Volumen 10, Número 160, mayo 1 de 2010 |
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Boletín del FRENTE DE TRABAJADORES DE LA ENERGIA de MEXICO
Organización obrera afiliada a la FEDERACION SINDICAL MUNDIAL
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Volumen 6, Número 75, mayo 26 de 2006
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Manifiesto del FTE en el centenario de la
Huelga de Cananea Ciudad de México, 1 de
junio de 2006
Desarrollar el Proyecto obrero de México
Ejemplos de lucha proletaria
La sangre de los huelguistas cayó ayer
pero su ejemplo se levanta nuevamente. La huelga de los mineros de Cananea, en
1906, y las innumerables huelgas de la época, fueron preludio de la
Revolución Mexicana, la inspirada por Ricardo Flores Magón, y
encabezada por “Pancho Villa” y Emiliano Zapata. En plena
Revolución surgieron organizaciones obreras, algunas siguieron el camino
del corporativismo, otras se distinguieron por su carácter clasista. Este
fue el caso del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), que estalló la
huelga en 1916 en abierto desafío a Carranza, ala derecha de la
Revolución.
A los electricistas siguieron los ferrocarrileros,
mineros, maestros y petroleros. En 1936, el SME volvió a realizar una
huelga “con las armas en la mano”, los sindicatos industriales
potenciaron la organización obrera y, en 1938, con el auge de la
movilización de masas los trabajadores en lucha hicieron posible la
expropiación de la industria petrolera.
Se inició, al mismo
tiempo, la desnaturalización total del sindicalismo mexicano al ser
usurpado por el charrismo sindical. Esa estrategia imperialista se ha prolongado
hasta el día de hoy. Los trabajadores mexicanos, en su gran
mayoría, están secuestrados en sus propias
organizaciones-cárceles.
La lucha obrera, sin embargo,
jamás se ha detenido. En 1950, los mineros de Nueva Rosita, Palau y
Cloete encabezaron una importante lucha. Los ferrocarrileros en lucha por la
democracia sindical realizaron importantes huelgas en 1958-59. El enfrentamiento
con el Estado implicó una fuerte represión del gobierno en turno
contra los huelguistas. Lo mismo sucedió contra médicos y maestros
y, en 1968, contra el movimiento estudiantil-popular masacrado en la noche de
Tlatelolco.
Desde los años 40s, los electricistas de la
Federación Nacional de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones
Eléctricas llevaron adelante una intensa movilización nacional. En
los años 50, junto con el SME integraron a la Confederación de
Trabajadores Electricistas de la República Mexicana y, en amplia
movilización, hicieron posible la nacionalización
eléctrica.
En los años 70s, el Sindicato de Trabajadores
Electricistas de la República Mexicana (STERM) luego Tendencia
Democrática del SUTERM llevamos adelante las más importantes
jornadas de lucha democrática haciendo aportaciones programáticas
relevantes para el movimiento obrero. La Tendencia fue reprimida, militar y
políticamente, por el Estado y gobierno en turno, en 1976, interrumpiendo
la cabal nacionalización eléctrica.
Hoy, el SME encabeza
una decidida lucha contra la reforma constitucional en materia eléctrica.
Los trabajadores de la energía, somos parte del pueblo de México
en lucha contra las privatizaciones en las industrias petrolera y
eléctrica, la seguridad social, educación y cultura.
El FTE
de México mantiene en alto las banderas de lucha de la Tendencia
Democrática y hemos desarrollado el Programa Obrero, así como
diversas propuestas de Política Energética Independiente,
planteando la necesidad de la Re-Nacionalización. Al mismo tiempo,
proponemos la lucha a fondo contra el charrismo sindical y la necesaria
reorganización democrática del movimiento obrero de
México.
Al presente, la mayoría de trabajadores mexicanos
no están organizados en nada. De los sectores organizados, la
mayoría están sometidos al charrismo sindical. Sin embargo, en el
interior del movimiento existen trabajadores dispuestos a luchar. Esta
disposición se manifiesta incluso fuera de nuestras fronteras, con los
trabajadores inmigrantes en Estados Unidos que son parte de nuestro movimiento.
Ahora es, entonces, momento oportuno de reanudar las jornadas de lucha para
hacer realidad el proyecto obrero.
En el centenario de la Huelga de
Cananea, el FTE de México llama a los trabajadores mexicanos a
desarrollar
Otro Comenzar de Nuevo
Este Comenzar de Nuevo se expresa en el proyecto
obrero, la alternativa proletaria en el contexto de la lucha de clases, a nivel
nacional e internacional, con base en la experiencia previa, conocimientos e
ideas desarrolladas por los trabajadores.
Los objetivos que proponemos
son los mismos de la clase obrera del mundo, aprobados por el primer congreso de
la Primera Asociación Internacional de los Trabajadores, presidida por
Marx y Engels, expresados en las condiciones del mundo de hoy:
1- Formular, desarrollar y concretar el Programa Obrero.
2- Construir la organización obrera, política y social, a
todos los niveles y en todos los lugares.
3- Desarrollar la solidaridad proletaria internacional en términos
de la política y dinámica concreta del
movimiento.
Banderas de lucha obrera
La política que proponemos no es coyuntural
sino de largo alcance. Se trata de potenciar un proceso de cambios profundos en
México, enmarcados en el concepto múltiple de
Revolución. Reanudar el proceso revolucionario, interrumpido
violentamente desde 1919 con el asesinato de Zapata, y en 1923 con el asesinato
de Flores Magón, implica retomar lo mejor de nuestras propias
experiencias en los últimos 100 años, desarrollar las ideas,
integrarlas y llevarlas a su concreción en un proceso conciente y
organizado.
Para concretar estos objetivos proponemos desarrollar
una política clasista orientada a la concreción del Programa
Obrero (ver energía62). Este programa no es de una vez y para
siempre, en la medida en que avance el movimiento habrá que mejorarlo.
Pero el programa es fundamental porque expresa las banderas por las que
luchamos.
Construir organización
La lucha del pueblo de México requiere
altos niveles de organización en todos los sectores y en todo el
territorio nacional. Proponemos, en acciones simultaneas, la organización
del Partido de los Trabajadores de México, integrado por militantes
dispuestos a desarrollar una lucha con principios, política y
organización consecuentes.
Es otra de nuestras propuestas la
reorganización democrática del movimiento obrero de México,
en 20 grandes sindicatos nacionales de industria en otros tantos sectores de
actividad productiva. Estos sindicatos industriales serían la base de la
Central (Unica) de Trabajadores de México, estructurada en todo el
territorio nacional.
Para rescatar a México de las garras del
imperialismo, restablecer la soberanía e independencia, el derecho
colectivo social sobre los recursos naturales y patrimonio de la nación,
es precisa la lucha organizada de todo el pueblo en un Frente Mexicano de
Liberación Nacional, estructurado en todo el territorio de
México.
Dinámica concreta
Nuestra lucha requiere de las acciones teóricas,
ideológicas, políticas, técnicas y prácticas
expresadas en la dinámica concreta, en el accionar decidido
democráticamente y llevado a cabo concertadamente, en el espacio-tiempo
del saber obrero y de la lucha social. Esto supone superar los métodos
atrasados de trabajo político, propiciar junto a la acción
cotidiana el fortalecimiento de la conciencia, la formación
política de los trabajadores y demás sectores
sociales.
