Volumen 10, Número 170, septiembre 27 de 2010 |
XV Foro de Energía
DECLARACION FINAL
En el 50 aniversario de la nacionalización
eléctrica en México, rendimos homenaje a los electricistas
nacionalizadores y nos proponemos seguir su ejemplo enarbolando las
históricas banderas de la insurgencia obrera electricista.
La
nacionalización eléctrica fue una propuesta de los electricistas
y, en inolvidables jornadas nacionales de lucha programática, lograron
considerables avances para el interés de los trabajadores y de la
nación.
Los electricistas comprendieron que la
nacionalización implicaba una enorme responsabilidad pues, el rescate de
la propiedad sobre los medios básicos de producción, conlleva la
necesidad de una nueva política. Esta no podía seguir siendo el
lucro y la ganancia privada, sino el bienestar de los mexicanos mediante la
electrificación nacional.
Dos grandes conclusiones propusieron los
electricistas ante la nacionalización. Una, sellar la unidad sindical y,
dos, integrar a la industria eléctrica nacionalizada. Ambas fueron
acompañadas por una práctica política
consecuente.
El mismo día que se aprobó el decreto
nacionalizador, los electricistas de la Federación Nacional de
Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas, que agrupaba a
35 sindicatos del interior del país y que contratan con las empresas
privadas, convocaron al congreso constituyente de un sindicato unificado, el
inolvidable Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República
Mexicana.
Con esa decisión, los electricistas de las antiguas
empresas extranjeras lograron preservar sus derechos laborales y sindicales. En
el marco de la integración de la industria eléctrica
nacionalizada, se integraron a la Comisión Federal de Electricidad,
mediante un convenio para aplicar la figura jurídica de la
sustitución patronal, firmando en seguida un contrato colectivo de
trabajo.
Primero con la unificación de frecuencia a nivel nacional
y, luego, la interconexión del sistema eléctrico nacional, la
integración industrial avanzó considerablemente. El país
fue electrificado, la capacidad de generación aumentó, se creo una
red eléctrica nacional sin precedentes, se impulsó la
investigación y el desarrollo en materia eléctrica y se
auspició como nunca antes el desarrollo económico y social de
México.
Con la unificación de los trabajadores en el
Sindicato Unico de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana,
se dio un paso más hacia la unidad en el sector. Desafortunadamente, no
fue posible avanzar hacia la formación de un solo sindicato
unificado.
La insurgencia obrera mexicana fue impulsada decididamente por
los electricistas, a partir de las experiencias previas y la crítica
constructiva.
La Tendencia Democrática del SUTERM se
convirtió en el centro aglutinador que vertebró a la
movilización nacional. Sin embargo, en el enfrentamiento con el Estado,
la represión político-militar de 1976 quebró a la
insurgencia. Las consecuencias fueron adversas para la nación. Con esos
hechos, la nacionalización de la industria eléctrica fue
violentamente interrumpida, lo mismo que la unidad sindical
electricista.
Peor aún, las reformas regresivas de 1992 a la Ley
del Servicio Público de Energía Eléctrica, pervirtieron al
concepto de servicio público de energía eléctrica y la
nacionalización fue revertida. Fue un gran error sindical haber avalado
las medidas antinacionales propuestas por el Tratado de Libre Comercio con
Norteamérica.
Se inició un severo proceso de
privatización eléctrica furtiva que, al día de hoy,
representa la privatización de más del 50% de la capacidad de
generación eléctrica total a nivel nacional. Ahora, nos
encontramos ante la desnacionalización eléctrica.
Mirando
en la perspectiva de 50 años, en México hay una seria
regresión en materia eléctrica de más de medio
siglo.
¿Qué conclusiones se derivan en este escenario?
¿Qué hemos aprendido y cuáles han sido los errores
catastróficos? La nacionalización compromete a todos los mexicanos
y es necesario realizar un examen cuidadoso de la situación.
En
México y en Latinoamérica ha habido importantes y, a la vez,
amargas experiencias. Nuestro caso confirma que las nacionalizaciones
representan un gran avance para las naciones y que es posible transitar por ese
camino. Pero, las nacionalizaciones, para consolidarse, requieren como
condición necesaria la presencia crítica y activa de las fuerzas
organizadas y movilizadas de los trabajadores y los pueblos.
De no ser
así, ante la carencia de referencias programáticas, direcciones
consecuentes y acciones coherentes, las relaciones de las fuerzas
políticas se invierten. El capital y su Estado vuelven a imponerse y los
procesos nacionalizadores se estancan e, incluso, retroceden.
Lo anterior
configura escenarios de derrota obrera y popular que debemos evitar. Habiendo
rescatado con la nacionalización el 98% de la industria eléctrica,
hoy hemos perdido ya más de la mitad de la patria eléctrica
equivalente, poniéndola en manos de cientos de corporaciones
transnacionales y sus filiales, con la pretensión de privatizar el 100%
de la generación eléctrica.
Esta situación debe
cambiar y puede cambiar. ¿Qué necesitamos? Ante todo activar a la
insurgencia obrera y popular, para que enarbolando una política
eléctrica independiente, en el marco de un programa propio, hagamos
posible la recuperación del patrimonio energético que nos
está siendo arrebatado.
Para ello se necesita una cabal
comprensión de los diferentes aspectos técnicos, políticos
y sociales. La insurgencia obrera no puede, ni debe, ser espontánea e
improvisada.
En los escenarios de la actual lucha de clases, una de
nuestras grandes tareas políticas es volver a re-nacionalizar a la
energía, a todos los recursos naturales y a los medios básicos de
producción.
Llamamos a los mexicanos a enarbolar las
históricas banderas de lucha y a movilizarnos en un gran torrente que
haga posible la independencia y libertad de nuestro pueblo. ¡Viva
México!
¡Salud y
Revolución Social!
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