder con nuestra
rebeldía.Ahora, ¡a luchar! La
revolución, incontenible, avasalladora, no tarda en llegar. Si
queréis ser libres de veras, agrupaos bajo las banderas libertarias del
Partido Liberal; pero si queréis solamente daros el extraño placer
de derramar sangre y derramar la vuestra “jugando a los soldados”,
agrupaos bajo otras banderas, las antirreleccionistas por ejemplo, que
después de que “juguéis a los soldados”, os
pondrán nuevamente el yugo patronal y el yugo gubernamental; pero, eso
sí, os habréis dado el gustazo de cambiar el viejo presidente, que
ya os chocaba, por otro flamante, acabadito de
hacer.Compañeros, la cuestión es
grave. Comprendo que estáis dispuestos a luchar; pero luchad con fruto
para la clase pobre. Todas las revoluciones han aprovechado hasta hoy a las
clases encumbradas, porque no habéis tenido idea clara de vuestros
derechos y de vuestros intereses, que como lo sabéis, son completamente
opuestos a los derechos y a los intereses de las clases intelectuales y ricas.
El interés de los ricos es que los pobres sean pobres eternamente, porque
al pobreza de las masas es la garantía de sus riquezas. Si no hay hombres
que tengan necesidad de trabajar a otro hombre, los ricos se verán
obligados a hacer alguna cosa útil, a producir algo de utilidad general
para poder vivir; ya no tendrán entonces esclavos a quien
explotar.No es posible predecir, repito, hasta
donde llegarán las reivindicaciones populares en la revolución que
se avecina; pero hay que procurar lo más que se pueda. Ya sería un
gran paso hacer que la tierra fuera de propiedad de todos; y si no hubiera
fuerza suficiente o suficiente conciencia entre los revolucionarios para obtener
más ventajas que ésa, ella sería la base de
reivindicaciones próximas que por la sola fuerza de las circunstancias
conquistaría el
proletariado.¡Adelante,
compañeros! Pronto escucharéis los primeros disparos; pronto
lanzarán el grito de rebeldía los oprimidos. Que no haya uno solo
que deje de secundar el movimiento, lanzando con toda la fuerza de la
convicción este grito supremo: ¡Tierra y
Libertad!Fuentes: Ricardo Flores Magón,
Regeneración, 19 de noviembre de 1910; Semilla Libertaria:
I, p. 78-81. Aguirre Beltrán G. 1993,
Ricardo Flores Magón. Antología, UNAM, p.
25-29.
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