Nuestro objetivo es la construcción de una sociedad
solidaria. Después de 100 años de lucha obrera, las
organizaciones políticas tradicionales han sido incapaces de propiciar
cambios sociales profundos. Nosotros, no seríamos la única
alternativa ni, tal vez, la última aspiración. Sin embargo, los
trabajadores mexicanos necesitamos liberarnos del charrismo sindical, de la
dependencia política de estructuras caducas, de la apatía y
conservadurismo, y tomar en nuestras propias manos el destino futuro, en
México y allende las fronteras.
El mejor homenaje a los
huelguistas de Cananea es asumir consecuentemente la lucha obrera clasista,
misma que está lejos de ser idílica. En el presente, en muchos
aspectos estamos igual o peor que hace un siglo. También hay algunos
avances y experiencias. Por eso, es el momento de reiniciar la lucha a fondo, en
todos los terrenos, y potenciar la transformación revolucionaria de
México.
¡Viva la huelga de Cananea! ¡Vivan Flores Magón, Villa y Zapata!
¡Vivan las luchas obreras!
Frente de Trabajadores de la Energía,
de México
Fuente: FTE de México 2006, energía 6 (75) 2-4,
26 de mayo de 2006.
Marcha del 1 de mayo de 2008 en el Zócalo de la Ciudad de México FOTO: FTE |
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Volumen 10, Número 1, enero 1 de 2010
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La revolución no ha terminado
Fue interrumpida
violentamente en 1919, con el asesinato carrancista de Zapata, después
Villa y luego Flores Magón. Cayeron los grandes de la Revolución
pero la brecha que abrieron nunca volvió a cerrarse, no se ha cerrado, la
Revolución no ha terminado.
¡Viva Zapata!
Desde que la tierra cayó sobre su cuerpo comenzó la
creencia indesarraigable: ¡Zapata no murió en Chinameca, vive! El
mito, convertido en leyenda, sigue presente y hasta dicen que se ha visto al
Jefe cabalgando en las noches, por las montañas, en su caballo
blanco.
“Nostalgia municipal”, dicen los neoliberales, al
tiempo que siguen temblando con solo escuchar el nombre de Zapata.
Se
trata del símbolo más auténtico de los mexicanos quienes no
hemos olvidado el recuerdo y mantenemos la esperanza histórica en el
regreso de Quetzalcóatl.
En nuestra época, el regreso de
Quetzalcóatl/Kukulcán/Gugumatz lo entendemos en términos
del “Comenzar de nuevo”. Zapata no representa a una
Revolución que ya pasó sino a una que no ha terminado. El
“Comenzar de nuevo” expresa el concepto de revolución
ininterrumpida. La de 1908-19 fue traicionada pero, de ningún modo,
cancelada.
Hoy, la lucha por la tierra y sus recursos naturales sigue
siendo una de las banderas vigentes a enarbolar por el proletariado y pueblos
del mundo. Las tierras, las aguas, los bosques, el viento, los mares, los
minerales, los energéticos, el espectro radioeléctrico, la
biodiversidad y la energía del Sol solo deben ser del dominio colectivo
de los pueblos.
Esto se contrapone frontalmente con el imperialismo. Los
recursos naturales son el kernel de la autodeterminación de los pueblos
y, al mismo tiempo, el kernel del plusvalor capitalista. Defender los recursos
naturales es, entonces, parte de la lucha de clases.
La libertad no es
una abstracción sino un medio para el desarrollo humano. La libertad
implica a la independencia y a la conciencia de clase. Ambas se relacionan
mutuamente y se expresan en la independencia de clase.
Necesitamos la
libertad para transformar al mundo, practicar la solidaridad e imaginar y
construir una sociedad mejor sin explotadores ni explotados. “¡Tierra
y Libertad!” fue la bandera enarbolada por Zapata, previamente explicada
por Ricardo Flores Magón en términos económicos y
políticos. En las actuales condiciones, está vigente la proclama
expresada como ¡Tierra, Mar y Libertad!
Conquistas de la Revolución
“La soberanía reside en el pueblo y
se ejerce en los campos de batalla”, se escribió en el Manifiesto
emitido por la Convención Revolucionaria de Aguascalientes de 1914, luego
de haber aprobado el Plan de Ayala propuesto por los zapatistas del
Ejército Libertador del Sur.
Algo parecido quedó en la
Constitución de 1917, donde se dice:
“ARTICULO 39. LA SOBERANIA
NACIONAL RESIDE ESENCIAL Y ORIGINARIAMENTE EN EL PUEBLO. TODO PODER PUBLICO
DIMANA DEL PUEBLO Y SE INSTITUYE PARA BENEFICIO DE ESTE. EL PUEBLO TIENE EN TODO
TIEMPO EL INALIENABLE DERECHO DE ALTERAR O MODIFICAR LA FORMA DE SU
GOBIERNO”.
Por supuesto, lo anterior fue tergiversado de
inmediato en el artículo 41, al restringir que “el pueblo ejerce su
soberanía por medio de los poderes de la Unión”. Cientos de
reformas regresivas posteriores imposibilitan ejercer tal
soberanía.
No obstante, la conquista más importante de la
Revolución fue el derecho a hacer la Revolución, sin pedir permiso
y sin que estuviera en las leyes de la época. Esta es la mejor
enseñanza del proceso revolucionario de 1908-19.
La
Constitución de 1917 recogió importantes demandas del pueblo
mexicano, entre otras, la jornada de 8 horas proclamada por Flores Magón,
el derecho a la posesión de la tierra y el derecho de la nación
sobre sus energéticos, específicamente el petróleo.
Esta Constitución, sin embargo, tiene una orientación
abiertamente capitalista contrariamente a la Revolución (de Flores
Magón, Villa y Zapata) que fue anticapitalista; apoya la propiedad
privada de los medios de producción e, incluso, de importantes recursos
naturales como el agua y los minerales; también, establece la
conciliación de clases.
No obstante, esa Constitución
expresa un Pacto político de la nación. No se trata solamente de
la ley de leyes sino de los acuerdos políticos surgidos de la
Revolución.
La expropiación petrolera de 1938 y la
nacionalización eléctrica de 1960 representan dos acontecimientos
políticos de relevancia en el último siglo. Con ello, se
rescató para la nación el domino directo sobre sus
energéticos, hecho expresado en los párrafos cuarto y sexto del
artículo 27 constitucional. Esto fue ratificado en 1974, cuando
propusimos la adición al párrafo cuarto y el nuevo párrafo
séptimo al artículo 27 constitucional en materia de minerales
radiativos y energía nuclear.
Los párrafos cuarto, sexto y
séptimo del artículo 27 constitucional son lo más
rescatable de la Constitución de 1917 pero no se respetan. Hoy la
legalidad constitucional está rota, los sucesivos gobiernos en turno
proceden con base en la legislación secundaria inconstitucional. El
sector estatal de la economía ha sido prácticamente liquidado, lo
mismo el ejido, sujetos a una severa privatización furtiva.
