Iniciativa Eléctrica del PRD
El PRD retoma parcialmente la
argumentación del pueblo mexicano contra la privatización
eléctrica y la reinterpreta a su modo tergiversándola. Esa
iniciativa NO es la alternativa de México, por lo menos, no de los
trabajadores ni del pueblo mexicano.
Exposición de Motivos
El Sector energético, estratégico para la soberanía
Este es el primer punto que desarrolla la iniciativa del Partido de la
Revolución Democrática (PRD), lo cual representa una
magnífica intención del legislador que, él mismo, destruye
de inmediato.
El carácter estratégico ha sido el centro de la
discusión y la base legal plasmada en la propia Constitución
política del país. Lo indican los artículos 27 y 28
constitucionales, la industria eléctrica es un sector estratégico
cuya función está reservada en exclusiva al Estado.
La
iniciativa parte de este aspecto, pero no lo profundiza ni siquiera lo concreta,
es más lo contradice en las propuestas. Dice que es asunto toral del
futuro la forma en que “decidamos administrar nuestra riqueza
energética”. Qué bueno fuera, López Portillo lo
aplaudiría, lo dijo en 1977, habría que prepararse para
administrar la abundancia; pero este asunto no es administrativo.
De hecho,
la iniciativa, en su exposición de motivos es un largo rollo que
incorpora como “pegotes” fracciones de la discusión nacional.
Eso es lo de menos, la exposición de motivos nunca queda en ninguna ley;
lo grave es la conclusión, contraria a las buenas intenciones de la
exposición de motivos.
Dice el PRD que “no podemos seguir
tomando decisiones equivocadas en un asunto que compromete el futuro”.
Estamos de acuerdo. Después critica la decisión de promover el
consumo acelerado de gas natural, sobretodo para al generación
eléctrica. Eso es correcto.
Debate sobre el sector eléctrico
Señala la iniciativa que el debate tiene dos visiones: la que
considera “... próximo el agotamiento del un esquema de industria
verticalmente integrada manejada exclusivamente por la nación...” y
“... pugnan por la desintegración de esta industria para implantar
un mercado eléctrico en gran medida en manos de intereses
privados...”. la otra visión corresponde “a quienes
consideran vigente y con gran potencialidad el esquema de la industria
eléctrica nacionalizada y condición necesaria para el
mantenimiento de la independencia y capacidad para decidir la política
energética que más convenga a los intereses
nacionales”.}
El análisis es superficial, porque los
privatizadores no consideran agotada la integración industrial, al
contrario, sobre todo tratándose de la industria energética, cuyo
proceso de trabajo constituye una unidad bien caracterizada. Aquí mismo,
en México, apenas empieza la privatización y ya hay monopolios
privados. Esta discusión está en el terreno de la propiedad de los
medios de producción y, después, en su parte organizativa. Los
privatizadores quieren una industria integrada, pero privada. La otra parte de
la argumentación es correcta pero requiere concretarse, no dejarse en la
declaración o en conclusiones contrapuestas.
Dice el PRD que la
visión desnacionalizadora está expresada en la iniciativa de
Zedillo (1999) y en la del PAN (2001). De acuerdo. “La otra visión
queda expresada en esta iniciativa...”, señala Tapia. Esto NO es
cierto, la iniciativa del PRD recoge parcialmente las razones y propuestas del
pueblo de México, las reinterpreta y tergiversa. La iniciativa es Su
propuesta (la del grupo del PRD) y nada más. La iniciativa presenta
varias reflexiones criticando a los desintegradores y haciendo una defensa del
sector eléctrico y de la intervención del Estado. Eso está
bien, desafortunadamente las conclusiones no tienen congruencia.
Antecedentes de la industria eléctrica
La iniciativa hace un breve recuento del desarrollo de la industria
eléctrica en México. Dice, sin citar fuente, que de las protestas
de usuarios en Saltillo y san Luis Potosí surgió por primera vez
la demanda de nacionalización de la industria eléctrica en 1933.
Probablemente sea una anécdota porque la verdadera demanda de
nacionalización surgió de la propia industria, en voz y
acción de sus propios constructores, los electricistas organizados en la
Confederación Nacional de Electricistas de la República Mexicana.
En 1952, la marcha del 1o. de mayo en la capital del país dejó
constancia gráfica. Los antecedentes inmediatos de esta demanda
están en la lucha de los electricistas y petroleros en la década
de los 30´s.
Nacionalización de la industria eléctrica
La iniciativa hace un análisis muy rosa de los momentos previos
a la nacionalización, a la que ubica como una medida
administrativa del gobierno ignorando las luchas previas de los
electricistas, específicamente en el interior del país, aquellos
que prestaban sus servicios para “Impulsoras Eléctricas
Mexicanas” agrupados en 35 sindicatos en lucha durante
décadas.
La nacionalización eléctrica representa un
acto político de gran trascendencia potenciado por las luchas obreras en
el sector. Tan es así, que apenas unos días después de aquel 27 de
septiembre, los electricistas de la provincia se unificaron en un sólo
sindicato para ser consecuentes con su propia política de
nacionalización y unidad combativa. Inmediatamente después,
los electricistas se dieron a la tarea de reorganizar a la industria a nivel
nacional. De ello dan cuenta, las propuestas presentadas en las comisiones
tripartita y cuatripartita de 1966 y 69.
La Ley de Servicio Público
de Energía Eléctrica (LSPEE) de 1975, no surgió de la nada
sino de la lucha de los electricistas. Con esa Ley se afirmó la
nacionalización como hecho político para la Nación
reafirmando precisamente el carácter estratégico de la industria,
definiendo el concepto de servicio público y planteando la necesaria
integración industrial. No fue solamente un perfeccionamiento
jurídico como dice el PRD. De allí, parten sus malas
interpretaciones.
