¡No a la minería del oro!
Van más de 500 años de saqueo de
minerales en América Latina, principalmente, por la extracción de
minerales preciosos como el oro y la plata. En todos los casos, la riqueza se ha
ido y la pobreza se ha quedado. Actualmente, varias transnacionales siguen
aniquilando el medio ambiente y la vida de pueblos enteros. En México,
corporaciones mineras canadienses se apropian ilegítimamente de los
recursos naturales. ¡Alto a la extracción irracional de oro y
plata!
La minería, símbolo de explotación capitalista
La llamada
conquista de América fue un acontecimiento de mucha importancia para la
sociedad medieval europea. La guerra de conquista sirvió para que el
incipiente capitalismo se extendiera por todo el mundo. El comercio, la
navegación y la guerra se intensificaron. Una de las acciones
típicas de los conquistadores consistió se extraer grandes
cantidades de minerales, especialmente oro y plata, para enviarlos a
Europa.
Desde Chihuahua, Parral y Santa Bárbara, pasando por
Sombrerete, Guanajuato, Pachuca, Taxco y Tehuantepec, las explotaciones mineras
se extendieron por centro y sur América. Por Colombia, Ecuador,
Perú, Bolivia, Argentina y Chile, hasta Valdivia cerca de la Patagonia,
la minería se volvió una actividad económica dominante por
varios siglos.
Los minerales han servido para el desarrollo industrial de
una sociedad capitalista insaciable en recursos naturales. De especial
importancia ha sido el oro que se ha sacado de las mismas selvas e, incluso,
arrastrado por las corrientes de los ríos. Para apoderarse de estos
recursos, los españoles de la época, practicaron el esclavismo
contra los nativos de América.
Esa práctica
continúa. En México, la minería de oro en los estados de
México, Guerrero, Zacatecas, Oaxaca y Chiapas amenaza con el exterminio
de la vida y del ambiente.
No hay beneficio sino apropiación privada
¿De qué ha
servido este saqueo secular? ¿Los pueblos mineros han sido beneficiados en
algo? Los empresarios, que actúan como conquistadores y dueños del
botín, en muchas formas han dicho que impulsaron el desarrollo
económico, comercial y urbano de los centros de extracción.
¡No es cierto! En todas partes han creado enclaves mineros sumidos en la
pobreza y aún la muerte.
El beneficio ha sido para quienes se han
apropiado del patrimonio colectivo de la naturaleza, es decir, las
metrópolis de la conquista y, en general, el capital. Hoy en día,
América Latina sigue siendo del interés capitalista por cuanto le
representa enormes ganancias.
La minería mantiene vigente al
esclavismo, tanto en las poblaciones circundantes como al interior de los
centros mineros. El impacto en el desarrollo social es ínfimo e, incluso,
negativo; el empleo que se crea es limitado, temporal y precario; las
afectaciones a la salud son severas y la degradación del medio ambiente
es irreversible.
El oro NO es esencial para la vida
El oro se emplea como el patrón monetario del
capitalismo pero no es su única aplicación. Tampoco la
joyería o la fabricación de monedas son sus únicos usos.
Debido a sus propiedades físicas el oro ejerce funciones críticas
en la computación, comunicaciones, naves espaciales, cerámica y
fotografía; también como recubrimiento de satélites y, en
una variedad radiativa, en la medicina nuclear para propósitos de
diagnóstico y pruebas funcionales.
Por otra parte, el oro no es
esencial para la vida de ningún ser vivo. Al contrario, su
explotación irracional destruye a la vida y, en general, a la naturaleza,
es decir, mata. Aun con fines médicos, el oro no es absorbido por el
organismo humano y sus compuestos pueden causar serios daños
hepáticos y renales.
El oro se obtiene de la explotación
minera, sea subterránea o a cielo abierto; esta última se llama
superficial. Para extraerlo se necesitan mover miles de toneladas diarias de
mineral, mismas que son sometidas a procesos mineralúrgicos. Lo
común es la lixiviación con cianuro. El ácido
cianhídrico es altamente tóxico, una concentración de 300
partes por millón en el aire es fatal. En los centros mineros, sujetos a
precarias condiciones de seguridad industrial, el riesgo de incorporación
al organismo, sea por aspiración, ingestión o adsorción de
la piel es muy alto.
La riqueza se va, la pobreza se queda
En México y América Latina, los
recursos minerales de oro siguen siendo abundantes. Pero, en todas partes,
sirven solamente para el saqueo y la destrucción. Esto es más
grave en la fase del neoliberalismo pues las transnacionales han invadido a
territorios enteros con el apoyo de los gobiernos neoliberales.
El oro no
solamente se encuentra en la plataforma terrestre continental sino,
también, en los mares y los océanos. Desde luego, debido a que su
escasa distribución en la naturaleza, extraer el oro del mar es costoso.
Por ello, las corporaciones prefieren “invertir” en los lugares
más atractivos donde también afectan a la biodiversidad. El
capitalismo no ha sido capaz siquiera de encontrar medios tecnológicos
adecuados para el beneficio mineralúrgico del oro.
La gravedad se
expresa en las políticas seguidas por los gobiernos de los países,
mismos que han otorgado al capital el derecho a la apropiación privada de
los recursos naturales. En México, como en otras partes, la
minería y la metalurgia son privadas. Salvo el caso de los minerales
radiativos, todos los minerales son objeto de concesión para su
explotación. La única obligación de las empresas es
“pagar” a la población una renta miserable, tramposamente
pactada, que le otorga el derecho al capital para apoderarse de toda la riqueza
extraída.