El
Pacto de la nación está roto y fue cambiado por el Pacto entre
nuevas mafias políticas. El Ejército porfirista, literalmente
destruido por los ejércitos de Villa y Zapata, fue reconstituido desde la
década de los 30’s y hoy es explícitamente antinacional,
base fundamental del Estado, aparato separado de la sociedad especializado en la
opresión y la represión.
La Revolución, interrumpida
con el asesinato de Zapata, ha sido traicionada una y otra vez, desde hace
décadas se vive en un estado persistente de contrarrevolución.
Ahora, el capitalismo, en su fase imperialista, domina plenamente en todas las
esferas de la vida nacional en lo económico, social, político y
cultural.
En su gran mayoría, el pensamiento de la época
corresponde a la visión del capitalismo salvaje caracterizada por el
pensamiento plano. Para los políticos, pensadores y creadores sucumbir
ante el poder ha sido el camino más cómodo.
Pero aún
así, y a pesar de los múltiples intentos oficiales por borrar la
historia, los antiguos zapatistas transmitieron en forma lírica a los
mexicanos los sentimientos del México de abajo. Otros estudiosos, con su
obra, han permitido a las nuevas generaciones comprender mejor nuestro
pasado.
Algo importante de la Revolución Mexicana ha sido mantener
viva la idea de revolución, y su pertinencia, a pesar de las vicisitudes
y retrocesos a nivel mundial. Esa idea no la comparten varios sectores pero no
pueden negar su pertinencia. Para otros sectores, es una
necesidad.
Pendientes de la Revolución
La justicia social no fue lograda por la
Revolución de 1908-19, no podía hacerlo desde el momento en que
fue desviada por la vía de asegurar la propiedad privada de los medios de
producción. Al seguir un camino capitalista, la desigualdad social
inherente se hizo cada vez mayor.
En tales circunstancias, tampoco ha
habido planificación del desarrollo. Todo ha servido para la
acumulación capitalista concentrada en unas cuantas manos. Un amplio
sector estatal de la economía fue desbaratado y, luego, entregado al
sector privado. Este se encarga de realizar, incluso, funciones constitucionales
estratégicas que estaban a cargo exclusivo del Estado.
Las
nacionalizaciones petrolera y eléctrica jamás concluyeron por la
ausencia de una política energética independiente y por no haberse
integrado el correspondiente proceso de trabajo. En el caso del agua y los
minerales la situación ha sido peor porque constitucionalmente se permite
otorgar concesiones privadas. En suma, falta considerar como actividades
estratégicas a todos los recursos naturales de la nación,
así como, a las telecomunicaciones, la banca y las finanzas.
Es
necesario, también, reorganizar a la producción con base en la
definición de 20 ramas industriales correspondientes a otras tantas
actividades económicas.
Aún estamos lejos de ejercer los
derechos sociales por la carencia de trabajo, educación, salud, seguridad
social, cultura.
Los procesos de trabajo deben reorganizarse para
satisfacer necesidades humanas y no solamente privilegiar los procesos de valor
traducidos en el lucro y la ganancia privada.
La democracia formal no es
la aspiración de la nación mexicana. Necesitamos de formas
políticas más desarrolladas.
La Revolución Mexicana
impulsó un arte y una ideología mexicanista llamada oficialmente
“nacionalismo”. El sentimiento de mexicanidad tiene un valor
apreciable pero hace falta trascender ideológicamente al nacionalismo con
una cultura solidaria e internacionalista.
De especial importancia es
recuperar la independencia de clase, perdida muy tempranamente por el
sindicalismo del siglo XX. Tal independencia de clase es necesaria para
construir una sociedad solidaria.
Necesidad de otra Revolución
El México de hoy no es el mismo de hace
cien años, en algunos aspectos somos mejores, en otros, peores. Ha habido
ciertos avances pero tantas han sido las pérdidas que las reformas son
necesarias en determinadas circunstancias. ¿Serían convenientes en
el México de ahora? Habría que verlo en concreto pero se
necesitarían muchísimas para modificar todo lo anterior.
En
primera instancia es necesario un nuevo Pacto político de la
nación. La legalidad constitucional está rota por el Estado. Este
procede con base en la inconstitucionalidad de la legislación secundaria.
Por lo demás, todas las leyes mexicanas han sido deliberadamente torcidas
por los gobiernos en turno. En México no existe justicia de ningún
tipo, la llamada “justicia” se compra por el capital.
La
política está corrompida, los partidos políticos y sus
legisladores actúan contra la nación. Todo el Estado es
partícipe de la corrupción y el mal se ha generalizado.
La
política económica seguida por el Estado en favor del capital ha
sido incapaz de resolver los acuciantes problemas sociales de la
población. Con las privatizaciones generalizadas no existe crecimiento
económico, ni empleo ni desarrollo.
En tales circunstancias, el
Estado ejerce su característica esencial como instrumento del capital
para la opresión de su contrario. La militarización de regiones
enteras en casi todo el territorio nacional ha servido solo para matar a
delincuentes y a población civil. La represión no cesa y cuenta
con la bendición de la cúpula clerical.
Pero, una verdadera
revolución no se puede quedar en las reformas inmediatas. La
Revolución Mexicana debe avanzar y profundizarse. Eso dependerá de
la correlación de fuerzas que ahora nos es desfavorable.
Tampoco
podemos quedarnos en la Revolución de hace cien años. Si bien, hay
varios aspectos inconclusos y otros que ni siquiera fueron iniciados, en el
siglo ha habido experiencias en el mundo que deben valorarse. Nuestra
Revolución fue importante en su momento e impactó en otras partes
pero no es el mejor ejemplo.
Hoy, con nuevos actores en el escenario de
la lucha de clases nos hace falta desarrollar un pensamiento propio. El Estado e
imperialismo han obnubilado a la mayoría de pensadores. A pesar de ello,
la lucha de clases, negada por cierta intelectualidad, existe y no solo en el
discurso.
La revolución, entendida como el cambio de fondo en
todos los aspectos de la vida social, económica, política y
cultural, es una necesidad. La revolución pone en movimiento a las masas
y hace avanzar a los pueblos. La revolución es un proyecto de vida, la
contrarrevolución es de muerte.
Hacer la Revolución es organizarla
La revolución no se puede
proclamar, su concreción va más allá de la simple
aspiración ética. La revolución es un proceso de ruptura y
de construcción que se concreta cada día. La revolución no
puede estallar a un simple llamado de alguien. Hoy la revolución debe
ponerse en marcha y avanzar con base en puntos programáticos.
Es
necesario el “programa de transición”. Este programa no es de
una vez y para siempre sino para el actual momento. En la medida en que
avancemos se hará necesario otro programa.
Todo programa, para
concretarse, requiere de la organización social que lo haga posible.
Necesitamos una organización nacional estructurada territorialmente.
También necesitamos de la práctica política solidaria, de
la ética política y de la acción unificada.
En
varias ocasiones se han hecho propuestas similares que siguen vigentes porque no
las hemos realizado. Entre la “izquierda”, el sectarismo, el
canibalismo y el infantilismo han dominado casi todo el siglo.