La iniciativa destaca brevemente algunos logros, sin
valorar cabalmente la interconexión del sistema eléctrico nacional
en el proceso de integración industrial. Más adelante, la
iniciativa termina por rechazar la integración y también terminan
las buenas intenciones del legislador, sin ninguna
explicación.
Demanda, margen de
reserva,
Después, los asesores del PRD introducen una serie de elementos
que contribuyen a la dispersión. Muy “técnicos” se
refieren a la demanda eléctrica y su evolución, al margen de
reserva, los requerimientos de inversión, tarifas, subsidios y
aprovechamientos, y recursos generados para la inversión. En todos los
aspectos la crítica es muy fresa. La disminución del margen de
reserva ha sido deliberada para apoyar la privatización furtiva,
la evolución proyectada es irreal, no se respeta ninguna prospectiva, el
programa sectorial es una vacilada, la Comisión Reguladora de
Energía (CRE) hace lo que quiere. Sobre las tarifas y subsidios la
discusión es light.
Recursos generados para la inversión
Sobre este importante asunto, la iniciativa compara con cifras los
casos de Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Luz y Fuerza del Centro
(LFC). El contraste es obvio, mientras la CFE genera fondos, LFC no. Así
vista, la situación es muy clara, LFC está quebrada, sus gastos de
explotación son superiores a los ingresos no alcanzando ni a cubrir el
gasto corriente. Esto es grave, pero no se sacan las conclusiones
adecuadas.
Dice la iniciativa que, “Después de la
nacionalización la estrategia fue crear un solo organismo encargado de la
prestación del servicio de energía eléctrica y que este
organismo fuera la CFE...” No es así precisamente, la estrategia ha
sido, y es, integrar a la industria eléctrica nacionalizada y este no es
un concepto administrativo. CFE no es toda la industria eléctrica
nacional. La integración implica a un solo organismo, sí, que
puede ser la CFE u otro, previa transformación de los actuales.
Dicen
los asesores que, en 1994, se abandonó el proyecto de contar con un solo
organismo al emitirse el decreto de creación de LFC. ¡No
señores! Tranquilamente quieren dar por terminada la historia.
Primero, la integración de la industria eléctrica nacionalizada no
implica únicamente la formación burocrática de un solo
organismo, sino una política eléctrica de lo cual deriva lo
anterior. Eso se propuso desde el momento mismo de la nacionalización.
Pero, además, el proyecto no se abandonó en 1994, eso
significa avalar a Salinas de Gortari y su decreto previo de 1992 mediante el
cual se modificó regresivamente la LSPEE.
El proceso se INTERRUMPIO,
violentamente, en 1976 y, ... NO HA TERMINADO. La nacionalización
eléctrica es un proceso todavía inconcluso. Si se
interrumpió fue por la represión político-militar contra la
Tendencia Democrática de Electricistas y Nucleares.
Sin embargo,
muchos e avanzó. Allí está el sistema interconectado
nacional, la extensa red eléctrica que cubre al territorio nacional y
que, indebidamente el gobierno ha puesto al servicio de los dueños
privados de la nueva industria eléctrica que se construye. Esto, es
integración industrial que, por supuesto, en la iniciativa del PRD ni se
menciona, mucho menos se valora.
A partir de esa visión
burocrática de los asesores la iniciativa virará de una
argumentación más-menos, aunque parcelada, a propuestas
inaceptables. La razón está en el desconocimiento de la historia y
su mala interpretación. Se advierte una visión burocrática
y patronal de quienes jamás participaron de las luchas obreras en el
sector, por lo mismo jamás se han comprendido las cuestiones de la
integración industrial, miradas desde fuera o desde el escritorio como
personal de confianza.
La defensa que se hace de LFC es sumamente endeble.
Con los datos aportados, se observa que LFC es una carga y aunque la industria
genera recursos para inversión, LFC los contrarresta con enormes
pérdidas. De hecho, la situación presentada sobre LFC es sumamente
grave, le da más argumentos al gobierno y a los privatizadores y, lo
más importante, no se sacan conclusiones adecuadas para resolver la
situación en congruencia con la parte inicial de la exposición de
motivos.
Al respecto dice la iniciativa, “...De acuerdo a nuestra
visión (sic) mediante una disminución gradual de los
subsidios...., se podrían mejorar significativamente los ingresos de las
empresas públicas y mediante una profundización en las medidas
emprendidas por dichas empresas para aumentar la eficiencia administrativa (sic)
y técnica (sic), así como otras (sic) que pueden proponerse, se
lograría reducir los costos de explotación, con lo que se
elevaría sustancialmente la generación de recursos para la
inversión”. Visión burocrática, ellos mismos lo dicen
y lo prueban.
Llegados a este punto, la iniciativa ya se apartó de
sus buenos propósitos iniciales y empieza a desvariar gacho.
Para
concluir el apartado, dicen que otro aspecto relacionado con las finanzas
“...y que no puede dejar de consignarse...” es el quebranto
producido por los consumos ilícitos en la zona atendida por LFC. Este es
el típico rollo de algunas conferencias de prensa y sobre todo de la
política “diablera”, creyendo que por los
“diablitos” se fuga la industria nacionalizada, para cargarle
más la mano a los asentamientos irregulares y pequeños
consumidores, dejando de lado a las grandes empresas privadas.
En suma,
mientras el discurso de la iniciativa se mantiene en lo general no hay problema,
casi es obvio estar de acuerdo. Pero, al entrar en detalle, la propuesta
perredista se aparta del sentimiento de los trabajadores y pueblo de
México, de sus aspiraciones y
propuestas. (continuará)
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