La victoria de la sociedad moderna, caracterizada por la democracia liberal y el mercado capitalista han llevado al "fin de la historia", escribió F. Fukuyama hace diez años. Los filósofos del posmodernismo empezaron a repetir que "La historia terminó, triunfó el liberalismo". De inmediato los gobiernos proclives al imperialismo se han dedicado a tomar medidas para terminar con las conquistas históricas de los pueblos.
Privatización fue la fórmula propuesta luego de la caída del socialismo en Europa oriental. Nada de nacionalismo ni de propiedad social; nada de sindicatos y menos de comunistas. Tampoco Patria, ni soberanía ni derechos sociales. De esta manera, cada vez es mayor la penuria de las mayorías, al tiempo que se enriquecen ilimitadamente unos pocos. Los diversos gobiernos, entre tanto, se han entregado al imperialismo renunciando a la historia de sus propios pueblos. Lo peor de todo es que, en muchas partes, el capitalismo se desarrolla placenteramente, casi sin crítica, al menos sin protesta social organizada. De entre todos los países, Cuba socialista es la excepción.
En México, se habla de un cambio que algunos creen. Se trata de una política subordinada a los organismos financieros del imperialismo y al gobierno norteamericano en turno. Hay una dependencia mayor en las relaciones económicas. Prácticamente toda la economía, incluyendo la industria básica y la banca, están ya en manos privadas. En el sector energético, la inversión capitalista privada crece día a día en importantes áreas, tales como la generación de electricidad, exploración de hidrocarburos, perforación de pozos petroleros y distribución de gas natural y licuado, con todas las consecuencias negativas posibles, pues también se ha puesto al servicio de los capitalistas, la red eléctrica de transmisión y la red nacional de ductos y gasoductos.
La respuesta obrera en México, dista de ser la que se requiere. Diversas razones impiden la movilización consciente y organizada del pueblo. El charrismo sindical, en todas sus modalidades, sigue manteniendo rígidos esquemas de control hacia los trabajadores impidiéndoles, con el apoyo del gobierno, todo tipo de reivindicación; y, los partidos políticos viven en el mundo de la pseudoconcreción incapaces de ejercer ninguna acción en defensa de la Nación y más bien dispuestos a favorecer al capital. La intelectualidad mexicana, a su vez, está al margen de la dinámica social y, en todo caso, no está al lado del pueblo. Ciertos sectores de especialistas se han reducido a ejercer únicamente el papel de mediadores. Respecto a la industria eléctrica les gusta repetir en cuanto foro asisten que, No están de acuerdo con la privatización pero Sí con la participación privada. ¡Eso es, precisamente, lo que quieren escuchar el gobierno y los inversionistas privados! Pareciera que no se dieran cuenta que es lo mismo, pero no, es parte de su discurso de complacencia academicista. Así, en los hechos se han venido perdiendo aliados, mientras las acciones del gobierno avanzan.
En dos años de lucha contra la privatización eléctrica, la inversión privada en la generación eléctrica (de todo tipo) ha crecido en más de 300%. Más de 12 mil Mwe, otorgados a inversionistas privados para generar energía eléctrica, representan la tercera parte de la capacidad efectiva total en operación de la industria eléctrica nacionalizada, lo cual es demasiado. No hemos perdido la guerra pero sí vamos perdiendo la batalla. Todo esto está ocurriendo sin modificar la Constitución del país y a plena luz del día, prácticamente en la cara de políticos, intelectuales y burócratas sindicales.
Para los trabajadores, la situación es adversa en múltiples vertientes. No obstante, participamos en importantes acciones, algunas desde nuestras propias organizaciones sindicales, otras al margen de éstas. En este contexto de lucha el Frente de Trabajadores de la Energía (FTE) de México, surgido en 2000 a partir de la experiencia previa en el sector y las propuestas históricas de petroleros, electricistas y nucleares democráticos. Por su política, programa y propuestas, el FTE es una referencia para los trabajadores mexicanos. Coherencia política, crítica seria y alta capacidad propositiva caracterizan al Frente. Su proyecto es un acierto, expresado en las acciones obreras, el espacio del saber, la prensa y cultura obreras.
Un 22 de diciembre de 2012 habrá de cambiar para bien nuestro país. Ese día se iniciará un nuevo ciclo, de acuerdo a la cuenta larga de los mayas. Habrá renovación del fuego nuevo. Con ese solo motivo, habría que hacer todo para que el cambio sea de fondo y signifique una revolución, retomando la buena costumbre de los mexicanos de hacer una cada cien años.
Pero, la historia no se hace sola ni deja de hacerse por la buena voluntad del mercado capitalista y sus voceros. La historia humana es una sucesión de hechos coherentes, realizados concientemente por hombres y mujeres, con visión de totalidad concreta, en un tiempo que No es absoluto y en una lucha que No es lineal.
Con motivo de la injusta guerra imperialista contra Afganistán, Fukuyama volvió a reaparecer y dice que sus tesis son vigentes. El imperialismo y sus voceros tratan de justificar a la sinrazón. No hay fin de la historia; lo que hay es una guerra de agresión generalizada contra el mundo expresada en las privatizaciones y la afectación a los derechos sociales y políticos de los pueblos.
La historia no ha terminado, entre otras muchas cuestiones, porque aún hay trabajadores dispuestos a seguir haciendo historia en el contexto de la lucha de clases. Hay razón y necesidad para luchar por nuestros derechos, por la Patria y por una sociedad mejor. Por esto y mucho más, el FTE mexicano está por el camino del fuego.
¡Hasta la Victoria Siempre!