Ahora, en
el centenario de la Revolución, proponemos reanudarla haciéndonos
de un ánimo tal que ponga en la discusión nacional los grandes
problemas de los mexicanos y sus posibles formas de solución, enmarcadas
en un cambio profundo desde abajo, es decir, hay que activar la discusión
a fondo sobre la revolución, su pertinencia y necesidad.
En la
práctica, la revolución se expresa en acciones concretas porque
hacer la revolución es organizarla. En cierto sentido, la
revolución ya empezó potenciada por un conjunto de hechos previos,
algunos sangrientos, que han venido ampliando la conciencia. Falta desarrollar
todas las potencialidades con el accionar de cada mexicano (a) integrados (as)
en un mismo proyecto político.
Frente de Trabajadores de la Energía,
de México
Presencia del FTE de México en la casa del Jefe en Anenecuilco, Morelos FOTO: FTE |
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Volumen 10, Número 2, enero 2 de 2010
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Otro “comenzar de nuevo”
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Nuestro movimiento sigue adelante en el contexto de la lucha de clases.
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Cien años de Revolución y doscientos de Independencia nos impulsan.
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Están vigentes las históricas tareas políticas y banderas de lucha.
Movimiento clasista en el espacio-tiempo
El movimiento, en general, es
indestructible e inherente a la materia. No existe movimiento sin materia ni
viceversa. Sí existe la transformación de una forma de movimiento
(energía) en otra. Esto ocurre en los diversos procesos de la naturaleza
y, también, en los procesos de trabajo.
Originalmente, los
procesos de trabajo fueron organizados para la satisfacción de
necesidades humanas, habiendo sido pervertidos después. La
transformación social es consecuencia del movimiento expresado en la
actividad socialmente organizada de hombres y mujeres, mediante el trabajo
manual e intelectual, la lucha política y social.
La lucha de
clases siempre ha sido el motor de la historia. Hoy, la presencia de la fuerza
natural, representada por el trabajo, y la fuerza social, representada por el
capital, allí están, en la vida cotidiana y en todos los rincones
del planeta. Entre ambas fuerzas se sigue librando una contienda diaria que de
ningún modo ha concluido.
Esta lucha no solamente ocurre al
interior de las fábricas sino en todos los órdenes de la vida
social, económica y cultural, pues se trata de una lucha de conjunto a
escala planetaria. Qué esa lucha se exprese con mayor claridad o
resolución en algunos sectores no la excluye en los demás, pues,
no existe en el mundo ningún sector o capa social ajena a la
dinámica del sistema social capitalista dominante.
Por ello, la
lucha de clases tiene un profundo sentido antimperialista con el deber de
“luchar contra el imperialismo dónde quiera que esté”.
Nuestro movimiento tiene importantes fundamentos y raíces, y se
desarrolla en un contexto específico, en condiciones concretas de ruptura
y de construcción.
“Comenzar de nuevo” significa
volver a empezar, con alegría y optimismo, en un contexto cíclico
del tiempo, mediante el accionar no-lineal y de acuerdo a la dialéctica.
Esto no quiere decir empezar de cero, sino repensar colectivamente el camino
ratificándolo o cambiándolo en la perspectiva del avance
histórico de la humanidad.
El “Comenzar de nuevo” se
basa en la experiencia previa, el conocimiento acumulado, la valoración
de triunfos y derrotas, el desarrollo del programa, la actualización de
las banderas y la concreción de las tareas políticas de nuestra
época.
¡Independencia y libertad!
El pueblo insurgente de México, en la mayor
irrupción de las masas posterior a la conquista española, en 1810
puso fin a 300 años de colonialismo.
Siglos de lucha, con multitud
de resistencias, muchas veces reprimidas encarnizadamente, hicieron posible que
la esclavitud fuera abolida y se lograra la independencia formal de la corona
extranjera. Pero no se logró la independencia económica ni
política, ni cultural, el Estado que surgió continúo con la
opresión.
La autodeterminación del pueblo de México
devino en sujeción a los nuevos dueños del capital. El saqueo
centenario de minerales se incrementó, Santa Ana entregó
más de medio territorio nacional a los Estados Unidos, vendepatrias
pretendieron imponer un emperador extranjero, la guerra de conquista contra
México continuó por parte de las tropas norteamericanas, inglesas
y francesas.
Pronto se impulsaría con fuerza el desarrollo del
capitalismo. Los ferrocarriles unieron a las fronteras y las costas con el
centro, precisamente, para la exportación de minerales. La manufactura
empezó a extenderse por el país.
Un gobierno dictatorial y
despótico se empoderó desatando la represión sin
límites contra la población.
Al mismo tiempo, las ideas del
socialismo de la época fueron conocidas por los círculos obreros
más concientes.
Las huelgas obreras de Empalme, Cananea y
Río Blanco serían precursoras de la Revolución, bajo la
influencia del pensamiento y la acción del
magonismo.
¡Tierra y libertad!
¡Tierra! grita la Revolución,
escribió Ricardo Flores Magón hace cien años, insistiendo
siempre en la organización del partido político y en el programa
de lucha. En el campo se había afianzado la burguesía y la ciudad
comenzaba a industrializarse. En los campos de batalla, los ejércitos
campesinos de Villa y Zapata derrotaron a la burguesía rural, no
así a la urbana. En 1914, la batalla de Zacatecas implicó la
quiebra militar del Ejército de la dictadura porfirista y, la
ocupación de la capital mexicana fue el punto culminante desde el punto
de vista político.
En esta nueva irrupción de las masas, la
clase obrera de la época no estuvo a la altura de la Revolución
Mexicana. No obstante, el Plan de Ayala enarbolado por los zapatistas fue el
programa que le dio independencia política al movimiento. La Comuna de
Morelos se convirtió en el hecho más trascendente de la
Revolución.
En la década de los 30’s, en un nuevo
ascenso de masas, la nacionalización ferrocarrilera y expropiación
petrolera fueron acontecimientos políticos de gran importancia,
potenciados por la lucha del sindicalismo industrial de la
época.
Con el auspicio del imperialismo, desde principios de
siglo, el movimiento sindical mexicano en general se orientó hacia el
colaboracionismo con el Estado perdiendo su independencia de clase. En los
30’s se hizo oficial el corporativismo del sindicalismo con el Estado y se
afianzó el charrismo como estrategia para desnaturalizar a las
organizaciones obreras.
El charrismo favoreció la represión
del Estado que continúa hasta el momento. No obstante, la
nacionalización eléctrica vendría a ser la
culminación de varias décadas de insurgencia obrera electricista.
La represión político-militar al movimiento estudiantil y, luego,
a los electricistas democráticos, interrumpieron violentamente la lucha
democratizadora.
Después, el Estado mexicano ha seguido una
política basada en la expropiación del patrimonio nacional,
especialmente, los recursos naturales e infraestructura industrial
estratégica. Esto beneficia a muy pocos, principalmente, a banqueros e
industriales extranjeros.
El neoliberalismo ha significado un creciente
empobrecimiento de la población y de la política, cuya reforma, ha
canalizado el descontento a través del Parlamento. Los resultados han
sido magros, desalentadores e, incluso, contrarios al interés nacional al
haber sido rota la legalidad constitucional.
