Volumen 11, Número 197, septiembre 27 de 2011 |
Una larga lucha de los electricistas del interior del país,
agrupados en la Federación Nacional de Trabajadores de la Industria y
Comunicaciones Eléctricas (FNTICE) y coaligados con los electricistas de
la capital en la Confederación Nacional de Electricistas (CNE) de la
República Mexicana, precedieron a la nacionalización de la
industria eléctrica.
En 1960, el 98 por ciento del sector fue
rescatado para la nación. Los electricistas de la FNTICE sellaron de
inmediato la unidad constituyendo al Sindicato de Trabajadores Electricistas de
la República Mexicana (STERM). Luego, procedieron a impulsar la
integración de la industria eléctrica nacionalizada.
En
1975, al calor de la lucha de la Tendencia Democrática, conquistamos la
primera Ley del Servicio Público de Energía
Eléctrica.
Hoy la situación es radicalmente diferente. En
1992, las reformas regresivas a la ley eléctrica, sustituyeron a la
Constitución por el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica.
Con esa base ilegal, el 50 por ciento de la generación eléctrica
total a nivel nacional se ha entregado a 300 transnacionales y sus filiales,
subsidiarias y prestanombres. La industria nacionalizada está en un
severo proceso desintegrador, el concepto de servicio público se ha
pervertido y se insiste en seguir degradando a la legislación
energética.
En 2008, todos los partidos políticos aprobaron
la generalización de la privatización a todas las fuentes,
renovables y no renovables de energía. Actualmente, la ofensiva de las
corporaciones se extiende al viento, al agua y todos los recursos
naturales.
Tratándose del energético vital, los gobiernos
federal, estatales y municipales, continúan entregando el servicio
público del agua a las corporaciones extranjeras en 28 de las 31
entidades federativas.
Las consecuencias adversas son múltiples.
Las transnacionales se han apoderado de los recursos naturales, el suelo, el
agua y la soberanía de la nación. La forma tangible e inmediata
son las constantes elevaciones de las tarifas.
Pero estos son los efectos
que tienen como causa a la privatización furtiva. Sin revertir a
ésta no será posible corregir las adversas consecuencias. Mientras
siga la privatización y esta se incremente, como lo plantean los planes
neoliberales, las dificultades serán mayores para la población en
general.
Se está configurando un escenario similar o, tal vez,
peor al que ocurría antes de la nacionalización eléctrica.
El concepto de servicio público se ha cambiado por la
mercantilización de la energía y el agua, en apoyo a la voracidad
del capital. El Estado y gobiernos en turno tienen como política la
desnacionalización de los sectores estratégicos. Esta
situación debe cambiar por necesidad social.
Para el FTE de
México, la nacionalización del agua y la re-nacionalización
de la energía, es una bandera que ponemos a la discusión del
pueblo de México. Esto plantea reorganizar a la insurgencia obrera y
popular en todo el país. En este 51 aniversario de la
nacionalización eléctrica llamamos a todos los mexicanos
concientes a intensificar el análisis y asumir decisiones congruentes.
¡Venceremos!
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