Las concesiones privadas implican el uso del suelo, del
agua y los recursos del subsuelo que las transnacionales comercializan a precios
elevados. El resultado, típicamente en la minería de oro a cielo
abierto, es la alteración de la tierra a la que dejan llena de
cráteres como si fuera un paisaje lunar. Además, el aire queda
envenenado, el agua se consume irracionalmente y los sumideros contaminados
alcanzan a los acuíferos subterráneos. Lo más grave, es la
afectación a la salud, tanto de la población como de los propios
mineros. En el mejor de los casos, quedan pueblos fantasmas o de enfermos. Como
siempre, la riqueza se va y la pobreza se queda.
NO monetarizar la salud ni la vida
¿Esta situación es un destino inevitable para las
poblaciones mineras? ¡No lo es! ¿Debe, entonces, negociarse con las
transnacionales a cambio de obtener una mayor renta (alquiler) de los terrenos?
¡No! ¿Entonces, hay que negarse a la explotación minera?
¡Sí!
Algunos dirán: ¿y, estando tan pobres, de
qué vamos a vivir? ¿Hay otras opciones? ¡Sí las hay!
Desde luego, no son soluciones mágicas ni se pueden improvisar,
más bien, deben analizarse colectivamente porque implica recorrer un
camino paso a paso.
Para tomar decisiones hace falta claridad sobre el
asunto. No se trata de seguir siendo pobres ni menos aceptar un futuro que no es
tal. Pero, ¿la minería, en este caso del oro, ofrece alguna
garantía, la mínima posible de terminar con la pobreza? ¿Los
pocos pesos recibidos a cambio de entregar para siempre los terrenos han
significado en algún lugar una mejora para los pueblos?
¡Jamás!
¿Sí se aumentara el arrendamiento, eso
serviría siquiera para curar a los enfermos? Aún contratando a
toda la población y pagándole los salarios más elevados
posibles, ¿eso sería un precio adecuado a la salud y a la vida?
¡No, por supuesto!
Entonces, la primera conclusión es que NO
se debe, por ningún motivo, monetarizar la salud ni la vida.
Ningún contrato, sea laboral o de arrendamiento, es comparable a la vida
humana. Pero, entonces, si no hay trabajo, ¿hay que morir de pobreza?
¡Tampoco!
Nacionalización minero-metalúrgica
¿Qué opciones habría?
En este momento, dentro de los márgenes del mismo capitalismo, proceden
dos propuestas: 1- cancelar TODAS las concesiones mineralúrgicas; y, 2-
nacionalizar a la industria minero-metalúrgica. La nacionalización
quedaría bajo control estatal. Pero, ¿existe algún Estado que
sea garantía de un correcto desarrollo? ¡No, no lo hay! Por eso
debemos avanzar hacia mayores medidas que incluyan el control obrero y popular
del proceso de trabajo, mismo que NO se puede lograr con los charros sindicales
ni con la población desorganizada.
La nacionalización
implica tres banderas: 1- el régimen de propiedad colectiva de los
recursos minerales e industria minero-metalúrgica, 2- una política
mineralúrgica independiente formulada, concretada y evaluada por los
trabajadores y los pueblos debidamente organizados y, 3- el control obrero y
popular sobre la producción, aplicaciones y usos de los productos
obtenidos, así como de la protección a la salud de los
trabajadores, de la población en general, y del medio ambiente.
¿Esto es posible? ¡Lo es, pero no ocurrirá
espontáneamente!
Nacionalizar a la minería y a la metalurgia es
una tarea necesaria y por ello debe hacerse. ¿Quién lo hará?
¡Todos, nosotros mismos! Pareciera idealismo cuando nuestras fuerzas son de
momento insuficientes. ¿Cómo ampliarlas? ¿Se puede confiar en
los sindicatos, organismos egoístas y desclasados más interesados
en defender cúpulas corruptas que los derechos sociales? ¡No!
¿En los partidos políticos electoreros? ¡Menos! ¿Entonces?
Solamente podemos confiar en nuestras propias fuerzas, por eso hay que
organizarnos de verdad. Y, ¿quién legislará, y qué
gobierno promulgará las nuevas leyes? De los que actualmente existen,
¡Ninguno!
Organizar la resistencia contra las transnacionales
Dada la magnitud del reto,
es evidente que necesitamos construir la organización social que nos
permita ejercer el poder verdadero del pueblo. Esta lucha significa un proceso
que debemos hacerlo evolucionar. La minería, en este caso del oro, no es
la única fuente de trabajo que existe o deba de existir ni la mejor.
Salir de la pobreza NO depende de la minería, ni de pactar con las
transnacionales en condiciones desfavorables y humillantes. Tampoco depende de
la buena voluntad de algún gobernante o aspirante a serlo.
El
asunto no es sencillo, es de enorme seriedad y debemos abordarlo concientemente.
Cualesquiera que sean las decisiones es importante empezar por la primera:
organizar la resistencia contra la irracional explotación
minero-metalúrgica e impedir la acción ilegítima de las
transnacionales. Esto significa que las compañías mineras deben
ser echadas de los pueblos. ¡Se nacionaliza la minería o no hay
minería!
La lucha contra la depredación minera es por la
supervivencia, por la salud y por la vida. ¡Fuera transnacionales mineras
de nuestros pueblos! ¡No a la minería del oro!
[elekron 9
(5) 1, 5 ene 2009].
Mina de oro a cielo abierto