Cien años
después de la Revolución, México es un país de
pobres, la lucha de clases es abiertamente favorable al capital, especialmente,
transnacional. El proletariado ha alcanzado una considerable fuerza social y, al
mismo tiempo, tiene una fuerza política nula. Las fuerzas de la izquierda
están disgregadas en una situación de inexistencia política
real, mientras el Estado y el capital han militarizado al país, al que
siguen saqueando a diario.
La perspectiva nacional es de deterioro, el
Estado sigue una práctica política basada en la utilización
de las fuerzas armadas para resolver los conflictos sociales, la economía
está en declive resultado de la profundidad de la persistente
crisis.
En suma, no se vislumbra crecimiento económico ni
democracia política. Es previsible que los partidos políticos
neoliberales sigan confabulados contra el interés
nacional.
Ideas-fuerza programáticas
La situación de la clase obrera
mexicana es cada vez peor. Las calamidades alcanzan a otros sectores de la
sociedad en vías de proletarización. Amplios grupos de
trabajadores son víctimas de la descalificación del trabajo, la
pauperización y el desempleo. El trabajo informal se amplía con
los ejércitos de reserva y de desecho. Millones de mexicanos han sido
expulsados hacia el norte, la juventud de las ciudades emigra y el campo se ha
despoblado.
El crimen, apoyado por el Estado, impone el terror,
incrementa la inseguridad y favorece el miedo y la doctrina del shock.
La
represión social inhibe a la lucha democrática. La
situación política se vuelve insoportable pues, los de arriba,
siguen sometiendo violentamente a los de abajo y, para éstos, las
opciones de todo tipo se reducen. En el medio urbano las condiciones se degradan
cada día pero, en las zonas rurales, el abandono ha puesto a muchos
mexicanos en situación de sobrevivencia.
¿Qué podemos
hacer ante tan cruda situación? México es una nación
dividida en clases sociales cuya mayoría somos trabajadores empobrecidos.
Sin embargo, ser mayoría no es suficiente para cambiar el estado de
cosas.
La clase obrera es fuerte por su número pero, el
número no cuenta si no está unido por la organización y
guiado por el saber. Esto es, necesitamos de la organización para unir a
la mayoría pero, también, de una dirección política
clasista. Hoy en México no existe ni lo uno ni lo otro.
Hablar de
lucha clasista no es una consigna para los discursos. La lucha clasista
significa, ante todo, la independencia de clase. Esta se entiende como la
independencia del proletariado respecto del patrón, el charrismo, el
Estado, el imperialismo y los partidos políticos estatales.
En
México, no existe la independencia de clase y esta es una tragedia que
dificulta cohesionar las fuerzas. Son décadas de sometimiento al
contrario histórico, el charrismo es la estrategia política del
imperialismo que, a lo largo de varias décadas, ha destruido al
sindicalismo mexicano. Hoy, la imagen de éste es deplorable y muchos
prefieren decirle “adiós” al proletariado, corrompido,
viciado e incapaz de ofrecer ninguna alternativa política.
Pero,
recuperar la independencia de clase es crucial para los trabajadores y pueblo de
México. Eso se expresa en un “Programa de transición”
que considere los aspectos fundamentales de la nación. El programa
constituye las referencias básicas, las banderas de lucha, el
“¿Porqué luchamos?”, los objetivos a lograr en un plazo
perentorio.
Las tareas políticas del momento, que el FTE propone a
la nación, son:
1- Construir organización social, en todos los lugares y a todos los
niveles, coordinada a nivel local, estatal, regional y nacional.
2- Formular, desarrollar y concretar el programa. A tal propósito,
reiteramos nuestro Programa Obrero, como propuesta a discusión de la
nación.
3- Practicar y desarrollar la solidaridad local, sectorial, nacional e
internacional.
Estas tareas forman parte de un proceso de lucha que
tiene el objetivo de superar las enormes deficiencias organizativas,
políticas, ideológicas y teóricas. Las propuestas del FTE
son políticas enmarcadas en la perspectiva histórica de la
revolución.
Revolución multidimensional
¿De qué revolución hablamos?
De una revolución ininterrumpida en la perspectiva socialista.
¿Cómo se haría? Los trabajadores no excluimos ninguna forma
de lucha. Lo que importa es que la revolución sea or-ga-ni-za-da, lo cual
supone, que sea apoyada por la mayoría de mexicanos (as) en todo el
territorio nacional.
Cualquier forma, incluso la electoral, incierta y
vana, necesita de la organización social. Sin ésta no es posible
ninguna transformación, menos en el caso de México, donde todos
los partidos políticos actúan siempre contra la
nación.
Si los partidos políticos estatales incumplen su
función elemental, deben ser hechos a un lado, y debemos proceder a
formar un partido político propio. No es algo menor, es algo complicado
pero necesario.
También necesitamos de una central obrera, formada
a partir de la reorganización democrática del movimiento obrero
mexicano. ¿Es posible? Debe serlo porque es una necesidad. ¿A
qué plazo? Al más breve posible, cuanto antes mejor.
Dadas
tan desfavorables condiciones para nuestro movimiento, ¿el pueblo
esperará a que nos organicemos? No se trata de organizarnos nosotros sino
todos pues, la mayoría del pueblo, no está organizada en nada. Por
eso se trata de un “Comenzar de nuevo”, para hacer todo lo que hemos
dejado de hacer, y lo hagamos mejor.
Por lo demás, a la
revolución no se le puede poner fecha voluntaristamente. Se trata de un
proceso objetivo, determinado por condiciones objetivas y subjetivas. ¿Las
primeras están dadas? Sí; y, ¿las segundas? En gran medida,
también. Pero la voluntad no basta, se necesita de condiciones
debidamente or-ga-ni-za-das.
¿Acaso los pueblos deben guiarse por
el racionalismo? No necesariamente. Los pueblos hacen su historia guiados por la
pasión y la reflexión. Pero, el empirismo, la
improvisación, la aventura solamente conducen a desastres
mayores.
Decir que “los pueblos son sabios, que nunca se
equivocan” es una consigna espontaneísta y burocrática.
Hacer la revolución es organizarla, en su expresión conciente,
múltiple y multidimensional.
Frente de Trabajadores de la Energía,
de México
Marcha del 2 de octubre de 2008 en la Ciudad de México FOTO: Cazaimagen |
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Boletín del FRENTE DE TRABAJADORES DE LA ENERGIA de MEXICO
Organización obrera afiliada a la FEDERACION SINDICAL MUNDIAL
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Volumen 10, Número 3, 3 enero de 2010
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Superposición del malestar social
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Los agravios contra la nación se han acumulado en los últimos cien años.
+
Las acciones del Estado oprimen, someten y reprimen a la mayoría.
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¿Qué hacer? ¿Esperar un estallido social u organizar la revolución?
Desempleo
Lo
peor es encontrase sin trabajo y este es cada vez más escaso. El
desempleo nos desorganiza y nos deprime. El capitalismo no puede sobrevivir sin
la fuerza de trabajo asalariada aún disponiendo de la tecnología
más avanzada y automatizada. Pero esa fuerza de trabajo está
sometida a un persistente proceso de descalificación, rechazo y
exclusión.
México está formado mayoritariamente por
jóvenes, un poco más de la mitad son mujeres, pero solamente la
minoría de la llamada Población Económicamente Activa (PEA)
tiene trabajo, los demás están en la economía informal
(comercio y servicios ambulantes). Muchos profesionistas están
desempleados, muchos investigadores fuera de las instituciones, algunos
dedicados a las actividades privadas, otros han sido expulsados de su
patria.
El campo está prácticamente desolado por la
emigración a las ciudades o a los Estados Unidos, en las zonas urbanas
aumenta la marginación. En muchos casos, grupos sociales enteros son
partícipes del narcotráfico y del crimen.
El trabajo en las
fábricas está en caída, en la gran industria domina el
contratismo en condiciones laborales precarias, solo una ínfima
minoría tiene relaciones laborales “medio” aceptables. En la
manufactura, la situación es deprimente, con bajos salarios y sin ninguna
protección social. En el sector tecnologizado, la inestabilidad es
común sin ninguna garantía laboral.
Con las recurrentes
crisis, el desempleo sigue en aumento y ninguna política del Estado
tiende a resolver esta situación. En la lógica capitalista no
interesa resolver este problema. Al contrario, se necesita de los desempleados
para auspiciar la competencia por los puestos de trabajo. Los desempleados
siguen siendo un ejército de reserva y, peor aún, se han
convertido en un ejército de desecho.
Al capitalismo no le
importa el desarrollo humano ni el deterioro de la mayoría de adultos,
jóvenes o niños.
Las políticas del Estado no indican
ninguna mejora próxima, menos en el contexto de una crisis
persistente.
El desempleo genera malestar social, pobreza
económica, física y mental, degradando al conjunto de la
sociedad.
La situación en México es alarmante, la gran
mayoría somos pobres y una alta proporción se encuentra en pobreza
extrema. Eso nos deshumaniza.
Inseguridad
En la apariencia no pasa nada pero en todas partes se vive en la zozobra y el
miedo. Los mexicanos vivimos en estado de shock. El Estado es el principal
promotor de la violencia, los medios la magnifican y el crimen organizado la
practica.
El miedo principal es a la policía y a los soldados
junto con el aparato burocrático judicial. La Procuraduría General
de la República, las estatales y Ministerios Públicos son
instancias que lejos de procurar justicia ejercen la violencia contra la
sociedad.
El Estado está en su papel de administrador de la
violencia y esta se ejerce de múltiples formas. Una parte es la violencia
callejera, otra es auspiciada por los aparatos de coerción y, una
más, en los mismos centros de trabajo.
La inseguridad social
atenta todos los días contra muchos mexicanos. Las reformas legislativas
regresivas han afectado los derechos sociales, haciendo cada vez más
calamitoso el futuro posterior a la edad laboral y el presente ensombrecido por
el desempleo.
Para impedir la protesta, los cuerpos policiales
especializados están siendo reforzados incrementando el espionaje contra
la sociedad.
Crimen
La inseguridad está relacionada con el crimen y este existe porque el Estado
lo apoya. En años recientes, las fuerzas militares (ejército y
marina) han venido siendo utilizadas en labores que no les son propias. Para
combatir al narcotráfico, se han desplegado contingentes militares en
estados y regiones enteras produciéndose enfrentamientos sangrientos.
Todos los días hay asesinatos.
Las víctimas no han sido
solamente los delincuentes sino la población civil. Allanamientos
unilaterales de morada, desapariciones y violación a los derechos humanos
se han vuelto comunes; las mayores denuncias son contra los soldados.
En
México existe un virtual estado de guerra, filmado en vivo y en directo
por la televisión privada. De uno y otro lado hay caídos en
alarmantes exhibiciones armadas. No solamente han caído integrantes de
carteles sino diversos funcionarios gubernamentales.
La sociedad mexicana
está indefensa, en algunos casos cautiva de los cárteles y siempre
amenazada por la fuerza pública. La narco-guerra es parte de la doctrina
del choque y pretexto para criminalizar la protesta social.
Parte de los
crímenes son políticos afectando especialmente a los defensores de
los recursos naturales y del medio ambiente, así como, a las comunidades
étnicas.
Antidemocracia
En todos los sectores del Estado domina la corrupción y la impunidad. La
corrupción es política y económica. En este último
caso, los gobiernos en turno han entregado el patrimonio nacional a las
corporaciones transnacionales. En la minería, el agua, el petróleo
y la energía eléctrica, miles de concesiones y permisos privados
se han otorgado discrecionalmente por el Estado, en las plataformas terrestre y
marina.
El proceso desnacionalizador de los recursos naturales y
patrimonio industrial se lleva a cabo a través de la legislación
secundaria inconstitucional, aprobada y ratificada por todos los partidos
políticos que han devenido en corporaciones corruptas.
Los
legisladores se han tomado la atribución de traicionar a la nación
de manera reiterada y permanente. El poder ejecutivo promueve la
corrupción política y el poder judicial la avala sin darse
siquiera por enterado o tomar nota de la situación.
Todo esto se
traduce en la antidemocracia que se reproduce a todos los niveles del Estado e
incluye a empresarios y charros sindicales.
El invento del PRI para
canalizar el descontento social por la vía del Parlamento le ha servido
al Estado para mantener el control social significando un retroceso en la vida
nacional.
Exclusión
En tal estado de pobreza económica y política, los mexicanos estamos
socialmente excluidos. El Estado es inherentemente excluyente y no hay manera de
transformar la situación intentándolo desde “adentro”.
Los trabajadores, los pobres, los marginados, jamás seremos incluidos por
este Estado.
La única opción por la vía estatal es
el sometimiento de todos.
El malestar social, en sus diversas formas, se
ha venido incrementando en México. La tensión está en
aumento. Cada vez es mayor la presión configurándose condiciones
críticas. Obviamente, el malestar no es reciente ni basta por sí
solo para cambiar la situación. Pero, dependiendo de su expresión
política podría haber diversos escenarios posibles.
Estallido social
Personajes oficialistas y/u oficiosos declaran
frecuentemente a los medios sus “advertencias” respecto a un posible
estallido social. Los políticos y/o empresarios no quieren tal estallido
y hacen lo que pueden por evitarlo, mediante el charrismo, la explotación
y el control social..
¿El estallido social es una amenaza?
¿Para quién? En las actuales condiciones, hay lugares y sectores con
firme resolución, sobre todo cuando ya no hay mucho que perder pues las
pérdidas han sido enormes.
¿Cómo ocurriría ese
estallido? Una manera es provocándolo y, para ello, el Estado e
imperialismo son expertos profesionales en la infiltración social. Otra
forma, sería mediante acciones espontáneas, improvisadas y
voluntaristas.
¿El Estado tiene miedo a un estallido social? NO,
evidentemente. En cualquier caso, está preparado para la
represión.
Hablar de un “estallido” implica rendirle
culto al espontaneísmo pues se trataría de acciones unilaterales,
desorganizadas y sin perspectiva política.
En la presente
época, la protesta contestataria es insuficiente, los métodos
primitivos de trabajo político no le hacen mella al imperialismo, el
Pentágono está preparado para sofocar la
revuelta.
La revolución: qué hacer cuántico
¿Cómo enfrentar,
entonces, la violencia del Estado? ¿La respuesta debe ser necesariamente
violenta? En principio, no; el objetivo social no es matar. ¿Entonces,
cómo hacer entender al Estado que debe cambiar su proceder? Tampoco hay
manera de hacerlo entender “por las buenas”, se necesita de la
fuerza socialmente organizada.
He allí, la característica
de las alternativas independientes y clasistas. Lo que está ocurriendo en
México es la superposición del malestar social. Esta
superposición implica un malestar creciente cada vez, es el reforzamiento
del enojo que, sin embargo, no se traduce aún en respuestas de protestas
organizadas.
Precisamente, de lo que se trata es de organizar el
descontento social en una superposición de acciones basadas en un
proyecto político con independencia de clase.
La
superposición del malestar y la superposición de la protesta deben
canalizarse en la perspectiva de una revolución la cual no ocurre
espontáneamente ni puede basarse en el empirismo. Se necesita de un
proyecto político enmarcado en el programa y en la práctica
política coordinada a nivel nacional e internacional.
Hacer la
revolución significa organizarla debidamente. Hacer cristalizar este
proyecto implica dar un salto cuántico, cualitativa y cuantitativamente,
y en varias dimensiones. A esto no está acostumbrada la
“izquierda” cuya inexistencia política es real desde hace
décadas. La “izquierda” oficialista ni siquiera está
interesada, sus objetivos son electorales, coyunturales y, si acaso, orientados
a administrar corruptamente el descontento social.
La sola idea de
revolución, entonces, implica un serio desafió: hay que
reconstruir a la izquierda, desde abajo y desde el movimiento social, al margen
de los partidos políticos oficialistas.
1 de mayo de 2010 FOTO: Cazaimagen
Debate popular contra la reforma energética neoliberal, 2008 FOTO: FTE
Hacer del malestar social una superposición cuántica de protesta FOTO: FTE
Frente de Trabajadores de la Energía,
de México
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Boletín del FRENTE DE TRABAJADORES DE LA ENERGIA de MEXICO
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Volumen 10, Número 4, enero 4 de 2010
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Hacer la revolución es organizarla
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La revolución es una necesidad histórica y social cuya pertinencia está vigente.
+
Necesitamos de una revolución ininterrumpida, múltiple y multidimensional.
+
Todos a activar en todas partes a la organización con independencia de clase.
¿Porqué la revolución?
¿Por ocurrencia, moda, buenos deseos o
simple aspiración ética? ¡No! Esencialmente, por necesidad.
Por años hemos esperado cambios, reformas, mejoras y ... nada. Hace un
siglo, los mexicanos de la época hicieron una revolución que fue
traicionada, interrumpida, incumpliendo los anhelos de las masas levantadas en
armas. Peor aún, los retrocesos han sido reiterados negando día a
día los derechos sociales.
La Constitución de 1917
representó un Pacto político que ha sido roto por el Estado. Esa
Constitución nunca cubrió las expectativas. Lo peor es que la
“legalidad constitucional” no se ha respetado, el Estado y gobiernos
en turno la han roto.
México no es un país de leyes, la
práctica política del Estado se basa en la legislación
secundaria y terciaria, ambas anticonstitucionales. Con esa base, los gobiernos
han entregado al capital extranjero: territorio, mar, recursos naturales,
espectro radioeléctrico, industria básica, banca y patrimonio
cultural.
El país en su conjunto se encuentra en un caos dominado
por el empresariado extranjero y la burguesía nacional dependiente. En
México no hay crecimiento económico ni justicia social. Hay
desempleo, marginación, exclusión, enfermedades y hambre.
También existe represión, las fuerzas de coerción del
estado (ejército, marina, policías) cada día están
más activas y en las calles de poblaciones enteras.
La
política nacional estatal es una simulación, el pueblo está
al margen de las grandes decisiones nacionales. Los medios de
comunicación rigen la vida de la población tergiversando la
realidad. La corrupción corroe a todas las esferas estatales,
políticas, empresariales y sindicales.
Es evidente que no debemos
seguir agachados soportando pasivamente y en silencio la opresión.
Las condiciones de la revolución
Para los trabajadores la situación ha
sido calamitosa desde que existe el capitalismo. El diagnóstico pesimista
no es de ahora pero las condiciones van empeorando. Para ciertas capas de la
pequeña burguesía, empresarios y comerciantes pareciera que
“todo está bien”, no hay de qué alarmarse. A pesar de
la crisis, para el capital industrial y financiero, la coyuntura es de
ganancias. Pero, esas capas, representan solamente a la minoría de la
sociedad, para la mayoría la situación es muy
diferente.
Las crisis persistentes e irresueltas del capitalismo siempre
son pagadas por los de abajo y nada indica que la actual será la
última. Vendrán otras peores, eso es previsible. Además, el
imperialismo también lo sabe y tomará medidas para seguir
sosteniéndose.
Pero, de nuestro lado también habrá
que tomar medidas. El capitalismo está en crisis se ha repetido
innumerables veces, más aún, en su “fase terminal”,
declaran algunos. Sin embargo, sigue vigente la cuestión: ¿el
capitalismo se derrumbará solo o se necesita de una
revolución?
El hecho es que el imperialismo ha tomado posiciones
políticas en prácticamente todo el mundo para evitar revoluciones.
En el siglo que ha pasado, logró la caída del socialismo en
Europa, sueño largamente acariciado. Eso no fue solamente
“mérito” del imperialismo sino, al mismo tiempo, por el
abandono interno de la revolución.
Hoy, existen algunos avances
sociales, principalmente en América del Sur pero no es precisamente un
momento revolucionario. Sin embargo, ni la intervención contra
revolucionaria del imperialismo, ni la debilidad política de su contrario
histórico, ha anulado la necesidad de la revolución. Mientras
exista lucha de clases, misma que está vigente en todo el planeta, la
idea de revolución es pertinente para la humanidad habida cuenta que el
capitalismo no es ni puede ser su destino inevitable.
¿Qué tipo de revolución?
Necesitamos una revolución
anticapitalista, democrática y de liberación nacional, esto es,
una revolución antimperialista y popular.
La revolución es
contra el capital y se define respecto a la propiedad de los medios de
producción y los recursos naturales. Es nuestra tesis que las tierras,
las aguas, los mares, el viento, los minerales, los energéticos, el
espectro radioeléctrico, la biodiversidad, la industria
estratégica, la banca y las finanzas solo pueden ser de propiedad
colectiva, jamás privada.
La revolución solo puede ser
verdadera con la participación activa y decidida de los mexicanos. Esto
plantea formas democráticas distintas al Parlamento. Se requiere de la
acción directa y la intervención colectiva en la toma de
decisiones. Entre estas, llegado el momento, habrá que decidir respecto
de una nueva Constitución. Para ello, es preciso organizar las fuerzas en
todo el territorio nacional. Las formas organizativas, precisamente, son parte
de la práctica democrática.
Proponemos la formación
de Consejos obreros y populares, Consejos de pueblos y frentes independientes en
todo el territorio con una estructura local, estatal, regional y
nacional.
La participación organizada de la población, a
todos los niveles, es la garantía para concretar los cambios de fondo que
requiere la nación. Por ello la revolución debe ser popular (no
populista).
Al definirse con relación a la propiedad, la
revolución que necesitamos tiene un claro carácter
antimperialista. Y, es de liberación nacional, en tanto se requiere de la
revolución para ser libres y ejercer esa libertad con independencia de
clase, en primer lugar del imperialismo pero, también, de todas las
estructuras corporativas de opresión política y
económica.
¿Cuántas revoluciones?
Si el imperialismo se mueve políticamente en
el terreno de la contra revolución, en el plano ideológico ha
hecho todo lo posible por desacreditar al socialismo tratando de eliminarlo de
las intenciones de los pueblos, del estudio, de la memoria y de la historia.
Existen sectores en el mundo que renunciaron ya al socialismo y, otros, que
tienen odio hacia el mismo. En la tergiversación dictatorial, los
gobiernos conservadores en Europa han impuesto legislaciones que equiparan al
fascismo con el comunismo y sancionan a ambos.
En tal escenario, hay
sectores proclives al anticomunismo y, otros, profundamente ignorantes. El
resultado es el dominio del pensamiento plano pro yanki.
En tales
condiciones, la Revolución Mexicana ha ser múltiple y
multidimensional. Somos partidarios del concepto de revolución
ininterrumpida, diferente a la revolución “por etapas”. Que
habrá fases es inherente al proceso social. Dadas las circunstancias
específicas, en México hacen falta reformas democráticas,
es necesario re-nacionalizar a los recursos naturales y al patrimonio colectivo
de la nación.
Esa fase “nacionalista” no corresponde
al discurso demagógico del PRI ni a las políticas derechistas de
algunos gobiernos, sino que, se define con base en la propiedad colectiva de los
sectores productivos estratégicos.
Pero el
“nacionalismo” no es la aspiración de la clase obrera. No
obstante, la revolución tendrá esa fase que puede ser tan larga o
tan corta, estancarse o retroceder, dependiendo de que tan rápido o tan
lento se modifique la correlación de fuerzas. En la medida en que la
clase obrera, constituida como tal, logremos avanzar en esa misma medida lo
hará la revolución y tomará una perspectiva superior,
necesariamente socialista.
El concepto múltiple de
revolución significa que no habría una sino varias revoluciones.
Una será económica, sobre la base de la propiedad colectiva de los
medios de producción y recursos naturales, lo que implica nuevas
relaciones de producción, con objetivos orientados a la
satisfacción de las necesidades humanas y el bienestar social, no para el
lucro o la ganancia.
Las actividades productivas fundamentales
serán consideradas estratégicas y se redefinirán a nivel
nacional, integrando los correspondientes procesos de trabajo, bajo el control
obrero de la producción.
Otra revolución será la
política mediante la toma de decisiones colectivas, a todos los niveles y
en todos los lugares. Las decisiones a tomar no serían para simples
votaciones sino programáticas. La democracia formal es muy limitada,
hacen falta formas nuevas que incorporen a las masas a la dirección de la
sociedad en su conjunto.
La revolución necesita de su componente
conciente que implica la lucha teórica. En tal sentido, la
revolución también es cultural. Desarrollar la conciencia, hasta
alcanzar la conciencia de clase, no es trivial pero lograrlo es crucial no
solamente para hacer posible a la revolución sino para defenderla en
cualquier circunstancia.
La revolución es multidimensional porque
se plantea lograr una fuerza política mayoritaria, cuyo número
pese en la balanza porque, al mismo tiempo, esté unida por la
organización y guiada por el saber.
La unidad es política y
se expresa orgánicamente. El saber implica a una dirección
política, actualmente inexistente, que debe ser forjada desde el interior
del movimiento. Por dirección política no debe entenderse a un
“líder” sino a una dirección colectiva con autoridad
moral y política.
¿Cómo organizarla?
La organización y la dirección
política deben mantener la independencia de clase y proceder
dialécticamente para convertir a la cantidad en calidad, elevar la
conciencia de las masas y vencer al contrario en todos los planos de la
contienda.
La organización, como un medio para concretar el
programa, no se limita a opinar sino a tomar decisiones y ejercer acciones
concretas. La discusión colectiva es necesaria y para ello se propone el
funcionamiento regular de asambleas generales.
Entre las decisiones
fundamentales están las de dirección social. El movimiento no se
puede reducir a la gestoría ni a la administración, es preciso
tomar medidas políticas. Esto se expresará en la dualidad de
poderes a nivel municipal, estatal y nacional.
De acuerdo al avance del
movimiento, habrá un momento habrá que decidir sobre la
política a seguir, misma que se llevará a la práctica por
el propio pueblo.
Para llegar a la dualidad de poderes debemos empezar
por lo primero: organizarnos en “algo”, nadie debe actuar
individualistamente sino integrado a alguna organización. Segundo,
ninguna organización debe aislarse sino coordinarse a todos los niveles.
Tercero, todas las organizaciones deben tener estructura. Una
organización sin estructura no es organización y una estructura no
organizada simplemente no existe ni en la naturaleza ni en la
sociedad.
En todas las organizaciones debemos llevar adelante una intensa
y permanente discusión sobre las tareas de la revolución en sus
aspectos políticos, organizativos y prácticos. El conjunto de
organizaciones confluiríamos a nivel nacional en el Frente Mexicano de
Liberación Nacional (FMX), siendo de especial importancia la
política internacional
solidaria.
¿Cuándo y dónde?
Ahora mismo, en cualquier parte dónde haya
mexicanos (as), en México y en el extranjero. Lo único que se
necesita es decidirse y pasar a la acción. El momento político es
de definición. Hay que tomar decisiones propias, articular las demandas,
promover la movilización, auspiciar la participación
política y sostenerse solidariamente en cualquier
circunstancia.
Enarbolar el Programa
La revolución se caracteriza por la acción
organizada de las masas y por sus banderas políticas. El programa de
transición es lo que debemos enarbolar en cada fase. El FTE reitera su
Programa Obrero (ver energía
62) mismo que ponemos a discusión de la
nación.
Formular, desarrollar y concretar el programa es una de
nuestras grandes tareas políticas. Por ello, debe ser apoyado por todos,
en su momento revisado y actualizado e, incluso, cambiado por otro
mejor.
La revolución múltiple y multidimensional es un
proceso conciente que no se hace en un día o dos, cristalizará
cuando hayamos realizado exitosamente nuestras tareas políticas y vencido
al contrario en todos sus términos. Por ello decimos que, hacer la
revolución es organizarla.
¡Venceremos!
Frente de Trabajadores de la Energía,
de México
Enarbolar un programa y una política con independencia de clase FOTO: FTE
EL FTE en la fundación de la UIS de la Energía, México 2007 FOTO: FTE
EL FTE en la fundación de la UIS del Metal, País Vasco 2008 FOTO: FTE
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